miércoles, 19 de abril de 2017

                                A 30 años de las Pascuas en ascuas

                                                           
   

       ¿Conciencia social precoz? De ningún modo. Hipócrita de mí, si pretendiera hacer creer que con seis años aspiraba a convertirme en el Marcelo Marcote de la militancia política. Sin embargo, desde que esbocé mis primeras nociones, se me había enseñado a admirar la investidura del persuadido señor oriundo de Chascomús que solía batir sus manos hacia el lado izquierdo en señal de victoria, cuyo exhausto semblante predominaba en el retrato a gran escala que mi papá, de filiación radical, hizo colocar en el despacho de su oficina. Fue así que, hace exactamente 30 años, el domingo de Pascuas del 19 de abril de 1987, asistí a la lección fundamental: manifestarle de cuerpo presente mi irrestricto apoyo al presidente de la Nación, Raúl Ricardo Alfonsín, protagonista excluyente de una incipiente democracia en peligro, a instancias del recrudecimiento del original de los cuatro alzamientos carapintadas, denominado Operación Dignidad (1).
       Ya en pleno trayecto hacia Plaza de Mayo, centro neurálgico de las más apoteósicas gestas patrióticas, mi padre, con inusual pedagogía, procedió a explicarme la sutil diferencia entre los soldaditos de plástico con los que tanto disfrutaba jugando echado en las alfombras de casa y los de armas tomar, quienes habían embadurnado sus rostros con betún en inequívoca señal de combate. El caótico tráfico vehicular garantizaba un viaje holgadamente demorado que otorgaba a mi viejo la posibilidad de explayarse a voluntad. En lo que a mí respecta, solo bastaría con que prestara la atención que escatimaba al tramo inicial de mi instrucción primaria.
        No bien se estrenó como jefe de Estado en 1983, el doctor Alfonsín impulsó la creación de la CONADEP (Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas), cuya pormenorizada investigación expuso fehacientemente las atrocidades cometidas por el saliente Proceso de Reorganización Nacional. En ese sentido, promovió dos años más tarde el Juicio a las Juntas -en el que el fiscal  Julio César Strassera pronunció la legendaria frase "nunca más"-, que derivó en la condena de cinco capitostes de la última dictadura cívico-militar: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo ViolaArmando Lambruschini y Orlando Ramón Agosti (2).
       De allí el creciente malestar de los elementos castrenses, que se inició con la revocación de la Ley de Autoamnistía promulgada bajo el mandato del último presidente de facto, Reynaldo Benito Bignone (3), con el propósito de avalar los crímenes de lesa humanidad cometidos por las Fuerzas Armadas, y que no cesaría con la implementación del Punto Final (1986).
       La polémica resolución, sancionada durante el gobierno constitucional de Alfonsín, benefició sustancialmente a los responsables de la instauración del Terrorismo de Estado puesto que -entre otras medidas- se determinó la abstención de acción penal contra todo aquel que hubiese incurrido en vejamen a los Derechos Humanos -desaparición forzada de personas, torturas, apremios ilegales, homicidios, etc- antes del 10 de diciembre de 1983, fecha de la asunción del chascomusense. Fue por ello que Madres y Abuelas de Plaza de Mayo convocaron a una masiva marcha de repudio a la que adhirieron sectores de izquierda, miembros del autoproclamado peronismo revolucionario e integrantes de la CGT (4).
        Aun pese al desprocesamiento de más de 750 represores, permanecían enjuiciados alrededor de medio millar de uniformados. Entre ellos, el exmayor Ernesto Barreiro, quien en la vigilia del Jueves Santo de 1987 -tan solo cuatro días después de que hubiera concluido la segunda visita del papa Juan Pablo II a nuestro país( 5)-, se acuarteló en el Comando de Infantería Aerotransportada 14 del Tercer Cuerpo del Ejército de su Córdoba natal, al que había sido confinado por la Justicia Militar pues se rehusaba a comparecer ante la Cámara Federal de Apelaciones de aquella provincia por las acusaciones de asesinato y tortura que sobre sí -ya destituido de su grado militar- recaían.
       Así, se inició la tristemente célebre asonada carapintada, encabezada por el entonces teniente coronel Aldo Rico, quien había abandonado su misión en el Regimiento de Infantería de San Javier (Misiones) para acantonarse en la Escuela de Suboficiales General Lemos, ubicada en la localidad bonaerense de Campo de Mayo. Allí, el líder de los amotinados exigía no solo el cese de los juicios contra sus camaradas de armas por los crímenes de lesa humanidad perpetrados por los mismos durante el proceso, a quienes consideraba relegados en el encausamiento a favor de las altas esferas a las que se habían subordinado, sino a su vez la remoción de su cargo del Jefe del Estado Mayor del Ejército, General de División Héctor Luis Ríos Ereñú (6).

