martes, 12 de enero de 2016

                                             Funes, corazón de búfalo
                                                        
                                                       

                                       

        "¿El delantero que más me costó? Tengo el recuerdo de un partido con Gimnasia y Esgrima de Mendoza, por el Campeonato Nacional. El Polaco (Vladislao) Cap nos había avisado que el 9 de ellos era bravo, asi que armó todo para que la pareja de centrales fuera (Oscar Alfredo) Ruggeri como libre y yo saliendo a buscarlo, la cosa es que choqué tres o cuatro veces durante el primer tiempo y me mató. Codazos, pisotones; estaba todo roto. Entonces le pedí a Ruggeri que fuera un poco él...le dio también para que tenga". Claro que Roberto Aníbal Passucci desconocía que el ignoto cuan corpulento atacante rival, quien en pos de recobrar las energías perdidas tras un extenuante partido solía bajarse un sachet de leche de una sola sentada, estaba acostumbrado a lidiar con fieras auténticas que en comparación reducían al mínimo la bravura de semejante pareja de zagueros centrales. Menos aun, el inexpugnable defensor imaginaba que para el Rambo de 1.80 metros y 90 kilogramos de peso era usual adentrarse por largos días y noches en el frondoso monte puntano, testigo privilegiado de sus encarnizados duelos con jabalíes y pumas, ya fuese cuchillo en mano o a fuego de carabina.
       Eso sí, la caza representaba apenas una de las aficiones de Juan Gilberto Funes, nacido el viernes 8 de marzo de 1963 en la capital de la provincia de San LuisPapá Pedro le legó su primer nombre en conmemoración de su ídolo, Juan Gálvez, quien curiosamente había fallecido cinco días antes que el recién llegado. No extrañó por tanto, la creciente pasión por los fierros que heredara El Sapo -tal uno de sus primeros apodos-. Ya en su temprana infancia, se la pasaba en el taller mecánico familiar. Allí, sentó los cimientos de su legendaria potencia mediante una práctica -en principio- temeraria producto de su prematura edad: alzaba las pesadas cajas de velocidad de los Mercedes Benz, empleando un  grueso lazo trenzado que ataba a su cuello, únicamente con las fuerzas de sus brazos y piernas, con la finalidad de que tales armatostes se unieran eficientemente al motor de los automóviles.
       A su vez, El Juan - alias de índole familiar-,  iniciaba su  trayectoria como jugador en el club de baby fútbol Parque Patricios, cuyas auspiciosas actuaciones posibilitaron su posterior traspaso a Huracán de San Luis, para el que se desempeñó en la Liga local hasta 1981. Entonces, sobrevino el (casi) debut oficial de Funes: Sarmiento de Junín, que había ascendido por primera vez en su historia a la élite del fútbol argentino, solicitó sus servicios para afrontar el Torneo Metropolitano que a la postre obtendría el Boca de Diego Armando Maradona. En los cuatro meses que se desempeñó en las filas de El Verde, el fornido centrodelantero forjó una estrecha amistad con Ricardo Alberto Gareca, una de las figuras del equipo, al tiempo que el principal  responsable de su relegamiento al banco de suplentes e inclusive a la Reserva.
      Frustado su bautismo de fuego en Primera División, Funes propició el retorno al cobijo de sus pagos natales para recalar respectivamente en Jorge Newbery de Villa Mercedes y Sportivo Estudiantes de San Luis, en un marco más emparentado con el "alma de potrero" que cierta vez el atacante declaró poseer. De su tranco arrollador sabían asimismo en las provincias vecinas; de ahí que fuera contratado en 1983 por Gimnasia y Esgrima de Mendoza, que a instancias de su consagración en su Liga de origen, accedió a disputar el Campeonato Nacional, en el que el puntano anotó sus primeros (dos) goles en la máxima categoría. Una de ellas, ante los Xeneizes, en ocasión de un empate en un tanto, en el Estadio Malvinas Argentinas.
      Las incipientes condiciones del robusto Juan Gilberto acabaron por confirmarse definitivamente, en la que es hasta el momento la última incursión del Lobo mendocino en 1ra. Las cinco conquistas que señaló en la fase inicial del Nacional '84 fueron determinantes para que Gimnasia clasificara a la segunda ronda, en la que no obstante sumara una nueva anotación, su equipo fue eliminado en cuartos de final por Argentinos, campeón del certamen. De ese modo, su primera experiencia en el exterior no tardó en efectivizarse...

