miércoles, 14 de marzo de 2018


                                     El Superclásico más importante de 
                        la historia fue para Boca...hasta hoy        
                 
                                            
   Una de las características más salientes de la eterna rivalidad que mantienen Boca y River reside en las considerables oportunidades en que las dos instituciones más populares de nuestro país se enfrentaron en instancias decisivas, especialmente en eliminaciones directas de carácter oficial, tanto por torneos internacionales como en el ámbito local.
     En el primero de los casos, el cuadro xeneize dominó en principio ampliamente el historial  merced a los sucesivos triunfos obtenidos ante su máximo adversario, como el que se produjo en virtud del desarrollo de los cuartos de final de la Supercopa 1994, en el que -tras igualar en un tanto en La Bombonera- el equipo local se impuso por penales (5-4), previo empate sin goles en Núñez.
     Seis años más tarde, los de la Ribera se rehabilitaron de la derrota sufrida en el Monumental en el partido de ida (1-2) y se despacharon con un 3-0 de antología, el del inolvidable muletazo de Martín Palermo, quien retornó aquella noche a la práctica activa después de padecer la rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha (1), con lo que se deshicieron del conjunto millonario en octavos de final para a la postre adjudicarse la Copa Libertadores ante Palmeiras después de 22 largas temporadas.
     Ya en la edición 2004 de la más trascendente competición continental, la escuadra auriazul eliminó a la banda sangre en semifinales al cabo de dos candentes cotejos en los que abundaron los encontronazos entre los futbolistas, expulsiones y fallos polémicos, no solo en los 90 ' iniciales -en los que Boca ganó por 1 a 0- sino asimismo en el 2 a 1 a favor de River que derivó en una nueva definición desde los doce pasos favorable a la visita (5-4), que enmudeció a un Estadio Antonio Vespucio Liberti abigarrado por más de 70.000 fanáticos del elenco anfitrión (2).
      La holgada ventaja de que otrora gozaran los boquenses en la faz internacional, no obstante, se redujo ostensiblemente producto de las (dos) lacerantes caídas que le propició su archirrival en solo seis meses, en las que tampoco faltaron la controversia, el -excesivo- juego brusco y los tumultos entre los protagonistas; ni siquiera la suspensión de uno de los duelos.
      Seguidamente de la encendida paridad (0-0) en el escenario rebautizado en 2000 como Alberto J. Armando (3), River despidió a Boca en semifinales de la Copa Sudamericana 2014 al batirlo por 1 a 0, la antesala de la victoria ante Atlético Nacional de Medellín (1-1 y 2-0, respectivamente) que le significó a la entidad milllonaria acreditarse ese trofeo por primera vez en su historia.
      En 2015, los acérrimos oponentes volvieron a cruzarse en octavos de final de la Copa Libertadores. Allí, el Millo -jugando nuevamente a lo Boca- triunfó como local por 1 a 0 antes de afrontar la revancha de apenas 45' de duración, habida cuenta del affaire gas pimienta que decretó el prematuro epílogo del Superclásico cuando los equipos empataban en cero. De ahí el dictamen de la CONMEBOL que le concedió el acceso a River a la fase inmediatamente posterior -en la que doblegó a Cruzeiro, su otra bestia negra copera - y, sucesivamente, a Libertad de Paraguay y Tigres (México), con lo que se adueñó del torneo continental más importante de Sudamérica que esquivo le resultara desde 1986.
       A diferencia de la supremacía usufructuada por el club azul y oro en llaves eliminatorias internacionales, su tradicional antagonista lo supera en el ámbito doméstico en lo que a desafíos a suerte y verdad concierne. De hecho, el team millonario prevaleció en la inaugural instancia mano a mano que en su haber registra el Superclásico.
       En ocasión del desarrollo de la ronda inicial de la Copa Competencia de Primera División de 1915 (4), River se estrenó en el torneo igualando 1 a 1 con su par xeneize en condición de visitante, en un encuentro cuya paridad no pudo romperse ni siquiera al ordenarse la disputa de cuatro tiempos suplementarios de 15 minutos cada uno. El referee recién discontinuó el match -en rigor, el más largo de la historia del derby por antonomasia del fútbol argentino- cuando se le vino la noche. La ausencia de iluminación natural -recién en 1935 se jugaría el primer cotejo con luz artificial, en la goleada de Vélez como local ante Platense por 4 a 2- motivó que se pautara un desempate una semana más tarde, en el que el actual cuadro de Núñez - entonces aún de La Boca- eliminó a los auriazules del certamen al vencerlos cómodamente por 4 a 2, en cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA).
