lunes, 23 de mayo de 2016

                     ¡Feliz cumpleaños, viejo y querido obelisco!
                 
                                                   

      El centro visual de la Ciudad de Buenos Aires está de parabienes. Difícilmente podamos resistirnos a envidiar su robusta y longeva salud. Elegante, asimismo, se reveló desde su misma concepción, que lo vistió de blanco resplandeciente. Aun fastuoso, inconquistable, insuperable, así como inmortalizado en canciones y poesías, el imponente monumento supo alguna vez sumirse a la defenestración pública, que inclusive amenazó con su prematuro desenlace. Sin embargo, la atinada intervención de un funcionario oficial,  clamor popular, erigieron al Obeliscoque hoy cumple 80 años, tanto en auténtico patrimonio nacional como en el epicentro de la celebración de nuestros hitos políticos, deportivos y artísticos.
       Llamada a emplazarse en un baluarte de la región capitalina, en lugar de la colosal obra se localizó durante más de 200 años la original Basílica de San Nicolás de Bari, fundada en 1733, a instancias del militar y empresario español Domingo de Acassuso, quien insólitamente no llegó a atestiguar el estreno de su creación al morir en 1927, luego de caerse desde un andamio en plena construcción de la parroquia.
       Fue allí en donde, merced a la figura de Manuel Belgrano, se enarboló por primera vez la enseña patria, el domingo 23 de agosto de 1812, jornada en la que el prócer -al mando del Ejército del Norte, en pleno enfrentamiento bélico con las huestes realistas- protagonizara la gesta conocida como Éxodo Jujeño. Además, en la extinta iglesia, se produjo, en 1913, el bautismo de San Héctor Valdivielso, el primer santo que tuviera a bien acoger Buenos Aires, habida cuenta de su canonización (1999), quien falleciera a sus jóvenes 24 años, fusilado en España en ocasión de la Revolución de Asturias de 1934 que derivaría en la cruenta Guerra Civil Española.
        Por otra parte, a resguardo de la trágica epidemia de fiebre amarilla que en 1871 azotó la metrópoli porteña, acudieron en masa hacia la basílica los niños cuyos padres habían resultado víctimas de la fatal enfermedad. De allí que el presbítero Eduardo O' Gorman, precursor de la veneración a la Virgen de los Desemparados, montara El Asilo de Huérfanos, que rescató de la mendicidad no solo a menores de edad sino también a mujeres y ancianos caídos en desgracia.

                                                 

        Subsanados los efectos del devastador flagelo, sobrevino el advenimiento de la modernidad, a la usanza europea, que se propuso transformar definitivamente la fisonomía de Buenos Aires. Como prueba cabal, el ensanchamiento trazado en las principales arterias de la creciente urbe: Diagonal Norte y las avenidas 9 de julio -la más ancha del mundo- y Corrientes, en cuya confluencia se planificó la construcción de una rotonda a efectos de fomentar el óptimo flujo de tránsito, y la demolición y ulterior traslado a la avenida Santa Fe de la Basílica San Nicolás de Bari, pues en el mismo solar se había estimado el levantamiento de un suntuoso monumento.
       A ese respecto, Mariano de Vedia y Mitre, intendente porteño durante la fraudulenta presidencia del general Agustín Pedro Justo, se anticipó a la moción bicameral de la Unión Cívica Radical de erigir allí una estatua en memoria del ex Jefe de Estado, Hipólito Yrigoyen; y en coincidencia con el cuarto centenario de la primera fundación de Buenos Aires -que su descubridor, Pedro de Mendoza, bautizara como "Santa María del Buen Ayre"-  rubricó el 3 de febrero de 1936 un decreto en virtud de "la ejecución de una obra de carácter extraordinario que señale al pueblo de la República la verdadera importancia de aquella efeméride. Que no existe en la ciudad ningún monumento que simbolice el homenaje de la Capital de la Nación Entera".