                                                     

     
        Nobleza obliga, mi improvisado maestro había dado cátedra. Próximo(s) a arribar a destino, descubrí que mi prematuro intelecto había retenido más conceptos de lo que hubiera imaginado, al margen de ciertos tecnicismos que ofrecían resistencia a mi capacidad de comprensión, por cuanto padre e hijo nos dispusimos a obrar de partícipes activos de una jornada única, indeleble, perenne.
       "No se atreven, no se atreven...si se atreven, les quemamos los cuarteles", entonaba al unísono la heterogénea muchedumbre que sobre el mediodía de la pascua dominical se había congregado en Plaza de Mayo. Definitivamente, el pueblo había hecho "tronar el escarmiento", tal como vaticinara Juan Domingo Perón  en su tercera presidencia. No es casual la referencia al General. A los correligionarios de la UCR, tanto a los que lucían las boinas blancas a la antigua usanza como a los impetuosa muchachada de La Coordinadora y a los simples radichetas anónimos, se les habían sumado la abrumadora mayoría de las vertientes políticas.

lunes, 17 de abril de 2017

          Las Bodas de Plata del Gol del Terremoto (última parte)
                                         
                                                 


         Paulatino, gradual, evolutivo. Aun sin precedentes, el movimiento telúrico desatado por 8000 gozosos fanáticos que celebraban la victoria de su equipo ante su más recalcitrante rival, en un reducto que a Gimnasia, último en la tabla de posiciones, se le había tornado inexpugnable durante 16 años, no obtuvo repercusión inmediata, sino que fue ganando notoriedad con el transcurso de los días. En épocas en que la Era Digital, en fase experimental, ni siquiera podía considerarse una rareza tecnológica al alcance de una élite, lo que invalida de plano el mentado concepto de viralización inherente a las redes sociales, hasta la prensa especializada carecía de acceso instantáneo e ilimitado a la información fidedigna.
          En esa línea, Fútbol de Primera, programa televisivo que en diferido se emitiera los domingos por la noche durante dos décadas y media, en el que sobresalieran, entre otros, periodistas de la talla de Enrique Macaya Márquez, Marcelo Araujo, Oscar Gañete Blasco, Alejandro Fabbri y Fernando Niembro, apenas si ofreció ese fin de semana un minúsculo compacto con las alternativas más relevantes del clásico de La Plata, a expensas del fenómeno natural que provocara la inusitada algarabía de la parcialidad visitante. Es más, la producción de "Fútbol..." consideró al triunfo de Boca en Corrientes sobre Deportivo Mandiyú (1-0), como el principal atractivo de la séptima fecha del Torneo Clausura 1992, por lo que le otorgó, no solo prioridad casi absoluta sino el mismo espacio -una hora de transmisión- que al segmento destinado a los nueve encuentros restantes.
          Por su parte, si bien destacó un amplio informe acerca del candente desafío dirimido entre Estudiantes y Gimnasia, El Gráfico, semanaria publicación deportiva de inigualable renombre (1), omitió a su vez referirse al vibrante episodio ocurrido en 1 y 57. En cambio, ahondó -estadísticas y síntesis del partido aparte- en la conflictiva relación contractual que la (trunca) promesa del semillero tripero, Rolando Francisco Mannarino -separado del plantel junto con el Pucho Fabián Eduardo Castro, en una medida que ya había afectado a un histórico como Charly García- mantenía con los mandos dirigenciales, así como en las vicisitudes padecidas en la víspera por el cuadro albirrojo; principalmente, como consecuencia de la seguidilla de lesiones que asediaban a sus valores más encumbrados, como Marcelo Arturo Yorno, Ricardo Jorge Iribarren o Daniel Fernado Peinado. Fue la malaria en la inminencia del trascendental enfrentamiento la que -se afirma- motivó a un grupo de adherentes pincharratas a recurrir a los servicios del parapsicólogo Ernesto Di Sopra Casco, cuyos nefastos antecedentes -ya había efectuado un trabajo en el Lobo con el propósito de enderezar la pésima campaña de un equipo que, posteriormente a su intervención, finalizaría último en la tabla de posiciones en la Zona "A" del Campeonato de  Primera "B " 1983 (2)- ratificaría producto del triunfo con que Gimnasia -y no Estudiantes- quebrantara maleficios varios.
        Respecto de los periódicos de mayor tirada a nivel nacional, incluso los que contaban con los suplementos deportivos más prestigiosos habían ignorado holgadamente el temblor que sacudiera el 5 de abril de 1992 los cimientos platenses, previo a que con inconstrastable delay -exactamente 17 días después- el diario Clarín dedicara unas líneas al peculiar episodio (3). Es que el fundado rumor ya había devenido en insólita -aunque demorada- buena nueva al corroborarse la veracidad del denominado Gol del Terremoto por los más avezados expertos en materia de geología, comportamiento del suelo y magnitud de movimientos sísmicos.
        De infatigable labor, el Observatorio Astronómico de La Plata, dependiente de la Facultad Nacional de la misma ciudad (UNLP), permanecía en actividad el domingo en que Estudiantes y Gimnasia libraron la 130° edición del duelo que sostienen desde 1916. No obstante un evento futbolístico de alta envergadura se presuponga irrelevante para su métier, los técnicos del Departamento de Sismología e Información del observatorio, distante a solo 600 metros del Estadio Jorge Luis Hirschi, cayeron en que les resultaría imposible abstraerse del convulsionado entorno que los circundaba al detectar desplazamientos terrestres inusuales en la periferia. En efecto, el sismógrafo perteneciente a la sección en la que se desempeñaban detectó un temblor de seis grados en la Escala de Ritcher, en el mismísimo instante en que los seguidores triperos  alcanzaron el súmmum merced a la estupenda anotación de tiro libre del uruguayo José Batlle Perdomo en feudo enemigo.