       Tan solo tres temporadas después, idéntico trofeo originó un nuevo cruce entre los enconados contrincantes. Allí, River volvió a oficiar de verdugo al imponerse en partido único por la mínima diferencia en el estadio de Racing, en un enfrentamiento correspondiente a octavos de final de la Copa Competencia 1918, de la que River se coronó subcampeón al caer en el cotejo decisivo ante Porteño por 2 a 1.
       Puesto que ambos equipos compartieron el liderazgo de la primera rueda del Campeonato de Liga AFA de 1937 -que a posteriori obtuvo River-, el ente rector del fútbol argentino dispuso se disputara un desempate -premiado- entre millonarios y xeneizes, aunque con notorio delay... El clásico, dirimido recién en ¡¡¡1939!!! en el Viejo Gasómetro de San Lorenzo, fue -una vez más- para el conjunto riverplatense, que batió a su rival por 5 a 3. Aunque el abultado score no modificó las posiciones finales del torneo, sí es considerado extraordinariamente oficial.
       Otra insólita modalidad de resolución de un encuentro en que confrontaron Boca y River se produjo en oportunidad de la celebración de la Copa Adrián C. Escobar 1942 (5). Tras igualar 0 a 0 en 40' -tal era la duración de los cotejos decretada por el reglamento del certamen-, River -local- avanzó a la final -en la que caería por 2 a 0 frente a Huracán- al superar a Boca por...mayor cantidad de tiros de esquina a su favor en el trascurso del (reducido) partido.
        El cuadro de La Ribera no descontó sino el historial adverso -aunque más no fuera parcialmente- hasta obtener la Copa Competencia Británica George VI 1946 (6).  En el match inmediatamente anterior al que le valiera el título ante San Lorenzo en cancha de River (3-1), los xeneizes -en formato de play-off- derrotaron al Millo por 2 a 0 en feudo azulgrana.
        No obstante Boca culminó la temporada 1969 dando la vuelta olímpica en el mismísimo
Monumental, en un infartante duelo cuyo contexto semejó una cuasi final, fue River el que primó en el auténtico mano a mano disputado aquel año. Luego de haberse posicionado en la primera colocación de la Sección "A" del Campeonato Metropolitano junto con Chacarita -al que relegó a la condición de escolta por haber anotado mayor cantidad de goles- el club auriazul accedió las semifinales del torneo para chocar con la escuadra millonaria, segunda en la Zona "B". Pese al empate en cero derivado del gravitante desafío, fue la entidad de Núñez la que clasificó a la instancia culminante del certamen -en la que fue apabullado por el Funebrero por 4-1-, pues en su campaña en la ronda preliminar había marcado un tanto más que su tradicional oponente.
        Previa indeleble cuan infartante victoria de River por 5 a 4 en el José Amalfitani, en el que el cuadro triunfante, después de ir ganando 2-0 remontó un adverso tanteador transitorio de 2-4 en tiempo de descuento, en la inauguración de los cruces interzonales del Torneo Nacional 1972, el elenco de la banda roja oblicua eliminó al de la franja oro horizontal al doblegarlo en el mismo escenario (3-2), en un encuentro válido por las semifinales de aquel certamen. Sin embargo, los de Núñez resignaron las chances de conquistar el título al caer ante San Lorenzo -bicampeón de la temporada- al caer por 1 a 0, en otro cotejo disputado en cancha de Vélez.
        Técnico que debuta...pierde. La presentación absoluta de Carlos Daniel Aimar como director técnico de Boca coincidió con el duelo -los duelos, en rigor a la exactitud- que protagonizaron los clásicos adversarios durante la sexta fase del Torneo Clasificación, tal como se denominó a la ronda de perdedores de la Liguilla PreLibertadores 1989. En esa instancia, tras haber empatado 0 a 0 en La Bombonera y en el Antonio Vespucio Liberti -en ese orden- River ganó 2 a 1 en el estadio mundialista de Liniers, en una noche de torrencial lluvia en la que Daniel Alberto Passarella jugó el último partido de su excelsa trayectoria profesional, antes de conseguir el acceso al máximo certamen continental al imponerse a San Lorenzo al cabo de dos cotejos (1-0 y 0-0).
