viernes, 29 de noviembre de 2019

Independiente...mente de la herencia futbolística recibida

                                                                     
     A priori, la resolución de la crucial instancia no admitía matices. Las opciones a adoptar no bien definida la serie se oponían diametralmente: 1) el llanto en el que solías debatirte cada vez que tu cuadro favorito perdía enfrentando a un rival que lo tenía alquilado ; 2) la más acabada exhibición de la traición que le tendiste a tu padre rompiendo EL código del hincha futbolero. Tu primitivo instinto de bostero converso, condición que ejercías exactamente desde el domingo 1 de marzo de 1987, en ocasión de una holgada derrota de tu exequipo ante River (1-4), no solo dictaba desechar terceras posiciones sino que también vaticinaba que la tendencia deficitaria amenazaba con extenderse.
    La verdad es que una potencial derrota no era para nada descabellada. Por entonces, Independiente lo tenía claramente de hijo a Boca en el historial, además de ostentar el mote de Rey de Copas que, puntual origen aparte, se correspondía fielmente con el impar haber de galardones internacionales que abarrota(ba)n las vitrinas del Rojo. 
   Por supuesto, los acontecimientos inmediatos tampoco ayudaban. Durante el primer semestre de la temporada, el club de Avellaneda se había consagrado en el ámbito doméstico en el Campeonato 1988-89, después de alcanzar a los xeneizes en la tabla de posiciones en virtud su triunfo en La Bombonera por 2 a 1 -idéntico score que en la rueda inicial del certamen-, para luego coronarse aventajando por ocho puntos a su escolta de La Ribera.
    Para colmo, el desarrollo de la final de ida de la Supercopa 1989 tampoco había contribuido a ahuyentar tu pesimismo. Ojalá se hubiera dado el 1-0 del torneo local en lugar de la abúlica igualdad en cero que invitaba a aventurar un panorama funesto en la revancha. Otra vez el peso de un historial adverso: el certamen continental de inminente definición aglutinaba a todos los cuadros que se hubieran proclamado campeones de la Copa Libertadores, cuyo máximo ganador era -y sigue siendo hasta el día de hoy- Independiente, con siete lauros, por no mencionar que hasta entonces el Rojo nunca había sucumbido en una final internacional. Ni siquiera tu entusiasmaba la auspiciosa campaña de Boca en la misma competencia , aun habiendo despachado a Racing -merecedor de la edición inaugural, celebrada el año anterior- y a Gremio, en cuartos y en semis, respectivamente.

                                                         

    Así, entre escéptico y derrotista, emprendiste rumbo hacia el estadio al que más veces acudiste durante tu niñez, con impostergable frecuencia quincenal. Es que tu viejo, conductor del cochazo que fuera ese Ford Sierra negro, no se resignaba a la irrenunciable realidad de que tu corazón bombeara perdurable sangre azul y oro. Aunque para su consuelo, su primogénito, sentado en el asiento de acompañante delantero, le había salido tan fana del Rojo -y antiBoca empedernido- como él, tan diablillo colorado como su nieto Lucas, el hijo de tu hermano, de actuales nueve primaveras.
    Pese a ser día laborable, el trayecto no resultó tan demorado, salvo al aproximarse al Nuevo Puente Pueyrredón. Fue allí cuando viviste el primer impacto de la noche, al contemplar embelesado cómo los partidarios de uno y otro cuadro, a instantes de librar un auténtico duelo, enarbolaban las insignias de sus pasiones predilectas, acaso la única muestra de confraternidad en la previa del clásico.
    Es que, apenas pusiste un pie en la otrora Doble Visera, comprobaste que el antagonismo entre los adherentes rojos y auriazules se tornaba indisimulable. Las partidas del Pato José Omar Pastoriza y Claudio Oscar Marangoni al no tan lejano vecino del otro margen del Riachuelo habían lesionado la más honda susceptibilidad de la parcialidad independientista. En ese sentido, arreciaban los cánticos difamatorios en dirección a la figura de ambos desertores rosarinos, como aquel que rezaba: De la mano del Bocha (Ricardo Enrique Bochini) ganaremos la Copa para todos los putos que se fueron a Boca...". ¿La prueba fehaciente de la afectada sensibilidad de los anfitriones? Los escupitajos causales de que fue víctima quien a la sazón obraba de presidente de la entidad de La Ribera, don Antonio Alegre, actor principal del resurgimiento de un club que se sumiera a mitad de la década del '80 en su más grave crisis institucional, financiera y deportiva, de gravitante labor en el pase de Maranga al Xeneize. La exposición de trofeos de guerra que, en teoría, una barra le había robado a su rival -y viceversa- ratificaban el irreconciliable encono entre las partes intervinientes.
     Mientras tanto, ya ubicado al igual que tu parentela roja en el sempiterno Sector Antonio Sastre de la platea techada, vos te la rebuscabas para atenuar la ansiedad que te despertaba el trascendental desafío en su antesala. Aunque efímero, tu divertimento consistió en anticiparte a la voz del estadio en cuanto a la enumeración de los asiduos patrocinadores de los partidos jugados por Independiente en carácter de local: Atelier Camote, fábrica de pastas Castel Gandolfo, Alíscafos, casa de electrodomésticos Pablo Baltaian -propiedad del homónimo exvicepresidente de los de Avellaneda-...
     Lo que siguió fue tu repentino silencio a favor de escuchar atentamente las respectivas alineaciones de los equipos. A modo de cortesía, se anunció en principio la formación de Boca, dirigido por el Carlos Alberto Aimar: Navarro Montoya; Stafuza, Simón, Marchesini, Cuciuffo; Giunta, Marangoni (capitán), Ponce, Latorre; Graciani, Perazzo. A continuación, el once titular de Independiente: Eduardo Pereira; M. Morales, Monzón, R. Delgado, Altamirano; Giusti (C), M. A. Ludueña, Bianco, R. Insúa; Reggiardo, Alfaro Moreno.
     No, no te lo creías. Imposible que un tipo que no deja(ba) detalle librado al azar como Jorge Raúl Solari, entrenador del Rojo, hubiera relegado al banco de suplentes al Maestro, la misma leyenda indeleble que habías aprendido a admirar desde tu más precoz infancia pese a que aun cerca del epílogo de su longeva, condecorada trayectoria vacunaba tupido a tu Boquita.
    Bochini -¿quién otro?- era capaz de causar estragos inclusive disminuido por lesión como estaba, pero el Indio no lo entendió así. Hasta que te hartaste de tanta fascinación por un jugador que conspiraba seriamente contra tus aspiraciones consagratorias. "¡Que se jodan!", pensaste para tu fuero íntimo, aunque sin lograr sustraerte de la idea de que ciertos valores de los de Avellaneda, como Alfaro Moreno -especialista en amargar al Xeneize desde su pasado en Platense, en donde el Beto realizó su debut absoluto- y el Gallego Insúa, un crack que descollaba en cuanto puesto le encomendaran desempeñarse.
                   
                                                                 
      El conmovedor recibimiento que las hinchadas le tributaron a sus respectivos clubes coronó la previa del culminante enfrentamiento, a excepción del sorteo de rigor que le otorgó el saque a Boca a la vez que a Independiente el ataque de cara a la cabecera de la visita, todo bajo el consentimiento del árbitro Juan Antonio Bava , bastante antes de que este último, ya retirado del referato, revelara su filiación bostera.
      De movida, el desarrollo del encuentro te sentó algo más atractivo que el del 0-0 en el estadio Camilo Cichero, rebautizado Alberto J. Armando desde el año 2000, aunque no tanto como el espectáculo que, según vos, brindaba La 12.
      Hincha de tu hinchada que te declarabas -y de la barra liderada por el Abuelo, digamos todo- se te tornó irresistible girar permanentemente tu visión hacia la derecha de tu persona para de esa manera jactarte tanto del colorido y tamaño variados de los trapos, estandartes y sombrillas que portaban José Barrita y sus secuaces como del copamiento de territorio ajeno que le atribuías a la masiva concurrencia de la legión azul y oro a Avellaneda. Es más, de acuerdo con tus cálculos, si los bosteros habían abigarrado una tribuna popular capa que solía albergar la friolera de 29.000 espectadores, sumados los miles de xeneizes alentaban situados en la platea techada, entonces nadie podía dudar de que aquella noche Boca era literalmente local en la Doble Visera.
    Saciada tu apetencia tribunera, redirigiste tu atención hacia las alternativas del partido, justo en el tramo más vibrante de la etapa inicial, en el que los candidatos al título se repartieron las más claras chances de abrir el marcador.
    A punto estuvo Boca de señalar el primer gol luego de que Blas Armando Giunta recuperara una pelota cerca del círculo central para ceder a Diego Fernando Latorre y este prolongara en búsqueda de la posición del Murciélago -o Alfil- Graciani, todo un especialista en anotar en cancha de Independiente, cuyo violento remate superó la estirada del arquero uruguayo Eduardo Pereira para estrellarse en la unión del travesaño y el palo derecho de la valla defendida por el arquero uruguayo, célebre por ataviarse en llamativos pantalones largos -incluso en las más tórridas jornadas veraniegas- en desmedro de los típicos shorts.
    Sin más preámbulos, la posibilidad más nítida de Independiente. El adelantamiento de su última línea, situada en campo xeneize, propició el remate de mediana distancia del primer zaguero de los rojos, Pedro Damián Monzón, para que Navarro Montoya concediera un rebote en el área chica auriazul  y solo evitara la caída de su arco conjurando la arremetida del centrodelantero Marcelo Jorge Reggiardo con una de sus piernas.
    Ya en el comienzo del complemento, los contendientes en pugna, incapaces de generar situaciones de gol de relevancia, parecieron sellar un pacto implícito, la conjunta voluntad de dirimir el duelo en la instancia de resolución que trascendía los 90' reglamentarios. Acaso por ello no te amedrentó el ingreso de Bochini cuando todavía faltaba media hora para que concluyera el encuentro. Consumado el pitazo final de Juan Bava te quedó la sensación de que Boca había sido ligeramente superior en el balance global, aunque sabías de sobra que no bastaba con el mero merecimiento para pegar la tan anhelada vuelta (olímpica). En ausencia de alargue, la única opción que restaba en virtud de quebrantar la igualdad resultante de las finales jugadas en La Ribera y en Avellaneda era definir por penales.
    Al respecto, lo primero que se te ocurrió fue remitirte a los desenvolvimientos de Navarro Montoya y Pereira en las series que procedían a los partidos que terminaban empatados en  elreciente torneo 1988-89 (*). Aun carente de material con el que cotejar sus antecedentes inmediatos, tu memoria te susurró que, si bien no se los podía calificar de expertos atajapenales, ambos guardametas habían tenido en aquel certamen más tardes felices que de las otras. Obviamente, exceptuando a los asistentes que hubieran llevado consigo una radio, el resto desconocía en la inminencia a los futbolistas designados para rematar desde los 12 pasos, aunque el misterio no tardó en develarse.
    Uno por uno, los eficaces ejecutores fueron intercalándose en el siguiente orden, en sintonía con el mutismo casi total  con el que la multitud afrontó la tanda: el Bocha Ponce (B), el Chaucha Bianco (I), Víctor Marchesini (B), el Negro Altamirano (I), Gambetita Latorre (B), el Gallego Insúa (I), Ívar Stafuza (B)...Así las cosas, la visita se imponía transitoriamente por 4-3.

viernes, 20 de septiembre de 2019

    Gales 1999, el primer rugido mundialista de Los Pumas (II)
                                                     
                                                 
       La ceremonia inaugural de la Copa del Mundo de Gales, programada para el viernes 1 de octubre de 1999 en el Millennium Stadium de Cardiff, construido especialmente para la ocasión, satisfizo hasta al más exigente de los paladares.
      El acto conmemorativo, encomendado a la compañía artística Tony Ball Asociation, se inició con un atractivo despliegue de imágenes por pantalla gigante de los más bellos paisajes del país británico a lo que prosiguió una coreografía compuesta por un millar y medio de jóvenes que simbolizaron la silueta del dragón, que identifica no solo a la insignia galesa sino también a la Selección local.
      En cuanto a la variada temática musical, el número sobresaliente fue el del dueto integrado por la cantante Shirley Bassey y el barítono Bryn Teyfel, quienes ofrecieron una exquisita versión de World in Union, tema oficial del certamen mundialista a partir de la edición de Inglaterra 1991.
       Después del versátil show exhibido por el equipo acrobático The Red Arrows, el Príncipe Carlos emitió el discurso oficial que coronó la solemne apertura. Fue entonces cuando, a la vez que se retiraban las estridentes fanfarrias afectadas a la festiva jornada, emergieron de los vestuarios los conjuntos actuantes para alinearse en el centro del field. Allí, los jugadores de Los Pumas se fundieron en un solo abrazo en virtud de asistir a la ejecución del himno patrio, por el que los más de 70.000 simpatizantes galeses que abarrotaron el escenario de techo retráctil -entre quienes se mimetizaron alrededor de 400 aficionados albicelestes- guardaron un respetuoso silencio.
       Efectuado el sorteo de rigor, el apertura argentino, Gonzalo Quesada -actual entrenador de Jaguares-, fue el encargado del kick-off de un encuentro en cuyo comienzo una serie de desacoples del pack argentino en el scrum derivaron en la sanción del penal que el récordman Neil Jenkins -top scorer histórico los Dragones Rojos, con 1049 puntos, y uno de los escasos rugbiers que registra un haber de más de 1000 tantos anotados- dilapidó a los dos minutos de juego.
       Superado el predominio territorial de los galeses en el primer tramo del cotejo, posible en parte por la tendencia argentina de patear al fondo, a espaldas de los tres cuartos europeos para que así el juego se desarrollara lejos de las 25 yardas albicelestes, sobrevino el segmento más ríspido del duelo.         Luego de que Lisandro Arbizu -capitán del combinado nacional- quedara momentáneamente groggy como consecuencia de la embestida que sufriera a manos del centro Scott Gibbs en su tentativa de tackle, un intercambio de golpes de puño en un ruck en mitad de cancha, protagonizado por el pilar Roberto Grau y el wing-forward del team anfitrión, Colin Charvis, sobre los 13', ameritó no solo que a ambos les fuera enseñada la tarjeta amarilla -según el reglamento de entonces, la sanción equivalía a un apercibimiento de precaución que pese a ello permitía al infractor permanecer en cancha a diferencia de la doble amonestación, que significaba la automática expulsión-, sino también que a posteriori los involucrados en el episodio pugilístico fueran suspendidos de oficio. Al respecto, se ordenó una sanción de tres semanas de inactividad para el pilar mendocino, quien recién regresó a la titularidad en la última presentación de la campaña de su equipo.
       Poco después, a los 16', el octavo de Gales, Scott Quinnell, se levantó de un scrum, soportó tres intentos de tackle y, casi cayéndose, tomó la marca de Arbizu para ceder a Shane Howarth. Sin embargo, antes de que el fullback vulnerara el ingoal visitante buscando la bandera derecha del ataque del equipo rojo, la conjunta defensa del wing Diego Albanese y el tercera línea Santiago Phelan- evitó el inminente try sacando al adversario del campo de juego.
       Sobre los 19', una infracción por off-side de los locales propició la inaugural de las patadas efectivas de la labor consagratoria de Quesada, quien situado en las 10 yardas del terreno de Gales estableció el 3-0 favorable a la escuadra dirigida por Alex Wyllie. También de penal, el medio apertura de Hindú amplió el score  a los 24', al no soltar Charvis el balón estando en el suelo a causa de un ruck.
       No obstante, los penales por knock-on intencional de Octavio Bartolucci, y el off-side en la marca de Eduardo Simone en las cinco argentinas, a los 26' y 30', respectivamente, se tradujeron en la igualdad transitoria de los de casaja roja (6-6), a instancias del asimismo prestigioso shoteador Neil Jenkins.
       Argentina retomó parcialmente la supremacía del tanteador a los 39', posteriormente a que los delanteros galeses derrumbaran un scrum. Fue así que, como consecuencia de su kick distante a 50 metros de los palos defendidos por el seleccionado local, Los Pumas volvieron a sumar de a tres.
       Lamentablemente, ya en tiempo adicionado una incursión ofensiva del hooker Garin Jenkins -quien pisó la línea de touch, lo que no fue advertido ni por el referee neozelandés Paddy O' Brien ni por los jueces asistentes- generó que a la salida de un maul el medio scrum y capitán de Gales, Rob Howley, abriera para la entrada franca de Scott Gibbs y este apoyara la guinda en el ingoal celeste y blanco franqueando la oposición de Longo y Nacho Fernández Lobbe, reemplazante este último del lesionado Pedro Sporleder. La conversión de N. Jenkins -que no tiene parentesco alguno con el primera línea de su equipo, de idéntico apellido- selló el resultado de la primera etapa: triunfo de los Dragones por 13 a 9.
                                                           