miércoles, 5 de abril de 2017

    Las Bodas de Plata del Gol del Terremoto (primera parte)

                                             
                                                                                               
         Es cierto, el tradicional enfrentamiento de la ciudad de La Plata no goza de la masividad que caracteriza al duelo entre Boca y River, no solo en el ámbito local, tal como lo certifica el prestigioso Diario inglés The Observer, que publicó en 2014 una encuesta en la que el Superclásico, siempre que se dispute en la Bombonera, es el suceso futbolístico más apasionante del planeta. Tampoco, amén del manifiesto encono que se prodigan ambos cuadros de la capital de la Provincia de Buenos Aires, puede equipararse su rivalidad a la que sostienen Rosario Central y Newell's, cuyos acérrimos hinchas odian más a "su" adversario de lo que aman a su equipo favorito. Sin embargo, el desafío que desde hace 101 años protagonizan Estudiantes y Gimnasia reúne una serie de aditamentos, acaso únicos,  que lo posicionan como uno de los espectáculos deportivos por excelencia de nuestro país.
          Ya desde su mismísima procreación se intuía el irreconciliable antagonismo que en su progresión signaría al derby platense. En ese sentido, los fundadores de la institución que bautizaron el 3 de julio de 1887 como Club de Gimnasia y Esgrima no tardarían en rendirle literal culto a la denominación de la incipiente criatura en desmedro del "deporte de los ingleses locos" (1), alias con el que antaño solía aludirse al fútbol pese a la creciente devoción que el mismo había suscitado en la legión criolla. De ahí la predilección de los hacedores de la institución que con el trascurso de los años merecería apodos como El Lobo, MensanaTripero o Basurero, por las disciplinas habitualmente dirimidas bajo techo. La pérdida del original predio al aire libre que la entidad poseía en la delimitación comprendida entre las actuales calles 1, 115, 47 y 48, lo que motivó la interrupción del debut absoluto de Gimnasia en el campeonato de la Tercera División de la Argentine Football Asociation -antecesora de AFA-, en 1905, precipitó la escisión. Resueltos los mandos superiores a priorizar las actividades eminentemente sociales,  un grupo de asociados, renuentes a acatar la voluntad de la Cúpula Directiva, solicitó su baja para forjar un espacio en el que despuntar su vicio futbolístico. Habida cuenta del orgullo que les significaba su condición de universitarios, los jóvenes disidentes no dudaron en formar el 4 de agosto de 1905, el Club Atlético Estudiantes, no obstante el conflicto que en 1912 -año de su presentación oficial en la máxima categoría de la Federación Argentina de Football, la que se adjudicaría en la temporada inmediatamente posterior (2)- derivaría en la partida de varios jugadores a Independencia -de efímera trayectoria-, antes de fusionarse esta última con...Gimnasia, en 1914.

