sábado, 19 de septiembre de 2015

  El detallado análisis del historial entre Los Pumas y los All Blacks

                                           
    Es la víspera del trascendental debut de Los Pumas en la Copa del Mundo de Inglaterra 2015. ¿El rival? Nueva Zelanda, la máxima potencia rugbística, al que lo vincula un historial de enfrentamientos con saldo netamente adverso, aunque a la vez dotado de  récords, curiosidades e incluso un único resultado "favorable", con tintes de hazaña.
    En lo que respecta a certámenes mundialistas, Argentina y los All Blacks confrontaron en dos oportunidades, coincidentemente con los dos títulos logrados como anfitrión por el conjunto de Oceanía. En el primer cotejo, correspondiente a la tercera y última jornada del Grupo C del Campeonato de 1987 (1), los neocelandeses vapulearon a Los Pumas por 46-15, tras lo que el equipo capitaneado por Hugo Porta resultó eliminado puesto que necesitaba apoyar tres tries -y no uno, como acabó sucediendo- en el ingoal del temible adversario para acceder a la segunda ronda.
    El restante se produjo en virtud de la celebración de la RWC 2011, que antecedió a la que Inglaterra inauguró ayer con un triunfo sobre Fiji (35-11). Luego de una encomiable producción en la etapa inicial, en la que inclusive había logrado ponerse en ventaja en el score, el combinado nacional sucumbió a la irrefrenable arremetida del local y se despidió del torneo en cuartos de final al caer por 33-10 en el Eden Park de Auckland (2), escenario de la postrera consagración de Nueva Zelanda al superar ajustadamente a Francia (8-7) en la instancia cúlmine, tal como ocurriera en 1987, aunque entonces el triunfo fue por 29-9.
  Por otra parte, desde que se incorporaran en 2012 al Rugby Championship (3), Los Pumas se convirtieron en asiduos oponentes de los All Blacks. No obstante, lejos de constituirse en un escollo, el representativo albiceleste resultó vencido en los siete encuentros que disputaron hasta el momento. En su edición debut, de hecho, el equipo argentino padeció la mayor derrota de su historia como local, al ser arrollado por 54-15 por los Hombres de Negro en el Estadio Unico Ciudad de La Plata, con lo que consecuentemente la visita acabó por conquistar el trofeo.

                                       
    A su vez, el historial de test-matches, en un principio la base de los enfrentamientos entre Los Pumas y los All Blacks, depara resultados récords para el combinado nacional, especialmente por el componente catastrófico de las derrotas sufridas. Es que durante la gira que realizara por el país de Oceanía, en 1997, la Selección Nacional de rugby afrontó el más duro traspié de su existencia: los neocelandeses los aplastaron por ¡93 a 8! en el primer desafío, así como 62-10 en la revancha, si cabe el término.
  No obstante, fue en esa misma condición que Los Pumas consiguieron su único aliciente -que no triunfo- ante el mejor equipo del Mundo, empresa de la que próximamente se cumplirá su trigésimo aniversario.