        Reanudado el encuentro, los anfitriones, comandados por Graham Henry, asesor técnico de Los Pumas en las temporadas 2012-13, justificaron la superioridad del comienzo del complemento a través de una maniobra de salteo que recayó en la posición de Daffydd James para que el wing se cortara en velocidad y habilitara a James, quien hizo lo propio con el insider Mark Taylor, autor a los 8' del try convertido por el número "10" de Gales.
        Más allá de alguna progresión aislada, el equipo de Gales pareció, luego de un nuevo penal señalado a los 15' por N. Jenkins (23-9), resignarse al advenimiento del adversario.
        En esa línea, la presión de sus tres cuartos comenzó a consustanciarse con la prevalencia de los forwards argentinos, ya fuese en las formaciones fijas - inclusive lines robados - o móviles. Tanto que, producto de las infracciones cometidas por la representación europea en tres rucks, el combinado albiceleste se puso a cinco puntos del oponente mediante los consecutivos kicks acertados de Quesada cuando restaban 8' para el epílogo del partido, por lo que la hasta entonces dicharachera multitud demudó súbitamente. Por fortuna -para ellos- la mejoría de la visita no alcanzó: Argentina cayó por 23 a 18 ante su par de Gales que, si bien había evidenciado algo de superioridad en ciertos pasajes del match, esencialmente en el primer período, nunca se había insinuado del todo imbatible.
        De hecho, el consenso entre los players de Los Pumas era elocuente. La inmensa mayoría del plantel vaticinaba que el segundo encuentro resultaría mucho más laborioso que el del debut no solo por la naturaleza agresiva -cuando no beligerante- de la propuesta del inminente rival, que venía de derrotar holgadamente en su estreno en el certamen a Japón por 43-15, sino también porque se avecinaba la oportunidad histórica de quebrantar por fin la racha adversa ante un equipo que había sentenciado la participación argentina -en fase de grupos- en dos Mundiales consecutivos, por no mencionar que un eventual revés podía traducirse en la enésima eliminación prematura a instancias del mismo verdugo de siempre.
      Tanto Liso Arbizu como el convaleciente Pedro Sporleder, integrantes del equipo nacional que cayera en las batallas libradas frente a Samoa Occidental en Inglaterra 1991 -en donde fuera expulsado el segunda línea- y Sudáfrica 1995, concebían el match como una cuestión de honor al igual que el resto de cuantos habían intervenido en uno u otro enfentamiento, tales los casos de José Cilley, el Yanqui Martin, Camardón y hasta el propio Fichín Pichot, fuera de que el medio scrum no sumara minutos en el field en el torneo que precediera al de Gales.
       Por su parte, la conducción técnica albiceleste, lejos de la improvisación, pergeñó una pormenorizada estrategia tendiente a primar en el choque con el elenco del Pacífico Sur. De ahí que, a la vez que el entrenador Alex Wyllie ensayaba hasta el saciedad distintas variantes en el fijo y en el maul para arremeter con los gordos en el predio de la Universidad de Cardiff, su auxiliar en el entrenamiento de los tres cuartos, Francisco Albarracín, símbolo de La Plata Rugby Club que se había sumado sobre la marcha a ejercer ese rol, confeccionó -espionaje mediante- un detallado informe del funcionamiento global del elenco isleño así como de sus individualidades, con especial énfasis en una de sus figuras, el wing Va'aiga Tuigamala. La proyección de los últimos encuentros de los samoanos y el fulbito posterior a las prácticas -en lo sucesivo, la principal cábala puma- completaron la preparación argentina en la víspera del trascendente compromiso.
        Sin embargo, aun pese a las precauciones largamente tomadas, la cuidadosa planificación asumida, las arduas sesiones de ejercitación previas y el puntilloso estudio del rival, el team celeste y blanco amenazó, en la mitad inicial del partido, con entregarse al recurrente maleficio de su tempranero adiós en lo que a toparse con Samoa por campeonatos mundiales atañe.

                                                                 
        En ausencia del tan pregonado agrupamiento de los delanteros y las constantes zozobras de los backs en el juego de manos -por caso, el knock-on de Albanese a escasos metros de zambullirse en el ingoal contrario-, el conjunto dirigido por Brian Williams -compatriota de Grizz Wyllie- inauguró el score a los tres minutos producto del penal convertido por Silao Leaega desde un ángulo cerrado, antes de que el mismo full-back convirtiera a los 24' el try del ala Junior Paramore que le daba el 10-0 parcial a la Selección de Oceanía.
        Al acertado penal sancionado por el árbitro australiano luego de que los forwards rivales se tiraran de cabeza en un ruck, a través del cual Quesada señaló a los 29' los tres primeros puntos para la divisa albiceleste, le procedieron las anotaciones por idéntica vía de Leaega, a los 35' y 39'. De ese modo, la representación de Samoa culminó el primer tiempo imponiéndose por 16 a 3.
        Si hubo un momento en toda la Copa del Mundo de Gales '99 en el que Alex Wylle expuso su vehemente carácter en todo su esplendor, ese fue el retorno de sus subordinados al vestuario del hoy desmontado Stradey Park de Llaneli. Según aseveraron testigos privilegiados de la charla que el coach mantuvo con los jugadores en el entretiempo, el neozelandés culminó su filípica en un spanglish -más español que inglés- con el que logró hacerse entender a la perfección: "Por las mismas boludeces de ustedes, Los Pumas perdieron en el '91 y en el '95. Si quieren ganar, déjense de joder y jueguen como lo planeamos".
        Fue así que, no bien regresaron al campo de batalla, los rugbiers argentinos constataron que la verborrágica arenga de su entrenador había surtido efecto. Encabezó la reacción la afilada puntería de la patada de Quesada, quien además de rubricar a los 3' un estupendo drop desde mitad de cancha aportó tres penales desde distancias diversas, a los 2', 6' y 11', para que el conjunto nacional se situara en el marcador a solo un punto de los isleños (15-16), previo a que se consumara la rehabilitación del pack celeste y blanco para darle la anhelada ventaja a Los Pumas.
       A ese respecto, la supremacía de la primera línea en los scrums -sobre todo, en el duelo aparte que el Gordo Reggiardo y el tenor Omar Hasan sostuvieron con los pilares adversarios-, el tino de Mario Ledesma arrojando la pelota en los lines, los incansables tackles de los wing forwards Martin y Phelan, a quienes se plegó la impecable labor del octavo Gonzalo Longo en la base y su eficacia para salir de punta en ofensiva, mereció su recompensa en el try señalado por el Turco Allub -de auspicioso papel en la hilera como el otro saltador argentino, Nacho Fernández Lobbe- a los 29'.
       Como corolario del reivindicatorio partido, la última sucesión de kicks del Queso: al penal de los 26', se unieron los que marcó a los 36' y 42', con los que Los Pumas establecieron cifras inamovibles: 32-16, para deshacerse de tan pernicioso saldo negativo en los cotejos mundialistas con Samoa -que no fue capaz de anotarle siquiera un mísero tanto a los de Wyllie en el segundo período-, lograr una victoria en la RWC que no se le daba desde la edición inaugural de 1987 -25 a 16 sobre Italia- y -cómo no- ilusionarse con avanzar de ronda por primera vez en su campaña ecuménica.
       Después de tamaña confrontación, el relax, aunque efímero bálsamo. Es que, tras la actividad natatoria y las partidas de golf de que disfrutaron los actores estelares de la Selección Argentina durante el día posterior al del resonante éxito frente a los isleños, se tornó una tarea ineludible aventurar cálculos acerca del resultado más conveniente para el equipo celeste y blanco en su participación de cierre en la fase de grupos.
        Producido el sorpresivo triunfo de Samoa frente al local Gales (38-31), se analizaron todas las posibilidades, en orden de preferencia: 1) la más potable, probable, si se atiende a las expectativas triunfalistas de los propios jugadores, o sea, ocupar la tercera posición en la Zona para chocar en un hipotético repechaje con Irlanda -segundo del Grupo E- en escenario neutral (Stade Félix Bollaert de Lens, Francia); 2) en caso de finalizar escolta, se suscitaría un desfavorable encuentro como visitante ante Escocia en el Murryfield Stadium de Edinburgo; 3) el liderazgo absoluto, máxime redundante de una goleada, le valdría , más allá de que por fin se accedería directamente a los cuartos de final, un poco apetecible cotejo ante los Wallabies. 
       De la primera opción barajada se deduce que se estaba subestimando a un oponente que, si bien no podía equipararse al potencial de Los Pumas tanto por tradición como por lo realizado en las dos primera jornadas del torneo, ya había probado de sobra que podía someter a los argentinos tal como lo afirma el incontrastable triunfo de Japón por 44 a 29 - Ledesma, Martin, I. Fernández Lobbe, Allub y Simone, entre otros, intervinieron en el seleccionado nacional en aquella frustrante presentación-, correspondiente a la breve gira efectuada por el continente asiático de 1998, por mucho que el Gordo Reggiardo se empeñara en asegurar en la vigilia del encuentro que su equipo estaba 30 puntos por encima del combinado nipón.
       No por nada, independientemente de la halagüena performance ofrendada ante Samoa, el técnico resolvió introducir algunas modificaciones en la conformación del XV titular luego de los entrenamientos realizados en la Universidad de Cardiff y en la ciudad inglesa de Bath, lejana a 100 kilómetros de la capital galesa. Entre ellas, la vuelta de Sporleder -cuyas contracturas en aductor izquierdo y gemelo derecho lo habían empujado a bajarse de los cotejos contra los Dragones Rojos y los del Pacífico Sur pese a la avidez de Wyllie por incluirlo aun maltrecho- en reemplazo de Longo, por lo que Fernández Lobbe pasaría a oficiar de octavo y el excapitán argentino de segunda linea, y el debutante absoluto en la Copa del Mundo, Ignacio Corleto -aunque disminuido por una molesta faringitis- y Camardón por Manuel Contepomi -inflamación en una de sus rodillas-  y la Garza Bartolucci, respectivamente. El remate de la planificación preliminar lo constituyó la inteligencia ejercida por Pancho Albarracín, focalizada en la velocidad de los wines japoneses, especialmente la del intrépido Daisuke Ohata, quien garantizó en la víspera que los del Lejano Oriente ganarían con holgura.
                                                           
     
        Durante el preámbulo del significativo reto, se lo notó ciertamente atado al elenco albiceleste, como si le pesara el lastre de la oportunidad histórica de una producción superadora. Con todo, a los argentinos les bastó confiar en el imaginable predominio en el fijo -así como en rucks y mauls- a la vez que en el fértil botín derecho de Quesada para sacar ventajas en el score a instancias de los penales que el actual coach de Jaguares marcó a los 9' y 20'.
       Tan solo 2' más tarde, el medio apertura japonés, Keiji Hirose, sumó por la misma vía en una etapa del encuentro en que Los Pumas comenzaban a perfilar su mayor poderío. Fue a los 26' que, a la salida de un ruck,, Agustín Pichot -hoy vicepresidente de la Rugby Board- amagó con ceder la guinda al Yanqui Martin para en cambio hacer un rulo y girar enfilando por el lado ciego y terminar apoyando el try sobre el extremo izquierdo del ingoal nipón. A continuación de los penales de Quesada, a los 22' y 38', el anotado por el nro. 10 del conjunto asiático, que decretó el 17-6 transitorio en favor de los de Grizz Wyllie previo al intervalo.
        Reiniciado el match, la divisa nacional mantuvo su superioridad aunque con un ímpetu más elevado que el de los primeros 40'. Quesada, en una noche que orilló el 100 % de efectividad -salvo por la fallida conversión del try de Pichot- se erigió en el top scorer de la fase de grupos con 66 tantos al ejecutar con acierto tres penales al hilo, a los 5' 14' y 23', contra el único rubricado en el complemento por Japón, a los 9'.
        Sobrepasados los 32', el wing albiceleste Diego Albanese se bancó de pie dos intentos de tackles consecutivos para concretar con lo justo -al límite lateral del campo de juego- el try con que la jornada del sábado 16 de octubre de 1999 el Millenium Stadium de Cardiff obró de escenario oficial de la primera vez que Los Pumas consiguieron superar el umbral de la ronda preliminar de la RWC. A la sombra del olvido habían quedado relegadas las funestas experiencias de 1987, 1991 y 1995.
       Por lo pronto, los componentes del plantel se llegaron hasta las tribunas para saludar a los 300 argentinos que agitaban banderas, portaban vinchas y camisetas albicelestes y entonaban cánticos victoriosos. A partir de allí, la celebración modesta. La consigna era abstraerse de la atmósfera triunfalista que los rodeaba para focalizarse concienzudamente en la nada descabellada epopeya de acceder a los cuartos de final. Claro que antes había que eliminar a una de las máximas potencias del Hemisferio Norte, Irlanda, el más importante de los desafíos mundialistas que hasta entonces habría de afrontar la Selección Nacional de rugby.

miércoles, 18 de septiembre de 2019


             Gales 1999, el primer rugido mundialista de Los Pumas


                                                     
    Ocurrió hace exactamente 20 años. Luego de tres intentos frustrados, Los Pumas consiguieron trascender el umbral de la ronda inicial de la Copa del Mundo de rugby, logro que se supone modesto si se lo compara con la actuación del equipo argentino en las ediciones subsiguientes.
   Es que, excepción al margen, el equipo argentino igualó y hasta superó en dos oportunidades la labor cumplida en el torneo de Gales 1999. Hazaña al fin, sobre todo en el cenit de la inédita conquista, la tan postergada clasificación a cuartos de final de un Mundial adquiere el carácter de hazaña no solo por haber revertido la Selección Nacional el denso historial de antecedentes frustrantes en la competición, sino también por su deficitaria campaña a corto, mediano y largo plazo, realizada a modo de preparación para el culminante acontecimiento, y por la sucesión de conflictos protagonizados por jugadores, entrenadores y dirigentes en la inminencia del evento que en la previa tornaban impensada tan elogiable actuación.


                                         
                                                La pesada herencia
                                                   
   El estreno de Los Pumas en la Copa del Mundo coincidió con la edición inaugural del torneo, Nueva Zelanda 1987, principal sede organizadora con la que colaboró Australia. En ausencia de fase eliminatoria, la World Rugby determinó que siete de sus ocho integrantes originales -salvo Sudáfrica, suspendida de intervenir en competencias internacionales por la política de segregación racial que entonces imperaba en su seno, conocida como apartheid- recibieran invitación directa a participar del evento. Al resto de los países intervinientes el organismo rector les acercó una especie de convite digitado, fundamentado en la tradición de que los mismos gozan en la disciplina. Así, se conformó un campeonato de 16 selecciones, divididos en cuatro grupos de idénticos componentes entre los que se hallaba Argentina, destinada a confrontar en la Zona C con los All Blacks, Fiji e Italia.
    Capitaneado por el insuperable Hugo Porta en su primera y única actuación mundialista, Los Pumas debutaron con una inesperada derrota ante el conjunto fijiano (9-28). La escuadra dirigida por Héctor Pochola Silva y Ángel Papuchi Guastella, que había subestimado sobremanera a los del Pacífico Sur producto del saldo favorable derivado de la (única) serie favorable de test-matches mantenido por ambos, se rehabilitó parcialmente en su segunda presentación al vencer a la Selección Azzurri por 25 a 16. Aun pese al laborioso halago, el team celeste y blanco estaba obligado a superar a los neozelandeses o señalarles tanto como cuatro tries si pretendía avanzar a la siguiente ronda. Ni lo uno ni lo otro: el anfitrión se impuso por 46 a 15 y Los Pumas vulneraron el ingoal rival en una sola ocasión. El tercer puesto del equipo argentino en su correspondiente grupo decretó la prematura eliminación del certamen, en el que se consagraron los All Blacks liderados por John Kirwan, Grant Fox, Michael Jones y Sean Fitzpatrick al doblegar en la final a Francia por 29 a 9.

