La maniobra propagandística elucubrada por los jerarcas del Proceso de Reorganización Nacional en virtud de la celebración del Mundial de fútbol de 1978 en nuestro país, resultó contraproducente. Aun avalada por los medios de difusión adictos, la presunta campaña antiargentina a la que se remitía el gobierno de facto encabezado por Jorge Rafael Videla no disuadió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de investigar la responsabilidad del régimen dictatorial en las incontables denuncias por crímenes de lesa humanidad que sobre su órbita recaían.
De ese modo, luego de una exhaustiva recopilación de evidencias, el organismo dependiente de la OEA (Organización de los Estados Americanos), concluyó que ya a fines de 1979 la Junta Militar había promovido la desaparición de miles y miles de personas a la vez que incurrido en un número similar de secuestros forzados. Con todo, las autoridades castrenses prohibieron la publicación del libro en que constaba el informe final confeccionado por la comitiva del CIDH, al año inmediatamente posterior.
Sin embargo, la progresiva puesta al descubierto del siniestro modus operandi de los represores propició la repatriación tanto de disidentes políticos -célebres y anónimos- así como de músicos y otro artistas que habían sido confinados al ostracismo del exilio.
Uno de los actores que decidió retornar de su destierro involuntario fue Juan Carlos Altavista. Superado el veto impuesto a su interpretación más aclamada, Minguito Tinguitella, cuya confesa adhesión al peronismo lo apartó durante seis años de la pantalla televisiva, Gerardo Sofovich -ya distanciado de su hermano Hugo- lo convocó en 1980 para protagonizar las respectivas reposiciones de Polémica en el bar -nuevamente como ciclo independiente- y Operación Ja-Já.
Pese a la alternancia de incorporaciones y deserciones que signó la conformación del elenco durante su segunda edición como programa autónomo (1), El cafetín de Buenos Aires registró en el tramo inicial de esa etapa el mayor índice de audiencia de su historia, al rebasar los 60 puntos de rating. Entonces, se sentaban en derredor de la (única) mesa del bar: Mingo, Jorge Porcel, Julio de Grazia, Mario Sánchez y Rolo Puente; mientras que continuaban administrando el local, el Gallego Alberto Irízar y su ayudante, Vicente el Preso La Russa.
Al igual que en la década de los '70, la temática de discusión de los parroquianos se cernía en torno a la política y al fútbol, coronada por el sempiterno conato pugilístico. A propósito, uno de los segmentos más encendidos se suscitó en ocasión de la definición del Campeonato Metropolitano de 1981, entre Boca y Ferro. Es que entre los ocupantes de la mesa coexistían dos hinchas xeneizes y uno del club de Caballito.
En la víspera del trascendental desafío entre ambas instituciones, a dirimirse en la Bombonera, por la trigésimo segunda fecha del certamen, Rolo Puente, partidario de los verdolagas, irrumpió en el boliche bailando y luciendo un gorro tipo piluso con los colores de su equipo, al tiempo que canturreaba que FCO iba a "reventar a los boquenses".
Extrañamente contemporizador, Minguito no escatimó elogios para el coyuntural oponente, celoso escolta del conjunto de La Ribera en la tabla de posiciones, al que si bien calificó de "cuadro chico", no vaciló en señalar que es "merecedor de la simpatía del mundo". No fue el caso de Julio de Grazia, quien vaticinó que los auriazules llenarían de "cachetazos de realidad" a la alineación entonces dirigida por Carlos Timoteo Griguol. Huelga mencionar que, consumada la ajustada victoria de Boca por 1 a 0, en la que fue una suerte de final anticipada al consagrarse el equipo azul y oro liderado por Diego Armando Maradona en la última jornada del Metro, postergando la hazaña de Ferro por solo un punto de ventaja, la dupla bostera de "Polémica..." facturó su bravuconada al representante de la modesta entidad caballitense.
No obstante las estelares figuras que integraban el reparto, la crítica especializada coincidía
unánimemente en otorgarle preponderancia a la labor de Mingo por sobre la del resto de los actores. De hecho, el personaje encarnado por Altavista no solo se encargaba del acto de apertura del programa, sino también del cierre del mismo, secundado -sí, secundado- por Porcel y, a menudo, por Irízar. Más: la irrefrenable popularidad de Tinguitella ameritó que este, tal como sucediera con los avisos de los cigarrillos Colorado -"gran faso", según sus textuales palabras- y el jabón La espuma -"la mejor manito que se le puede dar a la vieja", fuera el centro visual del elenco de Polémica en el Bar en auspiciar el "frescolari" yogur "La Senerísima" (por La Serenísima).
