viernes, 28 de junio de 2019


                         El duelo Ruggeri - Menotti...¿Habrá retorno?


                                                       

   "Soy hombre de Bilardo pero respeto a Menotti", afirmó Oscar Alfredo Ruggeri en épocas en que el ex zaguero central gozaba del prestigio reciente de haber protagonizado estelarmente la obtención mundialista de México 1986 dirigido por el archienemigo futbolístico del Flaco. Las declaraciones del Cabezón, quien entonces se desempeñaba en River, club con el que se coronó campeón doméstico, sudamericano, interamericano e intercontinental, fueron formuladas en coincidencia con la asunción del actual Director de Selecciones Nacionales como entrenador del cuadro millonario, en la víspera del inicio de la temporada 1988/89.
    El César correspondió las atentas palabras de su coterráneo rosarino/santafesino criado en la ciudad de Corral de Bustos (Córdoba) otorgándole la titularidad indiscutida en su once principal en ciernes, aun cuando se rumoreaba que Daniel Alberto Passarella -capitán de la Selección Argentina que como anfitriona conquistó su primera Copa del Mundo, en 1978- reconsideraba su determinación original de retirarse de la práctica activa, luego de su extensa campaña en el fútbol italiano, para retornar al club en el que debutó oficialmente en 1974.
    Como consecuencia de la depuración del plantel con el que la casaca banda sangre ganó casi todo -solo le faltó lograr la edición inaugural de la Supercopa, aunque por entonces el técnico no era Héctor Rodolfo Veira sino Carlos Timoteo Griguol-, impulsada por el presidente riverplatense, Hugo Santilli, la convivencia entre Ruggeri y Menotti resultó efímera.
    Más allá de unas cuantos entrenamientos en los que, bajo las órdenes de César Luis coexistieron en el plantel los salientes consagrados y los tan numerosos como prominentes refuerzos adquiridos por el Millo, Ruggeri apenas llegó a intervenir en dos amistosos con el Flaco como DT. Fue en el marco de la celebración de las bodas de oro del Estadio Antonio Vespucio Liberti, oportunidad en que los de Núñez aprovecharon para presentar sus cuantiosas incorporaciones -el campeón mundial en México '86 , Claudio Borghi, el Loco Enrique, el Negro Zamora y la Vieja Reinoso, entre muchos otros valores que en lo sucesivo se sumarían- enfrentando al Hellas Verona, cuya alineación integraron Claudio Paul Caniggia y Pedro Antonio Troglio, dos jóvenes figuras que se estrenaron profesionalmente en River y que este último acababa de transferir a la entidad europea.
    Triunfo nocturno como local por 2 a 1 en el primer partido mediante, Oscar Ruggeri se despidió del equipo millonario en la igualdad en dos tantos redundante de la revancha, también jugada en el Monumental, no sin antes alzar el trofeo en disputa en compañía del uruguayo Antonio Alzamendi Casas, autor del gol ante Steaua Bucarest que le significó a River la única Intercontinental de su historia. Juntos a la par, el Cabezón y el Hormiga, envueltos en una cálida ovación tributada por la parcialidad adherente a la banda roja, cruzaron el océano atlántico para recalar en el hoy desafiliado Logroñés que, después de una larga estancia en las ligas de ascenso, apenas si logró subsistir en la máxima categoría de España durante la temporada 1987/88.
     Si bien la producción colectiva del cuadro riojano replicó la de su antecesora en el campeonato inmediatamente posterior, la performance individual de Ruggeri le valió no solo ser distinguido por la renombrada revista Don Balón como el mejor futbolista extranjero de la Liga Española 1988/89 sino a su vez que el prolífico Real Madrid de la Quinta del Buitre requiriera sus servicios, previamente al desarrollo de la Copa América celebrada en Brasil.
     Allí, no obstante, el Cabezón, más que evidenciar su satisfacción por haber arribado a una de las instituciones más poderosas del mundo, con la que daría una de las tantas vueltas olímpicas que su haber ostenta, puso de manifiesto su decepción para con ciertos colegas suyos que habían osado renunciar a la Selección Nacional de su adorado doctor Bilardo así como criticó la labor de César Luis Menotti en su salida de River e inclusive en su frustrada primitiva experiencia en el equipo albiceleste.