                                                         

    A diferencia de su predecesora, la Copa del Mundo albergada por Inglaterra en 1991 -secundada en la celebración por Francia, Escocia, Irlanda y Gales- adoptó una variante en el método de clasificación. Si bien la World Rugby mantuvo su disposición de invitar directamente a la práctica totalidad de sus miembros fundadores -salvo Sudáfrica, reemplazada por Fiji merced a su pase a los cuartos de final en Nueva Zelanda '87-, las demás selecciones no tuvieron más opción que abocarse a una instancia eliminatoria previa a efectos de acceder al torneo.
   Fue así que, pese a la suerte dispar que le reportó su producción en la Zona Americana, en donde cayó frente a Canadá por 9-15 y 6-15 como local y visitante, respectivamente, y superó a Estados Unidos (23-6 L y 13-6 V), Argentina se aseguró su plaza en la Rugby World Cup (RWC) para cotejar en la etapa preliminar con Australia, Gales y Samoa Occidental, en un marco de transición en lo concerniente a la formación de su primer equipo. El fin de la trayectoria mundialista en Los Pumas de notables como Porta, el Chapa Branca, Serafín Dengra, el Aguja Fabio Gómez y Rafael Madero -padre de Benjamín-, entre otros, se tradujo en la presentación oficial en la Copa del Mundo de valores de la talla de Lisandro Arbizu, Gonzalo Camardón, Santiago Mesón, Pablo Garretón, Federico Méndez y Martín Terán. Los Diegos Cash y Cuesta Silva fueron los únicos que quedaron del plantel que cumpliera un mediocre papel en 1987.
   La Selección Nacional comenzó su participación enfrentando a Australia. Los Wallabies de David Campese, Michael Lynagh, John Eales y Tim Horan se las apañaron para prevalecer por 32-19 sobre el equipo comandado por la dupla técnica Luis Gradín y Guillermo Lamarca. De hecho, ningún equipo -ni siquiera los All Blacks en las semifinales- lograron anotarle tantos puntos al postrero campeón del certamen como Los Pumas en aquel duelo.
   En su segundo encuentro, el conjunto albiceleste chocó con un alicaído Gales, que venía de padecer un sorpresivo traspié con Samoa Occidental. Sin embargo, los visitantes pumas -el partido se jugó en el ya demolido Cardiff Arms Park, actual Millenium Stadium- no consiguieron revertir la tendencia desfavorable y sucumbieron por 16 a 7.
    Ya en su presentación de cierre en la fase inicial, el combinado albiceleste fue apabullado en todo sentido por los isleños, que triunfaron por 35 a 12, lo que le significó a Los Pumas ocupar la última posición en el Grupo C sin unidades. Por cierto, en aquel partido, un violento altercado derivó en la expulsión de una figura emergente del combinado nacional, Pedro Sporleder, el único jugador argentino sobre quien hasta el momento pesó tal sanción en el historial de la Copa del Mundo.
    Abolido en su territorio el calvario del apartheid, a Sudáfrica le fue conferida la organización de la RWC 1995 a instancias del porte de su presidente, Nelson Mandela, quien concebía al rugby, deporte en el que los Springboks es uno de los seleccionados más poderosos del mundo, como un factor aglutinante exento de revanchismo racial, en el que podían confluir la hasta entonces predominantemente raza blanca con las minorías rezagadas a las que no se les permitía disfrutar de la pelota ovalada. La moción del Premio Nobel de la Paz 1993 resultó un éxito: el tan debutante como inclusivo equipo anfitrión, en el que destacaron los ya fallecidos Chester Williams, Joost van der Westhuizen y James Small a la vez que Francois Pienaar y Joel Theodore Stransky, batieron en una final de película a Nueva Zelanda -cuya sobresaliente figura resultó el asimismo inmortal Jonah Lomu, veinteañero tryman de la competición junto con su compañero de equipo, Marc Ellis (7)- por 15 a 12.
                                                 
 
      Respecto de la campaña de Los Pumas, su clasificación al Mundial estuvo precedida por el Campeonato Sudamericano de Rugby 1993, serie eliminatoria sin sede definida por cuyo ganador aguardaba Estados Unidos. Allí, Argentina se impuso consecutivamente a Brasil (114-3), Chile (70-7), Paraguay (51-3) y Uruguay (19-10) para después hacer lo propio en el cruce ante las Águilas norteamericanas, a las que derrotó por 28 a 22 como visitante y 16 a 11 como local. Así, el representativo celeste y blanco fue depositado en la Zona C de la RWC al igual que Inglaterra, Italia y Samoa, verdugo que sentenciara la estancia de los nuestros en 1991. Por lo demás, la Rugby Board resolvió -por última vez- la reiteración del formato de 16 participantes divididos en cuatro grupos de cuatro seleccionados en la primera fase, al tiempo que otorgó el acceso automático al torneo a los ocho equipos que intervinieron en cuartos de final en la Copa del Mundo inmediatamente anterior.
      Nuevamente conducido por un tándem de entrenadores, aunque en esta ocasión por la yunta Ricardo Paganini y Alejandro Petra, el combinado albiceleste viajó a Sudáfrica -en donde Hugo Porta revestía funciones de embajador itinerante- con una formación que contempló la convocatoria de ciertos integrantes de la edición mundialista '91 -entre ellos, Arbizu, Méndez, Sporleder, Llanes, Terán y el Cheto Santamarina- y el nombramiento de exponentes argentinos en ciernes como el Yanqui Rolando Martin, Diego Albanese y Agustín Pichot pese a que este último no sumó minutos en el campo de juego. Claro que tampoco eran para despreciar citaciones de la envergadura de Patricio Noriega, la Bruja Ezequiel Jurado, el experimentado Sebastián Salvat y José Cilley. El capitán en el período previo, Marcelo Loffreda, DT del elenco que calificó como tercero en la RWC 2007, fue desafectado del torneo en una determinación no exenta de polémica.
     Desafortunadamente, Los Pumas reprodujeron la pésima campaña del Mundial de Inglaterra. Fue precisamente ante el equipo de La Rosa que la divisa nacional perdió por 24-18 en su debut aun habiéndole señalado dos tries a su oponente contra ninguno del conjunto europeo, cuya totalidad de puntos correspondió, entre drops y penales, a los infalibles kicks de Christopher Rob Andrew.
     El desquite que no fue tal. En su siguiente compromiso, los albicelestes sufrieron su segundo revés al hilo con el combinado samoano (26-32), que a posteriormente avanzó de ronda al escoltar en la zona a su par inglés. El tempranero adiós de Los Pumas le valió una auténtica lección a los mandos superiores de la Unión Argentina de Rugby (UAR), empeñados en vetar a los jugadores que se desempeñaban profesionalmente en el exterior, entre ellos el cordobés Diego Domínguez y el proveniente de Rosario, Mario Gerosa, autores de 26 de los 31 tantos con que Italia sobrepasó los 25 que le marcó el cuadro nacional.

viernes, 28 de junio de 2019


                         El duelo Ruggeri - Menotti...¿Habrá retorno?


                                                       

   "Soy hombre de Bilardo pero respeto a Menotti", afirmó Oscar Alfredo Ruggeri en épocas en que el ex zaguero central gozaba del prestigio reciente de haber protagonizado estelarmente la obtención mundialista de México 1986 dirigido por el archienemigo futbolístico del Flaco. Las declaraciones del Cabezón, quien entonces se desempeñaba en River, club con el que se coronó campeón doméstico, sudamericano, interamericano e intercontinental, fueron formuladas en coincidencia con la asunción del actual Director de Selecciones Nacionales como entrenador del cuadro millonario, en la víspera del inicio de la temporada 1988/89.
    El César correspondió las atentas palabras de su coterráneo rosarino/santafesino criado en la ciudad de Corral de Bustos (Córdoba) otorgándole la titularidad indiscutida en su once principal en ciernes, aun cuando se rumoreaba que Daniel Alberto Passarella -capitán de la Selección Argentina que como anfitriona conquistó su primera Copa del Mundo, en 1978- reconsideraba su determinación original de retirarse de la práctica activa, luego de su extensa campaña en el fútbol italiano, para retornar al club en el que debutó oficialmente en 1974.
    Como consecuencia de la depuración del plantel con el que la casaca banda sangre ganó casi todo -solo le faltó lograr la edición inaugural de la Supercopa, aunque por entonces el técnico no era Héctor Rodolfo Veira sino Carlos Timoteo Griguol-, impulsada por el presidente riverplatense, Hugo Santilli, la convivencia entre Ruggeri y Menotti resultó efímera.
    Más allá de unas cuantos entrenamientos en los que, bajo las órdenes de César Luis coexistieron en el plantel los salientes consagrados y los tan numerosos como prominentes refuerzos adquiridos por el Millo, Ruggeri apenas llegó a intervenir en dos amistosos con el Flaco como DT. Fue en el marco de la celebración de las bodas de oro del Estadio Antonio Vespucio Liberti, oportunidad en que los de Núñez aprovecharon para presentar sus cuantiosas incorporaciones -el campeón mundial en México '86 , Claudio Borghi, el Loco Enrique, el Negro Zamora y la Vieja Reinoso, entre muchos otros valores que en lo sucesivo se sumarían- enfrentando al Hellas Verona, cuya alineación integraron Claudio Paul Caniggia y Pedro Antonio Troglio, dos jóvenes figuras que se estrenaron profesionalmente en River y que este último acababa de transferir a la entidad europea.
    Triunfo nocturno como local por 2 a 1 en el primer partido mediante, Oscar Ruggeri se despidió del equipo millonario en la igualdad en dos tantos redundante de la revancha, también jugada en el Monumental, no sin antes alzar el trofeo en disputa en compañía del uruguayo Antonio Alzamendi Casas, autor del gol ante Steaua Bucarest que le significó a River la única Intercontinental de su historia. Juntos a la par, el Cabezón y el Hormiga, envueltos en una cálida ovación tributada por la parcialidad adherente a la banda roja, cruzaron el océano atlántico para recalar en el hoy desafiliado Logroñés que, después de una larga estancia en las ligas de ascenso, apenas si logró subsistir en la máxima categoría de España durante la temporada 1987/88.
     Si bien la producción colectiva del cuadro riojano replicó la de su antecesora en el campeonato inmediatamente posterior, la performance individual de Ruggeri le valió no solo ser distinguido por la renombrada revista Don Balón como el mejor futbolista extranjero de la Liga Española 1988/89 sino a su vez que el prolífico Real Madrid de la Quinta del Buitre requiriera sus servicios, previamente al desarrollo de la Copa América celebrada en Brasil.
     Allí, no obstante, el Cabezón, más que evidenciar su satisfacción por haber arribado a una de las instituciones más poderosas del mundo, con la que daría una de las tantas vueltas olímpicas que su haber ostenta, puso de manifiesto su decepción para con ciertos colegas suyos que habían osado renunciar a la Selección Nacional de su adorado doctor Bilardo así como criticó la labor de César Luis Menotti en su salida de River e inclusive en su frustrada primitiva experiencia en el equipo albiceleste.
     En esa línea, además de facturarle a la Comisión Directiva riverplatense la decisión de desmantelar un plantel que tantas alegrías le brindó al club, Oscar Alfredo acusó directamente al Flaco de haber forzado el cese de su exitoso ciclo en el Millonario a favor del ingreso -en rigor, regreso- de un veterano Passarella al primer equipo en lugar suyo.
     Asimismo, en sentido retroactivo, el exdefensor exteriorizó su bronca hacia Roberto Marcos Saporiti, ayudante del César en la conquista del Mundial de Argentina 1978 y entrenador del seleccionado juvenil Sub -20 que en la Copa del Mundo de Australia 1981 fracasó rotundamente en su tentativa de revalidar el título conquistado dos años antes en Japón.
     Es que el Cabezón, quien por aquellos años lucía la camiseta de Boca, había sido figura indiscutida en la complicada clasificación del equipo del Sapo -el único que consiguió reunir a Menotti y Bilardo en un armonioso debate futbolístico no obstante a posteriori terminó enemistándose con el Narigón- al certamen ecuménico disputado en territorio australiano, que incluyó una discreta campaña en el Campeonato Clasificatorio sudamericano de Ecuador que condujo al representativo argentino a jugar un triangular a modo de repechaje con Nueva Zelanda e Israel. Solo acreditándose el torneo reducido logró el combinado nacional acceder al Mundial Juvenil Sub-20.
     Con todo, el ascendente ex marcador central no fue convocado a participar de la Copa del Mundo de Australia '81, la mayor desazón de su trayectoria profesional según aseveró el propio Ruggeri. Al decir del Cabezón, Saporiti careció de honestidad al comunicarle los motivos de su marginación, esto es, probar nuevos futbolistas en la antesala de la competencia siendo que el hijo dilecto de Corral de Bustos ya había confirmado largamente su valía. "Al final, terminó jugando Burruchaga de '6'", se lamentó alguna vez el exdefensor de Boca, River, San Lorenzo y Real Madrid, entre otros, al tiempo que le atribuyó parte de la culpa de su exclusión al Flaco Menotti -quien había oficiado de adiestrador del campeón mundial de la especialidad en Japón '79, en el que descollaron especialmente Maradona y Ramón Ángel Díaz- como líder de la Selección Mayor y de la conducción técnica en general.
     Por su parte, el nacido en el barrio rosarino de Fisherton desestimó de plano los cargos que Ruggeri hacía pesar sobre su persona. En primer lugar, el César interpretó como una afrenta por partida doble que se lo sindicara como partícipe necesario de la presunta operación espuria que terminó por depositar a Passarella en el River que con escasa fortuna dirigió el Flaco en la temporada 1988/89 -lo que por consiguiente apuró el final de la etapa del Cabezón como integrante de club de Núñez-, pues simultáneamente enfatizó que se estaba mancillando el honor del Káiser, su otrora protegido y lugarteniente dentro y fuera del verde césped en su gestión como DT de la Selección Argentina.
     Eso sí, Menotti se eximió de mayores comentarios a propósito del vínculo entre su tarea como entrenador principal del cuadro nacional y su supuesta incidencia en la desafectación de Ruggeri del malogrado equipo juvenil que participó en el Mundial de Australia, salvo al mencionar que después de todo su ida de River para incoporporarse al Real Madrid no le había sentado mal al Cabezón puesto que tal fichaje no hizo sino reafirmar su carácter de titular inamovible en el equipo argentino.
   La verdad es que aquella vez el Flaco debió batallar en tres frentes dialécticos. Al margen de la controversia en cuestión, el de Fisherton se cruzó con su antagonista por antonomasia, Carlos Salvador Bilardo, y hasta con el mejor jugador del mundo y capitán del team del doctor, Diego Maradona, quien lo tachó de "comunista con Mercedes Benz y (reloj) Rólex en la muñeca". De acuerdo con el testimonio vertido por el César, Ruggeri, el Diez y el doctor se habían confabulado para "decir estupideces".

viernes, 23 de noviembre de 2018

                                       
                               Ahora sí: el Superclásico definitivo

                                                       