Idéntico rédito le reportó su performance en la reedición de otro de los principales segmentos del antiguo Operación Ja-Já: La voz del rioba, cuyo suceso había inspirado en 1973 la publicación de la historieta homónima a través de la editorial Cielosur (2). En ese sketch, Minguito oficiaba de periodista y su colaborador, el Preso (Vicente La Russa), de reportero gráfico. La misión conferida por el "diretor" del periódico en que se desempeñaban -que no era otro que el mismo "ruso malino, indino y danino" de siempre- consistía en que sus subordinados concurrieran a entrevistar en sus hogares a las más encumbradas estrellas del espectáculo, quienes apenas reparaban en el dudoso aspecto de profesionales de los trabajadores de prensa que los requerían -y en el incomprensible lenguaje en que estos se comunicaban- no tardaban en vislumbrar el calvario que por ellos aguardaba.
Tan es así que, de movida, los representantes de "La voz..." despertaban el enfado de la celebridad de turno al confundir, por caso, Minguito el apellido de Susana Giménez con "Gutiérrez" o discutirle a Silvio "Roldán" Soldán que sus programas de tevé más recordados se titula(ba)n "Domingo para el tango" o "Grandes valores para la juventús". La inoperancia del Preso solo contribuía a caldear aún más los ánimos: cuando no sacaba fotografías insólitas -o fuera de foco- como los zapatos del entrevistado, destruía bienes ajenos para tomar instantáneas trepado a lo alto de un mueble. La debacle se apoderaba irreversiblemente del recinto en cuanto el periodista penalizaba a patada limpia la torpeza de su compañero.
Ante tamaño escándalo, el anfitrión daba por culminada la cita, no sin antes botar violentamente de su morada a Mingo y al Preso. El frustrado entrevistador, sin embargo, no se rendía fácilmente: solía volver al epicentro del conflicto solo para abrir la puerta del dueño de casa y, embargado por la impotencia, espetarle, por ejemplo, un sonoro "viva, Sandro" a Palito Ortega. Por su lado, el incompetente fotógrafo, quien usualmente se salvaba en primera instancia del vehemente desalojo, obtenía similar trato que su colega al formularle una pregunta absurda al ya por demás iracundo artista.
No obstante el irrebatible éxito que le valió a Minguito su reaparición en televisión luego de un prolongado parate forzoso, al que se adosa su multifacético desenvolvimiento en el éter, en programas como Belgrano show, Cada mañana es un mundo y El clan del aire -por radio Belgrano, El mundo y Mitre, en ese orden-, el popular personaje seguía resfriando los estómagos de los autodenominados puristas del lenguaje y el buen gusto.
Entre ellos, sobresalía el periodista Alfredo Serra, quien en su artículo titulado ¿El espejo de los argentinos?, correspondiente al ejemplar número 250 de la revista Somos del 3 de julio de 1981, describió a Mingo como "un marginal semianalfabeto que le llama 'curro' al trabajo". Habida cuenta de la controversia que generó la publicación de su nota, el entonces redactor del desaparecido semanario, perteneciente a la editorial Atlántida -de manifiesto apoyo a la última dictadura cívico-militar-, fue invitado a ratificar su juicio en el programa televisivo Video Show (Canal 11, actual Telefe), conducido por Enrique Llamas de Madariaga, en donde amplió sus desdeñables conceptos: "Si seguimos mirando a Minguito, vamos a terminar siendo como él".
De repente, mientras se desarrollaba el candente debate, se produjo la presencia espontánea en cámara de Juan Carlos Altavista, flanqueado por Gerardo Sofovich. Fue cuando el humorista se despojó de la parquedad que lo caracterizaba en ocasión de efectuar declaraciones y apeló a la sensibilidad con un argumento que acalló la voz acusadora: "Yo voy a hablar poco porque no sé hablar. Lo que quiero decir es que Minguito posiblemente deforme el idioma, pero lo que nunca va a hacer es deformar las almas".
