viernes, 21 de julio de 2017

                           
       Minguito: cuando un gomía se va...el 20 de julio (parte II)
                                                 
                                                           

       Era tan consciente de la simbiótica fusión entre Juan Carlos Altavista y Minguito Tinguitella 
como de que su personaje por antonomasia, salvo raras excepciones (1), resultaba incapaz de opacar su performance en los papeles adicionales para los que se lo requiriera. La versatilidad de sus dotes se manifestó ya en su transición de actor medio a consagrado, en el período comprendido entre las décadas de 1960 y 1970,  al margen del género -televisión, cine, teatro o radio- en que paralelamente se desempeñara.
       ¿La prueba fehaciente? Su presentación absoluta en la TV, en 1964. Allí, ofició de conductor y animador del programa infantil denominado El Club de Anteojito y Antifaz, personajes de la creación del inestimable historietista gráfico Manuel García Ferré, emitido por Canal 9 -el mismo en que sedujo a su amada Raquel, madre de sus tres hijos- de a 11 a 12 del mediodía. El envío, consistente en diversos entretenimientos, pruebas y entregas de premios exclusivamente dedicados a los chicos, se componía de un dicharachero elenco que secundaba al Tío -así bautizaron los niños a Altavista-, del que sobresalían los payasos Firulete, Santiaguito y Piolini, el desopilante conjunto musical Los Manuelo's Boyses, y el Mago Geno y sus trucos reveladores. Para el artista, la experiencia fue sumamente enriquecedora pues el afecto que le dispensaron los pequeños mitigó su persistente sentimiento de que no había tenido infancia al iniciar su trayectoria profesional a sus prematuros ocho años de edad.
        Entretanto, avalado por sus destacadas actuaciones en la pantalla grande en películas como El Gordo Villanueva, el primer rol protagónico en el cine de Jorge Porcel, Altavista exhibió su figura in crescendo en el largometraje Fiebre de Primavera (1965), en el que integraba un grupo de universitarios de escasa contracción al estudio cuya meta primordial residía en cautivar a sus vecinas y compañeras de cursada. Establecida la pareja formada por Ramón Bautista Palito Ortega y Violeta Rivas -dos de los principales valores del Club del Clan, entonces en auge-, Altavista conquistó el voto de Nora Cárpena después de intentarlo todo, hasta un cuasi striptease.
         Luego de su auspiciosa labor en picarescas comedias cinematográficas del relieve de Villa Cariño, Coche cama, alojamiento y Villa Cariño está que arde, el actor afianzó su estatus privilegiado merced a sus respectivas intervenciones en Carne (1968), en la que personificó a José García, el hijo de un verdulero que, pese a subordinarse al influjo de Humberto, el Macho (Romualdo Quiroga), se rehusó a vejar a Delicia (Isabel Sarli) como hizo el resto de su execrable círculo áulico -que no salió impune-, en la recordada escena del camión; y se anticipó al comienzo de la nueva década con su loable participación en Los muchachos de mi barrio, remake de La barra de la esquina, en la que interpretó a Fatiga, quien reflotó una frase en realidad perteneciente a José Pepitito Marrone: "Trabajás, te cansás...¿qué ganás?".
         Solo así, al desmentir rotundamente el encasillamiento como actor que se le adjudicaba, Juan Carlos Altavista descolló con su personaje más "pulenta" al sellar su vínculo con el "ruso malino, indino y danino" de Gerardo Sofovich y su hermano Hugo, hacedores de Operación Ja-Já, cuyo selecto elenco lo erigió en uno de los programas de mayor rating de la historia televisiva argentina.
         En virtud de su rutilante suceso, dos de los sketches predilectos de los telespectadores se escindieron del ciclo para ocupar cada uno su propio espacio, tanto La peluquería de Fidel -a posteriori, La peluquería de don Mateo- como La mesa de café, devenida Polémica en el bar. En este último, el iletrado Minguito Tinguitella -quien conformó la nómina original de parroquianos, en 1964 (2)- representaba al típico exponente de los estratos sociales más populares de antaño: fanático de Boca, de su madre ("mi viejita") y peronista a ultranza. Compensaba su exiguo dominio del lenguaje castellano con la conjunta utilización de dos jergas eminentemente rioplatenses como el lunfardo y el vesre, lo que no bastaba para impedir la sucesión de correcciones idiomáticas con las que asiduamente lo segregaban sus contertulios, a quienes Mingo retrucaba invariablemente: "Se' igual".
         Durante el primer lustro de los años '70, los principales interlocutores de Minguito eran el Gordo Porcel, a quien acostumbraba saludar con un clásico de su repertorio ("qué hacé', tri tri?"); el irascible Adolfo García Grau, ejecutivo de profesión a la vez que afín al radicalismo "moderado", según su textual apreciación; Javier Portales, hombre autotitulado de "izquierda", de ínfulas pretendidamente intelectuales y Fidel Pintos, otro de los afectos a comunicarse en un argot por demás particular: la sanata.
          La heterogeneidad de ideologías y caracteres imperantes en el Cafetín de Buenos Aires, regentado por el Gallego Alberto Irízar y su alterno, Vicente La Russa (el Preso), lejos de fomentar el debate constructivo, solían desembocar en un escándalo generalizado fronterizo con la reyerta. "'Menazame, a ver, 'menazame", toreaba Tinguitella -recurrente candidato a la golpiza- al contendiente de turno que alzara sus puños, no obstante siempre se las apañara para salvaguardar su integridad.