     En esa línea, además de facturarle a la Comisión Directiva riverplatense la decisión de desmantelar un plantel que tantas alegrías le brindó al club, Oscar Alfredo acusó directamente al Flaco de haber forzado el cese de su exitoso ciclo en el Millonario a favor del ingreso -en rigor, regreso- de un veterano Passarella al primer equipo en lugar suyo.
     Asimismo, en sentido retroactivo, el exdefensor exteriorizó su bronca hacia Roberto Marcos Saporiti, ayudante del César en la conquista del Mundial de Argentina 1978 y entrenador del seleccionado juvenil Sub -20 que en la Copa del Mundo de Australia 1981 fracasó rotundamente en su tentativa de revalidar el título conquistado dos años antes en Japón.
     Es que el Cabezón, quien por aquellos años lucía la camiseta de Boca, había sido figura indiscutida en la complicada clasificación del equipo del Sapo -el único que consiguió reunir a Menotti y Bilardo en un armonioso debate futbolístico no obstante a posteriori terminó enemistándose con el Narigón- al certamen ecuménico disputado en territorio australiano, que incluyó una discreta campaña en el Campeonato Clasificatorio sudamericano de Ecuador que condujo al representativo argentino a jugar un triangular a modo de repechaje con Nueva Zelanda e Israel. Solo acreditándose el torneo reducido logró el combinado nacional acceder al Mundial Juvenil Sub-20.
     Con todo, el ascendente ex marcador central no fue convocado a participar de la Copa del Mundo de Australia '81, la mayor desazón de su trayectoria profesional según aseveró el propio Ruggeri. Al decir del Cabezón, Saporiti careció de honestidad al comunicarle los motivos de su marginación, esto es, probar nuevos futbolistas en la antesala de la competencia siendo que el hijo dilecto de Corral de Bustos ya había confirmado largamente su valía. "Al final, terminó jugando Burruchaga de '6'", se lamentó alguna vez el exdefensor de Boca, River, San Lorenzo y Real Madrid, entre otros, al tiempo que le atribuyó parte de la culpa de su exclusión al Flaco Menotti -quien había oficiado de adiestrador del campeón mundial de la especialidad en Japón '79, en el que descollaron especialmente Maradona y Ramón Ángel Díaz- como líder de la Selección Mayor y de la conducción técnica en general.
     Por su parte, el nacido en el barrio rosarino de Fisherton desestimó de plano los cargos que Ruggeri hacía pesar sobre su persona. En primer lugar, el César interpretó como una afrenta por partida doble que se lo sindicara como partícipe necesario de la presunta operación espuria que terminó por depositar a Passarella en el River que con escasa fortuna dirigió el Flaco en la temporada 1988/89 -lo que por consiguiente apuró el final de la etapa del Cabezón como integrante de club de Núñez-, pues simultáneamente enfatizó que se estaba mancillando el honor del Káiser, su otrora protegido y lugarteniente dentro y fuera del verde césped en su gestión como DT de la Selección Argentina.
     Eso sí, Menotti se eximió de mayores comentarios a propósito del vínculo entre su tarea como entrenador principal del cuadro nacional y su supuesta incidencia en la desafectación de Ruggeri del malogrado equipo juvenil que participó en el Mundial de Australia, salvo al mencionar que después de todo su ida de River para incoporporarse al Real Madrid no le había sentado mal al Cabezón puesto que tal fichaje no hizo sino reafirmar su carácter de titular inamovible en el equipo argentino.
   La verdad es que aquella vez el Flaco debió batallar en tres frentes dialécticos. Al margen de la controversia en cuestión, el de Fisherton se cruzó con su antagonista por antonomasia, Carlos Salvador Bilardo, y hasta con el mejor jugador del mundo y capitán del team del doctor, Diego Maradona, quien lo tachó de "comunista con Mercedes Benz y (reloj) Rólex en la muñeca". De acuerdo con el testimonio vertido por el César, Ruggeri, el Diez y el doctor se habían confabulado para "decir estupideces".


