martes, 29 de diciembre de 2015

 
                 Tangalanga, el (re)inventor del llamado telefónico


   
      Fue en la enseñanza primaria que el mozalbete pelirrojo, nacido el viernes 10 de noviembre de 1916 en las cercanías de la Plaza del Congreso, forjó sus dotes de ácido bromista. Una de las majaderías preferidas del travieso niño consistía en escribir en el pizarrón la lista de sus compañeros ausentes, entre los que intercalaba improperios supuestamente ajenos a un establecimiento educativo. Y no fallaba: invariablemente, los desprevenidos maestros leían: "Rodríguez, Falsoni, Antoni....PUTO". A lo que pretendía significar una severa reprimenda, el osado gurrumín solía responder: "Señor, es la última...por hoy".
         El teléfono vendría después, mucho después. Era un consumado cincuentón cuando realizó su primer llamado, que no respondió a una mera autosatisfacción de incordiar al prójimo sino a mitigar el durísimo trance que debía afrontar su querido Sixto, a quien una compleja intervención en su cabeza lo había confinado a la postración. Eso sí, el delicado paciente gozaba de llamativa lucidez, lo que hasta le permitía quejarse ante su solícito confidente de la impunidad con que lo estafaba el veterinario que atendía a su perrito, que "cobra que parece (René) Favaloro". De ese modo, se produjo en 1962 el debut absoluto del anónimo justiciero telefónico, quien no vaciló en amenazar con "romperle el alma" al desaprensivo especialista -un "talabartero podrido", según su propia (des)calificación-, si algo le sucedía al Puchi, alias del tan infortunado como ficticio can. Al llevarle la grabación (1), las sonoras risotadas del desahuciado enfermo parecieron revitalizarle cuerpo y alma, no obstante el cuadro irreversible que ya se había obstinado con instalarse en derredor suyo.
           Enteramente devastado por la muerte de su entrañable amigo, en 1964, Julio Victorio de Rissio, infinitamente más conocido como el Doctor Tangalanga, Raúl Tarufetti o Licenciado Varela (2), decidió colgar el tubo de manera indeclinable. Si bien a lo largo de dos años había efectuado alrededor de 30 llamados -de los que se conservan contados registros, joyas como "Tintorería" o "Carro atmosférico"-, por lo que su círculo áulico llegó a sugerirle que podría dedicarse en paralelo a la comicidad, de Rissio optó por abocarse exclusivamente a su función de gerente de compras en Colgate-Palmolive. En esa compañía, en la que en principio revalidó sus estudios de taquigrafía y dactilografía, resultó crucial para el despuntar artístico de Susana Giménez, a quien la ligaba el estrecho vínculo que desde joven mantenía con los padres de la diva.

                                               