                                                       
                             
        El despuntar de su ciclo en Millonarios de Colombia, sin embargo, distó de resultar idílico. Tanto le costó la adaptación a la altura de la ciudad de Bogotá, de 2600 metros sobre el llano, como que los hinchas del Ballet Azul lograran olvidar al infalible delantero uruguayo Wilmar Cabrera -mundialista en México 1986-; más que nada, por la sequía goleadora del puntano. Así las cosas, el único que parecía confiar en la valía del infortunado forastero era el periodista Jaime Ortiz Alvear, autor intelectual del apodo más famoso de Juan Gilberto Funes, El Búfalo.
        Próximo el cierre de lo que aparentaba devenir en una aciaga primera temporada en feudo colombiano, el oriundo de San Luis inició su resarcimiento al decretar el gol número 3000 en la historia de Millonarios. Fue un cabezazo al ángulo que contribuyó a la inapelable victoria del cuadro anfitrión sobre Junior de Barranquilla (3-0), que ofició de anticipo a su fecunda producción del semestre inicial de 1985, en el que marcó la cifra récord de 32 goles para todos los gustos. Sólo le faltó meterla de bicicleta, la vía por la que tanto lo desvelaba convertir.

                                



        Aun pese a la devoción que le tributaban los fanáticos de Millonarios y la cuantiosa suma que le ofrecian los dirigentes de esa institución por renovar su contrato, Funes decidió volver a su país a mediados de 1986 para cumplir un sueño, pues allí lo aguardaba otro Millonario: River Plate. A diferencia de lo ocurrido en su paso por el fútbol colombiano, el puntano supo enseguida que no disponía de mucho tiempo para ambientarse a su nuevo club, urgido por adjudicarse la Copa Libertadores que nunca había podido conseguir desde la creación de la competencia, en 1960. El Juan no sólo se constituyó en el reemplazante ideal de Ramón Miguel Centurión (1), el máximo artillero de la histórica campaña riverplatense en el torneo más importante del continente, con 7 tantos, sino que resultó a la par crucial su aporte en sendas finales ante el América de Cali, para acallar por fin las voces que tildaban de gallina al cuadro de Núñez desde aquella lacerante derrota ante Peñarol en la edición de 1966. El indómito búfalo sacudió las mallas rivales con dos tantos de su inconfundible sello: aguantó la carga del marcador de turno, buscó su mejor perfil y sacó el latigazo inatajable. Consumada la obtención del anhelado trofeo, los características estampidas de El Potro -otro apodo más y van...- adquirieron categoría internacional. Aunque no fuera él quien rubricara la conquista con la que River se acreditara por única vez la Copa Intercontinental, al superar por 1 a 0 a Steaua Bucarest, sus destacadas actuaciones motivaron su convocatoria a la Selección Nacional, entonces vigente campeona mundial, así como comenzaron a ganar notoriedad las versiones que lo vinculaban a una inminente transferencia al fútbol europeo.

                                        


        Fiel a su esencia humildemente campechana, aun la cima del éxito, Funes no adhirió con excesivo fervor a la fiesta organizada por los popes mayores de  River en virtud de la cosecha de los trascendentales títulos que hasta entonces el club millonario no había podido acreditarse en más de 80 años de existencia. Por el contrario, se marchó a su amado San Luis a celebrar en compañía de su familia y amigos de toda la vida. Cuidado, no es que El Búfalo fuera un tibio a la hora de los festejos. Por caso, recibió la noticia de la asunción Carlos Timoteo Griguol como entrenador de la banda sangre, en 1987, a tiro limpio en medio del campo de juego del Monumental.  Es que, tan sólo, prefería rodearse del calor de los suyos; incluso en la víspera de los acontecimientos más solemnes de su vida. Previo a su casamiento con Ivanna, su rubia debilidad, quien concibiera a Juan Pablo, su único hijo, el puntano se dio el lujo de jugar un picado durante toda la tarde con su más íntimo círculo de amistades.
       Acaso por la frialdad imperante en el trato habitual entre compañeros, se produjo el discreto ciclo de un pingazo como El Juan en el Olympiakos de Grecia. Ni siquiera se pudo permitir una relación medianamente fluida con sus compatriotas, como Juan Domingo Rocha -toda una celebridad en el fútbol helénico -, puesto que la cúpula directiva de los clubes desalentaba esa práctica al considerar que distraía al jugador de la función primordial para la que había sido contratado (?). Por ello, no tardó demasiado en recalar en Vélez, en el que aguardaban por él viejos conocidos, como El Tigre Gareca, el mismo que lo había postergado en Sarmiento.