                                                   
    Así las cosas, se corroboró la fundada especie que a manera de secreto a voces imperaba en el ambiente futbolístico: Ruggeri nunca se bancó a Menotti y viceversa. Si hasta ese momento, mediados de 1989, las partes interesadas no habían intercambiado munición gruesa era solo porque no se había dado la ocasión propicia. Sin embargo, en el período anterior al cruce de declaraciones entre ambos, las disímiles posturas adoptadas, las vertientes diametralmente opuestas en lo que a filosofía futbolística concierne propugnadas por uno -aún insigne jugador- y otro -consumado director técnico- invitaban a presagiar que el choque se suponía inevitable.
   Inclusive en la crítica indirecta, los contendientes habían discurrido por carriles nítidamente diferenciados. Por un lado, el Cabezón, citado a conformar el seleccionado desde el comienzo hasta el final de la Era Bilardo (1983-1990) se había identificado explícitamente con el entrenador bajo cuyo influjo se coronó campeón y subcampeón mundial, en México '86 e Italia '90, respectivamente, repeliendo  los despiadados ataques -y hasta una fallida intentona de las esferas superiores del gobierno radical de remover de su cargo al Narigón- a que se sometiera a su técnico en la etapa predecesora a la obtención de la Copa del Mundo.
    Por otro, el Flaco, el más inmisericorde detractor del doctor, sobre todo a partir de la pelea que mantuvo y mantiene -acaso para siempre- con su reemplazante en la tarea de coach del equipo celeste y blanco. Menotti, que en contraste con Bilardo no tuvo la deferencia de abstenerse de entrometerse en la tarea de su rival como (no) había hecho Carlos Salvador cuando la mishiadura había alcanzado al ciclo del Flaco, se permitía tocar sin querer -¿queriendo?- la labor de Ruggeri como stopper, función defensiva por la que el Narigón aboga(ba) y que el César rechaza(ba) visceralmente.
   Desde la óptica de Menotti, amante de la marca en zona, la persecución hombre a hombre convertía a quien la ejerciera en un mero perro de presa que se privaba de disfrutar de la naturaleza del espectáculo, para jugar un partido aparte con el delantero que le fuera asignado, pasible de resultar derrotado aun pese a que su equipo hubiera obtenido la victoria.
  Con objeto de ejemplificar su fundamento, el Flaco se remitió al resonante triunfo de Argentina sobre Inglaterra por 2 a 1, correspondiente a los cuartos de final de la copa mundial de México, en el que Ruggeri borró de la cancha a Gary Lineker -máximo artillero del certamen con seis tantos-  a excepción de la anotación del gol del descuento de los británicos y de la clarísima chance de empatar -aunque inmerecidamente- con que los europeos contaron, providencialmente conjurada por el célebre nucazo del Vasco Olarticoechea. A ese respecto, el César preconizaba que, incluso habiéndose impuesto el elenco albiceleste a su enconado oponente, el Cabezón bien podía sentirse casi vencido en el enfrentamiento mano a mano si se atiende al criterio bilardista, al habérsele escapado el exdelantero inglés en dos oportunidades: una para señalar la única conquista de su equipo; la restante, neutralizada angustiosamente por un defensor a quien no se le había ordenado marcar fijamente a un adversario.
    No obstante, conforme fueron transcurriendo los años, Ruggeri y Menotti acordaron el cese de las hostilidades. Después de haber sido nominado capitán de la Selección Nacional que cosechó el bicampeonato de la Copa América que enlazó las ediciones de Chile 1991 y Ecuador 1993-obtención de la Copa Rey Fahd '92 mediante- y de participar en su tercer Mundial siempre subordinado al comando del Coco Alfio Basile, otro de los auxiliares de Menotti en Argentina '78, el Cabezón decidió abandonar el fútbol para encomendarse a la dirección técnica, previo retiro como zaguero central de Lanús en 1997.
    Fue en la inminencia del clásico en que San Lorenzo recibió a Independiente, por la novena jornada del Torneo Clausura 1999, la oportunidad en que uno y otro depusieron rencores para dispensarse elogios mutuos. Entonces, el César no reparó en el alias de Bilardito que se le atribuía a su flamante colega por su elocuente identificación con EL enemigo ni en su incipiente trayectoria en los medios como asiduo compañero de uno de sus tantos adversarios, el periodista Fernando Niembro. Por lo contrario, el coach del Rojo de Avellaneda no escatimó cumplidos hacia lo realizado por el ex marcador central en el tramo inicial de su carrera como entrenador: "Lo veo muy bien. Creo que como técnico encontró su lugar, su verdadera vocación. Es un tipo que ganó todo y esa experiencia lo ayuda muchísimo. Además, tiene una enorme personalidad". Y agregó: "Me gustó lo que hizo San Lorenzo en algunos partidos. Su planteo es audaz y eso me hace feliz. Ruggeri, más allá de su carácter, mantiene un nivel saludable de cordura".
