sábado, 12 de septiembre de 2015

 
                                   

                                El Loco Gatti: la despedida más injusta

                                       
   En coincidencia con la vigésimo quinta temporada consecutiva de su laureada trayectoria, al ídolo, quien refundara el denominado puesto de los bobos, lo envolvió en cada presentación de su equipo el sentido aplauso de las hinchadas del fútbol argentino, a excepción de la propia. Hacía tiempo ya que en La Bombonera no resonaba el consabido hit que otrora le tributara el sector más bullicioso de la parcialidad de Boca. "Eh, chupe, chupe, chupe, no deje de chupar...El Loco es lo más grande del fulbo' nacional", tal el cántico que le tributaba cada domingo el sector del Jugador Nº 12 comandado por José Barrita, hasta que el longevo arquero cometió la osadía de inmiscuirse en menesteres tocantes a los oscuros intereses de El Abuelo y sus adláteres.
   Dos fueron los motivos primordiales por los que Hugo Orlando Gatti provocó la ira de los caracterizados adictos al cuadro xeneize. En primer lugar, el oriundo de la localidad bonaerense de Carlos Tejedor, se había decantado públicamente en las elecciones presidenciales boquenses de fines de 1986 por la victoriosa fórmula Antonio Alegre-Carlos Heller -de denodado empeño por erradicar a las barrabravas de los estadios- en desmedro de la candidatura lanzada por el binomio Alberto J. Armando-Luis Conde, por el que abogaba La 12 de El Abuelo. Posteriormente, el Loco, de filiación radical, que había heredado de su campechano padre, adhirió a través de un spot publicitario a la campaña proselitista de Juan Manuel Casella, por la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires; al contrario de Barrita y su barra, que apoyó al justicialista Antonio Cafiero, postrero triunfador en los comicios, habida cuenta de su manifiesta suscripción al peronismo (1). No extrañó, por tanto, el creciente repudio de los vándalos hacia la figura del exguardameta, al que no solo le dedicaron gruesos epítetos, sino trapos - de acuerdo con el argot tribunero- en el que, por ejemplo, lo tachaban de "hincha del austral".

                                   
   Peor aún, el desarrollo de la primera rueda del Campeonato de Primera División 1987/1988 se caracterizó por una paupérrima producción colectiva de Boca, que le costara el cargo a dos directores técnicos en solo 19 fechas, así como por una notoria declive en el rendimiento individual de sus futbolistas, que afectó principalmente al Loco Gatti.
  Si bien en la jornada inaugural del certamen el experimentado portero le había contenido su remate a Rubén Darío Insúa, en la derrota xeneize como local ante Estudiantes por 2 a 1, que le significó conquistar el  récord de penales atajados en la Era Profesional (26), su gravitación resultó nula, por caso, para evitar la histórica goleada por 6 a 0 con la que Racing prácticamente sentenció la gestión de Roberto Marcos Saporiti como entrenador del club de la Ribera.
  Con la consecuente asunción de Juan Carlos Lorenzo, quien iniciaba de ese modo su segundo ciclo
 como DT de Boca, la alicaída figura de Gatti pareció revitalizar. Es que el Toto -que lo dirigiera en aquel equipo de Unión que se constituyó como la revelación del Torneo Metropolitano 1975, obtenido por River tras 18 años aciagos- fue el mismo técnico que solicitara expresamente su contratación para conformar la escuadra azul y oro que se consagrara a nivel local, continental e intercontinental durante el segundo lustro de la década de 1970.

                                 

