Gales 1999, el primer rugido mundialista de Los Pumas
Ocurrió hace exactamente 20 años. Luego de tres intentos frustrados, Los Pumas consiguieron trascender el umbral de la ronda inicial de la Copa del Mundo de rugby, logro que se supone modesto si se lo compara con la actuación del equipo argentino en las ediciones subsiguientes.
Es que, excepción al margen, el equipo argentino igualó y hasta superó en dos oportunidades la labor cumplida en el torneo de Gales 1999. Hazaña al fin, sobre todo en el cenit de la inédita conquista, la tan postergada clasificación a cuartos de final de un Mundial adquiere el carácter de hazaña no solo por haber revertido la Selección Nacional el denso historial de antecedentes frustrantes en la competición, sino también por su deficitaria campaña a corto, mediano y largo plazo, realizada a modo de preparación para el culminante acontecimiento, y por la sucesión de conflictos protagonizados por jugadores, entrenadores y dirigentes en la inminencia del evento que en la previa tornaban impensada tan elogiable actuación.
La pesada herencia
El estreno de Los Pumas en la Copa del Mundo coincidió con la edición inaugural del torneo, Nueva Zelanda 1987, principal sede organizadora con la que colaboró Australia. En ausencia de fase eliminatoria, la World Rugby determinó que siete de sus ocho integrantes originales -salvo Sudáfrica, suspendida de intervenir en competencias internacionales por la política de segregación racial que entonces imperaba en su seno, conocida como apartheid- recibieran invitación directa a participar del evento. Al resto de los países intervinientes el organismo rector les acercó una especie de convite digitado, fundamentado en la tradición de que los mismos gozan en la disciplina. Así, se conformó un campeonato de 16 selecciones, divididos en cuatro grupos de idénticos componentes entre los que se hallaba Argentina, destinada a confrontar en la Zona C con los All Blacks, Fiji e Italia.
Capitaneado por el insuperable Hugo Porta en su primera y única actuación mundialista, Los Pumas debutaron con una inesperada derrota ante el conjunto fijiano (9-28). La escuadra dirigida por Héctor Pochola Silva y Ángel Papuchi Guastella, que había subestimado sobremanera a los del Pacífico Sur producto del saldo favorable derivado de la (única) serie favorable de test-matches mantenido por ambos, se rehabilitó parcialmente en su segunda presentación al vencer a la Selección Azzurri por 25 a 16. Aun pese al laborioso halago, el team celeste y blanco estaba obligado a superar a los neozelandeses o señalarles tanto como cuatro tries si pretendía avanzar a la siguiente ronda. Ni lo uno ni lo otro: el anfitrión se impuso por 46 a 15 y Los Pumas vulneraron el ingoal rival en una sola ocasión. El tercer puesto del equipo argentino en su correspondiente grupo decretó la prematura eliminación del certamen, en el que se consagraron los All Blacks liderados por John Kirwan, Grant Fox, Michael Jones y Sean Fitzpatrick al doblegar en la final a Francia por 29 a 9.
A diferencia de su predecesora, la Copa del Mundo albergada por Inglaterra en 1991 -secundada en la celebración por Francia, Escocia, Irlanda y Gales- adoptó una variante en el método de clasificación. Si bien la World Rugby mantuvo su disposición de invitar directamente a la práctica totalidad de sus miembros fundadores -salvo Sudáfrica, reemplazada por Fiji merced a su pase a los cuartos de final en Nueva Zelanda '87-, las demás selecciones no tuvieron más opción que abocarse a una instancia eliminatoria previa a efectos de acceder al torneo.
Fue así que, pese a la suerte dispar que le reportó su producción en la Zona Americana, en donde cayó frente a Canadá por 9-15 y 6-15 como local y visitante, respectivamente, y superó a Estados Unidos (23-6 L y 13-6 V), Argentina se aseguró su plaza en la Rugby World Cup (RWC) para cotejar en la etapa preliminar con Australia, Gales y Samoa Occidental, en un marco de transición en lo concerniente a la formación de su primer equipo. El fin de la trayectoria mundialista en Los Pumas de notables como Porta, el Chapa Branca, Serafín Dengra, el Aguja Fabio Gómez y Rafael Madero -padre de Benjamín-, entre otros, se tradujo en la presentación oficial en la Copa del Mundo de valores de la talla de Lisandro Arbizu, Gonzalo Camardón, Santiago Mesón, Pablo Garretón, Federico Méndez y Martín Terán. Los Diegos Cash y Cuesta Silva fueron los únicos que quedaron del plantel que cumpliera un mediocre papel en 1987.