viernes, 18 de septiembre de 2015

      Allá a lo lejos: cuando Buenos aires tembló por primera vez
   
   
     La madrugada del martes 5 de junio de 1888 los habitantes de ambos márgenes del charco despertaron inéditamente contrariados. Es que se había desatado un fenómeno que se creía ajeno a la zona en cuestión. Al destierro del mito le siguió la convulsionada realidad de la incipiente jornada: un terremoto de una magnitud de 5,5 grados en la Escala de Ritcher se había desencadenado en pleno Río de la Plata, distante a solo 15 kilómetros al sudoeste de Colonia del Sacramento y 41 al este de la Ciudad de Buenos Aires.
      Si bien no llegó a originarse directamente en su dominio, el sismo, de entre 45 y 58 segundos de duración, fue el primero de intensidad relevante que registra en su haber la capital de nuestros país (1). No obstante el pánico generalizado de que fueron presas, no se produjeron víctimas fatales entre los pobladores porteños. Eso sí, los temblores resultaron lo suficientemente poderosos como para redundar en daños edilicios tales como la caída de muros de la obra (en construcción) de la Basílica Nuestra Señora de la Piedad,  ubicada en la intersección de las calles Bartolomé Mitre y Paraná, actual barrio de Congreso.
      A diferencia de la ocurrido en territorio continental, el vapor Saturno, que había zarpado desde el puerto de Buenos Aires, estuvo próximo a sucumbir a los efectos del terremoto. Al orillar la localidad uruguaya de Colonia, al capitán se le tornó ingobernable el control de la nave. Inclusive, pese a que en el momento crítico fuera forzada su varadura, la embarcación prosiguió su marcha. Finalmente, el potencial naufragio fue sorteado y retomada en consecuencia la libre navegación.
     Así como la metrópoli porteña, La Plata y Rosario fueron otras de las zonas teóricamente exentas de actividad sísmica que se sumieron a los efectos del fenómeno natural. Mientras que en la Ciudad de las Diagonales abundaron los destrozos, si bien de relativo calibre en comparación a lo que sucedería en la actualidad merced a las construcciones de escaso porte que entonces predominaban, los moradores rosarinos amanecieron en vilo, temerosos de que se replicaran durante el resto de la gélida noche las vibraciones que en alternancia habían estremecido la región.
    Según los expertos, que coinciden en aseverar que no existe ni una sola área completamente asísmica en todo el planeta, la fallada cuenca de Punta del Este, causal de movilización de placas tectónicas que liberan ondas proclives a los temblores, fue la responsable del terremoto acaecido en el Río de la Plata en 1888.
     En lo que respecta al vecino país oriental, Montevideo y Maldonado se revelaron como las principales ciudades afectadas al fenómeno. Se reportaron episodios de creciente intensidad; entre otros, oscilaciones rítmicas de objetos colgantes, resquebrajamientos de paredes y hasta derrumbes de rudimentarias casillas montadas sobre fondo arenoso, afines a las ondas sísmicas.

  (1) En rigor a la exactitud, el primer terremoto documentado en el Río de la Plata se remonta al miércoles 9 de agosto de 1848; solo que los efectos del fenómeno, al que se le restó importancia producto de su relativa gravitación, alcanzaron primordialmente a Uruguay. No así a la ciudad de Buenos Aires (y su zona de influencia) que recién 40 años más tarde registraría actividad sísmica.


 
 





sábado, 12 de septiembre de 2015

 
                                   

                                El Loco Gatti: la despedida más injusta

                                       
   En coincidencia con la vigésimo quinta temporada consecutiva de su laureada trayectoria, al ídolo, quien refundara el denominado puesto de los bobos, lo envolvió en cada presentación de su equipo el sentido aplauso de las hinchadas del fútbol argentino, a excepción de la propia. Hacía tiempo ya que en La Bombonera no resonaba el consabido hit que otrora le tributara el sector más bullicioso de la parcialidad de Boca. "Eh, chupe, chupe, chupe, no deje de chupar...El Loco es lo más grande del fulbo' nacional", tal el cántico que le tributaba cada domingo el sector del Jugador Nº 12 comandado por José Barrita, hasta que el longevo arquero cometió la osadía de inmiscuirse en menesteres tocantes a los oscuros intereses de El Abuelo y sus adláteres.
   Dos fueron los motivos primordiales por los que Hugo Orlando Gatti provocó la ira de los caracterizados adictos al cuadro xeneize. En primer lugar, el oriundo de la localidad bonaerense de Carlos Tejedor, se había decantado públicamente en las elecciones presidenciales boquenses de fines de 1986 por la victoriosa fórmula Antonio Alegre-Carlos Heller -de denodado empeño por erradicar a las barrabravas de los estadios- en desmedro de la candidatura lanzada por el binomio Alberto J. Armando-Luis Conde, por el que abogaba La 12 de El Abuelo. Posteriormente, el Loco, de filiación radical, que había heredado de su campechano padre, adhirió a través de un spot publicitario a la campaña proselitista de Juan Manuel Casella, por la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires; al contrario de Barrita y su barra, que apoyó al justicialista Antonio Cafiero, postrero triunfador en los comicios, habida cuenta de su manifiesta suscripción al peronismo (1). No extrañó, por tanto, el creciente repudio de los vándalos hacia la figura del exguardameta, al que no solo le dedicaron gruesos epítetos, sino trapos - de acuerdo con el argot tribunero- en el que, por ejemplo, lo tachaban de "hincha del austral".