    La historia reciente desestima la temeraria afirmación. Las finales entre River y Boca ya no se juegan una vez por siglo. Así como en los últimos años se enfrentaron en dos oportunidades a modo de eliminación directa en solo seis meses, entre el segundo semestre de 2014 y el inicial de 2015,   los tradicionales antagonistas habrán definido al cabo de la presente temporada no una sino dos competiciones. Es que, lejos de conformarse con el decisivo, único encuentro que le significó al cuadro de Núñez la obtención de la Supercopa Argentina, xeneizes y millonarios se aprestan a protagonizar el acto culminante de la corriente Copa Libertadores.
   Si bien bajo la órbita del certamen en cuestión el Superclásico registra más de un antecedente en lo que a cruces directos respecta, al tiempo que un considerable historial de desafíos, será la primera vez que los clubes de mayor predicamento del país se disputen el más importante torneo internacional de nuestro continente.
    El estreno del Superclásico en la Libertadores no escatimó enfrentamientos. Por el contrario, los acérrimos rivales chocaron en cuatro ocasiones en la edición de 1966, la primera en la que intervinieron los subcampeones de las ligas subordinadas a la autoridad de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL), a excepción de los equipos provenientes de los renunciantes países de Brasil y Colombia.
    Boca y River, ganador y escolta del Campeonato de Primera División 1965 respectivamente, en el el que el cuadro auriazul logró un trascendental triunfo como local ante su enconado oponente por 2 a 1, dos semanas antes de consagrarse en la fecha de cierre ante Atlanta y culminar su campaña aventajando a los millonarios por solo una unidad en la tabla de posiciones, integraron el Grupo 1 junto con Universitario y Alianza Lima -ambos de Perú- y los equipos venezolanos de Deportivo Petare y el desaparecido Lara F.C.
     En el debut absoluto del clásico duelo en tan prestigioso certamen, el miércoles 2 de febrero de 1966, la banda sangre superó al conjunto de La Ribera por 2 a 1 en el Estadio Antonio Vespucio Liberti. El Nene Sarnari abrió el score a los 33' de la mitad inicial, antes de que a los 40' de la misma etapa Daniel Bayo estableciera el 2-0 transitorio. Ya en el segundo período, a los 15', el Tanque Alfredo Hugo Rojas -de fugaz paso por River, en 1961- descontó para la visita a la vez que sentenció el tanteador definitivo.
     Originalmente programada para el 23 de marzo, la revancha debió postergarse por 24 horas merced al paro de transportes que inevitablemente habría afectado la concurrencia del público y el traslado de las delegaciones boquenses y millonarias a La Bombonera. Subsanada la medida de fuerza, el anfitrión azul y oro se rehabilitó de la caída resultante del partido de ida para imponerse por 2 a 0. Fue nuevamente el Tanque Rojas -doblete mediante- quien señaló ante su exclub, a los 2' y 4' minutos del complemento, en el que Pedro Prospitti remató desviado el penal que le fue concedido a los de Núñez.
     Puesto que clasificaban a la siguiente ronda los dos mejores equipos de cada zona, River, líder del Grupo 1, y Boca, su inmediato perseguidor, el prólogo de la historia del Superclásico en la Copa Libertadores aseguraba, como mínimo, dos contiendas adicionales. Eso sí, en semifinales aguardaba por ambos Independiente entonces vigente defensor del título y bicampeón de las ediciones 1964-65, aunque también un contrincante de relativo poderío como Guaraní de Paraguay.
    Al igual que en la rueda preliminar, fue el Monumental el escenario del primer chico. Allí, el match culminó igualado en dos tantos. No bien comenzado el desafío, Boca arremetió
efectivamente contra el anfitrión producto de las conquistas de un debutante absoluto vistiendo la casaca xeneize como Norberto Rubén Madurga, a los 5', y -cuándo no- Alfredo Rojas, 3' después.        No obstante, la escuadra  riverplatense emparejó el trámite en el transcurso del segundo tiempo y consiguió empardar el cotejo a través de Sarnari, a los 15', y del autogol señalado por José María Silvero a los 31'.
     Ya en el último encuentro de la presentación copera del tradicional enfrentamiento, jugado el miércoles 4 de mayo de 1966, esto es, el cuarto partido entre Boca y River en poco menos de 100 días -cinco, si se computa el 3-1 a favor de los de Núñez por el torneo local-, el team azul y oro derrotó a su par millonario por 1 a 0. El único gol fue convertido por el ¡Tanque Rojas! a los 27' del complemento, quien de ese modo se convirtió en el máximo artillero del Superclásico en materia de Copa Libertadores con cinco anotaciones, récord aún hoy imbatido.
                                       
                                                   


     Por supuesto, el desquite no resultó tal, al menos para Boca. Ocurre que, pese a haber prevalecido sobre su adversario en el balance -ganó 2 partidos, perdió 1 e igualó el restante-, fue River el equipo que se adjudicó el Grupo A de la segunda fase. Así, en su inauguración oficial en el principal certamen continental, la institución de Núñez se aseguró una plaza en las finales para cotejar con Peñarol. No solo había relegado a su máximo adversario, sino asimismo al Rojo de Avellaneda, el primer (bi)campeón argentino de la Libertadores.
    Lamentablemente para la banda roja, fue el cuadro uruguayo el que conquistó el título luego de tres candentes duelos. En el primero, Peñarol venció a River como local por 2 a 0; en la revancha, el Millonario se impuso por 3 a 2 en el Monumental. En el desempate, dirimido en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, los mirasoles revirtieron el 0-2 de la etapa inicial para terminar goleando 4-2. Por cierto, hace añares ya que a los hinchas riverplatenses no les pesa el mote que le atribuyeron producto de tan doloroso revés. ¿La prueba fehaciente? Los cánticos que ensayan desde las tribunas, esos en los que aluden a su lugar en el mundo: el Gallinero.
     Los irreconciliables adversarios volvieron a enfrentarse cuatro veces en virtud de la disputa de la Copa Libertadores versión 1970, nuevamente en ausencia de representación brasileña. En primera ronda, Boca y River conformaron el Grupo 1 con dos conjuntos bolivianos, Universitario de La Paz y Bolívar.
     Tan solo dos meses antes del Superclásico inicial de la fase preliminar desarrollado en el Antonio Vespucio Liberti, se había jugado el definitorio encuentro del Campeonato Nacional 1969 que les valió la clasificación tanto xeneizes como a millonarios, en idéntico escenario.
    Si bien en la inminencia de la jornada de cierre el equipo azul y oro lideraba el torneo, a su oponente por antonomasia -al que le llevaba dos unidades en la tabla de posiciones- le bastaba con una victoria para forzar un hipotético desempate. Aquella tarde, el Muñeco Madurga se erigió perdurablemente en ídolo de Boca al rubricar los tantos con los que su equipo decretó el 2-0 parcial, a los 12' y 35', previo a que a los 38' Oscar Pinino Mas descontara para River. La anotación de Víctor Marchetti  favorable al anfitrión, a los 23' de la segunda etapa, no alcanzó: el cuadro de La Ribera campeonó en pleno Monumental con el valor agregado de que su director técnico no era sino una gloria millonaria: Alfredo Di Stéfano (1). Vaya paradoja: la vuelta olímpica del Xeneize fue aplaudida por la práctica totalidad de la parcialidad riverplatense, no así por ciertos empleados internos del club local, quienes pretendieron evitar que el rito triunfal se consumara abriendo los grifos que riegan el campo de juego.
    Con el consuelo de haber accedido a la Libertadores como vicecampeón en el plano doméstico, River pretendió tomarse revancha desde el vamos con su eterno rival. Sin embargo, Boca le aplicó un cachetazo de realidad al imponerse por 3 a 1. El tanto con el que la alineación visitante abrió el marcador fue anotado por Aldo Villagra a los 15', pese a lo cual los de Núñez consiguieron la igualdad a instancias de Enzo Gennoni (27'). Durante la segunda mitad se produjo un hecho curioso: el Ratón Jorge Coch, quien había ingresado por el Chango Ignacio Peña, le otorgó la victoria a los auriazules al señalar dos conquistas, a los 34' y 44'.
    Como consecuencia de la hiriente caída, la intemperancia desbordó -una vez más- a los más exaltados adherentes riverplatenses, quienes incluso llegaron a exigir persuasivamente la renuncia a su cargo de director técnico del más emblemático exponente millonario: Ángel Amadeo Labruna. Así como en el inaugural de los partidos coperos del '66 habían agredido salvajemente a Antonio Tarzán Roma y Rojitas -este último requirió ser hospitalizado-, los
pendencieros muchachones intentaron hacer lo propio con  Silvero -ya como entrenador de Boca- y Roberto Rógel, quienes repelieron el violento abordaje a puño limpio. Lastimosamente,  Raúl Armando Savoy no fue tan afortunado pues el mismo grupo colérico la emprendió a golpes contra su humanidad, al margen de su tentativa de defensa.
    Otro triunfo xeneize, esta vez de local. A Boca no lo impresionó en absoluto que en la fecha inmediatamente anterior River hubiera logrado su máxima goleada en partidos por Copa Libertadores al aplastar por ¡¡¡9 a 0!!! a Universitario de La Paz. De ahí  el triunfo de la divisa auriazul por 2 a 1. Los anotaciones del cuadro victorioso correspondieron a Omar Larrosa y Savoy, a los 16' y 40' del período inicial, respectivamente. Daniel Onega (2), a los 34' del complemento, convirtió el único tanto de la visita.
    Tras haberse acreditado el Grupo 1 de manera invicta, Boca pasó a la siguiente fase al igual que River, equipo que lo secundó. En aquella instancia, los clásicos rivales fueron llamados a intervenir en el Grupo A, también integrado por Universitario de Lima.
    Aun por la mínima diferencia, el club de Núñez consiguió por fin doblegar a su similar de La Ribera en la Copa Libertadores 1970. Fue el Chamaco Rodríguez quien estableció el 1-0 final a los 34' de la primera etapa.
    Producto de su inesperado empate en la Bombonera frente a la U peruana (1-1), Boca no tenía más opción que el triunfo sobre River si pretendía avanzar a semifinales. El score redundante del Superclásico reprodujo el que cuadro azul y oro había obtenido frente al conjunto limeño. En un partido en el que abundaron fallos discutidos y rispideces varias, las emociones llegaron recién en el segundo período. Mientras que a los 19' el Fantasma Onega le otorgó la ventaja transitoria a los del Feo Labruna, Ángel Clemente Rojas decretó a los 36' la igualdad definitiva, lo que se tradujo en eliminación xeneize a la vez que en clasificación de los millonarios a semifinales.
     
                                                       
 

    Hasta allí llegó River, nomás. Estudiantes, bicampeón 1968-69 de la Libertadores, sentenció la continuidad de la banda sangre en la competencia al imponerse por 1 a 0 en Núñez y 3 a 1 en La Plata. No conforme con ello, los pincharratas, conducidos por Osvaldo Zubeldía, alzaron por tercera vez consecutiva el preciado trofeo continental al superar a Peñarol (1-0 y 0-0).
    En cuanto a Boca , que nuevamente había sido marginado del torneo pese a haber primado en los cruces frente a su contrincante predilecto con idénticos números que en 1966, obró de consuelo la obtención del Nacional '70 -una vez más- en territorio riverplatense, aunque en aquella oportunidad la víctima no fue precisamente el Millo sino Rosario Central, al que batió por 2-1 en tiempo suplementario.
   Dos fueron las características principales que signaron la participación de Boca y River en la Copa Libertadores 1977. En efecto, a diferencia de lo que sucediera en las ediciones de 1966 y 1970, los de Núñez y los de La Ribera solo confrontaron en la ronda inicial, por no mencionar que uno de ellos conquistó el título por primera vez en su historia.
   Destinados al Grupo 1 de la fase inicial, en EL que cotejaron con las entidades uruguayas de Peñarol y Defensor Sporting, los xeneizes se habían clasificado al certamen al enlazar en 1976 los campeonatos Metropolitano y Nacional. Fue en este último que el cuadro boquense se impuso en la final ante River por 1 a 0 con el gol invisible del Chapa Suñé -de tiro libre-, superclásico que hasta no hace mucho creíamos único, irrepetible. Así, el Millonario debió enfrentar a Huracán -subcampeón del Metro- en un repechaje válido para acceder a la copa, lo que finalmente logró al golear en la Bombonera al club de Parque Patricios por 4 a 1.
    Dirigido por el Toto Juan Carlos Lorenzo -de breve ciclo como DT de River, en 1967-, Boca debutó en la Libertadores '77 superando agónicamente en condición de local a su archienemigo por 1 a 0, con gol de Roberto Mouzo a los 89', a modo de rebote del penal que parcialmente había contenido el Pato Fillol.
    No se jugó en el Monumental y/o Estadio Antonio Vespucio Liberti ,entonces en plena refacción para oficiar de sede de la Copa del Mundo 1978, sino en otro fastuoso escenario: el Palacio Tomás Adolfo  Ducó (3). El desquite fue un deslucido empate sin tantos por la fecha final del Grupo 1, del que Boca se proclamó puntero absoluto e invicto. De esa manera, el elenco de La Ribera, con su valla invicta, fue el único en avanzar a la siguiente fase pues solo accedía allí el participante mejor posicionado de cada zona.
    Luego de haber liderado el Grupo A de las semifinales merced a las victorias logradas tanto de local como de visitante sobre Libertad de Paraguay por 1 a 0, a la vez que librado arduas batallas con el Deportivo Cali comandado por Carlos Salvador Bilardo, con el que igualó 1 a 1 aquí y allá, Boca se coronó campeón de la Copa Libertadores al prevalecer en la instancia culminante sobre Cruzeiro al cabo de tres parejos encuentros. Al triunfo xeneize en la Bombonera por la mínima le siguió el mismo resultado aunque favorable a Cruzeiro en el Mineirão de Belo Horizonte. La llave se definió en ocasión del desempate disputado en el Estadio Centenario de Montevideo. Allí, el conjunto auriazul -que en realidad vistió de blanco para evitar confusiones con el color predominante de la casaca de su similar brasileño- se impuso por 5 a 4 en la serie de penales, después de haberse jugado 120' - 90' reglamentarios + 30' de prórroga- sin que se quebrantara la paridad.
                                           
                                                 

    Entre la cosecha de su primera estrella mundial (4), al haber doblegado al Borussia 
Mönchengladbach -2 a 2 y 3 a 0, el último score en calidad de visitante-, y su estreno como defensor del título en la Copa Libertadores, apenas transcurrió poco más de un mes y medio. No obstante, su status privilegado le allanó el camino. Fue así que Boca arrancó su participación en el máximo torneo sudamericano, edición 1978, recién en semifinales. Por su parte, River -clasificado como ganador del Metro '77- arribó a aquella fase tras haber escalado a la cima del Grupo 1 sin conocer la derrota, en el que a su vez intervinieron Independiente y dos equipos oriundos de Ecuador, Liga de Quito y El Nacional, todos ellos eliminados del certamen.
    Posteriormente a que se les consignara componer el Grupo A de la segunda ronda junto con Atlético Mineiro, Boca recibió a River para empatar 0 a 0. En la revancha, que coronó el desarrollo de la zona, la escuadra xeneize venció como visitante a su archirrival por 2 a 0 con goles de dos futbolistas que otrora se habían desempeñado en el Millo: el Héber Mastrángelo (64') y el Loco Salinas (77'), con lo que los de La Ribera -amén de propiciar la despedida del certamen del club de Núñez- clasificó a las finales.
    Así las cosas, Boca conquistó su primer bicampeonato de América al vapulear en la Bombonera al Deportivo Cali del doctor Bilardo por 4 a 0, después de que en el cotejo de ida, jugado en Colombia, hubieran igualado sin abrir el tanteador. De esa manera, el de La Ribera ostenta la condición de integrar la selecta nómina de seis equipos que, invictos, se acreditaron la Copa Libertadores (5), con el plus de haberse consagrado campeón mundialmente el mismo año que la Selección Argentina como local, ambos por primera vez (5).