La Selección Nacional comenzó su participación enfrentando a Australia. Los Wallabies de David Campese, Michael Lynagh, John Eales y Tim Horan se las apañaron para prevalecer por 32-19 sobre el equipo comandado por la dupla técnica Luis Gradín y Guillermo Lamarca. De hecho, ningún equipo -ni siquiera los All Blacks en las semifinales- lograron anotarle tantos puntos al postrero campeón del certamen como Los Pumas en aquel duelo.
En su segundo encuentro, el conjunto albiceleste chocó con un alicaído Gales, que venía de padecer un sorpresivo traspié con Samoa Occidental. Sin embargo, los visitantes pumas -el partido se jugó en el ya demolido Cardiff Arms Park, actual Millenium Stadium- no consiguieron revertir la tendencia desfavorable y sucumbieron por 16 a 7.
Ya en su presentación de cierre en la fase inicial, el combinado albiceleste fue apabullado en todo sentido por los isleños, que triunfaron por 35 a 12, lo que le significó a Los Pumas ocupar la última posición en el Grupo C sin unidades. Por cierto, en aquel partido, un violento altercado derivó en la expulsión de una figura emergente del combinado nacional, Pedro Sporleder, el único jugador argentino sobre quien hasta el momento pesó tal sanción en el historial de la Copa del Mundo.
Abolido en su territorio el calvario del apartheid, a Sudáfrica le fue conferida la organización de la RWC 1995 a instancias del porte de su presidente, Nelson Mandela, quien concebía al rugby, deporte en el que los Springboks es uno de los seleccionados más poderosos del mundo, como un factor aglutinante exento de revanchismo racial, en el que podían confluir la hasta entonces predominantemente raza blanca con las minorías rezagadas a las que no se les permitía disfrutar de la pelota ovalada. La moción del Premio Nobel de la Paz 1993 resultó un éxito: el tan debutante como inclusivo equipo anfitrión, en el que destacaron los ya fallecidos Chester Williams, Joost van der Westhuizen y James Small a la vez que Francois Pienaar y Joel Theodore Stransky, batieron en una final de película a Nueva Zelanda -cuya sobresaliente figura resultó el asimismo inmortal Jonah Lomu, veinteañero tryman de la competición junto con su compañero de equipo, Marc Ellis (7)- por 15 a 12.
Respecto de la campaña de Los Pumas, su clasificación al Mundial estuvo precedida por el Campeonato Sudamericano de Rugby 1993, serie eliminatoria sin sede definida por cuyo ganador aguardaba Estados Unidos. Allí, Argentina se impuso consecutivamente a Brasil (114-3), Chile (70-7), Paraguay (51-3) y Uruguay (19-10) para después hacer lo propio en el cruce ante las Águilas norteamericanas, a las que derrotó por 28 a 22 como visitante y 16 a 11 como local. Así, el representativo celeste y blanco fue depositado en la Zona C de la RWC al igual que Inglaterra, Italia y Samoa, verdugo que sentenciara la estancia de los nuestros en 1991. Por lo demás, la Rugby Board resolvió -por última vez- la reiteración del formato de 16 participantes divididos en cuatro grupos de cuatro seleccionados en la primera fase, al tiempo que otorgó el acceso automático al torneo a los ocho equipos que intervinieron en cuartos de final en la Copa del Mundo inmediatamente anterior.
Nuevamente conducido por un tándem de entrenadores, aunque en esta ocasión por la yunta Ricardo Paganini y Alejandro Petra, el combinado albiceleste viajó a Sudáfrica -en donde Hugo Porta revestía funciones de embajador itinerante- con una formación que contempló la convocatoria de ciertos integrantes de la edición mundialista '91 -entre ellos, Arbizu, Méndez, Sporleder, Llanes, Terán y el Cheto Santamarina- y el nombramiento de exponentes argentinos en ciernes como el Yanqui Rolando Martin, Diego Albanese y Agustín Pichot pese a que este último no sumó minutos en el campo de juego. Claro que tampoco eran para despreciar citaciones de la envergadura de Patricio Noriega, la Bruja Ezequiel Jurado, el experimentado Sebastián Salvat y José Cilley. El capitán en el período previo, Marcelo Loffreda, DT del elenco que calificó como tercero en la RWC 2007, fue desafectado del torneo en una determinación no exenta de polémica.