                                                           


        Otro de los rasgos peculiares que distingue al clásico de la Ciudad de las Diagonales es la acentuada desproporción entre los laureles obtenidos por los contendientes en eterna pugna. Además del título que logró en 1913, pleno amateurismo, Estudiantes se acreditó, entre otros certámenes (3), los Campeonatos Metropolitanos de 1967 y 1982 (4), el Torneo Nacional 1983, y los Torneos Aperturas de 2006 y 2010. No conforme con su inestimable cosecha en el plano doméstico, el conjunto pincharrata -que asimismo responde al mote de Pincha o León- se coronó tetrampeón de la Copa Libertadores al primar en las ediciones de  1968, 1969 ,1970 y 2009, por no mencionar la epopeya de su consagración mundial ante el Manchester United en el mítico Estadio Old Trafford (1968) y la Copa Interamericana que sumara en 1969 al vencer al Cruz Azul de México
        A instancias del prolífico palmarés que ostenta el cuadrito de su amor en comparación con la semivacías vitrinas de su oponente, los fanáticos de Estudiantes ensayan desde hace décadas un cántico que lacera el alma de sus pares triperos: "Pasan los años, pasan los jugadores, Gimnasia (y) Esgrima, ¡qué pobre institución! Pensar que muchos viejos se murieron y no pudieron ver al Lobo campeón". En rigor a la exactitud, el hit del tablón pincharrata se corresponde más con la prolongadísima sequía que medió entre los más relevantes títulos conseguidos por el club mensana que con su supuesta carencia de logros. Después de todo, ¿cuántos equipos pueden ufanarse de haber derrotado en una final a las dos entidades más grandes del país, como hiciera Gimnasia con Boca y River, en el Campeonato de Primera División 1929 y en la Copa Centenario AFA 1993, respectivamente (5)?
        Por supuesto, los cinco descensos que sufrieran los de 60 y 118 -dirección exacta del escenario también conocido como El Bosque, en el que Gimnasia oficia de local desde 1924-,  en 1943, 1945, 1951, 1979 y 2011, distan enormemente de despertar el menor atisbo de jactancia de la parcialidad tripera,
máxime si se atiende a que Estudiantes solo perdió la categoría en dos oportunidades (1953 y 1994) para regresar inmediatamente a la élite del fútbol argentino, a diferencia de su oponente , de dilatada estadía en sus últimas incursiones en lo que hoy conocemos como Campeonato de Primera B Nacional (6).

                                                 
 
          Aun sabiéndose a merced de su contrincante por antonomasia en lo que a mérito deportivo concierne, el fervor de los estoicos seguidores de Gimnasia propició hace exactamente 25 años un acontecimiento inédito que  no solo pueden enrrostrarle a los partidarios del León, sino a su vez a cuanta hinchada se le interponga enfrente, llámese esta La 12, La Número 1 o denominaciones pomposas por el estilo. Tan insólito, electrizante, trepidante se constituyó el alarido de gol proveniente de la atestada cabecera que da(ba) a la Escuela de Educación Técnica Número Seis Albert Thomas, que además de los cimientos del Estadio Jorge Luis Hirschi -actualmente en reconstrucción (7)- se sacudió la Ciudad de La Plata toda. Si bien la convulsión se produjo como consecuencia de la inusitada celebración de la tribuna visitante, la edición centésimo trigésima del clásico resultó -resulta y resultará- igualmente emblemática -cuando no más- que el encuentro que en 1916 inauguró el historial entre triperos y pinchas, con victoria de los primeros (1-0); la máxima goleada que registra en su haber el tradicional duelo, en virtud del desarrollo del Torneo Apertura 2006; o la única serie internacional en que ambos equipos confrontaran, por la segunda fase de la Copa Sudamericana 2014, en la que prevaleció Estudiantes. Es que en aquella oportunidad, el fenómeno no se corporizó precisamente en el verde césped...