Definitivamente, los detractores habían escogido un pésimo momento para rebelarse contra la figura de superlativa aceptación de Mingo. Así lo corroboran las consecutivas distinciones que Altavista mereció en 1981: el Premio Konex de Platino, en virtud de su nominación al mejor actor cómico junto con el Diploma al Mérito, ambos en el rubro Espectáculos, y el Premio al Mejor trabajo de Humor, concedido por la revista Salimos, en simultáneo con la edición de su nuevo álbum, Minguito, un guionista de película.
No conforme con prestigiosas condecoraciones y discos de auspiciosa repercusión, el emblemático personaje otorgó a sus detractores la chance de que se rebajaran a descifrar su elemental utilización del habla castellana mediante la publicación de su Buscabulario porteño, cuyo preámbulo reza: "Amigo letor: ya está en sus manos este manífico dicionario con dixiones idiomáticas intitulado 'pa' entederme mejor', con el que se hemo' propuesto echar lú sobre el celebro de los seresumano, y a la vez entrar por la puerta grande en las distintas esferas del mundo del inteleto. Como podrá observarse, garantizamos este fino laburo laditorial...La pirula y la barra de nosotro' (Comisión de Cultura de la Sociedad de Fomento del Barrio El Perejil)...". Entre las más desopilantes explicaciones de su catálogo resaltan: aujero -"hacerle a alguien un buraco así de grande, embromarlo con guita o estropearle la tranquilidá en el laburo o , como dicen lo' diario', en lo' sitio' donde acostumbraba a concurrir"-, copetudo -"pitucón, coso de familia bien acomodada que se la piyan que el mundo es pa' eyos y tienen razón"- o espichar -"estirar la pata, entregar la rosca, finirla"-.
Ya en plena retirada del infausto Proceso de Reorganización Nacional y el consiguiente advenimiento de la democracia, producto de la asunción a la presidencia constitucional del candidato de la UCR, Raúl Ricardo Alfonsín, se oficializó el retorno de Altavista al denominado Séptimo Arte, luego de tres temporadas completas de ausencia.
Si bien en Diablito de barrio (1983), no ejecutó un papel acorde a su valía, coincidió en el elenco no solo con su segunda hija, Ana Clara -quien en ese largometraje realizó su presentación absoluta en la industria cinematográfica- sino asimismo con otra estrella de fulgurante brillo: Juan Carlos Calabró, con el que en lo sucesivo sobresaldría en una tripartita serie cinematográfica apta para todo público.
El primer filme en el que la dupla cómica adoptó indiscutiblemente el rol protagónico se tituló Minguito y Aníbal, dos pelotazos en contra, en 1984, año en que se despidió para siempre del programa televisivo Polémica en el Bar. Allí, Mingo y su inseparable compinche, conspicuos miembros del austero Club Atlético Ciencia y Sudor, en donde rinden tributo a la memoria del difunto socio Lamparita -"el pionero del escolaso"-, solo rivalizan al alardear de sus respectivos vehículos, en rigor a la verdad, dos auténticas cafeteras: el Topolino- propiedad de Aníbal Polvorone- y la Santa Milonguita, una "chata estudebaquer modelo 1929", con la que Tinguitella se gana la vida pese a lo que puedan sugerir las tres curiosas leyendas inscriptas en el rudimentario rodado: "toda mina pelandruna queda mirando la luna", "tocalo que no es un sueño" y "si precisá' una mano pedila, que tengo do'".
Sobrino del homónimo inspector general de origen italiano, antigua pareja de una de las dueñas del hotel Sheraton (Beatriz Taibo), Aníbal Polvorone se emplea junto con Minguito en el sector de mantenimiento del fastuoso hospedaje, aunque ambos se destacan en realidad por cooperar con el oficial de policía Laborde (Rubén Green) en la desarticulación de una banda de delincuentes que falla sistemáticamente en sus tentativas de usurpar el premio Raqueta de oro de la tenista María Miranda (Susana Traverso), quien muy a pesar del Namberguán se une en matrimonio con el agente del orden.
Durante la temporada invernal de 1985, Altavista y Calabró se lucieron en la taquillera película Mingo y Aníbal contra los fantasmas, en la que ambos trabajan en una concesionaria de automóviles dirigida por Carlos Fortuna (Carlos Estrada), esposo de Natalia (Ethel Rojo). La invitación que les hizo el "trompa" de concurrir a cenar a su ostentosa quinta de Río Carapachay -"Carapichón", según Tinguitella- encubre, sin embargo, un propósito macabro: culparlos del simulado asesinato del tío de Natalia (Alfredo Iglesias) para beneficiarse de la herencia que posee el hermano mellizo de este último.