                                                       


     Diametralmente opuesta fue la performance del cuadro azul y oro en la Libertadores '82. Eternamente integrantes del Grupo 1 en la rueda preliminar, Boca y River -ganadores del Metropolitano y Nacional de 1981, en ese orden- se enfrentaron con Jorge Wilstermann y The Strongest, ambos de Bolivia.
     Soporífero espectáculo, el que se ¿brindó? en feudo xeneize. En coincidencia con el cumplimiento exacto del vigésimo aniversario de la presentación oficial de Hugo Orlando Gatti en Primera División -como arquero de Atlanta-, el Superclásico terminó igualado en cero. ¿La figura del encuentro? Desde ya, el Loco de Carlos Tejedor, quien entre 1964 y 1968 se desenvolvió en River.
     Holgado puntero de su zona al haber realizado una campaña dotada de cinco triunfos y un empate, el Millo despidió del certamen a un ya eliminado Boca -cuarto sobre cuatro equipos- derrotándolo como local por 1 a 0, en un duelo de alineaciones alternativas. El autor del único tanto del partido fue Enzo Bulleri, a los 26' de la segunda mitad. En contraste, la producción riverplatense en semifinales. En esa instancia fue vapuleado a voluntad tanto por Peñarol -postrero campeón del torneo al batir en la llave decisiva a Cobreloa (0-0 y 1-0)- como por Flamengo. De hecho, la Banda Roja sucumbió en la totalidad de los enfrentamientos que allí sostuvo.
    Cuatro años después, no solo repitió River el nivel exhibido en la rueda preliminar sino que a su vez rompió por fin un estigma que había amenazado con eternizarse.
     Indiscutido campeón de la temporada 1985-86, el cuadro millonario formó parte del Grupo 1 -para variar- con Boca -ganador de la Liguilla Pre-Libertadores luego de remontar heroicamente la serie final ante Newell's-, Peñarol y Montevideo Wanderers.
     El décimo quinto encuentro copero protagonizado por los dos clubes de mayor arraigo del fútbol argentino fue precedido por la ¿vuelta olímpica? que los riverplatenses habían dado en el estadio que a partir de aquel año pasó a denominarse Camilo Cichero, coronada por los (dos) goles convertidos por el Beto Norberto Osvaldo Alonso. El primero de ellos, al conectar de cabeza la famosa pelota naranja de cara a los furibundos partidarios del club anfitrión, quienes al concluir el match arrojaron objetos contundentes diversos a los jugadores millonarios. Ni siquiera el DT de la visita, Héctor Rodolfo Veira -de ulterior paso por La Ribera-, se salvó de la agresión, aunque la misma provino de los antiguos palcos de la Bombonera.
     Con todo, el desarrollo del Superclásico programado para tan solemne fecha patria - el 9 de julio- distó de semejarse a su antecesor. Es más, los miembros del plantel de la Selección Argentina que por esos días acababa de coronarse campeona del mundo en México 1986 -y su cuerpo técnico- fueron agasajados en el verde césped. Por increíble que resulte, Diego Armando Maradona fue ovacionado por ambas hinchadas al recibir su merecida plaqueta. A Carlos Bilardo, adiestrador del combinado albiceleste, también lo envolvió una cálida recepción. Distinto fue el caso de Oscar Alfredo Ruggeri, a quien la parcialidad xeneize le prodigó gruesos insultos al no perdonarle su cruce de vereda sin escala intermedia, en el despuntar de la temporada anterior.
     Pese a su intento por abstraerse de la atmósfera que los circundaba, Boca y River ofrecieron un partido chato. El local -de neto predominio territorial- inauguró el marcador a los 35' del primer período, al convertir su penal el Murciélago Graciani. La merecida aunque exigua ventaja a favor de los auriazules posibilitó que, a falta de un minuto para el epílogo del match, Roque Raúl Alfaro decretara el 1-1 inamovible en una de las contadas oportunidades en que los de Núñez arrimaron peligro a la valla custodiada por el Loco Gatti.
    Tal como había ocurrido en la edición '82, River -cómodo líder del Grupo 1- se aprestaba a cerrar su participación en la zona preliminar confrontando con un Boca sin chances de avanzar a la siguiente ronda. De ahí que los de La Ribera presentaran un equipo muletto entre cuyos suplentes figuraba Raúl Alfredo Lalo Maradona, hermano del Diez, quien aquella noche registró su debut -y despedida- en el haber del Superclásico. Sin embargo, el Millonario solo se impuso por 1 a 0 producto de la anotación del uruguayo Antonio Alzamendi Casas a los 15' del complemento.
    Argentinos Juniors -defensor del título que por primera y única vez en su existencia obtuvo en 1985, al cabo de la tripartita final que libró con América de Cali - y el Barcelona ecuatoriano resultaron los adversarios de River en la instancia semifinal, Grupo A.
    Pronto, el equipo dirigido por Veira descubrió que el club de La Paternal sería EL rival a vencer. Tanto, que el conjunto millonario distó de ejercer en los tres cotejos en que enfrentó a los Bichos Colorados la incontrastable superioridad evidenciada ante los de Ecuador. Más aún, River  apenas logró adjudicarse la instancia eliminatoria al haber convertido más goles a nivel global en su zona que los que sumó Argentinos, con el que amén de asumir su primer y único traspié en la competición (0-2), no consiguió siquiera anotarle un tanto a la vez que le significó un verdadero suplicio el desempate jugado en cancha de Vélez.
    Inclusive las finales se le insinuaron largamente más sencillas a River en comparación. La sensible baja del Pelado Centurión -top scorer de la campaña millonaria con siete conquistas-, desafectado de la más decisiva instancia copera al haber dado positivo un examen antidóping en el torneo doméstico (6), casi que no se notó. Las actuaciones de su reemplazante, Juan Gilberto Búfalo Funes, fueron determinantes en los respectivas victorias sobre América de Cali como visitante y local por 2-1 y 1 a 0, gracias a las cuales la insignia millonaria flameó por primera vez en la más elevada cumbre continental (7).

                                               

    No contento con haberse adueñado de la Copa Libertadores, el cuadro de Núñez viajó a Japón para adjudicarse el único título mundial que ostentan sus vitrinas al derrotar a Steaua Bucarest de Rumania por 1-0. Así, el Beto Alonso "se retiró campeón" -tal como lo certifica un viejo hit del tablón- a la vez que tres de sus compañeros de plantel lograron un auténtico récord. Es que, durante la temporada 1986, el Cabezón Ruggeri, el Negro Enrique y Nery Pumpido no solo se consagraron en los ámbitos nacional, sudamericano e intercontinental, sino que asimismo fueron partícipes estelares de la Selección Argentina que obtuvo el Mundial celebrado en México.
   Cinco fueron los años que transcurrieron hasta que los perennes contendientes volvieron a coincidir en la Copa Libertadores. En la versión 1991 de la tradicional competición se les consignó a River y Boca formar parte del Grupo 1 de la ronda inicial, aunque sus contrincantes, Bolívar y Oriente Petrolero, procedían de Bolivia.
   Si no fuera porque se encuadró en la rueda preliminar del certamen, el de la estival noche del miércoles 27 de febrero de 1991 habría sido el de más emocionante -¿o infartante?- resolución de cuantos Superclásicos coperos se hayan disputado. Ni aun el más fanático hincha xeneize se habría ilusionado con tan resonante triunfo de su equipo predilecto luego de que el Millo dominara abrumadoramente tanto el resultado como el trámite del encuentro durante el primer tiempo y fracción.
   Bastaron solo 9' para que River plasmara su incipiente superioridad en el marcador, después de que Juan José Borrelli sometiera -de cabeza- al Mono Navarro Montoya. Apenas 120'' más tarde, otro testazo, a través del Chapa Gustavo Zapata, amplió la ventaja para la visita, que parecía dispuesta a florearse en plena Bombonera. El esbozo de reacción de los de la Ribera sobrevino a los 28', al descontar Diego Fernando Latorre. Sin embargo, un inexistente penal concedido al elenco de Núñez posibilitó que  Borrelli decretara a los 31' el merecido 3-1 con que su equipo -aun disminuido en sus filas por la expulsión del Negro Astrada- se marchó al intervalo.
    Apuntalado por el incesante aliento de su parcialidad, el conjunto xeneize usufructuó desde la mismísima reanudación la inferioridad numérica de su rival hasta propiciar su inevitable repliegue. No tardó, por tanto, en llegar el segundo gol del anfitrión gracias a un preciso cabezazo de su reserva temperamental, Blas Armando Giunta, a los 11'.
   De ese modo, la representación azul y oro se propuso forzar el empate a lo Boca. De ahí la patriada de su segundo zaguero central, Víctor Hugo Marchesini, quien luego de combinar con Latorre rubricó a los 19' el 3-3 previo a que el propio Gambetita desencadenara el frenesí bostero -en las tribunas y en el campo de juego-, producto de su golazo de tijera que se tradujo en victoria xeneize por 4-3 cuando faltaban 3' para la culminación del encuentro. Fue -y sigue siendo- aquel el Superclásico
internacional que mayor cantidad de goles registra.

       
   Contrariamente a lo que pudiera presuponerse, no fue River el que se tomó una revancha Monumental, sino un delantero de Boca que, defenestrado por el cuerpo técnico del cuadro de Núñez, se animó a actuar de refuerzo de las huestes enemigas sin escala intermedia.
   Al respecto, Gabriel Omar Batistuta, relegado integrante del conjunto millonario campeón a nivel local en la temporada anterior, le enseñó cuán equivocado estaba a Daniel Alberto Passarella- entrenador que determinó el fin de su ciclo con la casaca banda sangre- al señalar las conquistas con que los auriazules se impusieron por 2 a 0. La primera de ellas, de penal, a los 23' del período inicial; la definitiva, a los 42' del complemento. Con tan auspiciosa victoria, el equipo boquense reafirmó el comienzo de una racha de ¡¡¡13!!! partidos consecutivos y/o de dos años de duración -lapso comprendido entre los veranos de 1991 y 1993- sin caer derrotado ante su acérrimo adversario, ya fuese por clásicos amistosos u oficiales, incluidos los duelos coperos.
    Resuelto a marginar de la competencia a su eterno oponente aun de manera indirecta, Boca recibió a Oriente Petrolero en la última fecha de la fase de grupos. Puesto que a ambos clubes les alcanzaba con un empate para avanzar a la siguiente ronda, con lo que River quedaría eliminado al ocupar la cuarta y última ubicación en la zona, hay quienes sospechan que los contendientes de ocasión se confabularon para perjudicar al Millo. Fue así que, luego de un exasperante segundo tiempo en el que ambos se abocaron a la ley del menor esfuerzo, el Xeneize y su similar boliviano igualaron 0 a 0. Vaya paradoja: bajo la dirección técnica de Passarella, la entidad de Núñez se despidió en tres oportunidades de la Libertadores en primera ronda (1991, 1993 y 2007).
    Claro que el presunto ardid proclive a cesar la participación de River en el torneo le costó carísimo al club azul y oro en la proximidad de la instancia definitoria. Clasificado a la ronda de eliminaciones directas como escolta de Bolívar en el Grupo 1, Boca se deshizo sucesivamente de Corinthians (3-1 y 1-1) y de Flamengo (1-2 y 3-0) antes de asumir en las semifinales dos dificultosos compromisos ante Colo Colo.
     Precedido por su ajustado triunfo en el ex Camilo Cichero (1-0), el team de La Ribera cruzó la cordillera de los Andes para llegarse hasta el Estadio Nacional de Chile y protagonizar uno de los más bochornosos enfrentamientos por trofeos internacionales del continente (sud)americano. Si bien el conjunto colocolino había mostrado una manifiesta supremacía a lo largo del cotejo, el tercer gol señalado por los locales -en posición dudosa- desató una cruenta batalla campal. La delegación boquense, abrumadora mínoria, se vio obligada a ofrecer tenaz resistencia ante jugadores, cuerpo técnico, ball boys -en rigor, persuasivos treintañeros y cuarentones-, particulares y carabineros chilenos. Reanudado el match, la ventaja se mantuvo firme: Colo Colo -a posteriori, campeón del certamen- le ganó a Boca por 3 a 1.
    Los avatares xeneizes no culminaron con la accidentada eliminación pues el Maestro Oscar Tabárezentrenador auriazul, y Blas Giunta fueron exhortados a comparecer ante las autoridades trasandinas por su participación en los encarnizados incidentes. Para colmo, el primer equipo de Boca fue doblegado por Newell's en las finales del campeonato local y, en el segundo semestre del año '91, apenas si lo consoló el segundo lugar obtenido en el Torneo Apertura, logrado ampliamente por su acérrimo adversario.
    ¿Tregua? ¡De ningún modo! En contrapartida, xeneizes y millonarios reeditaron tres años más tarde el duelo en la faz continental en una competición de estrecho vínculo con la que chocaron durante casi tres décadas, aunque con una diferencia sustancial. La Supercopa Sudamericana, trofeo que entre 1988 y 1997 se disputaron los clubes que hubieran conquistado la Libertadores, inauguró la modalidad que en lo sucesivo signaría el desarrollo del Superclásico en su versión internacional.

                                               
                 
    River y Boca realizaron su presentación absoluta en el mano a mano copero en sintonía con los cuartos de final de la Supercopa '94. Después de la sosa paridad derivada del partido de ida (0-0), jugado en el A.V. Liberti, los de la franja oro cruzada y los de la banda roja oblicua empataron 1 a 1, por lo que la llave se definió a través de remates desde el punto penal. En tal instancia de resolución, el equipo de La Ribera despachó a su perpetuo oponente al superarlo por 5 a 4. Pese a ello, la escuadra comandada por César Luis Menotti sucumbió en las finales ante Independiente - o sea, la vendetta del Rojo por el título que como local había cedido en la edición 1989- al igualar en un tanto en la Bombonera y caer por la mínima en la ex Doble Visera de Cemento, mientras que el Millo salió campeón invicto del Apertura.
     Indudablemente, a partir de la serie que los enfrentó en la Supercopa, se produjo un vuelco patente en el dinámica del Boca-River a nivel continental. Así lo confirman los cruces a todo o nada que de allí en más caracterizarían el devenir del eterno clásico, especialmente en la Copa Libertadores. Ya no volverían a cotejar en fase de grupos. Ya no habría vuelta atrás...


                                           
                                                       Tendencia en alza
   
                                                             
                                                     
      Fue tal la evolución que experimentó el tradicional enfrentamiento que sostienen Boca y River en lo concerniente a la Copa Libertadores que, en un período de solo 18 años, lejos de cotejar en la ronda preliminar, se enfrentaron en todas y cada una de las instancias de eliminación directa del más prestigioso certamen internacional del continente americano.
      El estreno de los duelos librados por ambos equipos remite a los cuartos de final de la edición 2000, a la que el cuadro xeneize había accedido al acreditarse consecutivamente los torneos Apertura 1998 y Clausura 1999 mientras que su par millonario hizo lo propio tras imponerse a Gimnasia por 3 a 2 en el desempate de clubes subcampeones de la temporada doméstica.
     Luego de que se consolidaran como punteros de sus respectivas zonas al cabo de la rueda inicial, los tradicionales antagonistas exhibieron una notable superioridad ante sus rivales de octavos de final. A ese respecto, Boca eliminó a El Nacional de Ecuador al igualar 0 a 0 en Quito y, posteriormente, vencerlo por 5 a 3 en La Bombonera. A su vez, River goleó a domicilio a Cerro Porteño (4-0) para derrotarlo apenas por 1 a 0 en el Vespucio Liberti, en el partido de vuelta.
    A propósito, fue el mismo Monumental el escenario escogido para que el conjunto de Núñez y su par de La Ribera abrieran una de las llaves correspondientes a los cuartos de final. No obstante, producto del impiadoso temporal que por aquellos días flageló a gran parte de nuestro país, recién en la víspera se autorizó la realización del encuentro, de modo que la concurrencia resultó pobre para un espectáculo de tamaña envergadura.
    Precedido por el empate en un tanto válido por el Torneo Clausura -en el que la banda sangre logró el bicampeonato argentino-, que se anticipó por escasas 72 horas al desafío copero, el cuadro riverplatense se impuso por 2 a 1. El colombiano Juan Pablo Ángel estableció el 1-0 parcial a los 14' del tramo inicial, después de beneficiarse de la fallida salida de su compatriota Óscar Córdoba, arquero de los auriazules. El empate de la visita se produjo a los 31', como consecuencia del golazo de tiro libre rubricado por Juan Román Riquelme. Ya en el 1' del complemento, el Conejito Saviola le concedió la ventaja definitiva al elenco anfitrión, mezquina a la vez para el desquite a dirimirse en Brandsen 805.
    Sin embargo, el director técnico riverplatense, Américo Rubén Gallego, confiaba plenamente en la posibilidad de sus subordinados de conseguir un triunfo en la Bombonera. Inclusive, el Tolo -dotado de ínfulas de excesiva suficiencia- se permitió ironizar respecto de la especie que afirmaba que el artillero xeneize, Martín Palermo -ajeno a la práctica activa desde hacía seis meses, producto de la rotura de los ligamentos cruzados de su rodilla derecha que, pese a todo, no le impidiera anotar frente a Colón el gol número 100 de su carrera profesionaliría a reaparecer en la revancha frente a River. Tan es así que, en conferencia de prensa, el entrenador del Millo aseguró que si el máximo goleador de la historia de Boca surgía en el rectángulo de juego, él requeriría los servicios del ídolo uruguayo Enzo Francescoli, hoy mánager de la institución de Núñez, ya retirado del fútbol.
     La verdad -en toda la extensión de la palabra- distó abismalmente de consustanciarse con las declaraciones vertidas por Gallego. Si tanto confiaba en sus dirigidos no habría propuesto tan timorato esquema, compuesto por más defensores que delanteros y mediocampistas juntos. Al concluir el primer período (0-0), su equipo solo estaba logrando la clasificación porque la alineación de La Ribera -de holgado predominio territorial- había fallado sistemáticamente en la estocada final.
    En contrapunto, el rendimiento del team de Carlos Bianchi no bien reiniciado el cotejo. Aun pese a que la necesidad de obtener el triunfo lo apremiaba, el anfitrión adelantó ordenadamente todas sus líneas, lo que propició al mismo tiempo la neutralización del planteo de contragolpe ordenado por el adiestrador de los visitantes y el consiguiente  -que no infalible- retroceso de sus players.
   Así, el Xeneize decretó la apertura del tanteador. Fue a los 14' que, luego de dominar la pelota en el círculo central, el magistral Román Riquelme se recostó sobre la izquierda del ataque de Boca y atrajo sobre sí la marca de cinco futbolistas riverplatenses antes de enviar un centro pasado en dirección del Chelo Delgado, quien aprovechó el error de cálculo compartido entre el zaguero nacido en Colombia, Mario Yepes, y del portero millonario, Roberto Bonano.
   Cuando restaban apenas 6' para el epílogo del determinante cotejo, Roberto Luis Trotta frenó la incursión ofensiva de Sebastián Battaglia cometiéndole penal al volante auriazul. El remate desde los 12 pasos, a cargo de Riquelme, amplió la merecida ventaja para Boca, con lo que el local avanzaba automáticamente a la siguiente fase.
   Nefasta noche, la de River...y la de Gallego. La peor de sus pesadillas devino realidad: previo al exquisito caño de Román a Yepes, el Tolo fue testigo involuntario del resurgimiento del mismísimo Martín Palermo, quien a los 45' le otorgó a Boca el definitivo 3 a 0 -el más abultado triunfo de la historia copera del Superclásico-, lo que equivalió en simultáneo a la clasificación a semifinales del conjunto xeneize en desmedro de su similar millonario, eliminado.