    Por supuesto, el exponente adoptivo de Corral de Bustos, que como jugador se tornó un pilar infranqueable en el equipo del Ciclón que en el Clausura '95 quebrantó un maleficio de 21 años sin campeonar en el ámbito nacional, agradeció sinceramente las palabras que le había dedicado el Flaco, antes de instar a los acérrimos de los bandos opuestos -y por qué no a los mismísimos protagonistas de la dicotomía- a superar el encarnizado antagonismo entre los dos directores técnicos campeones del mundo. "La pelea Bilardo-Menotti es muy triste. Tenemos que aprovecharlos a los dos, porque ambos ganaron el título mundial aun con distintos esquemas. Yo hablo bien de Bilardo porque estuve ocho años con él y saqué cosas importantes. En cambio, Menotti casi no me dirigió. (En River) Fueron 20 días, jugué dos partidos y me fui a España. Poco tiempo para hablar de él", puntualizó Oscar Ruggeri. Acto seguido, aventuró un vaticinio victorioso en virtud del encuentro entre santos y diablos: "(A Independiente) le vamos a arruinar el domingo".
  Vaya si acertó. El presagio optimista del Cabezón devino realidad: San Lorenzo venció cómodamente al Rojo por 3 a 0 en el Nuevo Gasómetro, o sea, la única vez en que Ruggeri y Menotti confrontaron como técnicos. Por lo demás, las partes actuantes extendieron por dos décadas la vigencia de la tácita tregua rubricada, hasta que a instancias de una debilidad para ambos -léase Selección Argentina- recrudecieron los cruces de declaraciones hirientes con mayor vehemencia que nunca. En esta oportunidad, el enfrentamiento entre el Cabezón y el Flaco se vislumbra permanente.
   Sobrepasada la primera etapa de su experiencia como DT, que si bien no le significó título alguno como en su fecunda carrera de futbolista al menos le reportó campañas infinitamente más decorosas que las que las sucederían hasta que decidió interrumpir tal labor al cabo de su opaca segunda gestión en San Lorenzo (2006), Ruggeri no vacilaba en ofrendar sus servicios para asumir el puesto de entrenador del equipo argentino, estuviera o no vacante tan privilegiado cargo.
   En efecto, durante años, el Cabezón pretendió canalizar su amor incondicional por la divisa celeste y blanca, en la que desenvolviéndose como zaguero central y capitán brilló resplandecientemente por espacio de decenio y fracción, a través de un hipotético nombramiento como seleccionador del cuadro nacional.
    Sin embargo, no pudo cumplir su más ferviente anhelo producto del público enfrentamiento que sostenía con quien ejerció como titular de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) durante 35 temporadas consecutivas (1979-2014), Julio Humberto Grondona, asimismo de extensa trayectoria como vicepresidente de FIFA. Fue el propio ex pope mayor el que se rehusó a que Ruggeri se sumara como colaborador del cuerpo técnico del seleccionado encabezado por Maradona entre 2008 y 2010, Mundial de Sudáfrica inclusive.
   Consumado el fallecimiento de don Julio, sobrevino la acefalía en el órgano rector de nuestro fútbol. Tras la infructuosas gestiones del interino Luis Segura y de su sucesora, la Comisión Normalizadora, liderada por Armando Pérez vía designio de FIFA, se produjo en 2017 la mención del presidente de Barracas Central, Claudio Fabián Tapia, como presidente de AFA.