Desafortunadamente, Los Pumas reprodujeron la pésima campaña del Mundial de Inglaterra. Fue precisamente ante el equipo de La Rosa que la divisa nacional perdió por 24-18 en su debut aun habiéndole señalado dos tries a su oponente contra ninguno del conjunto europeo, cuya totalidad de puntos correspondió, entre drops y penales, a los infalibles kicks de Christopher Rob Andrew.
El desquite que no fue tal. En su siguiente compromiso, los albicelestes sufrieron su segundo revés al hilo con el combinado samoano (26-32), que a posteriormente avanzó de ronda al escoltar en la zona a su par inglés. El tempranero adiós de Los Pumas le valió una auténtica lección a los mandos superiores de la Unión Argentina de Rugby (UAR), empeñados en vetar a los jugadores que se desempeñaban profesionalmente en el exterior, entre ellos el cordobés Diego Domínguez y el proveniente de Rosario, Mario Gerosa, autores de 26 de los 31 tantos con que Italia sobrepasó los 25 que le marcó el cuadro nacional.
El rumbo errante de la campaña previa
Si bien no puede equipararse a su deslucida trayectoria en las tres primeras ediciones mundialistas, la verdad es que la producción del equipo argentino en la transición comprendida entre la finalización del Mundial de 1995 y el período previo a Gales '99 no fue especialmente fructífera. En cambio, Los Pumas alternaron triunfos auspiciosos con derrotas históricas, se embarcaron en giras de dudoso rédito e inclusive fueron superados por adversarios de menor tradición en comparación, uno de los cuales sería rival directo en la entonces venidera Copa del Mundo. Solo en la Eliminatoria Clasificatoria el combinado nacional exhibió un rendimiento impecable.
Luego de haberse restablecido parcialmente de la fatídica experiencia en la RWC de Sudáfrica con la cosecha del título sudamericano y con el subcampeonato que como local le correspondió en el primer capítulo de la Copa Latina, ambos en 1995, Argentina se dispuso, en la temporada posterior, a recibir a Francia y a los Springboks -que además afrontaron una serie de partidos contra distintos seleccionados provinciales de nuestro país- para culminar el año emprendiendo un tour por Inglaterra.
Al igual que sucediera en la apertura de la Copa Latina, el combinado albiceleste -dirigido técnicamente por el triunvirato José Luis Imhoff/ José Javier Fernández/ Héctor Méndez- cayó ante Les Bleus aunque en esta ocasión por partida doble. En efecto, la visita se impuso por 34 a 27 y 34 a 16 en la serie de matches jugados en el estadio de Ferro Carril Oeste.
Previsible obtención del Torneo Panamericano mediante, en el que se venció a USA (29-26), a Uruguay (54-20) y a la anfitriona Canadá (41-21), Los Pumas asumieron el reto de medirse con los entonces vigente campeones mundiales. No obstante, el conjunto sudafricano triunfó con holgura en ambos encuentros (46-15 y 44-21), también disputados en Caballito.
Durante el tramo inicial del periplo realizado por Gran Bretaña, el equipo nacional se floreó derrotando consecutivamente a los combinados de London South & West (63-20), South West (25-17), Midlands (90-24), North Counties (64-16) y Combined Services (52-6). En contraste, los últimos dos encuentros de la gira. Al traspié frente a Inglaterra A (17-22) le siguió una ajustada caída ante el equipo principal de La Rosa por 18-20 en Twickenham. La primera -y hasta el momento única- victoria de Los Pumas en la Catedral del rugby sobre el local habría de acontecer exactamente una década más tarde, igualdad en 13 tantos frente a Inglaterra XV al margen, en 1978.
En lo inmediato, sin embargo, el equipo argentino se dio el lujo de tomarse revancha de los reveses padecidos contra el team inglés en 1995-96. En la antesala de la serie, eso sí, el éxito se tornaba prácticamente una obligación si se observa que los europeos ya habían sido superados por el seleccionado de Buenos Aires por 23 a 21. En un cruce en que exhibieron elocuentemente su irregular labor, Los Pumas -que primeramente habían caído por 46 a 20- triunfaron en su segundo compromiso por 33 a 13, esto es, su más abultada victoria en el haber de enfrentamientos con England.