                                                           
     La goleada de Boca sobre América de México en el partido de ida en La Bombonera (4-1) invitaba a presagiar que el pase a la fase culminante resultaría un mero trámite. La reacción del equipo azulcrema en el Estadio Azteca, sin embargo, desestimó el optimista vaticinio. De hecho, en determinado pasaje del encuentro, las Águilas triunfaban por 3-0, por lo que la serie debía definirse por penales. Solo el mentado cabezazo de Walter Samuel a 7' del cierre del cotejo puso a Boca en las finales para enfrentarse a Palmeiras, campeón defensor del título.
     Allí, los auriazules, locales, se iniciaron en la instancia decisiva con un empate 2 a 2 -a manera de curiosidad, ambos goles boquenses fueron señalados por un lateral izquierdo, Rodolfo Martín Arruabarrena-, lo que inmediatamente motivó que Palmeiras creyera que repetir la consagración de la edición anterior sería por demás sencillo. No por nada el DT del cuadro paulista, Luis Felipe Scolari, afirmó públicamente en la víspera del desquite que tanto él como sus dirigidos ya se sentían campeones.
     Atento al testimonio formulado por el entrenador de la Selección brasileña que obtuvo la Copa del Mundo de Corea del Sur-Japón  2002, Carlos Bianchi procuró tocarles el orgullo a sus dirigidos empapelando el vestuario visitante del ya demolido estadio Parque Antártica con impresiones en la que constaban las aventuradas declaraciones de Felipão.
     Si bien su performance no fue especialmente brillante, la alineación xeneize opuso temple a la adversidad. Es más, si no le hubieran anulado su gol al Vasco Arruabarrena, quien no había incurrido en offiside, lo habría ganado en los 90 minutos reglamentarios. Producto de la igualdad en cero redundante -sumados los 30' del alargue-, la visita se encomendó a la definición por penales para finiquitar el pleito, en la que superó a su rival por 4 a 2. Fue así que Boca se coronó campeón de la Libertadores -logro que reprodujo en la edición inmediatamente posterior- después de 22 años. La temporada 2000 arrojó saldo por demás superavitario para el equipo azul y oro puesto que, además, conquistó el Torneo Apertura y la Copa Intercontinental, tras superar al Real Madrid por 2 a 1.
      Los liderazgos indiscutidos de Boca, clasificado automáticamente al haber levantado la copa en 2003, y River-que consiguió su plaza como ganador del Clausura del mismo año- en los diferentes grupos de que fueron parte en primera ronda se replicaron en 2004. En principio, las fases de eliminación directa les deparó sendos halagos. Mientras que la escuadra de La Ribera derrotó respectivamente a Sporting Cristal -3 a 2  y 2 a 1- y a São Caetano -0 a 0 y 1a 1 (4-3)-, en octavos y cuartos de final, los millonarios realizaron otro tanto frente a Santos Laguna -1 a 0 y 1-2 (5 a 3)- y a Deportivo Cali -1 a 0 y 3 a 1-, para protagonizar ambos un nuevo mano a mano , inédito por la avanzada instancia en la que se aprontaban a cruzarse.
     Aprobada la resolución de que los Superclásicos correspondientes a las semifinales coperas se jugaran sin público visitante, lo que en el futuro se tornaría una constante, los xeneizes recibieron a su acérrimo contrincante en ocasión de un desafío plagado de fricciones y controversias.
     Antes de la debacle, eso sí, el local adoptó la iniciativa a los 28', luego de que Guillermo Barros Schelotto -actual entrenador de Boca- tomara el rebote proveniente de un córner y enviara un centro que Rolando Schiavi conectó de palomita para el delirio de la concurrencia auriazul.
     Tan solo 3' más tarde, Marcelo Daniel Gallardo -hoy técnico de River- le cometió infracción a Alfredo Raul Cascini, cuya espontánea reacción fue repelida por el entonces mediocampista ofensivo del cuadro de Núñez. Intercambio de cabezazos y pechazos mediante, ambos futbolistas fueron expulsados, a lo que procedió un tumulto generalizado de dilatada duración que arribó a su más álgido instante cuando el Muñeco -o Napoleón, más acorde a su presente labor- lo arañó en la cara al Pato Abbonzandieri, arquero de Boca. Una vez reanudado el cotejo, el Chino Ariel Garcé completó la nómina de cuantos vieron la tarjeta roja en la etapa inicial, por juego brusco.
    No fue que en la segunda mitad los ánimos se aquietaron hasta el sosiego. Amén de abundar asperezas de toda clase -que incluyeron desde cortitos al mejor estilo Martín Karadagian hasta tacazos en regiones pudendas-, se suscitaron fundamentalmente dos fallos polémicos en detrimento del Xeneize que incidieron sobremanera en el exiguo triunfo a su favor por 1 a 0: 1) la lícita conquista que se le anuló al lateral derecho José María Pampa Calvo por considerar -erróneamente- el juez de línea Juan Carlos Rebollo que el Mellizo Guillermo se hallaba inhabilitado en la maniobra previa; 2) el grosero penal a manos -nunca mejor dicho- del Chacho Eduardo Coudet próximo a la conclusión del encuentro quien, cual consumado goalkeeper ,voló situado en el área grande de su equipo para desviar ilegítimamente la trayectoria del tiro libre indirecto ejecutado por Carlos Tevez, desconocido por el referí Claudio Martín.
                                                         
 
    Ya en el arranque del primer tiempo de la revancha, el perjudicado por las determinaciones arbitrales fue River. A ese efecto, Héctor Baldassi ignoró un claro penal del Flaco Schiavi a Maxi López, derribado cuando a los 15' se disponía a capitalizar en privilegiada posición un centro de sobrepique servido desde la derecha, para inflar las mallas del arco que da al Río de la Plata, cuya sanción y consecuente conversión le habría proporcionado al club millonario la merecida ventaja parcial ante un Boca que apenas acercó cierto peligro a través de remates de larga y mediana distancia.
    Poco después de haberse reiniciado el match, previa expulsión del volante auriazul Fabián Vargas, la entidad de Núñez tradujo en gol la supremacía que hasta entonces había manifestado. Fue a los 50', a instancias de un estupendo remate cruzado de Lucho González que coronó una eficaz maniobra individual del propio jugador.
    De allí en más, Boca, incapaz de edificar situaciones de peligro desde lo colectivo con la que conseguir la igualdad, se apoyó en las aptitudes individuales de sus footballers para lograr el desequilibrio.
     Hábil como él solo para manejar los tiempos de tan convulsionado clásico, Guillermo Barros Schelotto empezó a jugar un partido aparte con jugadores, cuerpo técnico e hinchas de River. En cuestión de breves minutos, el apercibido Mellizo -a quien desde las tribunas millonarias se le arrojó proyectiles de todo tipo- gestó la expulsión de Rubens Sambueza y hasta de Hernán Edgardo Díaz, ayudante de campo del entrenador de la banda roja, el Negro Leonardo Rubén Astrada. Casualidad o causalidad, en la misma secuencia se retiró lesionado el marcador de punta izquierdo riverplatense, Ricardo Rojas, pues la alineación local ya había introducido las tres variantes reglamentarias.
      Acto seguido, se produjo el empate de Boca. El entonces juvenil valor xeneize, Franco Cángele, desbordó por la izquierda para enviar un centro atrás en búsqueda de Tevez quien, ubicado en la puerta del área chica a la vez que favorecido por el yerro de Cristian Nasuti en su intento de rechazo, vulneró a los 35' la valla riverplatense. La burlona celebración de su tanto, en la que emuló el típico aleteo de una gallina, motivó que el árbitro Baldassi echara de la cancha al Apache.
       Herido que no entregado, River ofrendó una inmediata muestra de recuperación anímica a los 70 000 fanáticos que abarrotaron el Monumental al meter a Boca dentro de su campo para finalmente lograr el 2-1 que le restituía sus aspiraciones de pasar a la final. Sucedió a los 49', cuando Fernando Cavenaghi sirvió un tiro libre desde la izquierda que recayó en la posición del Tano Nasuti -pavada de revancha-, cuyo remate rasante franqueó la valla defendida por Abbondanzieri. No hubo tiempo para más, salvo para la más crucial definición por penales de la historia del Superclásico.
      Uno por uno, los ejecutores de uno y otro equipo fueron intercalando eficacia en el trascurso de la serie de cinco. Así pasaron el Matador Salas, Schiavi, el Rolfi Montenegro, Pablo Álvarez, Cavenaghi, Pablo Ledesma y Nicolás Burdisso; con lo que, momentáneamente, Boca se imponía por 4 a 3. La tendencia se quebró cuando el Pato Abbondanzieri conjuró su remate a Maxi López para que Javier Villarreal vulnerara la resistencia de Germán Lux y concediera a los dirigidos por Bianchi el acceso a la fase culminante.

                                               

      Sin embargo, el cuadro entonces vigente campeón de América y del mundo resultó incapaz de doblegar en las finales de la Libertadores 2004 al modesto Once Caldas, con el que igualó tanto 0 a 0 en la República de La Boca como 1 a 1 en Manizales, en donde cayó 2-0 en la tanda de penales que desempató la serie. La temporada internacional de los de La Ribera -en la que medió otro inesperado revés, como el que significó la disputa de la Recopa ante Cienciano- se cerró con la conquista de la Copa Sudamericana. River, por su parte, solo tuvo su consuelo en el ámbito nacional al adjudicarse el Torneo Clausura.
      Con el antecedente más que fresco de su reivindicación copera ante su rival por excelencia en la misma Sudamericana 2014 en la que se consagró campeón, el Millo se propuso volver a eliminar a Boca en la Libertadores '15. Desde luego, el club de Núñez estaba obligado a encauzar su rendimiento de la ronda inicial -Grupo 6- si pretendía que se cumpliera su propósito, dado que se había clasificado a octavos de final en la última jornada de la fase preliminar como el peor de los segundos del certamen. Allí lo aguardaba el imbatido Xeneize, que en el extremo opuesto se había acreditado la Zona 5 realizando hasta ese momento la mejor campaña de la competición.
      Jugado en el Antonio Vespucio Liberti, el chivo partido de ida estuvo plagado de brusquedades excesivas, fundamentalmente a cargo de los futbolistas de River. Las arteras patadas que Ramiro Funes Mori y Lionel Vangioni les pegaron a Pablo Pérez y Fernando Gago, respectivamente, pudieron haber derivado en su expulsión directa. Recién sobre la conclusión del encuentro el árbitro Germán Delfino castigó con tarjeta roja una violenta infracción de Teo Gutiérrez en perjuicio de   
Guillermo Burdisso. Es más, si el referee hubiera visto los puñetazos que le acertó al mismo Gago en la espalda baja, el uruguayo Carlos Sánchez se habría tenido que marchar irremediablemente al vestuario antes de convertir a los 37' el gol de penal que redundó en el triunfo del elenco de Marcelo Gallardo por 1 a 0.
     Nobleza obliga: que el cuadro millonario hubiera trascendido el umbral del reglamento en lo que a agresividad atañe no lo despoja de su merecida victoria. Superado en el trámite, su par azul y oro apenas si había generado situaciones de peligro en el arco rival.
     Peor aún, el conjunto auriazul no logró siquiera primar territorialmente en la acotada revancha albergada por el Estadio Alberto J. Armando. Es que, cuando los futbolistas de River se aprestaban a reaparecer en el campo de juego a través de la manga inflable procedentes de los camarines para la reanudación del clásico, un grupo de vándalos disfrazados de hinchas de Boca les arrojó gas pimienta infligiéndole lesiones heterogéneas. Entre otros, los representantes riverplatenses más afectados fueron Leonardo Ponzio, Matías Kranevitter, Ramiro Funes Mori y Vangioni.
     Inexplicablemente, ante supina imprudencia, se resolvió apelar a un tiempo... prudencial con la esperanza de que los damnificados se recuperaran. Finalmente, después de más de una hora de vana espera, afloró el sentido común y se decretó la suspensión del match. En esa dirección, el Tribunal de Justicia de la CONMEBOL se expidió determinando la marginación de Boca del certamen a la vez que el triunfo de los de Núñez por 3 a 0. Adicionalmente, se instó a la institución de La Ribera a jugar cuatro partidos consecutivos a puertas cerradas en condicional de local e idéntica cantidad de cotejos sin concurrencia de su público cuando le tocara oficiar de visitante, así como a abonar una multa de US$ 200.000.