         Luego de 34 temporadas ininterrumpidas de intachable desempeño en la empresa en cuestión, a de Rissio le fue ofrecido idéntico rol por el presidente de una de las firmas competidoras líderes. "Si los norteamericanos te aguantaron tanto tiempo, seguro que boludo no sos", le garantizó un tal Mauricio Borensztein (3), amigo en común con Sixto, al dubitativo Julio. En efecto, el consejo del inmenso Tato Bores contribuyó en gran medida a su ingreso en las filas de Odol, en la que se desenvolvió desde 1972 hasta 1995, al ser aquella curiosamente absorbida por...Colgate Palmolive.
         ¿Cuánto más habría de durar el impasse comprendido entre las conversaciones telefónicas de la década de 1960 y las que habrían de sucederlas? El disparador fue una impiadosa hepatitis que en 1980 lo tumbó por espacio de ¡¡¡70!!! días. En las primeras semanas en las que lo aquejaba la persistente afección, de Rissio se sentía "muerto, muy tirado", de acuerdo con su propio testimonio. Una vez sobrevenido el estado de convalecencia, sus amistades -Tato Bores incluido- comenzaron a acercarle anuncios de diarios y revistas para que retomara los antiguos llamados con los que se habían deleitado al igual que el infortunado Sixto. Así, al tiempo que paliaba el tan obligado como interminable reposo, imprescindible para recobrar su óptima salud, Julio, rebautizado definitivamente como Tangalanga, Tarufetti y afines, iniciaba, puteadas a Blanca Curi mediante, una trayectoria de humorista que lo encumbraría progresivamente en la cima de la idolatría, venerado por fanáticos de a pie y por otros tantos notables.
          Curiosamente, la presentación oficial del doctor Tangalanga en las tablas estuvo antecedida por una inesperada participación en una función del teatro de revistas de la temporada 1984, en la que la protagonista estelar, Norma Pons, vedette y actriz, preguntó en tono desafiante si alguno de los espectadores se atrevía a subir al escenario del Teatro Maipo para contar un chiste. Al mejor estilo Juan Verdaguer, uno de los pocos cómicos a los que alguna vez confesó admirar, el aún gerente de compras de Odol se despachó no con uno sino con cuatro picarescos cuentos que promovieron las carcajadas de la totalidad de los presentes.
           Claro que para esa época el incipiente artista se sabía reivindicado por una legión de adherentes, que en 1985 se multiplicó infinitamente producto de la invención del radiograbador con doble cassettera. Tal difusión subterránea, que posibilitó, por caso, la creación del Trapizonda Fans Club (4), ofició de antesala de la propuesta que le había arrimado su amigo y exapoderado, Eduardo Garcés, de editar sus jocosos llamados. Para la venta preliminar, Tangalanga, que había publicado solo para entendidos un escueto aviso en los diarios, agotó el stock de 600 copias (caseras) disponibles en apenas 20 días. Habida cuenta del éxito adquirido, Tarufetti se lanzó a conquistar masivamente el mercado en formato de cassette a través de la editora Trípoli, que publicó desde 1994 una saga de varios volúmenes de apreciable repercusión, y -posteriormente- por DBN y Musimundo (5).
            A todo esto, ¿cómo fue que el humorista atrajo tantos seguidores en su segunda etapa? A diferencia de los viejos llamados telefónicos, en las que confrontaba desde el arranque, Tangalanga introdujo una serie de variantes en el modo de abordar a su potencial presa. Al hacer acopio de su proverbial dicción no bien se identificaba, el engaño ya había sido cometido (¿quién no resultaría embromado si desde la otra línea una voz culta pregunta por el arreglo de una "fornitura"?). Previo manejo de los tiempos adecuados de la conversación, dudaba de la honorabilidad de su interlocutor, al acusarlo de "hacer la bicicleta con la guita" e inclusive de su virilidad -"cuando estaba en el vestuario, ¿no le tocaba el contenido de los suspensores a sus compañeros?"-. Por fin, el intercambio mutuo de insultos, en el que se reiteraba hasta la saciedad la palabra mierda ("es exclusividad mía", afirmó alguna vez).
             Contrariamente a lo que pueda creerse, más que con los llamados en los que tildaba de "hijo de una gran puta" al plomero o parapsicólogo de turno -dos de sus víctimas predilectas- disfrutaba con los diálogos en los que improvisaba situaciones de lo más inverosímiles, en las que en lo posible no mediara mala palabra alguna, como el del japonés de los masajes orientales ("supongamos que mi hermano lleve un caimán, se lo deja en la mano y usted lo toca"), el del médico experto en artritis que "seguía de rodillas por el consultorio" a su sobrino u otros en los que reclamaba por objetos de inexistente significado en este mundo, como en "Espejaime curioso", que al decir de Tarufetti es una "especie de tejemaneje con solapa" (?). 
             Entretanto, arreciaban los ofrecimientos que recibía por apersonarse en los medios de comunicación, ya fuesen radiales, televisivos o gráficos. A la original participación en el ciclo Mala Reputación (1987), por Radio Alfa, le siguió su incorporación al staff  de Peor es Nada ( Canal 13) en 1994, año en el que concedió su primera entrevista a una revista (Somos), la que le encomendó la misión a un periodista entonces ascendente: Alberto Bautista Casella, el Beto. En todas y cada una de sus intervenciones públicas, el humorista lucía barba candado postiza, anteojos y una gorra con la leyenda "doctor Tangalanga", con lo que no solo pretendía preservar la seriedad de su tarea en una compañía prestigiosa como Odol, sino asimismo resguardarse de las potenciales represalias que pudiera padecer a manos de sus víctimas telefónicas.

