viernes, 28 de junio de 2019


                         El duelo Ruggeri - Menotti...¿Habrá retorno?


                                                       

   "Soy hombre de Bilardo pero respeto a Menotti", afirmó Oscar Alfredo Ruggeri en épocas en que el ex zaguero central gozaba del prestigio reciente de haber protagonizado estelarmente la obtención mundialista de México 1986 dirigido por el archienemigo futbolístico del Flaco. Las declaraciones del Cabezón, quien entonces se desempeñaba en River, club con el que se coronó campeón doméstico, sudamericano, interamericano e intercontinental, fueron formuladas en coincidencia con la asunción del actual Director de Selecciones Nacionales como entrenador del cuadro millonario, en la víspera del inicio de la temporada 1988/89.
    El César correspondió las atentas palabras de su coterráneo rosarino/santafesino criado en la ciudad de Corral de Bustos (Córdoba) otorgándole la titularidad indiscutida en su once principal en ciernes, aun cuando se rumoreaba que Daniel Alberto Passarella -capitán de la Selección Argentina que como anfitriona conquistó su primera Copa del Mundo, en 1978- reconsideraba su determinación original de retirarse de la práctica activa, luego de su extensa campaña en el fútbol italiano, para retornar al club en el que debutó oficialmente en 1974.
    Como consecuencia de la depuración del plantel con el que la casaca banda sangre ganó casi todo -solo le faltó lograr la edición inaugural de la Supercopa, aunque por entonces el técnico no era Héctor Rodolfo Veira sino Carlos Timoteo Griguol-, impulsada por el presidente riverplatense, Hugo Santilli, la convivencia entre Ruggeri y Menotti resultó efímera.
    Más allá de unas cuantos entrenamientos en los que, bajo las órdenes de César Luis coexistieron en el plantel los salientes consagrados y los tan numerosos como prominentes refuerzos adquiridos por el Millo, Ruggeri apenas llegó a intervenir en dos amistosos con el Flaco como DT. Fue en el marco de la celebración de las bodas de oro del Estadio Antonio Vespucio Liberti, oportunidad en que los de Núñez aprovecharon para presentar sus cuantiosas incorporaciones -el campeón mundial en México '86 , Claudio Borghi, el Loco Enrique, el Negro Zamora y la Vieja Reinoso, entre muchos otros valores que en lo sucesivo se sumarían- enfrentando al Hellas Verona, cuya alineación integraron Claudio Paul Caniggia y Pedro Antonio Troglio, dos jóvenes figuras que se estrenaron profesionalmente en River y que este último acababa de transferir a la entidad europea.
    Triunfo nocturno como local por 2 a 1 en el primer partido mediante, Oscar Ruggeri se despidió del equipo millonario en la igualdad en dos tantos redundante de la revancha, también jugada en el Monumental, no sin antes alzar el trofeo en disputa en compañía del uruguayo Antonio Alzamendi Casas, autor del gol ante Steaua Bucarest que le significó a River la única Intercontinental de su historia. Juntos a la par, el Cabezón y el Hormiga, envueltos en una cálida ovación tributada por la parcialidad adherente a la banda roja, cruzaron el océano atlántico para recalar en el hoy desafiliado Logroñés que, después de una larga estancia en las ligas de ascenso, apenas si logró subsistir en la máxima categoría de España durante la temporada 1987/88.
     Si bien la producción colectiva del cuadro riojano replicó la de su antecesora en el campeonato inmediatamente posterior, la performance individual de Ruggeri le valió no solo ser distinguido por la renombrada revista Don Balón como el mejor futbolista extranjero de la Liga Española 1988/89 sino a su vez que el prolífico Real Madrid de la Quinta del Buitre requiriera sus servicios, previamente al desarrollo de la Copa América celebrada en Brasil.
     Allí, no obstante, el Cabezón, más que evidenciar su satisfacción por haber arribado a una de las instituciones más poderosas del mundo, con la que daría una de las tantas vueltas olímpicas que su haber ostenta, puso de manifiesto su decepción para con ciertos colegas suyos que habían osado renunciar a la Selección Nacional de su adorado doctor Bilardo así como criticó la labor de César Luis Menotti en su salida de River e inclusive en su frustrada primitiva experiencia en el equipo albiceleste.