   Mucho más mentado por su apodo, Chiqui, que por su nombre completo, Tapia concluyó a poco de haber iniciado sus funciones que para combatir la desorganización y desidia que reinaba -y aún reina- en el fútbol argentino se tornaba imprescindible recrear el plan de trabajo que en 1974 había encarado un legendario exponente vernáculo a quien el propio mandamás admira profundamente, de vital gravitación para la refundación, el resurgimiento del representativo albiceleste que a partir de su asunción escribió sus más gloriosas páginas ya distantes, habida cuenta de los 26 años de sequía de títulos que acarrea Argentina en Mayores. Fue de ese modo que Claudio Tapia distinguió a César Luis Menotti como Director General de Selecciones.
    Entre los principales opositores al cargo del Flaco, de casi 81 años de edad, sobresalió la figura de Oscar Alfredo Ruggeri. El Cabezón, quien en principio había objetado módicamente la naciente tarea del César, culminó por arremeter progresiva e impiadosamente contra el mánager del combinado argentino por una serie de razones: 1) el discutido puesto de Menotti le había correspondido anteriormente a su mentor, Carlos Bilardo (2008-2014), al tiempo que había reducido a la mínima expresión la entidad que en similar papel desempeñó su amigo y compañero en la consagratoria Copa del Mundo de México, Jorge Luis Burruchaga, lo que desembocó en la renuncia del exvalor de Independiente y del Nantes francés; 2) la pasividad que hasta ahora caracterizó la labor del director general de Selecciones, máxime a instancias de su ausencia en la delegación que viajó a Brasil para participar de la Copa América en curso; 3) la crítica efectuada por Menotti en rueda de prensa al inexperto DT, Lionel Scaloni, luego de la dolorosa caída ante Venezuela (1-3), en un amistoso jugado el pasado mes de marzo en España ("nadie está a la altura del puesto de entrenador"); 4) la escasamente compatible actividad que en paralelo desarrolla el Flaco como columnista del diario Sport de Barcelona, en el que cuestionó con dureza el rendimiento del seleccionado en su inaugural revés ante Colombia (0-2), por la fase de grupos del campeonato sudamericano.

   
    Una vez expuesta su inquina in crescendo para con el mánager de Argentina, Ruggeri fue por más. El Cabezón, quien asevera que el respaldo presencial de Menotti ayudaría a atenuar las críticas de que que Scaloni es presa, no vaciló en tildar de "vago" y "versero" al Flaco en sus habituales apariciones televisivas. Además, lo acusó de no atenderle el teléfono cuando el excapitán de la escuadra albiceleste intentó comunicarse con él para debatir ideas y lo exhortó a "mover el culo" ironizando por el exiguo apego que muestra el César en su trabajo de director de selecciones, al punto de indicarle socarronamente la ruta por la que acceder al complejo de entrenamiento que la AFA posee en Ezeiza, sitio al que -según Oscar - el actual mánager nunca va ("agarrá la autopista Ricchieri, en un horario que más o menos no te joda, y vas a ver que no queda tan lejos, pero andá al predio, andá a laburar"). Por fin, el embajador de Corral de Bustos se refirió a los satélites menottistas que le habían recomendado abocarse al silencio retrucándolos a modo de pregunta(s): "¿¿¿Qué no voy a poder hablar??? ¡¡¡Hipnotizados (???)!!!  Dos finales del Mundo jugué, dos Copas América gané...¿¿¿Cómo no voy a poder hablar???".
    Nobleza obliga, salvando los improperios que le prodigó Ruggeri, no son pocos los aficionados de a pie e -inclusive- las encumbradas estrellas que objetan el papel de Menotti como mánager. Es cierto, la nominación del Flaco fue cuanto menos desprolija. En esa dirección, la designación del llamado a ser el segundo del Chiqui Tapia en la jerarquía de mando del fútbol argentino se anunció masivamente en reiteradas oportunidades, pero a la vez nunca fue del todo confirmado el estreno oficial de sus funciones, sumado a que el César -supuestamente facultado, entre otras atribuciones, para sugerir la orientación, el estilo del entrenador de la Selección Mayor- heredó un DT que, a juzgar por sus declaraciones, no habría escogido.