                             
           

          Al decretarse el cese de sus labores como gerente de compras de Odol en 1995, el viejito piola, prácticamente un octogenario, se focalizó netamente en su carrera humorística. En sintonía con el impacable advenimiento de la tecnología, desechó su histórica carpeta forrada de rojo en la que durante añares había recopilado recortes de diarios, números telefónicos y tarjetas personales de los tentativos candidatos a ser ajusticiados, para hacer otro tanto ya munido del más sofisticado de los elementos de la informática del momento, la computadora. Durante el furor de la Era Cibernética, a su vez, fue que Tarufetti acaparó más adeptos que en ningún otro período de su trayectoria como cómico. Páginas web y foros temáticos en homenaje suyo se diseminaron por la red con la misma persistencia que el selecto grupo de fanáticos que ostentaba el honor de contactarlo le pedían reprodujera sus hazañas en vivo y en directo, sin importar fecha, hora o lugar.
          Pronto, Tangalanga abarrotó las instalaciones de sitios como Terraza, The Cavern y el Paseo La Plaza, así como La Trastienda de la Ciudad de Buenos Aires y su homóloga platense, para finalmente congregar multitudes en latitudes vecinas como Uruguay y Chile e inclusive en destinos tan lejanos como México (6). Es tanta la devoción que le dispensan en la nación azteca, que desde el Hard Rock Cafe del distrito federal respondieron afirmativamente a todos y cada uno de los requisitos que a través del que fue su último representante e íntimo amigo, Roberto Fasano, el humorista exigía para trasladarse a Norteamérica a fines de que rechazaran sus exigencias: hospedaje en hotel cinco estrellas, automóvil con chofer y US$ 3500. Por esa misma cifra repitió el viaje dos meses después, en virtud del cumpleaños de un taruffetiano incondicional a quien su esposa deseaba agasajar. Al contemplar la fastuosa mansión, en la que ofreció un show para 60 personas, el cómico entendió que, producto de la evidente fortuna que amasaba el mexicano, el cachet que habrían de abonarle equivalía solo a "10 guitas".
           Vuelto al país, Raúl Tarufetti ratificó su popularidad en los medios -tal como lo había hecho antes en Café fashion, en Canal 9, y en El robo del siglo (Rock & Pop), entre 1999 y 2001- al integrar diversos ciclos televisivos y radiales en los que apostó a un recurso que hasta entonces casi no había empleado: el llamado a los famosos. Y no escatimó candidatos de fuste. En el programa Siempre pasa algo (2006), perteneciente a Canal 7, mantuvo conversaciones telefónicas con futbolistas de la talla de Norberto Osvaldo Alonso y José Francisco Sanfilippo -este último lo mandó sin vacilar a "la concha de su madre"-, con el exdiputado provincial por el Partido Justicialista, matarife y empresario, Alberto Samid y hasta con el ex jefe de Estado Fernando De La Rúa, en la que, tras mofarse abiertamente de su aletargado interlocutor, sentenció el diálogo con una de sus expresiones favoritas: "¡Qué pelotudo!"
             En el mismo año 2006 el doctor Tangalanga recibió el que consideraba el único homenaje que le tributaron por su trayectoria artística (7). El evento, titulado 90 pirulos y todavía te rompo..., fue organizado por dos de sus más célebres admiradores: Luis Alberto Spinetta (8) y Ricardo Mollo. Tanto el Flaco como el vocalista de Divididos -acompañado por el bajista de ese grupo y también ex componente de Sumo, Diego Arnedo- subieron a escena en los intervalos a tocar algunos de sus temas más aclamados. Coronó el espectáculo el "feliz cumpleaños" que a Tarufetti le cantaron al unísono los espectadores, a la par que una de sus bisnietas le acercó una generosa torta. Previo amague de apagar las velitas con un matafuego, el humorista, lejos de emocionarse con el gesto de la nena, manifestó con desparpajo: "No es tan cagadora como el bisabuelo, pero ya lo va a ser".