                                             

       De ese modo, se facultó a Alberto Prebisch y a G.E.O.P.E-Siemens Baunnion- Grünn & Bilfinger, arquitecto diseñador y compañía contratista, respectivamente, la construcción a partir del 20 de marzo de aquel año de un monumento de 67,5 metros de alto -coronado por una punta estilo roma y un modesto pararrayos, imperceptible este último a simple vista producto de la considerable altura de que se dotó a la esplendorosa obra - y 170 toneladas de peso, que se montó -favorecida por el tendido subterráneo de la Línea B- en el tiempo récord de 31 días. La empresa solicitó el denodado esfuerzo de 157 empleados, encargados de recubrir la estructura con 680 metros de cemento Incor -de rápido endurecimiento- y 1360 mts. cuadrados de piedra Olsen, procedente de la provincia de Córdoba.
       Para acceder al interior de lo que Prebisch denominó como "Obelisco", al ser tal la forma de los tradicionales monumentos cuyos orígenes se remontan al Egipto del año 2500 A.C. , ha de emplearse la única puerta que la obra posee -situada en el frente oeste-, antes de recorrer una escalera del tipo marinera de 206 escalones, provista a su vez de siete descansos cada ocho metros y de un último a seis mts., si se pretende alcanzar la cima. Allí, se halla un habitáculo de tres metros por tres , destinado únicamente a tareas de mantenimiento,en el que se aprecia una roldana para subir materiales y cuatro ventanas con sus respectivas lámparas que alumbran la punta, en la que -según asegura una leyenda- habría empotrada una caja de hierro con una foto del jefe de máquinas de la constructora y su esposa, con una misiva dirigida a quien derribe al gigantenco emblema porteño.
      ¿Cuánto costó el levantamiento del Obelisco? 200.000 pesos moneda nacional...y la vida del obrero italiano José Cosentino, quien murió instantáneamente luego de tropezar desde una de las bóvedas del cimiento del monumento.

                                             

        Aun pese al desgraciado episodio -de relativa repercusión masiva- y de la pegajosa humedad traducida en lloviznas desde las primeras horas de la jornada -que los ansiosos espectadores del estelar acontecimiento recibieron con júbilo  al emparentarlas con fechas patrias , como las precipitaciones que caracterizaran al histórico 25 de mayo de 1810-, se anunció la inauguración oficial del obelisco de la Ciudad de Buenos Aires, de la Plaza de la República y el ensanchamiento de la avenida Corrientes  en la tarde del sábado 23 de mayo de 1936, a las 15.
      La multitudinaria ceremonia, en la que convergieron los más notables representantes nacionales, militares y eclesiásticos, a la par que los ciudadanos de a pie, fue precedida por el sincronizado desfile en doble fila semicircular del Regimiento de Granaderos a Caballo, mientras que la policía pugnaba por contener el avance de la entusiasta concurrencia en las aceras exteriores de la rotonda, y los balcones y azoteas de los edificios adyacentes -algunos de ellos, expropiados en favor de la construcción del reluciente monumento- se llenaban de intrusos y/o curiosos.

domingo, 15 de mayo de 2016

     
                     Malvinas y el rock: cuando la música desafina 

                                                    