   Como colofón, su rol de prensa en el periódico español, en el que deslizó más de una crítica hacia el equipo argentino que no pasó desapercibida por los principales referentes albicelestes, a quienes les disgustó sobremanera que el Flaco, lejos de transmitirle su parecer cara a cara, lo hiciera a través de una publicación gráfica resguardado en la intimidad de su hogar. En contraposición, el longevo director de Selecciones aclaró que estaba impedido de trasladarse a territorio brasileño a causa de una combinación de gripe e infección urinaria, aunque barajaba la posibilidad de viajar rumbo al país limítrofe si se restablecía plenamente. Desde ya, su atenuante perdió toda credibilidad al subir el exdefensor de River y Banfield, Cristian Nasuti, una foto a su cuenta de Instagram en la que se aprecia al Tano compartiendo una mesa de café nocturno con el César. Al respecto, ¿será cierto, entonces, la afirmación de Ruggeri de que su actual blanco predilecto digita todo "desde un bar"?
    Finalmente, aunque con algo de delay, llegó hace escasas horas la réplica de Menotti a la explícita defenestración de su integridad por parte de Ruggeri, que estuvo al borde de convertirse en un trueque de acusaciones en simultáneo pues ayer al mediodía salió al aire el Director General de Selecciones en la señal de cable TyC Sports, justo antes de que en su análoga Fox Sports el Cabezón se aprestara a aparecer en cámara en el programa 90 minutos de fútbol, en el que participa a diario.
    Lógicamente, el que pegó primero fue el Flaco. En la emisión televisiva Estudio Fútbol del día de ayer, Menotti brindó una extensa entrevista telefónica en la que manifestó no interesarle "la opinión de Ruggeri", cuya entidad minimizó al considerarlo solo alguien que "estuvo comiendo asado 10 años en el predio de Ezeiza y que hoy es periodista. No tiene ningún peso que no sea ese".
    Seguidamente, el mánager albiceleste, pretendida luminaria intelectual, se rebajó a adentrarse en un terreno escabroso que contradice su presunta erudición superior de la que acostumbra ufanarse, al deschavarse como telespectador del Show de Videomatch conducido por Marcelo Tinelli: "Ruggeri le arruinó la vida a su hija (Candela) en el Bailando (por un sueño, temporada 2016), porque la piba baila fenómeno y él baila horrible. Pobre, que haga su vida".
    Por último, Menotti volvió a rendirle culto a su nunca comprobada eximia sapiencia al aconsejarle al iletrado Cabezón que "de vez en cuando es bueno agarrar un libro, algún librito habría que leer", previo a rematar la nota de esta manera: "Hay que prepararse un poquito, ¿no? Para ser cómico hay que prepararse".
    El contragolpe del exstopper campeón mundial no se hizo esperar pues ya había comenzado "90 minutos..." en los instantes brevemente posteriores a que el Flaco la emprendiera contra el Cabezón, quien se enteró por las redes sociales del feroz testimonio vertido por Menotti a la par que los conductores de Estudio Fútbol le informaban al César de la reciprocidad -y más también- de la exposición volcada por Ruggeri en el programa de Fox Sports en el que oficia de panelista.

                                                       
     Afectado a la cobertura de la campaña argentina en la Copa América de Brasil, el Cabezón se dispuso a fustigar a Menotti con renovada inclemencia, amparado por el panorámico fondo de las paradisíacas playas de Río de Janeiro, ciudad en la que Argentina se enfrentará hoy a las 16.00 de nuestro país a Venezuela por los cuartos de final del certamen sudamericano, en el Estadio Maracaná.
    Ante el mutismo ensordecedor de su coequipers, Sebastián Vignolo y Marcelo Benedetto, Ruggeri arrancó livianito: "Siempre te cagaste en el cara a cara. Yo, dentro de lo que puedo, como hablo yo, no te voy a insultar, no te voy a agredir, nada. Porque yo quería preguntarte, como director de selecciones, por qué no estás acá (en Brasil). Me encantaría, ahora, charlar con vos. ¿No necesitás estar acá y después tirás cosas desde allá (Argentina), que no entendés cómo (Scaloni) armó el equipo, la táctica? ¿Y por qué no se lo preguntás acá, en una habitación? ¡¡¡Dejá de versear, de mentir!!! ¡¡¡Renunciá!!!".