Poco después de iniciado el segundo semestre de 1997, el representativo celeste y blanco se trasladó a Nueva Zelanda para encarar la más nefasta experiencia de su existencia en lo que a resultados adversos refiere. Tras enfrentarse a los equipos de Taranaki (10-26), Nelson/Marlborough (42-10) y New Zealand Maories (17-39), Los Pumas de Gonzalo Quesada y Mario Ledesma, el Yanqui Martin, el Gordo Reggiardo, Liso Arbizu y Sporleder fueron vapuleados, demolidos, arrollados, aplastados por los All Blacks por ¡¡¡93 a 8!!!, la peor derrota de la Selección Nacional de rugby en toda su historia. En el segundo cotejo, las huestes de Christian Cullen, Tana Umaga, Zinzan Brooke, Carlos Spencer, Justin Marshall y compañía se apiadaron de su contricante al imponerse apenas por 62 a 10.
Para colmo, cerca de la culminación de la temporada, se formalizó la llegada de los Wallabies a nuestro país. El combinado albiceleste, que venía de adjudicarse largamente el Campeonato Sudamericano antes de volver a resignar ante Francia el título en la Copa Latina, pareció en principio sumirse en un nuevo fracaso habida cuenta de su caída -aunque no deshonrosa- ante los australianos por 15-23. Pese a ello, los ya desaparecidos tablones de la cancha de Ferro obraron de testigos privilegiados de la tan codiciada recuperación puma: fue 18-6, victoria no tan exigua como lo dicta el score.
Consumada la goleada sobre Uruguay por 72 a 5 con que arrancó el año 1998, Argentina dedicó sus esfuerzos a confrontar con Francia, a la sazón bicampeón del Torneo de las Cinco Naciones (Italia recién se sumó en 2000). De dispar performance en la tournée emprendida, el conjunto galo fue superado por las Águilas de Buenos Aires (22-36), más allá de que no vaciló en sus actuaciones frente a Los Pumas en el estadio José Amalfitani al imponerse por 35 a 18 y 37 a 12.
Acto seguido de haberle ganado confortablemente a Rumania en la visita de la misma por Argentina (68-22), el equipo celeste y blanco ofició de sede del Panamericano que concedía tres plazas directas a la Copa del Mundo 1999 a la vez que un repechaje para el seleccionado colista del cuadrangular. Allí, los albicelestes se acreditaron el liderazgo absoluto después de doblegar a EE.UU (52-24), Uruguay (55-0) y Canadá (54-28), rivales que en su totalidad lograron clasificar a la RWC, incluidos Los Teros, llamados a debutar en la competición mundialista.
El almanaque '98 de Los Pumas admitía dos últimos retos de relevancia -inapelable consecución del Sudamericano aparte-, consistentes en dos giras por Asia y Europa, en las que confrontó con dos de sus tres oponentes de la fase de grupos de la Rugby World Cup de Gales.
La primera de ellas depositó a la delegación argentina en el Lejano Oriente en virtud de cotejar con Japón, contrincante a priori accesible. Fue cuando la teoría arrasó con la práctica: luego de su victoriosa presentación ante Japón Select XV por 51 a 28, los de celeste y blanco se inclinaron a merced de la Selección titular nipona (29-44).
Respecto de la travesía por el Viejo Continente, en donde el conjunto nacional libró inicialmente dos duelos con el mismo potencial anfitrión del Mundial con el que se cruzaría en su jornada de inauguración, Gales. En consonancia con la opaca labor evidenciada frente a los japoneses, el elenco albiceleste fue derrotado por los Dragones Rojos (30-43), previo triunfo ante Gales "A" por 28 a 19. Adicionalmente, Los Pumas visitaron a Francia -verdugo de una Argentina en pleno éxtasis en un futuro no tan lejano-, para caer 34 a 14 y hacer lo propio con los Barbarians franceses (30-38). Completaron la gira el revés frente a Italia (19-23) y el halago en el encuentro con el combinado azzurri alternativo (31-9).
Por fin, la temporada en que se desarrollaría la RWC. Pese a la proximidad del trascendente evento, el primer semestre de 1999 no fue particularmente ajetreado para la Selección Nacional. En ese período, el conjunto celeste y blanco se inició con un partido a manera de conmemoración por el centenario de la creación de la UAR, en el que enfrentó triunfalmente a Resto del Mundo (49-31). Fue en las instalaciones del Buenos Aires CRC, en donde el representativo argentino, amén de lucir publicidad en su camiseta por primera vez (VISA), contó con un refuerzo estelar: Hugo Porta. Asimismo, se concretaron una serie de cotejos frente a los equipos provinciales de Tucumán y
Mendoza, a los que Los Pumas se impusieron por 40-24 y 86-17.