                                   
   Peor aún, el desarrollo de la primera rueda del Campeonato de Primera División 1987/1988 se caracterizó por una paupérrima producción colectiva de Boca, que le costara el cargo a dos directores técnicos en solo 19 fechas, así como por una notoria declive en el rendimiento individual de sus futbolistas, que afectó principalmente al Loco Gatti.
  Si bien en la jornada inaugural del certamen el experimentado portero le había contenido su remate a Rubén Darío Insúa, en la derrota xeneize como local ante Estudiantes por 2 a 1, que le significó conquistar el  récord de penales atajados en la Era Profesional (26), su gravitación resultó nula, por caso, para evitar la histórica goleada por 6 a 0 con la que Racing prácticamente sentenció la gestión de Roberto Marcos Saporiti como entrenador del club de la Ribera.
  Con la consecuente asunción de Juan Carlos Lorenzo, quien iniciaba de ese modo su segundo ciclo
 como DT de Boca, la alicaída figura de Gatti pareció revitalizar. Es que el Toto -que lo dirigiera en aquel equipo de Unión que se constituyó como la revelación del Torneo Metropolitano 1975, obtenido por River tras 18 años aciagos- fue el mismo técnico que solicitara expresamente su contratación para conformar la escuadra azul y oro que se consagrara a nivel local, continental e intercontinental durante el segundo lustro de la década de 1970.

                                 

    Pronto, no obstante, se resquebrajó el idilio que el Loco mantenía con Lorenzo, a quien consideraba junto a César Luis Menotti uno de los mejores entrenadores que tuviera en su extensa carrera. El conflicto se originó en ocasión del inapelable 5 a 1 con que Newell's arrolló al conjunto xeneize en plena Bombonera, del que Gatti fue directamente responsable en la apertura del marcador así como de la tenue resistencia ofrecida en los dos goles subsiguientes, lo que disparó el hostigamiento al que sistemáticamente lo sometía la barra de El Abuelo e incluso el abucheo de gran parte de los hinchas genuinos que aquella tarde habían concurrido al entonces llamado Estadio Camilo Cichero. De ahí que el de Carlos Tejedor pidiera encarecidamente su reemplazo en el intervalo por el arquero suplente, Sergio Luis Genaro, a su director técnico.
  Tras el holgado traspié, Gatti se sumió en tal abatimiento que dejó de concurrir repentinamente a los entrenamientos semanales del plantel xeneize, una de las más serias faltas en las que, según Juan Carlos Lorenzo, podía incurrir un futbolista. Por ello, el cruce de declaraciones que sostuvieron el guardameta y el entrenador. Mientras que el Toto tildó a su dirigido de gattista -esto es, de excesivo individualismo-, el autoexcluido Loco, definitivamente desilusionado con uno de sus dos DT predilectos, acusó a Giancarlo de abandonar a Boca en el epílogo de su primera etapa al frente del equipo cuando se requería "ponerle el hombro" -de acuerdo con su textual testimonio- a la merma que en 1979 comenzaba a despuntar en la performance auriazul.
  A instancias de la opaca labor de Genaro en la valla xeneize, Gatti y Lorenzo pactaron una momentánea tregua que posibilitó el retorno del Loco a la titularidad a falta de tres fechas para la culminación de la primera rueda del campeonato. La forzada convivencia, sin embargo, apenas se prolongó unas pocas semanas, pues el Toto fue cesado en sus funciones por la Comisión Directiva como consecuencia de la errática campaña del primer equipo, que al finalizar el año 1987 ocupó la penúltima plaza en la tabla de posiciones.
  Lejos de abrumarse con la partida de Lorenzo, a Gatti lo entusiasmó la anunciada contratación del sucesor del Toto, procedente de Independiente, en el que se desempeñara exitosamente merced a la calidad y cantidad de laureles conseguidos. Incluso, el exarquero se animó a definir al nuevo entrenador como "un Menotti reo", dotado de "la sabiduría de la calle", con lo que -exceptuando algún matiz- pretendió describir la corriente de afinidad que él creía lo vinculaba  al tercer DT que asumía en Boca en solo un semestre.
 Grosero error de cálculo de alguien que se ufanaba de ser el más vivo en el deporte no apto para "boludos"...