        Por fin, la Copa Centenario 1993, torneo oficial no regular en conmemoración del centenario de la creación de AFA. Durante el trascurso de la rueda preliminar, Boca obró de anfitrión en una chata igualdad sin tantos. En la revancha, River se impuso por 1 a 0 en la modalidad conocida como muerte súbita o gol de oro, adicional al tiempo reglamentario, en la que se atribuía automáticamente la victoria el primer equipo en vulnerar la valla del rival de turno. Consumado su triunfo, sin embargo, el conjunto de Núñez -postrero subcampeón al ser derrotado en la final por Gimnasia por 3 a 1- no logró sentenciar la participación del xeneize en la competición pues aún aguardaba por este la ronda de perdedores, en la que fue eliminado al sucumbir ante Argentinos en el Estadio José Amalfitani (0-1), todo un estigma para la escuadra auriazul. Es que allí mismo había sido superada inicialmente por los millonarios, tal como sucediera en la práctica totalidad de las llaves definitorias en que intervino a lo largo de los años no solo cotejando con su eterno contendiente, sino asimismo enfrentando a contrincantes no tradicionales como Estudiantes, a cuya merced se inclinó en el desempate del Apertura 2006.
      Con todo, pese a la calidad y cantidad de batallas libradas por las partes actuantes a manera de eliminación directa tanto en torneos internacionales como locales, la única final dirimida en partido único que registra el historial oficial entre los dos gigantes del fútbol argentino se produjo en el ámbito doméstico. En efecto, Boca y River, cuyas respectivas campañas en las dos últimas temporadas los habían encumbrado como los mejores equipos, fueron llamados a confrontar en el encuentro culminante del Torneo Nacional 1976 (7).
      Respecto del elenco de Núñez, su auspiciosa labor en aquel certamen probó fehacientemente que a la conquista del  bicampeonato de 1975, bajo la conducción de su máximo ídolo, Ángel Amadeo Labruna, con lo que quebrantara una racha adversa de 18 años de sequía -la más extensa de la existencia riverplatense-, no le siguió el supuesto aburguesamiento que suele endingárseles a los cuadros que alcanzan su objetivo más preciado. Tampoco lo disuadió su segundo intento trunco de adjudicarse la Copa Libertadores.
      Eso sí, para conservar el protagonismo, los millonarios paliaron la partida de su figura indiscutida, Norberto Osvaldo Alonso, al Olympique de Marsella, con una combinación especialmente eficaz: la permanencia de la base del equipo (bi)campeón, de la que sobresalían Ubaldo Matildo Fillol, Roberto Alfredo Perfumo, Juan José López, Reinaldo Carlos Merlo y Oscar Masa quienes se agregaba la confirmación como titular de Daniel Alberto Passarella, algo postergado en el Metro '75; con incorporaciones de renombre como Victorio Nicolás Cocco -de ulterior paso por Boca- y Alberto Beltrán , integrantes del San Lorenzo que se consagró en 1972 y 1974; y Francisco Fatiga Russo, pieza fundamental del brillante Huracán que se acreditara el Metropolitano '73. De ese modo, los dirigidos por el Feo se hicieron con cierta comodidad de la Sección "A", esto es, la primera ronda del Nacional '76, que le reportó resultados históricos como la goleada ante San Telmo (7-1), y triunfos inapelables como el 4 a 2 frente a Racing. Posteriormente, el Millo se adentró en la rueda de eliminación directa, en la que derrotó en cuartos de final y semifinales, respectivamente, a dos difíciles adversarios: Quilmes (2-1) y Talleres -la revelación del certamen- por 1 a 0, en un controvertido cotejo jugado en La Bombonera.

         Para Boca, el año no podía haber comenzado mejor. La consecución del Campeonato Metropolitano excedió el valor del logro en sí mismo (8). Es que en el lapso comprendido entre 1973 y 1975, el cuadro azul y oro -si bien constante candidato al título- se había caracterizado por aflojar constantemente en las instancias clave. Es cierto que los subordinados al entrenador Rogelio Antonio Domínguez, fiel cultor del lirismo, desplegaban en el terreno de juego un fútbol lujoso -aunque algo ajeno al paladar del adherente xeneize promedio-, con Osvaldo Rubén Potente como intérprete ineludible; pero como asegurara alguna vez Juan Carlos Lorenzo, técnico reemplazante del exarquero de Racing, River, Real Madrid y la Selección Nacional, aquel equipo "fallaba siempre en el sprint final".