Los galeses fueron, una vez más, rivales de fuste de los albicelestes en la preparación para el Mundial. De tour por las pampas, el seleccionado británico se rehabilitó de sus inesperadas derrotas frente a las Águilas metropolitanas y Argentina "A" por 29-31 y 34-47, respectivamente, venciendo a Los Pumas por 36 a 26 y 23 a 16.
Con la desazón a cuestas, atenuada por el apabullante 85-21 en su favor ante Los Dogos de Córdoba del interín, Los Pumas partieron hacia el continente europeo para dirimir sus últimos desafíos previos al Campeonato Mundial. En su escala inicial, el elenco argentino igualó en 25 tantos con Escocia "A" para inmediatamente obtener su primera victoria como visitante ante el seleccionado principal de Los Cardos -ganador de la temporada del certamen más trascendente del Hemisferio Norte- por 31 a 22. No tan lejos de allí, el team nacional concluyó la etapa previa a su meta culminante perdiendo con el mismo rival con el que el rugby argentino establecería otro de sus tantos hitos, Irlanda ( 24-32), tras imponerse sobradamente al equipo de Leinster por 52 a 24.
No fue de extrañar el oscilante rendimiento, con predominancia negativa, que signó la campaña puma con vistas a la Copa del Mundo, fundamentalmente en el cuenta regresiva producto de las desavenencias surgidas entre el plantel y la conducción técnica -y entre esta última y la cúpula dirigencial de la UAR-, las controvertidas desafectaciones derivadas de la nómina definitiva de jugadores, las potenciales suspensiones de dos de los máximos referentes del plantel y la renuncia indeclinables del entrenador a escasos días de la RWC, por lo que hasta los más optimistas avalaban el halo de escepticismo que se cernía en derredor de los actores preponderantes de la inminente aventura. Lo que se avizoraba era el enésimo fracaso, el cuarto consecutivo.
La lista, ¿estamos listos?
El origen de la aguda crisis que envolvió a los estamentos plenos del rugby argentino en los meses anteriores al Mundial de Gales se centró en las discrepancias surgidas entre el entrenador de la Selección Nacional y sus dirigidos.
Insigne emblema de la refundacional gira realizada por Sudáfrica y Rodesia del Sur -actual Zimbabue- en 1965, en la que el combinado albiceleste adoptara perdurablemente el apelativo de Los Pumas, José Luis Imhoff -papá de Juan, tres cuartos del Racing 92 francés, de auspiciosa tarea en las copas del Mundo de Nueva Zelanda 2011 e Inglaterra 2015-, el rosarino descubrió, al cabo de la serie frente a los Dragones Rojos de mediados del '99, que la inmensa mayoría del plantel -sobre todo los que militaban en clubes porteños- le habían soltado la mano.
Entre las razones que esgrimieron los rugbiers para abogar por el alejamiento del seleccionador, destacaban el desgaste ocasionado después de tres años de convivencia, las continuas variantes que el técnico acostumbraba introducir en la conformación de la alineación titular y los planteos tácticos con los que no se sentían identificados.
Todavía más, la convocatoria preliminar de (22) jugadores que Imhoff pensaba afectar a la Copa del Mundo fue desestimada. Ni siquiera el presidente de la UAR y exjugador y director técnico de Los Pumas, Luis Gradín, respaldó en el cargo a su viejo amigo y ladero de Selección pese a que en principio declarara públicamente que forzar su alejamiento significaba incurrir en golpe de estado. Luego de una acalorada discusión entre ambos, quien fuera el adiestrador de Los Pumas en el período 1996-99 fue removido de sus funciones no sin antes soportar los presenciales reproches del capitán argentino, el segunda línea Pedro Sporleder, y del centro Lisandro Arbizu a lo actuado en su gestión. Con todo, el entrenador saliente conservó su puesto como head coach aunque sin tener injerencia alguna en la formación del primer equipo celeste y blanco.
Así las cosas, una vez que los jugadores y los dirigentes de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) vieran cumplida su voluntad, el rol de entrenador de Los Pumas recayó en la figura de Héctor Pipo Méndez, exvalor del elenco nacional y de Los Tilos, cuya doble misión inicial consistió en comandar a la delegación argentina en el tour que la misma emprendió por Escocia e Irlanda a modo de cierre en lo que a test-matches premundial refiere, a la vez que elevar la lista definitiva de buena fe de players albicelestes citados al ecuménico torneo.