                                          


        Si bien el conjunto de Liniers acumuló otro revés, al no colmar las expectativas los numerosos refuerzos de magnitud que habían llegado para el Campeonato 1989/1990, Funes -aunque de rendimiento discontinuo- logró acaparar la atención de dos equipos de Francia, Nantes y Niza, producto de sus embates goleadores a los que no se los podía detener siquiera recurriendo al tackle, tal el recurso al que apeló vanamente José Luis Cuciuffo para aminorar su marcha en aquel empate 3 a 3, en el que El Fortín remontó un 0-3 parcial como local.
   No obstante, a sus ansias de triunfar de una buena vez en Europa se le opuso una inesperada y cruel realidad. En el exhaustivo examen médico previo a su incorporación, los especialistas del Niza le detectaron una afección cardíaca de tal gravedad, que hasta aconsejaban su retiro del deporte de alto rendimiento.
       Por supuesto, el inmenso Búfalo no estaba dispuesto a claudicar en primera instancia. Se ilusionó con su incorporación a Boca, para el que hasta disputó un partido amistoso, presenciado por una multitud, en el que el cuadro de la Ribera batió a Banfield por 3 a 0. Luego de su promisoria tarea, que incluyó un furibundo remate que se estrelló en un poste, los simpatizantes xeneizes despidieron al centrodelantero con una sonora ovación. Lamentablemente, el anunciado pase se deshizo definitivamente habida cuenta de los ulteriores estudios en los que participó la máxima eminencia de la salud cardiovascular, el doctor René Favaloro. El Juan, consecuentemente, debió conformarse con integrar simbólicamente el banco de suplentes boquense en el Superclásico de la sexta fecha del Torneo Apertura '90, en el que el River en el que otrora brillara se impuso por 2 a 0.
                                    
                                                 



      Pese a las encarecidas recomendaciones de los más expertos cardiólogos por que modificara su obstinada postura, Funes canalizó la frustración de su traspaso a Boca a través del rally, en el que se desenvolvió efímeramente, antes de intentar en 1991 su vuelta al fútbol en Defensores del Oeste de San Luis, equipo que no por casualidad luce los colores azul y oro. 
      Fue en ese mismo año, sin embargo, que el funcionamiento de su corazón empezó a deteriorarse dramáticamente. Entre setiembre y noviembre, El Búfalo se sometió a ¡cuatro! riesgosas operaciones de las que apenas salió convaleciente. Visiblemente desmejorado en su aspecto, el puntano se propuso paliar el infortunado trance mediante la construcción de esa escuelita de fútbol que desde siempre había deseado montar para que allí se formaran los gurises que tanto lo admiraban. Empeñado en la consecución de su sueño, Funes se abocó durante los primeros días de enero de 1992 a apurar la inauguración soportando tórridas jornadas de más de 40º de temperatura. Casi dejó su vida en el intento. La nueva recaída de su salud se presuponía mucho más compleja que sus precedesoras.
      "Estoy mal, pero no maldigo mi destino. Dios me dio demasiado; ahora no le pido nada", afirmó el ya exjugador poco antes de ser ingresado en el Sanatorio Güemes del barrio capitalino de Almagro. A la invocación módica del Divino Creador se le sumó la manifestación de cuerpo presente  del D10S del fútbol, Diego Armando Maradona, quien guardaba un grato recuerdo del puntano de las épocas en que integraron la plantilla del representativo argentino que finalizara en la cuarta ubicación en la Copa América de 1987, disputada en nuestro país. El astro estaba en la sala de terapia intensiva que albergaba la precaria humanidad de Juan Gilberto Funes la noche del sábado 11 de enero  en que el corazón del gigante amable latió por última vez (2), jaqueado por una endocarditis protésica. 
      Tampoco faltó El Diez al velatorio de El Juan, realizado en la Casa de Gobierno de San Luis, al que concurrieron espontáneamente alrededor de 40.000 personas, entre los que se contaban principalmente sus coterráneos y los porteños que se habían llegado a despedir al excentrodelantero en el micro fletado por el propio Maradona para la ocasión, como El Cabezón Ruggeri o Carlos Fernando Navarro Montoya.