    Inmediatamente, el Cabezón cuestionó en tono inquisidor la irrelevancia que el César le endilgó a su persona por su trabajo como panelista siendo que el mismísimo Menotti ejerce prensa en la actualidad. "¿Cual es el problema de que esté con los periodistas? ¡Si yo tengo libertad absoluta para decir lo que quiera en el programa que estoy (1)! ¿Cuál es tu problema?  ¡¡¡¡Si vos estuviste ocho años con periodistas que se te arrodillaban (2), que te escribían todo a favor!!! Y vos escribís, ¿O no escribís para un medio de España? ¡Ah! ¿Vos podés escribir para un medio pero yo no puedo estar sentado acá?...¡Qué lindo que sos! ¡Sos maravilloso!".
     Otra de las acusaciones que Ruggeri le realizó al César consistió en achacarle una serruchada de piso en perjuicio de su compinche Burruchaga, antecesor de Menotti en el cargo. Según el Cabezón, el octogenario Flaco asumió como director de selecciones, no como mánager. Es que en esta última función laboraba el Burru antes de su dimisión, a lo que procedió el nombramiento en idéntica labor del entrenador argentino en la gesta de 1978, aunque con una denominación sutilmente distinta para así enmascarar el orquestado alejamiento de su amigo, de acuerdo con la apreciación de Ruggeri. Por cierto, el corralense no titubeó en ofrecerse para desenvolverse en tan controvertida tarea en caso de que se produzca un eventual alejamiento de Menotti.
     Para finalizar con su ardorosa devolución, el ex marcador central, luego de admitir que no es ni por asomo un avezado lector al estilo del César y sus adláteres, se remontó a su fallida citación para integrar el equipo argentino que intervinó en el Mundial Sub-20 de Australia '81: "Cuando me llamaste al Juvenil, a la Selección esa, gracias a Dios que me sacaron". Y, volviendo a invocar a su Divino Creador, completó declamando su perdurable lealtad hacia el entrenador que lo sacó campeón del mundo en México 1986: "Ahora sí, más que nunca, allá arriba, Bilardo, por lo que me enseñó. Me enseñó a mirar a la cara y decir la verdad, las cosas como eran". Por la tarde, aunque con matices, el Cabezón ratificó sus declaraciones en Súper Mitre Deportivo, programa emitido por Radio Mitre.
    Desde ya, los antagonistas en conflicto recibieron el apoyo de sus incondicionales, tanto anónimos como célebres. Entre quienes suscriben la postura de Ruggeri destacan dos de sus laderos en la conquista mundialista en suelo azteca, Nery Alberto Pumpido -a quien Menotti llevó como tercer arquero a la Copa del Mundo de España 1982- y Néstor Rolando Clausen. En contraste, detrás de la figura del Flaco se encolumna, invariablemente, Roberto Marcos Saporiti, de activa participación en su cuenta de Twitter y el ex wing derecho José Antonio Pepe Castro, infatigable opositor al bilardismo...y al ruggerismo.  Huelga mencionar que, al ser tan reciente la pugna entre el Cabezón y el César, se espera que en estos días legiones se decanten por una u otra posición.
    Por lo pronto, existen varios puntos de concordancia en las respectivas trayectorias futbolísticas de Ruggeri y Menotti por más que hoy por hoy se empeñen en batirse a duelo dialéctico. Prueba de ello es que ambos nacieron en Rosario, que -aun con suerte dispar- los dos ejercieron como jugadores y directores técnicos, que coincidieron en conquistar un único título con la camiseta de Boca, la efímera convivencia de los polemistas en River, que tanto el Cabezón como el Flaco fueron entrenadores de Independiente...Y, como no podía ser de otra forma, las Copas del Mundo de 1978 y 1986 en las que el César y Oscar Alfredo se constituyeron en emblemas ineludibles.
     Claro que, producto de lo caldeado de los ánimos, coincidencia no equivale a afinidad entre las partes. Más allá de las idas y venidas -con predominio de las primeras- que caracterizaron la relación entre el Flaco y el Cabezón, el vínculo parece haberse roto definitivamente. Como nunca antes, el César desprecia al ex capitán de la Selección Argentina a la vez que Ruggeri sigue -y seguirá siendo- hombre de Bilardo...pero ya no respeta en absoluto a Menotti.
 
 
    1) Ruggeri y Vignolo también cubren las alternativas de la Copa América de Brasil 2019 para la TV Pública.

    2) El Cabezón se refiere al período en que Menotti ofició de entrenador de la Selección Argentina.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 

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