A propósito de la nómina en cuestión, se produjo, en la inminencia del viaje emprendido por Europa por el elenco albiceleste, un grave incidente en el ámbito doméstico que involucró a dos de sus forwards. No bien finalizado el encuentro en que Champagnat venció a su Curupaytí por 27 a 23, correspondiente a la séptima fecha del Torneo de Reubicación del Grupo 1 de la URBA 1999, nuevamente el lungo Sporleder, aunque en esta oportunidad en compañía de su compañero de equipo, el hooker Mario Ledesma -actual DT de Los Pumas-, fueron expulsados por el árbitro del partido, Marcelo Pilara, por considerar que la protesta de los rugbiers había degenerado en falta de respeto hacia su persona.
Excluidos de movida para el cotejo en que Los Pumas vapulearon a Córdoba por 85 a 21, la plana dirigencial de la UAR exhortó a los popes mayores de la URBA a que se expidieran con urgencia a causa de la cercanía de la gira. Fue por ello que la Comisión de Disciplina metropolitana determinó inhabilitar a Sporleder y a Ledesma -quienes contaban con antecedentes de inconductas redundantes en expulsión- por 24 y 16 semanas respectivamente, para desempeñarse en la práctica del rugby tanto la faz local como internacional, por lo que se los reemplazó en los tests ante escoceses e irlandeses por Guillermo Ugartemendía y Fernando Díaz Alberdi.
Las derivaciones del caso fueron diversas. Por un lado no faltaron quienes, a ese respecto, sugerían que la pena impuesta al segunda línea de Curupaytí respondía, en gran parte, a un ardid proclive a privar adrede del brazalete puma a Sporleder , sindicado como el líder de una maniobra cuyo objetivo -logrado- residía en propiciar la destitución de José Luis Imhoff. Por otro, en medio de la lamentación de Pipo Méndez por el impedimento que pesaba sobre dos de los rugbiers a quienes consideraba titulares inamovibles, las voces autorizadas que suscribían la suspensión de ambos, entre ellos Hugo Porta.
Inesperadamente, sin embargo, el affaire Sporleder-Ledesma adoptó un vuelco radical. Rechazada originalmente la apelación efectuada por los delanteros de Curupa y del combinado nacional, el Tribunal de la URBA instrumentó una medida excepcional y determinó que uno y otro cumplieran parte de la sanción en el lapso comprendido entre el mes de agosto -por entonces en curso- y el 25 de septiembre -esto es, a menos una semana de la apertura de la RWC, el 1 de octubre- para someterse a la segunda etapa de inactividad desde la precisa iniciación del Campeonato porteño del año 2000. De esa manera, tanto el capitán de Los Pumas como el primera línea -en plena consolidación en el equipo base producida la deserción por lesión de un consagrado como Federico Méndez- estaban en libertad de acción para integrar el plantel mundialista, al margen del manifiesto desacuerdo de ciertos elementos albicelestes como el medio scrum de Hindú, Nicolás Fernández Miranda, quien no podía dejar de recordar que su compañero en el equipo de Don Torcuato, Gonzalo Amaya, había sido conminado a cumplir una suspensión de cinco años sin la más mínima posibilidad de derecho al reclamo.
¿Cuáles fueron claves de la condonación de la(s) pena(s)? Dos fundamentales: 1) las cartas que los rugbiers enviaron a la UAR reconociendo su culpa y expresando su más sincero arrepentimiento, además su esmero por comunicarse en plan conciliador con el referee Pilara con objeto de expresarle que, lejos de un encono de índole personal, su intempestivo comportamiento guardaba estrecho vínculo con el riesgo que corría Curupaytí de perder la categoría; 2) las febriles gestiones de Lucho Gradín por que la URBA se percatara de que las potenciales ausencias de los forwards albicelestes alterarían sobremanera el óptimo funcionamiento del equipo en la venidera Copa Mundial, lo que finalmente asintieron los dirigentes metropolitanos.