     En esa línea, además de facturarle a la Comisión Directiva riverplatense la decisión de desmantelar un plantel que tantas alegrías le brindó al club, Oscar Alfredo acusó directamente al Flaco de haber forzado el cese de su exitoso ciclo en el Millonario a favor del ingreso -en rigor, regreso- de un veterano Passarella al primer equipo en lugar suyo.
     Asimismo, en sentido retroactivo, el exdefensor exteriorizó su bronca hacia Roberto Marcos Saporiti, ayudante del César en la conquista del Mundial de Argentina 1978 y entrenador del seleccionado juvenil Sub -20 que en la Copa del Mundo de Australia 1981 fracasó rotundamente en su tentativa de revalidar el título conquistado dos años antes en Japón.
     Es que el Cabezón, quien por aquellos años lucía la camiseta de Boca, había sido figura indiscutida en la complicada clasificación del equipo del Sapo -el único que consiguió reunir a Menotti y Bilardo en un armonioso debate futbolístico no obstante a posteriori terminó enemistándose con el Narigón- al certamen ecuménico disputado en territorio australiano, que incluyó una discreta campaña en el Campeonato Clasificatorio sudamericano de Ecuador que condujo al representativo argentino a jugar un triangular a modo de repechaje con Nueva Zelanda e Israel. Solo acreditándose el torneo reducido logró el combinado nacional acceder al Mundial Juvenil Sub-20.
     Con todo, el ascendente ex marcador central no fue convocado a participar de la Copa del Mundo de Australia '81, la mayor desazón de su trayectoria profesional según aseveró el propio Ruggeri. Al decir del Cabezón, Saporiti careció de honestidad al comunicarle los motivos de su marginación, esto es, probar nuevos futbolistas en la antesala de la competencia siendo que el hijo dilecto de Corral de Bustos ya había confirmado largamente su valía. "Al final, terminó jugando Burruchaga de '6'", se lamentó alguna vez el exdefensor de Boca, River, San Lorenzo y Real Madrid, entre otros, al tiempo que le atribuyó parte de la culpa de su exclusión al Flaco Menotti -quien había oficiado de adiestrador del campeón mundial de la especialidad en Japón '79, en el que descollaron especialmente Maradona y Ramón Ángel Díaz- como líder de la Selección Mayor y de la conducción técnica en general.
     Por su parte, el nacido en el barrio rosarino de Fisherton desestimó de plano los cargos que Ruggeri hacía pesar sobre su persona. En primer lugar, el César interpretó como una afrenta por partida doble que se lo sindicara como partícipe necesario de la presunta operación espuria que terminó por depositar a Passarella en el River que con escasa fortuna dirigió el Flaco en la temporada 1988/89 -lo que por consiguiente apuró el final de la etapa del Cabezón como integrante de club de Núñez-, pues simultáneamente enfatizó que se estaba mancillando el honor del Káiser, su otrora protegido y lugarteniente dentro y fuera del verde césped en su gestión como DT de la Selección Argentina.
     Eso sí, Menotti se eximió de mayores comentarios a propósito del vínculo entre su tarea como entrenador principal del cuadro nacional y su supuesta incidencia en la desafectación de Ruggeri del malogrado equipo juvenil que participó en el Mundial de Australia, salvo al mencionar que después de todo su ida de River para incoporporarse al Real Madrid no le había sentado mal al Cabezón puesto que tal fichaje no hizo sino reafirmar su carácter de titular inamovible en el equipo argentino.
   La verdad es que aquella vez el Flaco debió batallar en tres frentes dialécticos. Al margen de la controversia en cuestión, el de Fisherton se cruzó con su antagonista por antonomasia, Carlos Salvador Bilardo, y hasta con el mejor jugador del mundo y capitán del team del doctor, Diego Maradona, quien lo tachó de "comunista con Mercedes Benz y (reloj) Rólex en la muñeca". De acuerdo con el testimonio vertido por el César, Ruggeri, el Diez y el doctor se habían confabulado para "decir estupideces".