          La repugnancia que a los hombres de verde siempre les despertó su obra constituía un muro infranqueable, proclive a perpetuarse. No obstante, la onda expansiva del estallido de la Guerra de las Islas Malvinas les otorgó la chance de enseñar lo suyo como nunca antes. Las solemnidades que abrazaban la gesta patriótica se sucedían una tras otra. Por caso, la prohibición de difundir música en inglés ordenada por los jerarcas del Proceso de Reorganización Nacional. Esta controvertida decisión favoreció, por consiguiente, la divulgación de las propuestas de los artistas de habla hispana y, fundamentalmente, del llamado Rock Nacional, cuyos referentes habían sufrido la persecución dictatorial desde perspectivas diversas.
         Algunas de las canciones de Luis Alberto Spinetta y León Gieco, por ejemplo, integraban la lista de 242 temas prohibidos que circulaba por los medios; Miguel Cantilo, en tanto, fue conminado a exiliarse en Europa en la década de 1970, para retornar al país a comienzos de 1980, y reflotar la afamada dupla Pedro y Pablo, a la par que oficiaba de vocalista en el moderno grupo Punch; y como no podía ser de otra manera, la intolerancia y el prejuicio imperantes condujeron a los rockeros, tildados entre otros improperios de melenudos, hippies, marxistas y subversivos, a la práctica totalidad de los calabozos de la Ciudad de Buenos Aires y su periferia.
         Pese a que militares y músicos se juraban en las antípodas, la enrarecida atmósfera que propiciaba el conflicto bélico en las australes islas fue la que posibilitó la ¿feliz? coincidencia entre ambos bandos: cooperar con las tropas argentinas destinadas al combate.
         Aunque el inicio de las tratativas correspondió al ambiente artístico, a instancias de las figuras de Spinetta, Javier Martínez -que por aquellos años encabezó el resurgimiento de Manal- y Norberto Pappo Napolitano, a un mes del inicio de las hostilidades entre Argentina y Gran Bretaña, pocos días después del traicionero hundimiento del Crucero ARA General Belgrano, las autoridades del gobierno de facto encomendaron la organización de un multitudinario concierto a Daniel Grinbank, Alberto Ohanián, Oscar López y Pity Yñurrigarro, productores líderes de la industria del rock, cuyo pujante público consideraban fundamental para el éxito de la empresa. Motivos no les faltaban, habida cuenta de la escasa repercusión que entonces acababa de obtener un show ofrecido en el Stadium Luna Park, que adhería a la causa Malvinas, al que habían asistido, a excepción de los rockeros, los emblemas de la mayoría de los géneros musicales más populares.
         Eso sí, mientras los gestores del megaconcierto fijado para el domingo 16 de mayo de 1982 continuaban deliberando acerca del sitio más adecuado para montar el espectáculo -la intención de los autoridades castrenses consistía en celebrar el evento en la riverplatense avenida Udaondo- a menos de una semana de su apertura, las entradas ya estaban a la venta. ¿El precio? La donación de ropa de abrigo, alimentos no perecederos, cigarrillos y similares que serían recolectados por camiones del Ejército especialmente designados para la ocasión.
          Cuando por fin se resolvió que la cancha de rugby del Club Atlético Obras Sanitarias fuera el escenario que albergara el trascendental acontecimiento, afloraron cuestiones inherentes a la seguridad que conspiraban contra su iniciación. Amén de la carencia de bomberos y ambulancias indispensables para convocatorias de tamaña magnitud, las esferas superiores de la Policía Federal determinaron que sólo 20 de sus hombres bastarían para garantizar las condiciones y el orden necesarios a los casi 70.000 concurrentes que rebasaron la capacidad del recinto, lo que obligó a otros 40.000 a permanecer al margen del anunciado show.
          Finalmente, las voces que abogaban por la suspensión del espectáculo resultaron acalladas y aquéllos que no lograron acceder al estadio de Obras asimilaron el mal trago sin promover incidente alguno.
 

                                               
                                                   El des-concierto


                                 
       "Mucho de rock, algo de paz", rezaba el slogan del denominado Festival de la Solidaridad Latinoamericana, transmitido en vivo y en directo por Canal 9 (1), y las Radios Del Plata y Rivadavia, en Frecuencia Modulada (FM).
           Después de que los imponentes parlantes incitasen a los entusiastas espectadores a entonar al unísono las estrofas del Himno Nacional, el Dúo Fantasía emergió en escena a las cinco de la tarde con la misión de inaugurar el recital, en ocasión de un clima desfavorable: al otoñal frescor característico del mes de mayo se plegó una torrencial lluvia que parecía especialmente ensañada con la metrópoli porteña.