                                           

      Tras haber eliminado a su archirrival en el plano internacional en dos oportunidades en un lapso de seis meses -ídem Gallardo a Arruabarrena en el duelo de entrenadores-, River se deshizo sucesivamente de Cruzeiro (0-1 y 3-0) y de Guaraní de Paraguay (2-0 y 1-1) para confrontar en las finales con Tigres de México. Previo empate sin tantos en la nación azteca, River conquistó por tercera vez la Copa Libertadores -después de largos 19 años- al derrotar a su contrincante por 3 a 0, idéntica diferencia por la que cayó ante el Barcelona de Messi en el Mundial de Clubes al término de la temporada. Entretanto, Boca mitigó la desazón que le reportaron los choques ante su máximo adversario con la consagración en el ámbito doméstico.
      Por fin, la(s) finalísima(s). Durante la primera rueda de la Copa Libertadores en curso, River lideró absolutamente el Grupo D sin haber perdido un solo partido. Por su lado, Boca, actual bicampeón argentino, ocupó la segunda posición de la Zona B y clasificó con angustia a octavos de final.
     En esa instancia, los de Núñez se impusieron a Racing (0-0 y 3-0), mientras que Boca batió a Libertad (2-0 y 4-2). Por cuartos de final, el conjunto de la banda roja se cargó al otro equipo de Avellaneda, Independiente, tras igualar 0 a 0 en el Estadio Libertadores de América y superarlo por 3 a 0 en el Monumental, al tiempo que los auriazules dejaron en el camino a Cruzeiro al ganar 2-0 como local y empatar 1 a 1 en Belo Horizonte. Ya en semis, los millonarios afrontaron una complicada llave frente a Gremio: después de perder 1-0 en casa, se rectificaron con una victoria por 2-1, en la que adoptaron vital importancia los goles de visitante señalados por el equipo de Gallardo. Los de La Ribera despacharon a otro equipo brasileño, el Palmeiras, producto de su triunfo en el Alberto J. Armando por 2 a 0, antes de la paridad que le correspondió en carácter de visitante (2 a 2).
    Solo así los eternos antagonistas se dispusieron a enfrentarse por primer vez en su historia en las finales de la Copa Libertadores, un duelo definitorio que eclipsa tanto al triunfo favorable a Boca por 1 a 0 en el Presidente Perón, válido por la resolución del Campeonato Nacional 1976, como a la reciente obtención de la Supercopa Argentina por parte de River, que venció en partido único al club azul y oro por 2 a 0, el  14 de marzo de este año, en Mendoza.
                                           
                                               

    El capítulo inaugural de las superfinales coperas, en el que al igual que en las ediciones 2004 y 2015 se vetó el ingreso al público visitante, jugado hace menos de dos semanas en la Bombonera previa postergación de 24 horas por las incesante tormenta acaecida el día fijado para el desafío, deparó una igualdad en dos tantos. El autor de la conquista que abrió el tanteador fue el delantero xeneize Wanchope Ábila, quien a los 34' del primer período capturó el rebote cedido por Franco Armani de su remate original para mandar el balón a la red beneficiado por la floja respuesta del arquero millonario.
    Del mismísimo saque de mitad de cancha provino el empate de River, dirigido por Matías Biscay, técnico alterno de Marcelo Gallardo, impedido de ingresar por la suspensión de cuatro partidos que sobre sí pesa. Fue en virtud del pase en profundidad del Pity Gonzalo Martínez en procura del pique del Oso Pratto -de pasado en Boca, en donde se desempeñó tanto en las Divisiones Inferiores como en la máxima categoría, en la que apenas sumó dos presencias en el Apertura 2009-, quien le ganó el lado de adentro a su marcador, Carlos Izquierdoz, y definió con un disparo cruzado ante el guardameta de los locales, Agustín Rossi.
    Reemplazante del lesionado Cristian Pavón, quien debió abandonar el terreno de juego por un desgarro en el isquiotibial izquierdo que acaso le impedirá intervenir en el partido de vuelta a disputarse en el Monumental, Darío Benedetto estableció a los 45' el 2-1 para Boca mediante un estupendo cabezazo que sobrepasó el vuelo de Armani, es decir, el debut goleador del Pipa en el Superclásico.
    Sobre los 16' del complemento se produjo la última emoción de la tarde. El evitable foul de Pablo Pérez a Nacho Fernández se tradujo  en el tiro libre ejecutado por Pity Martínez al área grande del arco que da a Casa Amarilla para que Izquierdoz, apareado en las alturas por Pratto, peinara el balón y lo introdujera en la propia valla xeneize. La revancha es literalmente mañana.
    Hasta entonces, en la antesala de la resolución de la final más importante de la historia del Superclásico, Boca y River se enfrentaron 25 veces en lo que a Copa Libertadores respecta. El cuadro auriazul triunfó en 10 oportunidades; su par millonario, en 8. Empataron en 7 ocasiones. Los de La Ribera totalizan 25 goles, uno más que el equipo de Núñez, al añadirse los tres tantos del partido suspendido por la vuelta de octavos de final de la edición 2015, que se le dio por ganado al conjunto visitante (3-0).
     Asimismo, Boca dobla a su oponente predilecto en cantidad de títulos obtenidos (6 a 3), a la vez que prima en cruces directos (2-1). Más: hasta tanto no se defina la llave final de la corriente copa es el club azul y oro el que se acreditó el más relevante duelo asumido por los tradicionales rivales, por las semifinales de la edición 2004.
     Con todo, a la banda roja no la disuade el historial remoto; ni siquiera, que nunca haya podido obtener una victoria enl a Bombonera en el ámbito internacional oficial. La asunción de Marcelo Gallardo como director técnico de River significó un cambio de paradigma: el declamado "2 en 6", la final de la Supercopa Argentina...El Millo lo puede a Boca jugando a lo Boca. Antecedentes vs actualidad, la realidad es que la serie está abierta. Por lo demás, un anhelo del periodista: que el ganador sepa ganar, que el perdedor sepa perder. Parece un simple juego de frases hechas, pero no lo es.
 
                                       
                                 Síntesis copera de la A la Z

    River (2): A.Carrizo; Guzmán, Viéytez; Sainz, Bayo, R. Matosas; Cubilla, Sarnari, Prospitti (ST: Zywica
 D. Onega y J. Solari. DT: Renato Cesarini.
    Boca (1): Minoian; Silvero, Marzolini; C. Simeone, Sacchi, Silveira; Luna, A. C. Rojas, A. H. Rojas, Menéndez y Zarich. DT: N. R .Rossi.
    Partido nocturno correspondiente a la primera fase (Grupo A) de la Copa Libertadores 1966, jugado el jueves de 10 febrero del mismo año.
    Cancha: River.
    Recaudación total: m$n 18.568.000.
    Árbitro: Roberto Goicochea.
    Jueces de línea: Miguel Comesaña y Ángel Coerezza.
    Goles: PT: 33', Sarnari (R). ST: 12', Bayo (R); 15', A. H .Rojas (B).
    Incidencias: no hubo.

     Boca (2): Minoian (PT: O. M. Pérez); Magdalena, Marzolini; C. Simeone, Sacchi, Sofraniciuk, Luna, Zarich, A. C. Rojas, A. H. Rojas y Aimonetti. DT: N. R. Rossi.
     River (0): Gatti; Guzmán, Viéytez; Sainz, Zywica, R. Matosas; Cubilla, Zarnari, D. Onega , Prospitti y Delem. DT: R. Cesarini.
     Partido nocturno correspondiente al Grupo A de la primera fase de la Copa Libertadores 1966, jugado el jueves 24 de marzo del mismo año.
     Cancha: Boca.
     Recaudación Total:  m$n 8.080.250.
     Árbitro: Ángel Coerezza.
     Jueces de línea: Roberto Goicochea y Miguel Comesaña.
     Goles: ST: 1' y 4', A. H. Rojas (B).
     Incidencias: ST: 5', Prospitti (R) remató desviado su penal. 35', expulsado Zywica (R) por juego brusco.
   
     River (2): Gatti; Guzmán, Viéytez; Sainz, Bayo, R. Matosas; Cubilla, Sarnari, Loayza, D. Onega y J. Solari. DT: R. Cesarini.
     Boca (2): O. M. Pérez; Silvero, Marzolini; C. Simeone, Zarich, Sofraniciuk; Madurga, A.C. Rojas, A. H. Rojas, Silveira y Aimonetti. DT: N. R. Rossi.
     Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de las semifinales de la Copa Libertadores 1966, jugado el jueves 14 de abril del mismo año.
     Cancha: River.
     Recaudación total: m$n 9.024.050.
     Árbitro: Miguel Comesaña.
     Jueces de línea: Aurelio Bossolino y Ángel Coerezza.
     Goles: PT: 4', Madurga (B); 7', A. C. Rojas (B). ST: 14', Sarnari (R); 31', Silvero e/c (R).
     Incidencias: no hubo.

     Boca (1): Roma; Magdalena, Marzolini, C. Simeone, Rattín, Silveira; Pianetti, A .C .Rojas, A. H..Rojas, A. González y Zarich. DT: N. R. Rossi.
     River (0): Gatti; Guzmán, Viéytez; Sainz, Bayo (PT: O. Más), R. Matosas; Cubilla, Sarnari, Loayza, D. Onega y J. Solari. DT: R. Cesarini.
     Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de las semifinales de la Copa Libertadores 1966, jugado el miércoles 4 de mayo del mismo año.
     Cancha: Boca.
     Recaudación total: m$n 5.768.060.
     Árbitro: Ángel Coerezza.
     Jueces de línea: Aurelio Bossolino y Miguel Comesaña.
     Gol: ST: 27', A.H. Rojas (B).
     Incidencias: ST: 36', expulsado Magdalena (B) por tumulto.

     River (1): J. A. Pérez; Ferreiro, M. Á. López; Recio, Dominichi, C. M .Rodríguez; R. Pérez, Gennoni, D. Onega, Marchetti y Más. DT: Á. A .Labruna.
     Boca (3): Roma; Suñé, Meléndez, Rógel, Marzolini; O.Medina, Madurga; A. C .Rojas, Peña, Savoy y Villagra. DT: J. M. Silvero.
     Partido nocturno correspondiente al Grupo A de la primera fase de la Copa Libertadores 1970, jugado el martes 17 de febrero del mismo año.
     Cancha: River.
     Recaudación total: $ 143.814, 50.
     Árbitro: Luis Pestarino.
     Jueces de línea: Roberto Barreiro y Oscar Veiró.
     Goles: PT: 15', Villagra (B); 27', Gennoni (R). ST: 34' Y 44', Coch (B).
     Incidencias: no hubo.

     Boca (2): Roma; Suñé, A. Pérez, Rógel, Marzolini; Larrosa, Madurga, O. Medina; Savoy, A. C. Rojas y Peña (ST: Curioni). DT: J. M. Silvero.
     River (1): Carballo; Ferreiro, M.Á.López, Recio, Dominichi; R. Gutiérrez, Merlo; Montivero (ST: Gennoni), D. Onega, Trebucq y Más. DT: Á. A. Labruna.
     Partido correspondiente al Grupo A de la primera fase de la Copa Libertadores 1970, jugado el jueves 19 de marzo del mismo año.
     Cancha: Boca.
     Recaudación total: $ 10.331.500.
     Árbitro: Roberto Barreiro.
     Jueces de línea: Ángel Coerezza y Luis Pestarino.
     Goles: PT: 16', Larrosa (B); 40', Savoy (B). ST: 34', D. Onega (R).
     Incidencias: no hubo.

       River (1): Carballo (ST: J.A.Pérez); Ferreiro, M.Á.López, Laraignée; Dominichi; C.M.Rodríguez; Recio (ST: Merlo), Gennoni; N.Scotta, D. Onega y Más. DT: Á. A. Labruna.
       Boca (0): Roma; Suñé, Nicolau, Rógel, Marzolini; Madurga, O. Medina; Savoy, Coch, Novello (ST: Curioni por Novello) y Larrosa (ST: Peña). DT: J. M. Silvero.
       Partido nocturno correspondiente al Grupo A de la segunda fase de la Copa Libertadores 1970, jugado el jueves 16 de abril del mismo año.
      Cancha: River.
      Recaudación total: $ 6.973.000.
      Árbitro: Jorge Álvarez.
      Jueces de línea: Ángel Coerezza y Miguel Comesaña.
      Gol: PT: 34', C. M .Rodríguez (R).
      Incidencias: ST: 18', Más (R)  remató desviado su penal.

       Boca (1): Roma; Suñé, Nicolau, Rógel, Marzolini; Madurga, O. Medina, Savoy; R. H. Ponce (ST: Coch), A. C. Rojas y Larrosa. DT: J. M. Silvero.
       River (1): J. A. Pérez; Ferreiro (ST: Morcillo), M. Á. López, Laraignée, Dominichi; C. M. Rodríguez, Recio, Trebucq; N. Scotta, D. Onega, Más (ST: Minniti). DT: Á. A .Labruna.
       Partido nocturno correspondiente al Grupo A de la segunda fase de la Copa Libertadores 1970, jugado el jueves 30 de abril del mismo año.
       Cancha: Boca.
       Recaudación total: $ 21.283.591.
       Árbitro: Roberto Barreiro.
       Jueces de línea: Luis Pestarino y Oscar Veiró.
       Goles: ST: 19, D. Onega (R); 36', A. C. Rojas (B).
       Incidencias: ST: 26', expulsados Madurga (B) y C. M. Rodríguez (R) por agresión mutua.

      Boca (1): H. O. Gatti; V. A .Pernía, Sá, Mouzo, Tarantini; J. J. Benítez (ST: Zanabria), Suñé, Ribolzi; Mastrángelo, D. S. Pavón ( ST: E. E .Oviedo) y Felman. DT: J. C. Lorenzo.
      River (0): Fillol; Comelles, Lonardi, Passarella, H. López; Ártico, Merlo, Marchetti; P.
A. González (ST: Sabella), Luque y O. A. Ortiz (ST: Coudannes). DT: Á. A. Labruna.
      Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1977, jugado el miércoles 9 de marzo del mismo año.
      Cancha: Boca.
      Recaudación total: $ 19.835.750.
      Árbitro: Luis Pestarino.
      Jueces de línea: Miguel Comesaña y Roberto Barreiro.
      Gol : ST: 44', Mouzo (B).
      Detalle: ST: 43', Mouzo (B) desvió su penal, cuyo rebote en el palo -previo a dar el balón en Fillol (R)- tradujo en gol el mismo jugador de Boca.
      Incidencias: ST: 21', expulsado Passarella (R) por juego brusco.

       River (0): Fillol; H. Saporiti, Amorone, Lonardi, H. López; Marchetti, Pitarch, Sabella; E. Commisso, Luque y O. A. Ortiz. DT: Á. A. Labruna.
       Boca (0): H.O.Gatti; V. A. Pernía, Sá, Mouzo, Tarantini (PT: J. M. Suárez); J. J. Benítez, Suñé, Zanabria; Mastrángelo y Felman (ST: Veglio). DT: J. C. Lorenzo.
       Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1977, jugado el miércoles 18 de mayo del mismo año.
       Cancha: Huracán (local River).
       Recaudación total: $ 4.278.850.
       Árbitro: Miguel Comesaña.
       Jueces de línea: Arturo Ithurralde y Jorge Romero.
       Goles: no hubo.
       Incidencias: no hubo.


       Boca (0): H. O. Gatti; V. A. Pernía, Sá, Mouzo, J. M. Suárez, J. J. Benítez, Suñé, Zanabria (ST: Husillos), Mastrángelo, C. A. Álvarez y H. O. Perotti (ST: C. Salinas). DT: J. C. Lorenzo.
       River (0): Fillol; H. Saporiti, Perfumo, Passarella, H. López; J. J. López, Merlo, Alonso; E. Commisso, Luque y O. A. Ortiz. DT: Á. A. Labruna.
       Partido nocturno correspondiente al Grupo A de las semifinales de la Copa Libertadores 1978, jugado el martes 19 de septiembre del mismo año.
       Cancha: Boca.
       Recaudación total: $ 152.226.000.
       Árbitro: César Orozco (Perú).
       Jueces de línea: Héctor Ortiz (Paraguay) y José Luis Martínez Bazán (Uruguay).
       Goles: no hubo.
       Incidencias: ST: 34', expulsado J. J. Benítez (B) por agresión.

       River (0): Fillol; H.Saporiti, Perfumo, Passarella, H. López; J. J. López, Merlo, Marchetti; P. A. González, Luque y O. A. Ortiz. DT: Á. A. Labruna.
       Boca (2): H. O. Gatti; V. A. Pernía, Sá, Mouzo, M. Á. Bordón; J .J .Benítez, Suñé, Zanabria; Mastrángelo, C. Salinas y H. O .Perotti. DT: J. C. Lorenzo.
       Partido nocturno correspondiente al Grupo A de las semifinales de la Copa Libertadores 1978, jugado el martes 17 de octubre del mismo año.
      Cancha: River.
      Recaudación total: $ 599.801.000.
      Árbitro: Roque Cerullo (Uruguay).
      Jueces de línea: Edison Pérez (Perú) y Guillermo Velásquez.
      Goles: ST: 19', Mastrángelo (B); 31', C.Salinas (B).
      Incidencias: ST: 30' Y 33', expulsados H. Saporiti y Merlo (R), por agresión y juego brusco, respectivamente.

      Boca (0): H. O. Gatti; E. Bargas, Mouzo, H. Alves, C. Córdoba, Brindisi, Berta y Ruggeri; H. Scotta, Gareca y Apariente. DT: C. Faraone.
      River (0): Fillol, J. M. Gordillo, Tarantini, H. Saporiti y Olarticoechea; Bulleri, Merlo, Gallego; Alzamendi, R. Chaparro (PT: Randazzo, quien a su vez fue reemplazado por Vieta en el ST) y J. Tévez. DT: V. Cap.
      Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1982, jugado el jueves 5 de agosto del mismo año.
     Cancha: Boca.
     Recaudación total: $ 1.016.295.000.
    Árbitro: Teodoro Nitti.
    Jueces de línea: Carlos Espósito y Juan Carlos Biscay.
    Goles: no hubo.
    Incidencias: no hubo.