        El Toto, quien como jugador se había desempeñado en el club entre 1945 y 1947-y dirigido a River en 1967-, se juraba -a diferencia de Domínguez- un resultadista de pura cepa. No por nada, apenas asumido en sus funciones, acuñó una de sus máximas más conocidas: "Boca es Sportivo Ganar Siempre". Para fundamentar su postulado, Lorenzo, con la anuencia del presidente de la entidad, el inefable Alberto José Armando (5), selló adquisiciones del valor de los exfutbolistas de River, Hugo Orlando Gatti y Ernesto Mastrángelo, quienes estuvieron a sus órdenes en el revolucionario Unión de 1975 al igual que Rubén José Suñé, de regreso a la institución en la que debutó absolutamente una vez recompuesto su vínculo con el mandamás auriazul; así como los concursos del ex zaguero central millonarioFrancisco Pedro Manuel Sá, procedente del multicampeón Independiente; Carlos José Veglio, campeón con Giancarlo como DT en San Lorenzo del Metro y Nacional de 1972;  Jorge Daniel Ribolzi, que se destacó en Atlanta; y Juan Alberto Taverna, de Banfield, en el que le señaló  SIETE goles a Huracán de Ingeniero White en la holgadísima victoria del Taladro por ¡¡¡13 a 1!!!, por el Nacional '75, récord de anotaciones de un jugador en un mismo partido en el Profesionalismo, aún imbatido. A ellos se acoplaban los referentes del plantel que había quedado, como Roberto Mouzo, Vicente Alberto Pernía, Alberto César Tarantini, Jorge José Benítez, Marcelo Antonio Trobbiani y Darío Luis Felman.
     Inmediatamente después de concretar su meta inicial, al Equipo de viejos -tal como se había denominado al conjunto boquense por el promedio de edad de sus componentes- llegó para el segundo semestre como refuerzo más trascendente, Mario Nicasio Zanabria, estelar talento del Newell's que se coronó en el Metropolitano '74
     Aun pese a su encomiable arranque, en el que edificó un invicto de seis encuentros, al elenco de Lorenzo le costó más de lo esperado la clasificación a la fase posterior. Es más, cuando restaban dos jornadas para el cierre de la Sección "A" ocupaba la tercera ubicación, lo que atentaba inexorablemente contra sus ansias de repetir la exitosa campaña del Metro. No obstante sus triunfos ante Independiente (1-0) y (2-1), el Xeneize terminó compartiendo la cima de su Zona con Quilmes. Por ello, debió jugar un desempate con los cerveceros, a quienes se impuso por 2-1. Solo así pudo doblegar consecutivamente en la siguiente ronda a Banfield (2-1) y Huracán (1-0), para acceder a la finalísima ante su tradicional rival.

                                 


     Clasificados para el cotejo que definiría al campeón del Torneo Nacional, los planteles de Boca y River dedicaron la vigilia a reponerse de la ajetreada segunda ronda, en la que habían disputado dos -y hasta tres partidos -tal el caso de los de La Ribera, contando el desempate vs Quilmes- en una semana, tras lo que debían confrontar solo tres días más tarde. No obstante, el reposo no fue todo lo reparador que los candidatos al título hubieran deseado.
      Por el lado de los millonarios, quienes concentraron en el 725 Hotel Continental, emplazado en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, se desató un encono entre los referentes del primer equipo -entre ellos, Mostaza Merlo y J.J. López- y la Comisión Directiva, al diferir en el monto y el modo del premio que le correspondía a los futbolistas por haber arribado a la instancia culminante y por la cifra adicional que les sería entregada en caso de conseguir el título. Por lo demás, Labruna ya había decidido la alineación titular, a excepción de Pinino Mas, de quien se suponía se recuperaría óptimamente de la leve molestia que lo aquejaba.
      Los de la Ribera, a su vez, establecieron su sitio de operaciones en La Candela, en la que se confirmó la ausencia por desgarro del Chino Benítez, a quien sustituirían Zanabria o Veglio. Asimismo, se ponía en duda la actuación del Héber Mastrángelo, aquejado por un traumatismo en uno de sus tobillos. Fue allí que Juan Carlos Lorenzo -quien concibiera la célebre frase "por cada gil que avivás, matás cuatro vivos"- montó una pantomima tendiente a desorientar a los trabajadores de prensa, pero más aún a su oponente de Núñez: delante de todo el mundo ordenó se vendase al convaleciente delantero en su tobillo derecho, el sano. Los periodistas compraron y se apresuraron en divulgar la novedad. Todo por si a Passarella -marcador de Mastrángelo- se le ocurría trabajar la humanidad del exatacante más de la cuenta.
    Mientras tanto, el universo futbolístico, sin distinción alguna de camiseta, se aprestaba a disfrutar de un acontecimiento inédito, con visos de irrepetibilidad. Jamás volvería a reeditarse la final de un Superclásico de manera oficial...Hasta el día de la fecha. Sí, es hoy...