sábado, 5 de septiembre de 2015


                                A 22 años de la más dolorosa goleada
 
                                           


      Era una cuestión de honor. Principalmente, porque había que vengar la categórica derrota con que la visita había sentenciado en Barranquilla la serie de 33 partidos invicta que ostentaba la Selección Nacional. A su vez, el equipo dirigido por Alfio Basile ni siquiera había conseguido doblegar a su verdugo en la reciente obtención de la Copa América celebrada en Ecuador (1). Allí, la eliminación en semifinales se había producido por definición por penales, previo empate en un tanto en primera fase. De ahí, la inusitada expectactiva que en la víspera del domingo 5 de setiembre de 1993 potenciaba la trascendencia del choque entre Argentina y Colombia, por la última fecha del Grupo A de la CONMEBOL, correspondiente a las eliminatorias clasificatorias al mundial de Estados Unidos 1994, cuyo vencedor accedería automáticamente al magno evento.
     No obstante los inmediatos antecedentes, en  la inminencia del definitorio encuentro, el grueso del plantel argentino coincidía en relativizar la incuestionable valía del rival, líder invicto de la Zona que asimismo integraban Paraguay y Perú, con 10 puntos, uno más que el conjunto albiceleste. "Colombia no ganó nada", declaraban al unísono los futbolistas de nuestro seleccionado, dotados de una omnipotencia que no les cabía en absoluto.
     En contrapartida, los hinchas argentinos, aun ilusionados con el resarcimiento del entonces vigente campeón sudamericano, eran plenamente conscientes de las posibilidades del conjunto cafetero. Por ello, la estrategia intimidatoria que trazaron ni bien la delegación colombiana hubo aterrizado el viernes 3 de setiembre en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de Ezeiza, dos días antes del desafío. Por supuesto, el foco de hostigamiento recayó en los más encumbrado valores del adversario, como Carlos Alberto Valderrama -al que uno de los más exaltados simpatizantes llegó a tironearlo de su frondosa cabellera, que el Pibe cuidaba celosamente-, Faustino Asprilla, Freddy Rincón y José Adolfo Valencia; autor este último de uno de los dos goles del triunfo en el partido de ida.
     Tras la calurosa bienvenida, el siguiente método de ablande. Durante las dos noches que oficiaron de vigilia del partido, un puñado de adictos albicelestes se apostó en derredor del Hotel Caesar Park, ubicado en el barrio porteño de Recoleta, en el que se alojaron los colombianos, con objeto de interrumpir su sueño.    El aturdimiento que generaba la música, sin embargo, distó de trastocar el estado de ánimo de los vituperados visitantes. Especialmente, el del entrenador y hacedor de la exitosa Selección de Colombia, Francisco Maturana, quien creía percibir en las respectivas declaraciones y manifestaciones de jugadores e hinchas locales un respeto rayano en el temor. Es decir, la señal inequívoca de que, según su propio testimonio, "no era descabellado ganar"...¿Tampoco golear?