    Pronto, no obstante, se resquebrajó el idilio que el Loco mantenía con Lorenzo, a quien consideraba junto a César Luis Menotti uno de los mejores entrenadores que tuviera en su extensa carrera. El conflicto se originó en ocasión del inapelable 5 a 1 con que Newell's arrolló al conjunto xeneize en plena Bombonera, del que Gatti fue directamente responsable en la apertura del marcador así como de la tenue resistencia ofrecida en los dos goles subsiguientes, lo que disparó el hostigamiento al que sistemáticamente lo sometía la barra de El Abuelo e incluso el abucheo de gran parte de los hinchas genuinos que aquella tarde habían concurrido al entonces llamado Estadio Camilo Cichero. De ahí que el de Carlos Tejedor pidiera encarecidamente su reemplazo en el intervalo por el arquero suplente, Sergio Luis Genaro, a su director técnico.
  Tras el holgado traspié, Gatti se sumió en tal abatimiento que dejó de concurrir repentinamente a los entrenamientos semanales del plantel xeneize, una de las más serias faltas en las que, según Juan Carlos Lorenzo, podía incurrir un futbolista. Por ello, el cruce de declaraciones que sostuvieron el guardameta y el entrenador. Mientras que el Toto tildó a su dirigido de gattista -esto es, de excesivo individualismo-, el autoexcluido Loco, definitivamente desilusionado con uno de sus dos DT predilectos, acusó a Giancarlo de abandonar a Boca en el epílogo de su primera etapa al frente del equipo cuando se requería "ponerle el hombro" -de acuerdo con su textual testimonio- a la merma que en 1979 comenzaba a despuntar en la performance auriazul.
  A instancias de la opaca labor de Genaro en la valla xeneize, Gatti y Lorenzo pactaron una momentánea tregua que posibilitó el retorno del Loco a la titularidad a falta de tres fechas para la culminación de la primera rueda del campeonato. La forzada convivencia, sin embargo, apenas se prolongó unas pocas semanas, pues el Toto fue cesado en sus funciones por la Comisión Directiva como consecuencia de la errática campaña del primer equipo, que al finalizar el año 1987 ocupó la penúltima plaza en la tabla de posiciones.
  Lejos de abrumarse con la partida de Lorenzo, a Gatti lo entusiasmó la anunciada contratación del sucesor del Toto, procedente de Independiente, en el que se desempeñara exitosamente merced a la calidad y cantidad de laureles conseguidos. Incluso, el exarquero se animó a definir al nuevo entrenador como "un Menotti reo", dotado de "la sabiduría de la calle", con lo que -exceptuando algún matiz- pretendió describir la corriente de afinidad que él creía lo vinculaba  al tercer DT que asumía en Boca en solo un semestre.
 Grosero error de cálculo de alguien que se ufanaba de ser el más vivo en el deporte no apto para "boludos"...


                                 
                                          El que no avisa, traiciona
 
      Aunque contemporáneos en sus respectivas trayectoria  como futbolistas durante las décadas de 1960 y 1970, Hugo Orlando Gatti y José Omar Pastoriza jamás habían coincidido en un mismo  equipo. Sí, integraron la lista de buena fe de la delegación argentina nominada para disputar el mundial de Inglaterra 1966, bajo la dirección técnica de...Juan Carlos Lorenzo. Allí, no solo los hermanó la desazón por no haber sumado siquiera un minuto en el campo de juego, sino asimismo la indignación  por la controvertida eliminación de la Selección Nacional ante el combinado anfitrión, célebre por la expulsión de Antonio Ubaldo Rattín a instancias del árbitro alemán Rudolf Krietlein, a quien tanto el Loco como el Pato pretendieron agredir de hecho apenas consumado el traspié.
     La reunión entre las partes se produciría recién en enero de 1988, aunque con una diferencia sustancial: Pastoriza ya ostentaba una considerable experiencia como entrenador, mientras que Gatti aún se desenvolvía como arquero en la élite de fútbol argentino. La causa exigía una pronta rectificación, habida cuenta del penúltimo lugar en el que se debatía Boca al inicio del receso del campeonato.
    El festejado verano por el  xeneize, merced al auspicioso desempeño del primer equipo que redundó en un invicto, ungió como uno de sus estandartes al Loco Gatti, notablemente consustanciado con la propuesta ofensiva pregonada por su técnico.

                             