                                       


           Hasta entonces, aun pese a su avanzada edad, jamás había trascendido públicamente que Tangalanga experimentara merma de salud alguna.  A mediados de 2007, sin embargo, agudos dolores en sus piernas motivaron sucesivas internaciones y cirugías reparadoras que redujeron sensiblemente su movilidad, lo que lo empujó a anunciar su retiro del ambiente artístico. Empero, ante lo inesperado de su franca mejoría, el lenguaraz bromista retornó a los escenarios a los pocos meses para editar un nuevo álbum en vivo: ¿Me puedo tomar confianza?, antecesor de los dos que grabó al año siguiente: Mil gracias, Uruguay y ¡Olé! ¡Olé! ¡Olé! ¡Doctor! ¡Doctor!.
            Con todo, la férrea oposición de su familia, especialmente la de su esposa Nora (9), a que continuara con su carrera acabó por anteponerse inclusive a la recomendación de los psicólogos que lo trataban, quienes aseveraban que el contacto presencial con sus fans se constituía en un paliativo insuperable para sobrevellar los achaques de sus miembros inferiores. Así, con motivo de la celebración de sus 95 años, Tangalanga ofreció su última función el domingo 13 de noviembre de 2011, en La Trastienda porteña, sucedida por una cena en la tradicional pizzería Güerrín de la calle Corrientes al calor de sus incondicionales seguidores. Nada le gustaba más.
             Si bien por entonces sostenía que "la edad te va curtiendo y relajando, hasta un punto en que no te importan mucho las cosas y no te hacés problema por nada", no tardó en admitir: "Estoy como el culo, mal. Sí, ya sé que a los 95 años algo hay que tener y que también sé que a mi edad es difícil rehabilitarse. Es feo estar bien de la cabeza y mal del resto. Igual, no me gustaría que fuera al revés. Del mate, del colesterol, estoy bárbaro, pero las gambas no se arreglan".
              En esa dirección, comenzaron a tejerse rumores acerca del fallecimiento de Tangalanga, más que nada, como consecuencia de haber sido hospitalizado por una infección en uno de sus pulmones, del que le fue extraído una cantidad no precisada de líquido. Corría agosto de 2013 cuando su mánager Fasano, después de agradecer los deseos de pronta recuperación que los fanáticos le habían enviado a su página oficial a través de las redes sociales, desestimó las funestas versiones: "¡Qué va a estar muerto! Tiene los problemas de cualquier persona mayor, pero está bien(...) Al principio, comía solo alimentos procesados, pero ahora ya puede ingerir sólidos. ¡Hasta se comió unas papas fritas!". Tarufetti, por su parte, tranquilizó a sus devotos con un mensaje poco elegante: "¡Estoy tomando la merienda, no me rompan las pelotas!".

                                                 


           Lastimosamente, luego de que solo transcurrieran cuatro meses desde la desmentida pública acerca de su partida, Tangalanga fue ingresado el día de Navidad en el Sanatorio Otamendi. A instancias de la extrema gravedad de su cuadro, sus seres queridos pidieron a sus seguidores elevar "una oración para su pronta recuperación". Menos de 24 horas más tarde, la mañana del jueves 26 de diciembre, Julio Victorio de Rissio murió a sus 97 años. Sus restos, tras ser velados en uno de los salones de la Funeraria Palermo, fueron inhumados en el Cementerio Jardín de Paz de Pilar, al cabo de una ceremonia íntima a la que asistieron familiares, amigos y un selecto grupo de adeptos a su prolífica obra, compuesta -entre cassettes y CDS- de 45 placas, que reportaron la venta de más de 250 000 copias a la vez que de la publicación de cuatro libros, de los que sobresale Doctor Tangalanga, el libro de oro, un auténtico best seller.
     