                                               
        Más aún, uno de los homenajes más resonantes a la bonhomía de Funes tuvo como protagonista ineludible al mejor futbolista de la historia. Durante el primer semestre de 1992 todavía pesaba sobre el ídolo la suspensión impuesta por la Federcalcio producto del dóping positivo que le fuera hallado el año anterior tras el cotejo en que el Napoli venciera por 1 a 0 al Bari. Enterada que fue FIFA de las intenciones de Pelusa de participar en el partido conmemorativo del puntano, amenazó no sólo con extenderle la sanción a Diego sino también penalizar a todos y cada uno de los jugadores que intervinieran en el agasajo. La advertencia del ente rector del fútbol mundial -a la que obsecuentemente se plegó AFA- sólo exacerbó la inflexibilidad de la posición de Maradona...y la de sus colegas. Para evitar posibles represalias, los futbolistas adoptaron una serie de medidas tendientes a modificar al reglamento oficial. Entre otras, que las respectivas alineaciones titulares de los equipos contarían con 12 integrantes por lado o que los saques laterales se efectuarían con los pies. Tanto la convocatoria como el encuentro redundaron en un éxito rotundo: la capacidad del Estadio José Amalfitani se colmó prácticamente en su totalidad.
    Desde ya, su viuda, Ivanna, y Juan Pablo, su entonces pequeño hijo, continuaron la obra con la que habían atestiguado cómo El Potro había dejado jirones de su salud e inauguraron la escuelita de fútbol "Juan Gilberto Funes". Los deudos del querible exatacante atribuyeron a su ausencia que el proyecto durara apenas un año y medio, luego de que en el lugar funcionase, primero, un salón de fiestas infantiles y, posteriormente, un centro de rehabilitación para adictos. Sin embargo, la persistencia familiar logró su cometido: el viernes 8 de marzo de 2013 se constituyó allí mismo la Fundación Corazón de Búfalo, organización no gubernamental concebida para ayudar a los puntanos más necesitados, por lo que el agasajado abogó en sus casi 29 años de existencia terrenal.
    Asimismo, desde su provincia natal rindieron honores a uno de sus máximos ídolos, junto a José María Gatica y Rosendo Hernández, con el descubrimiento de un monolito de bronce en la Plaza principal de San Luis capital, que ya en vida lo había nombrado ciudadano ilustre; así como con la construcción del Estadio Provincial Juan Gilberto Funes, estrenado el jueves 27 de noviembre de 2003 con un partido informal en el que Independiente se impuso a Vélez por 2 a 0. El escenario, ubicado en la ciudad de La Punta, fue por otra parte Sede del Campeonato Sudamericano Sub-17 de 2013 que se acreditara la Selección Argentina, clasificatorio a la Copa del Mundo de Emiratos Arabes Unidos.
     De ese modo, nadie permaneció al margen de los sucesivos homenajes al Funes del corazón inmenso. Es que lo único que no se llevó puesto en su vida El Búfalo de la fuerza sin par es, precisamente, el cariño de la gente. SU gente. La que nunca lo olvidará.
    
   
   
  (1) Luego del encuentro correspondiente a la séptima jornada del Campeonato 1986/1987, en el que River se impuso por 3 a 1 Temperley, a Centurión le fue detectado metamfetamina en su test antidopaje. El Tribunal de Disciplina, al tiempo que le dio por ganado el partido al conjunto de Turdera por 1 a 0, suspendió al exatacante santafesino por un año, lo que le impidió jugar tanto las finales de la Copa Libertadores como la Intercontinental.
   (2) En 1992, el huso horario en nuestro país no era el mismo para todas las provincias. Buenos Aires, por ejemplo, estaba una hora adelantado respecto de San Luis. Por ello, para los porteños, Funes falleció la medianoche del 12 de enero; mientras que para los puntanos, el 11 a las 11 PM.
   

   
   
   
    
   
     
     






2 comentarios:

  1. BELLA DESCRIPCIÓN DE LO QUE FUE LA VIDA Y OBRA DEL MEJOR CENTRO DELANTERO 9 QUE HA TENIDO EL FÚTBOL EN EL MUNDO,GRACIAS JUANCITO POR REGALARNOS TU CORAZÓN.#BUFALOFUNES

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  2. BELLA DESCRIPCIÓN DE LO QUE FUE LA VIDA Y OBRA DEL MEJOR CENTRO DELANTERO 9 QUE HA TENIDO EL FÚTBOL EN EL MUNDO,GRACIAS JUANCITO POR REGALARNOS TU CORAZÓN.#BUFALOFUNES

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