      No obstante la sensible mejoría evidenciada en la temporada estival, el conjunto boquense prosiguió con su floja campaña en el certamen oficial, a la que se adosó la prematura eliminación ante Gremio en la Supercopa 1988. Allí, Gatti sufrió una luxación de hombro cuya recuperación le demandaría cerca de un mes.
    Aún semiconvaleciente de su lesión, el Loco fue determinante en los dos goles con los que River obtuvo un empate como visitante en el devaluado Superclásico de la 35ta jornada. En la apertura del score, el exportero pretendió eludir al uruguayo Antonio Alzamendi, quien le quitó el balón y se introdujo con él prácticamente dentro del arco. En la segunda conquista millonaria, a su vez, el número uno boquense pecó de excesivo estatismo ante el cabezazo de  Oscar Alfredo Ruggeri que se incrustó en la red.
   Lesiones que remitían parcialmente, irregular desempeño, edad avanzada....la conjunción de tales factores promovió la inquietud del Pato Pastoriza, quien en la inminencia de la conclusión del torneo que le depararía a su equipo una mezquina duodécima colocació, comenzó a desconfiar de la vigencia de Gatti. Por tanto, convino con la dirigencia que resultaba indispensable la adquisición, no de un arquero suplente, sino de un destacado valor que le peleara la titularidad al veterano arquero auriazul, de por entonces 44 años.
   Acaso ninguno de sus colegas reunía los requisitos como Carlos Fernando Navarro Montoya, quien pese a idolatrar la leyenda de Hugo Orlando Gatti, no vaciló en sugerirle en las tratativas previas al vicepresidente xeneize, Carlos Heller, que si lo que buscaban era un mero candidato a  perpetuarse en el banco de relevos, que desecharan en el acto su posible concurso pues su intención era adueñarse del arco de Boca.
   Absolutamente fascinado con las condiciones y personalidad del Mono, Pastoriza alternó entre este y el Loco la titularidad del arco azul y oeo en los amistosos de pretemporada jugados en la víspera de la apertura del Campeonato de Primera División 1988/1989.
   Sin embargo, en la fecha inaugural del torneo, en la que Boca recibió el domingo 11 de setiembre de 1988 al modesto Deportivo Armenio en una Bombonera prácticamente colmada, el entrenador nacido en Rosario le concedió la titularidad a Gatti, quien con la salvedad de la barrabrava, gozaba de la aceptación del resto de los concurrentes...hasta que una -nueva- falla garrafal suya sentenciara el inesperado triunfo del conjunto visitante. En efecto, a los 34' de la mitad inicial, un pelotazo cruzado desde mitad de cancha de Sergio Oudoukián habilitó -ante la pasividad de la zaga central xeneize- la entrada de Sergio Silvano Maciel. El Loco, con la intención de anticiparse a la jugada como en los viejos tiempos, intentó cortar el avance, tras lo cual el atacante de Armenio le robó el balón y resolvió con el valla desguarnecida.
  Al olvidable debut en el certamen, le siguió una polémica medida adoptada por Pastoriza, previa a la segunda jornada en la que Boca confrontaría con su máximo rival: la salida de Gatti -y el consecuente ingreso y presentación oficiales de Navarro Montoya-. Producto de su auspiciosa tarea en el triunfo azul y oro por 2-0, el Pato confirmó al Mono en la alineación titular, aunque no se expidió definitivamente respecto de la situación del Loco.
                                     


   El categórico veredicto se efectivizaría recién en enero de 1989. Entonces, el rosarino afirmó en declaraciones vertidas al diario La Arena, de La Pampa, que había determinado el fin de la dilatada trayectoria de Gatti como arquero de Boca a instancias de su pronunciada declive futbolística.
  No fue aquella la primera vez que Pastoriza resolvió excluir a una primera figura de uno de los equipos más importantes del país. De hecho, el Pato se jactaba de haber hecho otro tanto con Agustín Mario Cejas y Ricardo Elbio Pavoni, cuando ejerció como director técnico de Racing e Independiente, respectivamente.
  Aun así, el tratamiento de los casos antemencionados resultó diametralmente opuesto al de Gatti, quien se enteró de la resolución del entrenador a través de los medios periodísticos. A su juicio, la postura de Pastoriza no se correspondía con su rendimiento en el rectángulo de juego. En cambio, sugería una concesión de parte del DT hacia La 12 de José Barrita, a quienes se rumoreaba los estrechaban razones de pe$o que excedían el fanatismo en común por el Partido Justicialista.
 Casi por unanimidad, el ambiente del fútbol -jugadores, técnicos, dirigentes, periodistas- se inclinó en favor de Hugo Orlando Gatti. A Pastoriza no le criticaban la decisión en sí, sino la forma, que contrastaba con la frontalidad que supuestamente caracterizaba la personalidad del rosarino.
  Respecto de la cúpula dirigencial de Boca, Alegre y Heller, compartieran o no el parecer de Pastoriza, avalaron la exclusión del Loco, lo que terminó de desilusionar al legendario arquero, quien consideraba se había jugado la idolatría al brindarles su apoyo en las elecciones de 1986 frente a un dirigente histórico como el Puma Armando, presidente xeneize durante el exitoso segundo lustro de los años '70 en el que Gatti se erigiera como referente ineludible.
   Con todo, a Hugo Orlando ni se le ocurría siquiera pensar en la posibilidad de abandonar la práctica activa. Mientras Héctor Rodolfo Veira, en ese momento técnico de San Lorenzo, lo invitaba a entrenarse con el plantel azulgrana, trascendió que el River de Menotti se había interesado en sus servicios. Al Loco no descartó en absoluto la chance de volver a ocupar la valla del cuadro de Núñez, por el que pasara entre 1964 y 1968; principalmente, por la presencia de su adorado Flaco.
  Por su parte, los fanáticos auriazules recién se manifestaron vivamente por Gatti a medida que languidecía la campaña de su equipo. Alguna vez líder indiscutido del certamen, el conjunto de la Ribera fue finalmente alcanzado por  Independiente -que lo superó por identico resultado en Avellaneda y en La Boca, 2 a 1- para adjudicarse el título y relegar a un (in)digno segundo puesto -a ocho puntos de distancia en la tabla de posiciones- al elenco azul y oro.
  En ese sentido, el vaticinio que Gatti aventurara en plena temporada devino en realidad. "Boca va a perder el campeonato...por culpa de Pastoriza", había predicho el Loco, amén de aseverar que en su ausencia el equipo jamás lograría obtener el torneo, lo que desató el malestar de gran parte del plantel. Hasta el de Navarro Montoya, quien se había hecho a su imagen y semejanza.
 De todas maneras, la relación entre las partes no llegó a tornarse insostenible. Es que, tras rechazar la oferta de asumir como manager de las Divisiones Juveniles que le arrimara la dirigencia, Gatti se alejó del mismo Boca en el que se empleara durante más de 12 años al vencer el 30 de junio de 1989 el contrato que lo ligaba a la entidad de La Ribera.
 A la par, Pastoriza renunció indeclinablemente a su cargo después de la resonante goleada afrontada por su equipo ante San Lorenzo (4-0), que envió al equipo auriazul -ya dirigido por Carlos Daniel Aimar- a la final de la rueda de perdedores de la Liguilla PreLibertadores, en la que River se impuso su clásico adversario luego de tres encendidos desafíos.
 Incluso un año después de haber disputado su último partido oficial, el longevo guardameta seguía jurándose "el mejor de todos". Por aquella época, dos equipos entablaron negociaciones tendientes a lograr el ingreso del Loco a sus filas: Deportivo Español y Quilmes. No obstante, los intentos resultaron infructuosos, por cuanto el histórico número uno anunció su partido de despedida, en primera instancia, a jugarse en La Bombonera.
 Enseguida nomás, al deseo de Gatti se opuso la enfática negativa de Alegre y Heller, a quienes les disgustó sobremanera que el Loco recompusiera su vínculo con la barra de El Abuelo.
 Denegada la celebración del evento en feudo xeneize, el homenaje, en el que intervinieron figuras de la talla de Ricardo Enrique Bochini, Norberto Osvaldo Alonso, Claudio Oscar Marangoni y el brasileño Leandro,  se realizó el sábado 17 de agosto de 1991 en un semivacío estadio José Amalfitani, al que solo concurrieron 12.000 personas; entre ellas, La 12 de José Barrita, que le tributó renovado aliento al arquero otrora defenestrado.