   
                                            El puteador puteado

        En el extenso historial que lo enfrentó encarnizadamente con sus rivales a lo largo de cinco décadas , el doctor Tangalanga triunfó -¿qué duda cabe?- la inmensa mayoría de veces, a excepción de unas contadas igualdades y una única aunque estrepitosa derrota en serie. 
             Consabidas victorias aparte, entre los empates sobresalen llamados como el de Augusto -un fanático suyo de los viejos tiempos- y los de los interlocutores a los que el propio Tarufetti no tuvo más opción que felicitar al final de la conversación por resistir estoicamente sus provocaciones con inmejorable sentido del humor.
              La inapelable goleada en su contra, tanto en la ida como en la revancha e inclusive en el tercer partido, se produjo cuando el humorista marcó el número de teléfono de una umbandista llamada Vilma. A priori, Tangalanga vislumbró un holgado triunfo pues se aprestaba a dialogar con una de sus víctimas por antonomasia, los famosos vendedores de ilusiones a los que tanto le encantaba defenestrar.
             Sin embargo, solo bastó que el cómico deslizara que el umbanda "incluye gente lesbiana, que se encama y se destraba" para la violenta réplica de la mujer, a puteada limpia. Fue tan elocuente la paliza dialéctica que se comió Tarufetti, que hasta terminó por enojarse visiblemente con Vilma al mentar esta a su madre con las más crueles palabrotas imaginables. Eso sí, el "puta barata" que le profirió sobre el epílogo del cotejo no le alcanzó siquiera para establecer el gol del honor.
             Consumada la indiscutible caída, Tangalanga procuró el desquite alentado por los más conspicuos integrantes de su cuantiosa hinchada. Aun así, en esta oportunidad el trámite del encuentro tampoco difirió del de su predecesor: la supremacía de su contrincante se manifestó ya a los pocos segundos de la conversación. El planteo netamente ofensivo -nunca mejor dicho- del cómico fue contrarrestado fácilmente por otra andanada de improperios, en la que la umbandista, amén de referirse procazmente a su progenitora, hizo lo propio con su padre. Una vez más, Vilma calló al doctor, quien -impotente- volvió a cortar la comunicación con un grueso epíteto: "¡Andá a la puta que te parió!"
              Pese a que ya se había adjudicado con holgura la serie, Vilma concedió a su vencido un tercer partido a modo de desempate, que no precisamente puede calificarse de amistoso puesto que los contendientes se cruzaron todo tipo de insultos. Aunque en determinados tramos del enfrentamiento -el más prolongado de los tres que sostuvieron- Tangalanga pudo haber anotado el tanto que le otorgara la ventaja transitoria, la umbandista atropelló cerca del cierre con su táctica habitual de no dejarlo hablar y la clavó en el ángulo con una frase que sorprendió al inerme Tarufetti: "La odio a tu madre por haberte parido a vos. Vos sos una basura, no valés nada. ¿Qué te voy a odiar a vos?".
             Inmediatamente después de asimilar el definitivo revés, el humorista decidió que quería conocer en persona a esa inexpugnable mujer que lo tenía de hijo. Por tanto, se llegó hasta el domicilio en el que atendía Vilma y, lejos de que se produjera un conato de violencia merced a los dureza de los agravios  que habían intercambiado en las conversaciones telefónicas, firmaron un pacto -tácito- de no agresión, que se tradujo en una estrecha amistad. Así las cosas, la irascible fémina aceptó la invitación de Tangalanga a participar de uno de sus shows, en el que más allá de ser ovacionada y firmar autógrafos para la fluida concurrencia, se hizo pasar por la hija del doctor para putearse a viva voz con una de las clásicas víctimas del cómico (ver "¿Estaba Tarufetti...), un sujeto cuyas declaraciones públicas desatarían una acalorada polémica al aseverar que los llamados que había recibido por más de una década no habían sido precisamente fruto de la espontaneidad ni de la improvisación que siempre se le elogiaron al justiciero telefónico...