     River (1): Fillol; H. Saporiti, Tarantini, Nieto, Olarticoechea; Bulleri, Merlo, E. Commisso; Alzamendi, Vieta y J. Tévez. DT: J. M. Vázquez.
     Boca (0): Vijande; Lúquez, E.Bargas, Mouzo, R.Acevedo; H.Alves, Krasouski, Passucci; Cecchi, Apariente y Sotelo. DT: C.Faraone.
     Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1982, jugado el jueves 30 de septiembre del mismo año.
     Cancha: River.
     Recaudación total: $ 344.970.000.
    Árbitro: Jorge Romero.
    Jueces de línea: Carlos Espósito y Claudio Busca.
    Goles: ST: 34', Bulleri (R).
    Incidencias: no hubo.
 
    Boca (1): Gatti; Abramovich, J. N. Higuaín, Passucci, Hrabina; Stafuza, Olarticoechea (ST: Krasouski), Melgar, Dykstra (ST: J. Comas), A. Graciani y G. Torres. DT: M. N. Zanabria.
    River (1): Pumpido; J. M. Gordillo, Borelli, Ruggeri y A. A. Montenegro; H. A. Enrique, Gallego, Alonso, R. Alfaro; Amuchástegui (ST: Gorosito) y Morresi (ST: P. Hernández) DT: H. R. Veira.
     Partido diurno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1986, jugado el miércoles 9 de julio del mismo año.
     Cancha: Boca.
     Recaudación total: A 238.878.
     Árbitro: Juan Carlos Loustau.
     Jueces de línea: Abel Gnecco y Francisco Lamolina.
     Goles: PT: 35', A. Graciani (B), de penal. ST: 44', R. Alfaro (R).
     Incidencias: no hubo.

     River (1): Pumpido; J. M. Gordillo, Borelli, Ruggeri, A. A. Montenegro; H. A. Enrique (ST: Gorosito),  Gallego, Morresi, R. Alfaro; Alzamendi y R. M. Centurión. DT: H. R.Veira.
     Boca (0): Genaro; Abramovich, J. A. Sánchez, Passucci, Bordet; Stafuza, Krasouski, Dykstra (ST: R. A. Maradona); Monroig, G. Torres y J. Comas. DT: M. N. Zanabria.
     Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1986, jugado el miércoles 20 de agosto del mismo año.
     Cancha: River.
     Recaudación total: A 83.128.
     Árbitro: Jorge Romero.
     Jueces de línea: Juan Antonio Bava y Ricardo Calabria.
     Gol: ST: 16', Alzamendi (R).
     Incidencias: no hubo.

      Boca (4): Navarro Montoya; Stafuza, Simón, Marchesini, Hrabina (ST: Pico); Giunta, J. L. Villarreal, Tapia, Latorre; A. Graciani  (ST: Apud) y Batistuta. DT: O. W. Tabárez.
      River (3): Passet, F. Basualdo, J. N. Higuaín (PT: Theiler), Cocca, C. A. Enrique; G. Zapata, Astrada, Borrelli, S. Berti (ST: D. Gutiérrez); Silvani y R. Da Silva. DT: D. A. Passarella.
      Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1991, jugado el miércoles 27 de febrero del mismo año.
      Cancha: Boca.
      Recaudación total: A 1.141.320.000.
      Árbitro: Juan Antonio Bava.
      Jueces de línea: Juan Carlos Crespi y Juan Carlos Biscay.
      Goles: PT: 9' Y 31', Borrelli -el segundo, de penal- (R); 11', Zapata (R); 28', Latorre (B). ST: 11', Giunta (B); 26', Marchesini (B); 42', Latorre (B).
      Incidencias: PT: 32', expulsado Astrada (R) por juego brusco.
   
      River (0): Miguel; F. Basualdo, J. N. Higuaín, Theiler, C. A. Enrique (ST: Cocca); G. Zapata, Astrada, H. E. Díaz (ST: Borrelli), S. Berti; Medina Bello y R. Da Silva. DT: D. A. Passarella.
      Boca (2): Navarro Montoya; Soñora, Marchesini, Hrabina, Moya; Pico, Giunta, Tapia (ST: C. L. Rodríguez), Latorre; A. Graciani (ST: Apud) y Batistuta. DT: O. W. Tabárez.
      Partido nocturno correspondiente al Grupo 1 de la primera fase de la Copa Libertadores 1991, jugado el miércoles 20 de marzo del mismo año.
      Cancha: River.
      Recaudación total: A 3.591.800.000.
      Árbitro: Juan Carlos Loustau.
      Jueces de línea: Juan Carlos Biscay y Ricardo Calabria.
      Goles: PT: 23', Batistuta -de penal- (B). ST: 42', Batistuta (B).
      Incidencias: no hubo.
  
      River (2): Bonano; Lombardi, Trotta, Yepes, Placente; H. E. Díaz (PT: A. Franco), C. Ledesma, Gancedo (ST: L. Ramos); P. Aimar (ST: Berizzo), Saviola, Ángel. DT: A. R. Gallego.
      Boca (1): Ó. Córdoba; Ibarra, Bermúdez, Samuel, Arruabarrena (ST: Matellán); J. Basualdo (ST: F. Navas), Traverso, Gustavo Barros Schelotto; Riquelme; M. Delgado (ST: Guillermo Barros Schelotto) y A. Moreno. DT: C. Bianchi.
      Partido de ida nocturno correspondiente a los octavos de final de la Copa Libertadores 2000, jugado el miércoles 17 de mayo del mismo año.
     Cancha: River.
     Recaudación total: $ 640.000.
     Árbitro: Claudio Martín.
     Jueces de línea: Alberto Barrientos y Gerardo Bertone.
     Goles: PT: 15', Ángel (R); 30', Riquelme, de tiro libre (B). ST: 2', Saviola (R).
     Incidencias: no hubo.

     Boca (3): Ó. Córdoba; Ibarra, Samuel, Bermúdez, Arruabarrena; Marchant, Traverso, Gvo. Barros Schelotto (ST: Battaglia), Riquelme; M. Delgado (ST: N. Burdisso) y A. Moreno (ST: Palermo). DT: C. Bianchi.
    River (0): Bonano; L. Ramos (PT: A.Franco), Trotta, Yepes, Placente (ST: Cardetti); Lombardi; Berizzo, V. Zapata, P. Aimar (ST: G. Pereyra); Saviola y Ángel. DT: A. R. Gallego.
    Partido de vuelta, nocturno, correspondiente a los octavos de final de la Copa Libertadores 2000, jugado el miércoles 24 de mayo del mismo año.
    Cancha: Boca.
    Recaudación total: $ 1.014.130.
    Árbitro: Ángel Sanchez.
    Jueces de línea: Darío García y Claudio Rossi.
    Goles: ST: 14', Delgado (B); 39', Riquelme, de penal (B); 49', Palermo (B).
    Incidencias: ST: 41', expulsado Lombardi (R) por doble amonestación.
 
    Boca (1): Abbondanzieri; J. Calvo, N. Burdisso, R. Schiavi, C .J. Rodríguez; J. Villarreal, Cascini, F. Vargas, Caneo (ST: C.Tevez); Gmo. Barros Schelotto (ST: Cángele) y Barijho. DT: C. Bianchi.
    River (0): G. Lux; Garcé, Ameli, Tuzzio, R. Rojas; Mascherano (ST: Sambueza), C. Husaín, L. González (ST: J. R. Fernández), Gallardo; Cavenaghi (ST: Coudet) y M. López. DT: L. R. Astrada.
    Partido de ida nocturno correspondiente a las semifinales de la Copa Libertadores 2004, jugado el jueves 10 de junio del mismo año.
    Cancha: Boca.
    Recaudación total: $496.493.
    Árbitro: Claudio Martín.
    Jueces de línea: Sergio Cagni y Juan Carlos Rebollo.
    Gol: PT: 28', Schiavi (B).
    Incidencias: PT: 31', expulsados Cascini (B) y Gallardo (R) por agresión mutua, tras lo que se produjo un tumulto generalizado que interrumpió el encuentro por espacio de 8' (de ahí el descuento de idéntica duración determinado por C. Martín). 43', expulsado Garcé (R) por juego brusco.

      River (2-4): G. Lux; Nasuti, Ameli (ST: J. R. Fernández), R. Rojas; Coudet (ST: Sambueza), Mascherano (ST: Salas), C. Husaín, L. González, D. Montenegro; Cavenaghi; M. López. DT: L .R. Astrada.
      Boca (1-5): Abbondanzieri; L. A. Perea, R. Schiavi, N. Burdisso, C .J. Rodríguez; P. Ledesma, J. Villarreal, F.Vargas, Cagna (ST: Cángele); Gmo. Barros Schelotto (ST: P.Álvarez), C. Tevez. DT: C. Bianchi.
      Partido de vuelta nocturno correspondiente a las semifinales de la Copa Libertadores 2004, jugado el jueves 17 de junio del mismo año.
     Cancha: Boca.
     Recaudación total: $ 1.603.845.
     Árbitro: Héctor Baldassi.
     Jueces de línea: Gilberto Taddeo y Rodolfo Otero.
     Goles: ST: 5', L. González (R); 43', Tevez (B); 49', Nasuti (R).
     Incidencias: ST: 1', expulsado F. Vargas (B) por doble amonestación; 39', expulsado Sambueza (R) por exceso verbal; 44', expulsado C. Tevez (B) por actitud antideportiva. A los 39' de la misma etapa se retiró lesionado R. Rojas (R) al haber agotado los cambios el equipo local.
     Detalle: luego de haberse disputado en el partido de vuelta 120' de juego -esto es, la suma de los 90' reglamentarios y una prórroga de 30', dividida a su vez en dos períodos de 15'-, el resultado global de la serie redundó en un empate en dos tantos, a lo que sucedió la definición por penales favorable a Boca (5-4) dirimida en el siguiente orden: Salas (R), R. Schiavi (B), D. Montenegro (R), P. Álvarez (B), Cavenaghi (R), P. Ledesma (B), L. González (R), N. Burdisso (B), M. López (R), atajado y J. Villarreal (B).
   
     River (1): Barovero; Mammana, J. Maidana, Ramiro Funes Mori, Vangioni; C. Sánchez, Ponzio (ST: Mayada), Kranevitter, Driussi (ST: G. Martínez), Mora y T. Gutiérrez. DT: M. Gallardo.
     Boca (0): Orión, Marín, D. Díaz (PT: G. Burdisso), Torsiglieri, Colazo; P. Pérez, Cubas, Gago, Lodeiro; C. Pavón (ST: F. G. Carrizo) y Calleri (ST: Osvaldo). DT: R. Arruabarrena.
     Partido de ida nocturno correspondiente a los octavos de final de la Copa Libertadores 2015, jugado el jueves 7 de mayo del mismo año.
     Cancha: River.
     Recaudación total: $ 23.137.750.
     Árbitro: Germán Delfino.
     Jueces de línea: Javier Uziga y Gustavo Rossi.
     Gol: ST: 37', C.Sánchez, de penal (R).
     Incidencias: ST: 43', expulsado T. Gutiérrez (R) por juego brusco.

     Boca (-): Orión; Peruzzi, G.Burdisso, D.Díaz, Colazo; Meli, Gago, P.Pérez; C.Pavón, Osvaldo y F.G.Carrizo. DT: R.Arruabarrena.
     River (-): Barovero; Mammana, J.Maidana, Ramiro Funes Mori, Vangioni; C.Sánchez, Kranevitter, Ponzio, G.Martínez; Driussi, Mora.
     Partido de vuelta nocturno correspondiente a los octavos de final de la Copa Libertadores 2015, jugado el jueves 14 de mayo del mismo año.
     Cancha: Boca
     Recaudación total: no fue suministrada.
.    Árbitro: Darío Herrera.
     Jueces de línea: Juan Pablo Belatti y Hernán Maidana.
     Goles: no hubo.
     Incidencias: el encuentro fue suspendido en la inminencia del comienzo del complemento producto de la agresión sufrida por la representación de River, a la que un grupo de ¿hinchas? de Boca le arrojó gas pimienta cuando la visita se disponía a emerger del vestuario a través de la manga inflable para la reanudación del juego. Como consecuencia de las lesiones de diversa consideración padecidas por los jugadores del cuadro de Núñez se resolvió -eso sí, más de una hora después de acaecido el episodio- discontinuar el cotejo. Finalmente, el Tribunal de Justicia de la CONMEBOL se expidió otorgándole el triunfo definitivo a River (3 a 0), por lo que el mismo pasó a cuartos de final y Boca resultó eliminado del certamen. A su vez, el club de La Ribera fue conminado a afrontar cuatro partidos a puertas cerradas en el Estadio Alberto J. Armando y otros tantos sin que su público pueda concurrir en condición de visitante, así como abonar US$ 200 000 en concepto de multa.

      Boca (2): A. Rossi; Jara (ST: Buffarini) , Izquierdoz, Magallán, Olaza; Nández, W. Barrios, P. Pérez; S.Villa (ST: C.Tevez), R. Ábila y C. Pavón (PT: Benedetto). DT: Gmo. Barros Schelotto.
      River (2): Armani; Montiel, J. Maidana, L. Martínez Quarta (ST: I. Fernández), Pinola, Casco; E. Pérez (ST: B. Zuculini), E. Palacios; Borré, Pratto, G. Martínez (ST: J. Quintero) DT: M. Biscay (*)
      Partido de ida diurno correspondiente a la final de la Copa Libertadores 2018, jugado el domingo 11 de noviembre del corriente año.
      Cancha: Boca.
      Recaudación total: $ 65.000.000.
      Árbitro: Roberto Tobar (Chile).
      Jueces de línea: Claudio Ríos y Christian Schiemann, ambos de Chile.
      Goles: PT: 34', R. Ábila (B); 35', Pratto (R); 46', Benedetto (B). ST: 15', Izquierdoz e/c (B).
      Incidencias: no hubo.
      Detalle: el encuentro, originalmente programado para la jornada inmediatamente anterior, fue postergado por espacio de 24 horas -tal como lo estipula el reglamento- producto de las inclemencias climáticas que azotaron la Ciudad de Buenos Aires el último 10 de noviembre.
      (*) Al imponérsele a Marcelo Gallardo una sanción de cuatro partidos sin poder dirigir a su equipo desde el rectángulo de juego, ofició de entrenador de River su ayudante de campo, Matías Biscay.
   
   
       (1) No fue Alfredo Di Stéfano, quien se consagró campeón en River como jugador y director técnico, la única gloria del cuadro de Núñez en sacar campeón a Boca en funciones de adiestrador. Néstor Raúl Pipo Rossi, por caso, ya había hecho lo propio en 1965.

       (2) Daniel Onega, hermano de Ermindo, ostenta una distinción individual que permanece invulnerable hasta el día de hoy: es el máximo goleador en una sola edición de la Copa Libertadores. Fue en 1966 que anotó 17 tantos en 20 partidos jugados.

       (3) Puesto que entonces el Monumental estaba siendo refaccionado para convertirse en Sede principal del Mundial 1978, River ofició de local en Huracán durante su triunfal campaña del Metro '77. De hecho, se coronó en Parque Patricios al vencer a Ferro por 4 a 2.

       (4) La Copa Intercontinental que enfrentó a Boca y Borussia Monchengladach correspondió a la edición 1977, solo que ambos clubes cotejaron al año siguiente. En la temporada 1978, el Liverpool se rehusó a disputar el título mundial con el Xeneize, entonces bicampeón de América. El duelo entre argentinos e ingleses quedó pendiente acaso para siempre.
   
       (5) Además de Boca, los equipos que conquistaron la Libertadores de manera invicta son: Peñarol (1960), Santos (1963), Independiente (1964), Estudiantes (1969-70) y Corinthians (2012).

       (6) A Ramón Miguel Centurión le fue hallado metanfetamina en el test antidopaje que le fue realizado luego del triunfo como local de River sobre Temperley (3-1), por la séptima jornada del Campeonato 1986-87. El Pelado fue suspendido por un año a la vez que se le dio por perdido el partido al elenco millonario (0-1).

       (7) Una máxima futbolera no escrita rezaba que los años terminados en 6 eran determinantes, para bien o para mal, en la existencia de River. En principio, el numerito de marras le deparó derrotas dolorosas. En 1966 y 1976, cayó en las finales de la Copa Libertadores ante Peñarol y Cruzeiro, respectivamente. Por ahora, la serie está igualada pues el team de Núñez prevaleció sobre América de Cali en las ediciones de 1986 y 1996.