        A propósito de declaradas vertientes partidarias, la suscripción a Perón por parte de  Minguito atentó contra la continuidad laboral de Juan Carlos Altavista -quien en contraste se decía apolítico-, en un contexto en que el ya idolatrado artista brillaba en "tiatro", en obras como El gran despiplume en el Maipo, así como en la "caja boba", en oportunidad de sus actuaciones en El Botón, El tinglado de la Risa y Domingos de fiesta; a los que, por supuesto, se sumaban "Polémica..." y "Operación...".
        Si bien en pleno gobierno dictatorial de Juan Carlos Onganía había conseguido evadir la proscripción instrumentada por la pomposamente autodenominada  Revolución Libertadora -que se extendiera por casi dos décadas- de siquiera mencionar públicamente al General, so pena de purgar una condena de hasta seis años en prisión, su paulatina remoción de los medios de difusión se produjo, curiosamente, en concordancia con el período en que Perón regresó al país para ejercer por tercera vez el cargo de Jefe de Estado y fallecer al poco tiempo, tras lo que lo relevó en el mando su segunda esposa y vicepresidente, María Estela Martínez (Isabelita).

         Más allá de su controvertida proclama en vivo y en directo -"los resfríos me los curo con Viva Perón, porque el Vick VapoRub es para los ricos"-, que paralizó a sus desprevenidos compañeros de reparto de Polémica en el bar, la publicación del disco Minguito le canta a la vieja en el día de la madre, en 1973, llevaba explícita otra frase alusiva al máximo líder y caudillo del Partido Justicialista.
         Aunque en innumerables ocasiones se atribuyera la autoría de la osada expresión "mi vieja y Perón, un solo corazón" a una obsecuente treta de los hermanos Sofovich para congraciarse con el gobierno administrado por el General, los elementos castrenses -así como el sector más recalcitrante del peronismo- acometió contra el bueno de Mingo. De ahí su progresiva marginación del ambiente televisivo, previa emisión de los programas La pensión y Las aventuras de Minguito Tinguitella, en 1974, año en el que murió su libretista original y realizador del cómico personaje, Juan Carlos Chiappe, suplido en esa función por Roberto Peregrino Salcedo, Délfor (Dicásolo) y Hugo Sofovich.  
         Por fin, el Proceso de Reorganización Nacional. Poco después de haber usurpado el poder, el 24 de marzo de 1976, la Junta Militar presidida por Jorge Rafael Videla designó interventor de Radio Mitre al capitán de fragata Hugo Adámoli, quien se personó en esa emisora para advertirle al locutor y animador Roberto González Rivero -coequiper de Altavista en el programa El clan del aire- que le daba solo un mes de plazo para que educara a Minguito, si no deseaba sufrir represalias.
         Riverito, el mejor amigo de Juan Carlos Altavista en la vida real, a quien conoció en la época del debut radioteatral de Mingo en Por las calles de Pompeya llora el tango y la Mireya, replicó al persuasivo uniformado la imposibilidad de acatar su exigencia pues conspiraba contra la naturaleza del célebre personaje.