Fracasada su intentona, el señor Fortuna persigue a sus empleados -quienes previamente habían solicitado telefónicamente la presencia de la policía- por las inmediaciones de la vivienda, pero se tropieza con las bolas...de fraile que Mingo le había obsequiado -y Aníbal desechado en el jardín- y fallece. Finalmente, con el arribo del detective encarnado por el actor Adolfo García Grau al lujoso chalet, los dependientes de la agencia automotriz, a quienes se acopla Hércules Pérez (Tristán), salen indemnes.
Al año siguiente, el dueto se repite -por última vez- en Mingo y Aníbal en la mansión embrujada. De argumento semejante al de su filme predecesor, Calabró hereda un vivero y ofrece ser su socio a Minguito, quien vive con su queridísima "vieja" y su "chancha" Magdalena -una de sus mascotas predilectas junto con su perro Sifón-, luego de lo que encarga la restauración del comercio a Sofanor (Tristán).
Uno de los primeros clientes en contratar los servicios de la flamante sociedad son don Martínez (Horacio O' Connor) y su cónyuge, Julia (Elízabeth Killian), propietarios de la llamada Casa del ahorcado, quienes a instancias de la confianza que en ellos depositan proponen a Mingo y Aníbal custodiar su coqueto hogar, pues deben viajar al exterior. Una vez más, las bolas de fraile que en retribución ofrenda Mingo son arrojadas -patada mediante- a la intemperie; no así las guindas "borrachitas" que aquel trae consigo a modo de cortesía adicional.
En ausencia de los dueños de casa, la mucama (Cristina del Valle) se confabula con el malhechor interpretado por Luis Medina Castro -quien cuenta con un cómplice disfrazado de cura, Néstor Robles- para desvalijar la residencia.
A diferencia de Aníbal, Minguito y Sofanor son conminados a obedecer las indicaciones del delincuente, quien mata por equivocación a la empleada doméstica, no obstante lo cual consiguen deshacerse de su influencia y son rescatados por la policía. La confusión se apodera de la escena cuando Aníbal cree de juguete el revólver del ladrón e, involuntariamente, provoca su huida...hasta que -al igual que el falso sacerdote- resbala con las bolas de fraile y es capturado por el inspector Herminio Iglesias (García Grau).
Acto seguido del encomiable nivel que exhibió en el cine, Juan Carlos Altavista se aprestaría a consagrarse como el capocómico más exitoso del segundo lustro de la década de los '80, como consecuencia fundamental de los índices de audencia que registrarían sus programas televisivos. El corolario de una forma de vivir...y de morir. (Continuará).
(1) Amén de los mencionados integrantes, conformaron el elenco de "Polémica..." durante las últimas dos décadas del siglo XX: Santiago Bal, Pablo Codevila, Mario Sapag -sucesor en el cargo de Alberto Irízar y Vicente La Russa, a su vez reemplazado por la primera participante estable femenina del ciclo, Ginette Reynal, de quien Mingo estaba algo más que metejoneado-, Sergio Velazco Ferrero, el propio Gerardo Sofovich -a partir de 1989-, Tita Merello, Hugo Gambini, Luis Beldi, Arturo Cacho de la Cruz, Ernesto Cherquis Bialo, el profesor Lambetain, Antonio Carrizo, Carlos Artigas (el Mirón), Carlos Salvador Bilardo, Samuel Chiche Gelblung, Jorge Rial, Diego Pérez, Guido Kaczka, entre otros.
(2) En su ejemplar inaugural el entrevistado fue Héctor José Cámpora, presidente electo por el FreJuLi, a quien poco después reemplazaría en el cargo Juan Domingo Perón para ejercer por tercera vez como jefe de Estado. A la publicación de la historieta La voz del rioba se suma la postrera edición de la revista de Operación Ja-Já (1981-82).
(3) La cosecha de galardones que Juan Carlos Altavista ostenta en virtud de su eximia trayectoria artística incluye, asimismo, los Premios Martín Fierro a la Mejor Labor cómica , en 1969, 1971 Y 1972; los premios ACE y Cruz de Plata Esquiú, en 1973; el Premio Círculo de Plata de la ciudad de Rosario, en 1982; los premios al Mejor Actor Cómico de la revista TV Guía, el Rugantino Internacional y el Chango de Plata, en 1983; el Premio Discepolín, en 1986 y el Premio Prensario, en 1987.
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