La progesión de vicisitudes en que se sumió el rugby argentino versión 1999 alcanzó su más candente extremo al confeccionar Pipo Méndez la siguiente lista ¿definitiva? de 30 jugadores elegidos para disputar la RWC de Gales: Juan de la Cruz y N. Fernández Miranda, Lucas Ostiglia, Gonzalo Quesada y Martín Scelzo (Hindú), Diego Albanese, José Luis Cilley, Gonzalo Longo y Rolando Martin (SIC), Manuel y Felipe Contepomi y Agustín Canalda (Newman), Ignacio Corleto y Fernando Díaz Alberdi (CUBA), Mario Ledesma y Pedro Sporleder (Curupaytí), Ignacio Fernández Lobbe y Eduardo Simone (Liceo Naval), Omar Hasan y Octavio Bartolucci (Agen, Francia), Lisandro Arbizu (Brive, Francia), Alejandro Allub (Jockey Club ,Córdoba) , Gonzalo Camardón (Alumni), Roberto Grau (Saracens, Inglaterra), Agustín Pichot (Bristol, Inglaterra), Mauricio Reggiardo (Castres, Francia) y Miguel Ruiz (Teqüé, Mendoza).
No bien trascendió masivamente la lista de buena fe, se vislumbraba que el efímero ciclo de Héctor Méndez al frente de la Selección Argentina estaba por tocar a su fin.
Casi sin dilación, el Consejo Directivo de la UAR se pronunció contrario a la nómina, más que nada -o nadie- el bloque representativo del rugby del interior del país, visiblemente molesto tanto con la minoría absoluta en cuanto a nombramiento de jugadores provinciales sino también con las marginaciones de valores como el rosarino Ezequiel Bruja Jurado -de antecedentes mundialistas- y el cordobés Facundo Soler -originalmente convocados por el destituido Imhoff-, a quienes se sumaron porteños como el excapitán albiceleste, Pablo Camerlinckx -sinónimo de Regatas Bella Vista, otrora autoexcluido por razones laborales para al cabo ser eliminado por baja forma física-, el Vasco Ugartemendía (Los Matreros) y Augusto Petrilli (SIC).
En una auténtica puja que remitía a la dicotomía federales vs unitarios, los mandamases de los instituciones de las provincias prevalecieron en la votación sobre sus pares metropolitanos en cuanto a solicitar al Comité Organizador de la RWC su autorización para que la lista fuera modificada. La respuesta fue negativa pues ya había caducado el plazo pertinente para introducir cambios en los planteles, solo posibles por lesiones de último momento o afines.
De allí en más, la confusión imperante no hizo sino adueñarse enteramente del panorama. A la par de las intestinas discrepancias entre los dirigentes, la solidaridad irrestricta de los jugadores con sus similares desafectados, a tal extremo que el capitán Sporleder renunció a portar el brazalete de capitán.
Asimismo, Héctor Méndez, quien había declarado que dimitía a su cargo en caso de intromisiones en el armado de su lista, se desayunó con que para el Consejo de la UAR ya no era el director técnico principal de Los Pumas al tiempo que se le había denegado el permiso a su asistente Pochola Silva de ejercer ese cargo en la Copa del Mundo. Sabedor de que su campo de acción se había acotado, con suerte, a un segundo plano, Pipo anunció su alejamiento del seleccionado en un entrenamiento que no terminó de dirigir -como sí su ayudante, Tito Fernández- en las instalaciones de Liceo Naval, a exactamente una quincena de comenzar la RWC.
Alex Wyllie, a quien mencionó la UAR como entrenador titular, no era un improvisado. Por lo contrario, el oriundo de Nueva Zelanda, apodado Grizz -oso pardo en castellano-, ya contaba con vasta experiencia en el rugby de elite antes de que en 1996 se requirieran sus servicios, inicialmente, como Consejero Técnico de Argentina.
No por nada fue jugador y coach de los All Blacks, bajo cuya conducción los neozelandeses -si bien no pudieron repetir el título de la edición inaugural obtenida como local, en donde ejerció como auxiliar del cuerpo técnico- ocuparon la tercera colocación en el Campeonato del Mundo de 1991, por no mencionar sus postreros, exitosos pasos como seleccionador en Inglaterra, Irlanda y Sudáfrica.
Admirador del estilo de juego Los Pumas, con predilección por los forwards a instancias de su pasado como tercera línea, Wyllie conformó -vaya paradoja- una exitosa dupla técnica con Pipo Méndez en el Torneo Juvenil Hemisferio Sur de Menores de 21, disputado en Sudáfrica en 1998, en donde el conjunto argentino dio el batacazo al vencer a los All Blacks por 12 a 11 previo a caer en el partido definitorio ante Australia -que de ese modo se consagraba tricampeón- por 7-24.