         Inhabilitado para desempeñarse en su métier, el talentoso actor aceptó la propuesta de González Rivero de marcharse al Uruguay -en donde ambos solían veranear junto con sus respectivas familias- para incorporarse a Radio Colonia (1976-78), pues la censura alentada por el régimen militar del vecino país no resistía parangón con la ejecutada por el Proceso. En relación con el veto que sobre sí pesaba -que en televisión se extendió por espacio de siete años- Altavista, quien nunca alcanzó a ver su nombre y apellido en una lista negra, reveló alguna vez: "Nunca me lo dijeron de frente, pero todos los proyectos naufragaban un minuto antes y todos los contratos se rompían un día antes de la firma. Me comparan con Cantinflas y (Charles) Chaplin, pero a la hora de los bifes...me los pegaban en la cara".

                                                 

       Eso sí, no hubo represores ni tampoco prohibiciones que lograran obstaculizar la prolífica proyección cinematográfica de Altavista durante el período comprendido entre 1974 y 1980 , a instancias de sus soberbias intervenciones, entre otros, en los siguientes filmes: Minguito Tinguitella, papá; Las procesadas, No hay que aflojarle a la vida, Don Carmelo, il capo, El divorcio está de moda, Vivir con alegría, La Nona, Crucero de Placer y ¡Qué linda es mi familia!
        Por cierto, sus respectivas participaciones en Brigada en acción -en la que, canto mediante, volvió a homenajear a su adorada progenitora- y en Amigos para la aventura desestiman enfáticamente la acusación de colaboracionistas que recae sobre la práctica totalidad de actores que durante los años de plomo se desenvolvieron en películas que reproducen la dinámica de las Fuerzas armadas o de las instituciones policiales. Aun pese a que guardara un grato recuerdo de su experiencia en la colimba, Juan Carlos Altavista no estaba lo bastante colifa como para brindarle su irrestricto apoyo a quienes propiciaron no solo su exilio artístico involuntario, sino asimismo que su situación financiera se tornara tan precaria que apenas pudiera (sobre)vivir empleándose en la venta de lanchas.
        No es casual que en sintonía con la lenta pero irreversible retirada de la dictadura se produjera la reivindicación de la figura de Minguito, al tiempo que recobrara significancia la categoría de artista de Altavista. Entre menciones de honor, récords de audiencia televisiva, múltiples labores en radio y taquilleros largometrajes, el actor accedería a neutralizar los infundados ataques en dirección a su más emblemático personaje. Plenitud...aunque no de salud. Se aproximaba la fecha de caducidad del pacto de sangre. Entonces, no lo lloraríamos precisamente de emoción... (continuará).
 
 
       (1) Disconforme con su papel en la película Las barras bravas (1985), en el que personificó a Eduardo, compañero de trabajo de María Castro (Mercedes Carreras), quien sufrió la pérdida de su hijo como consecuencia del consumo de estupefacientes, Juan Carlos Altavista le confió a la inigualable Tita Merello, de activo protagonismo en el filme: "Ma' sí, a mí déjenme con Mingo".

       (2) Además de Minguito Tinguitella, integraron la primera mesa de Polémica en el bar, en 1964: Jorge Porcel, Carlos Carella y Rodolfo Crespi. Otro de los que asimismo cumplieron un rol destacado en el legendario programa fue Luis Tasca, quien se acopló pocos años después.
 
 
 
 
     

   
   


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