                         
                               
                          ¿Estaba Tarufetti en la trampa?  


        Nunca antes -ni después- el doctor Tangalanga se había ensañado de semejante manera con una de sus víctimas. Fueron 12 los años que llamó a ese bendito gimnasio. La primera conversación se produjo en 1999; la última, en 2011. En el medio, sucesivos -y vanos- cambios de línea de teléfono para discontinuar las pesadas bromas, así como la pronunciación de frases de antología ("¡¡¡DAME PAZ, CARAJO!!!") a cargo del homenajeado, de carácter volátil e insulto fácil.
           ¿Era posible posible caer una y otra vez en las jodas de Tarufetti, en la plenitud de su popularidad masiva, durante tanto tiempo? La respuesta la brindó el propio Octavio, a quien -según su testimonio- no lo ligaba justamente una relación de enemistad con el humorista.
             "Me acerqué a Julio como fan. Tenía 16 años y lo llamé a la casa del hijo, colega mío. Me atendió la nieta y le conté que había podido averiguar el nombre verdadero de su abuelo, que lo había buscado en la guía y quería conocerlo. Le dejé mi teléfono y a los dos día me llamó. Ahí comenzó una amistad", declaró en 2014 al portal El Sensacional.com, Octavio Cavalli -tal su identidad completa-, abogado, músico y autor de la primera biografía en el ámbito local del beatle John Lennon.
              En lo que concierne al pactado de antemano de las diálogos, Cavalli precisó: "Julio tuvo una época en la que actuaba en un ciclo en un horario en el que la mayoría de la gente estaba durmiendo; no le atendía nadie o cortaban. Entonces, él tenía dos o tres backups por las dudas. La primera vez me dijo: 'Che, ¿si se me pincha la noche me das una mano?'. Fue tal el éxito -"reventó el llamado", según las propias palabras del doctor- que convinieron en repetir la estrategia.
               Pese a la auspiciosa repercusión de las conversaciones que mantuvieron, la supuesta víctima comenzó a recibir todo tipo de injurias en su cuenta de Twitter y en su línea de teléfono particular, lo que lo obligó a admitir que "estaba todo arreglado". "Tuve que matar el mito, terminarlo", añadió con lamentación.
               Al ser consultado por la reacción de Tangalanga ante la reveladora confesión, Cavalli señaló: "No sé cómo le cayó. Presupongo que algo se debe haber generado en su círculo de producción, como que lo traicioné".
              Finalmente, evocó el último llamado en el que encarnó el papel de Octavio, dueño del supuesto gimnasio: "Fue en un show en La Trastienda (de la Ciudad de Buenos Aires). Roberto (Fasano), su representante, me dijo que a veces Julio tenía lapsos en los que se quedaba callado porque perdía la conciencia y me pidió que en esos momentos tratara de ayudarlo".  Y remató a manera de solicitud: "Ojalá trascienda su obra; no se olviden de él",.
             

 
         
               (1) Para sus primeras grabaciones telefónicas, Tangalanga se valía de un dispositivo, una especie de ventosa, que se adhería al aparato. Años más tarde, Luis Alberto Spinetta le obsequió un teléfono que grababa directamente las conversaciones. Finalmente, Roberto Fasano autorizó la compra de un elemento que nivela la voz del emisor con la del receptor.    
  