A su vez, el proveniente de Oceanía se desenvolvió en distintas funciones en la Selección Mayor en el proceso de preparación a Gales '99 -de hecho, siempre evocó aquel 18 a 16 sobre Australia de 1997 como uno de los momentos culminantes de su trayectoria-, desde el cargo original con que arribó al país hasta llegar a ser distinguido, previo rol de segundo de Méndez, con su designación como entrenador del combinado albiceleste, aun pese a la renuencia de los sectores más románticos del rugby nacional, a quienes les disgustaba que se empleara a un director técnico rentado.
Es cierto: el neozelandés, quien aseveró en reiteradas ocasiones que no había tenido influencia en la tan mentada lista de buena fe de 30 players, ya había anunciado públicamente que luego de la RWC se alejaría de Los Pumas a efectos de recalar en el equipo irlandés de Clontarf. Por supuesto que ello no implicaba que le huyera al desafío de comandar al team argentino en tan convulsionado contexto. Ni siquiera su rudimentario dominio de la lengua castellana se constituyó en factor limitante en la comunicación con sus subordinados, afectos estos a comunicarse en inglés, con quienes en su inmensa mayoría cuajó de entrada.
Sofocado por fin el más crítico foco de tormenta, luego de arrollar a domicilio a Lomas Athletic en una especie de sesión de entrenamiento glorificada (93-29), Los Pumas -es decir, la delegación argentina- se apersonaron en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de Ezeiza para abordar el vuelo de la compañía British Airways que los trasladaría hacia destino, flanqueados por alrededor de 70 personas entre familiares, allegados y amigos que se habían acercado a la terminal aérea para despedirlos.
Dada la tendencia, desde ya que no todo podía salir perfecto: Liso Arbizu, capitán sustituto de Pedro Sporleder, fue el único de los 30 pumas convocados impedido de viajar en término como consecuencia de una bacteria infecciosa -estafilococo- alojada en su pierna derecha, fuera de que el DT del equipo una vez abandonara la actividad, Santiago Tati Phelan, había olvidado su pasaporte -su hermano recorrió el trayecto San Isidro-Ezeiza en tiempo récord- y de que Gonzalo Quesada tenía el ídem vencido. El denodado esmero del titular de la UAR, Luis Gradín -curiosamente, otro de los que se sumaría al contingente con posterioridad-, por solucionar los imprevistos inconvenientes surgidos resultaron fructíferos.
De esa manera, los players -previa bendición del sacerdote José Diturbide- se subieron a la aeronave junto con el resto de la delegación: Alex Wyllie, director técnico; José Luis Rolandi, mánager; Luis García Yáñez y Alfredo Larrain, médicos; Alejandro Labonia y Marcelo Habib, preparadores físicos; Guillermo Jordán, fisioterapeuta; Ricardo Abad, traductor; y Marcos Ocampo, encargado de prensa.
Una vez en Gales, los argentinos se hospedaron en un hotel ubicado en la coqueta zona costera de Cardiff Bay y practicaron en el predio de la universidad de la misma ciudad con la finalidad de concentrarse en su objetivo prioritario: la primera Copa del Mundo de rugby profesional -con Francia, Inglaterra, las dos Irlandas y Escocia como sedes alternativas-, que a diferencia de las ediciones que la precedieron admitió un cupo de 20 participantes, repartidos en cuatro zonas de cinco, en donde se le otorgaría tres unidades al equipo ganador, un punto en caso de igualdad y cero al seleccionado derrotado. Otra de las innovaciones pautadas para el torneo -aunque única vez-, fue el sistema de acceso a la segunda fase: solo avanzarían automáticamente a esa instancia los cinco líderes de cada grupo, mientras que los ubicados en segundo lugar y el mejor tercero pugnarían en formato de play -off -a un solo partido- para pasar a cuartos de final. La restante: además del equipo anfitrión, solo tres combinados intervinientes clasificaron directamente a la RWC, o sea, los del podio de la competición mundialista de 1995: Sudáfrica, Nueva Zelanda y Francia.
Para Los Pumas, la oportunidad excedía el pomposo compromiso de inaugurar el certamen confrontando con el dueño de casa. En esta ocasión no habría de disuadirlos volver a vérselas con las persuasivas bestias negras de las respectivas fases de grupos 1991 y 1995, ni tampoco confrontar mano a mano con uno de los selectos miembros de la mesa chica. Lejos de ello, había llegado el momento de pegar el salto de calidad Mundial, la epopeya refundacional que le faltaba al rugby argentino. (Continuará).
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