                               

  Entre otros récords, tales como los 26 penales atajados -que comparte junto a Ubaldo Matildo Fillol- y los 817 partidos jugados en la División Superior -aún imbatido en el plano doméstico-, Gatti representa a las contadas excepciones a las que en virtud de su retiro se las agasajara con dos partidos homenaje.
  En la segunda oportunidad, el Loco fue definitivamente local, pues una colmada Bombonera lo ovacionó durante los 30' en los que se desempeñó en la valla auriazul,  con motivo del festejo xeneize por la conquista del Torneo Apertura 1998, exactamente una década después de su última locura.
  Pese al lógico enojo que lo envolviera apenas decretada su salida de Boca, con el transcurrir de los años, Gatti aplacó su rencor hacia Pastoriza. De hecho, fue una de los tantos notables que se acercara a la Sede Social de Independiente, en ocasión del velatorio del rosarino, quien falleciera el lunes 2 de agosto de 2004, víctima de un paro cardíaco.
  Entonces, se olvidó de todo, el Loco. Hasta del autor material que sellara un día del maestro la desprolija salida del cuadrito de su amor. Justo a él, que había dado cátedra durante más de 26 años.


                            Síntesis de la última locura oficial de Gatti

  Boca: Gatti; Abramovich, Tavares, Erbín y Hrabina; Carrizo, Marangoni y Tapia; Graciani, Perazzo y Barberón. Suplentes: Navarro Montoya, Stafuza, Villarreal, Latorre y Pico. DT: J.O.Pastoriza.
  Deportivo Armenio: Sarmiento; Gándaras, Gardarián, Kuchen y Fernández; Ortiz, Gallardo, Frutos (ST: Pitasi) y Espíndola (ST: Oviedo); Oudoukián y Maciel. Suplentes: Salvaggio, Otero y Dialeva.

  Gol: PT: 34' Maciel.
  Cancha: Boca.
  Recaudación: 664.969 australes.
  Referee: Francisco Lamolina.
  Amonestados: Kuchen, Fernández, Frutos y Espíndola.
  Incidencias: no hubo

(1)Las elecciones legislativas y por la Gobernación y vice de la Provincia de Buenos Aires, correspondientes al domingo 6 de setiembre de 1987, significaron un duro revés para el radicalismo, que en ese momento comandaba los destinos del país a través de Raúl Ricardo Alfonsín.








 


 
 




















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