                (2) A lo largo de su trayectoria artística, Julio de Rissio empleó infinidad de seudónimos. Curiosamente, los más populares no tienen un origen en particular. Tal es el caso del célebre doctor Tangalanga, cuya concepción nunca fue debidamente explicada, salvo una exigua referencia que no ayuda mucho a desentrañar el misterio, en el llamado conocido como Agencia matrimonial (cassette, volumen 1), en el que el humorista desdobla el fantasioso apellido de la siguiente forma: "...hay una palabra muy porteña que se llama 'tanga', y la otra es como galán al revés, 'langa'". Aunque muchos años después, al ser entrevistado, revelaría que "tanga" alude a la prenda interior femenina. Respecto de Raúl Tarufetti, se estima que deriva de Rabufetti, apellido de un viajante de comercio que el cómico conoció en unas vacaciones en Bahía Blanca. De esa ciudad del sur de la Provincia de Buenos Aires, a la que el justiciero telefónico apelaba constantemente en sus conversaciones, es oriundo Rigatuzzo, otro de sus recurrentes apellidos, perteneciente a un proctólogo que publicaba avisos en los periódicos bahienses. Raúl Fiorito, por su parte, es un homenaje a un compañero de trabajo de los viejos tiempos. Otras identidades tan ficticias como las anteriores se utilizaban para rimas soeces, como Raúl Anunziatta o Caferatta ("agarrame la batata"). 
                 
                   (3) Julio conoció a Tato Bores en una boutique de ropa, de cuyo dueño Borensztein era íntimo. Ambos humoristas mantuvieron el vínculo afín aun en la época de popularidad de uno y otro. Eso sí, Tarufetti definió alguna vez a su amigo como un pésimo contador de chistes. Prefería infinitamente sus deliciosos monólogos.
    
                    (4) En los años '80, el Trapizonda Fans Club se reunía periódicamente en los bares céntricos para intercambiar llamados, chistes y todo lo relacionado al mundo tarufettiano. A esos mitines solía sumarse el propio Tangalanga, quien contaba cuentos, anécdotas y recibía números de potenciales víctimas que le acercaban sus seguidores.
   
                     (5) A partir de 1999, Tarufetti y compañía comenzaron a producir ellos mismos sus álbumes como consecuencia de la falta de escrúpulos que caracteriza a los peces gordos del mercado. "Hay muchos facinerosos y me robaron demasiado", afirmó en cierta oportunidad en una entrevista.
    
                     (6) El nivel de comicidad del Doctor Tangalanga fue destacado por el prestigioso Wall Street Journal de Nueva York a través de un periodista estadounidense, Mattew Moffet, que en octubre de 2007 había sido destinado a cubrir las elecciones presidenciales en las que triunfó Cristina Fernández de Kirchner. ¿Cómo descubrió el norteamericano los llamados de Tarufetti? Mientras viajaba en un taxi cuyo conductor pasaba uno de sus CDS. Link de la nota (en
inglés): http://www.wsj.com/article_email/SB119766207109529969-lMyQjAxMDE3OTE3NTYxNjUyWj.html
      
                       (7) En la entrega de los premios Martín Fierro 2014, se proyectó un video a la memoria de las celebridades fallecidas el año anterior. Entre los homenajeados estaba Julio de Rissio. El grupo denominado El otro yo, por su parte, ya había agasajado al humorista al dedicarle el tema "El maestro Tangalanga", perteneciente al álbum Traka Traka (1994). También, el doctor prestó su voz para el largometraje nacional El sol, de 2010.
                      
                         (8) Spinetta era un fanático del doctor de la primera hora. En su disco Peluson of Milk (1991) tributó a su ídolo en la canción titulada "Lago de forma mía", en el que se puede escuchar un sampling de una conversación telefónica ("Santoro ¿Cómo? ¡Santoro!"). Asimismo, el primer libro de Tarufetti, Las cosas que hay que oír, consta de un prólogo del Flaco que concluye así: "...conociendo al verdadero Sarangana tuve el placer de ver al maravilloso ser humano que esconde." En efecto, con el tiempo se hicieron muy amigos, a punto tal que de Rissio concurría con relativa asiduidad a cenar a la casa del músico. Fue el mismo Luis Alberto el que, por ejemplo, le pasó números de teléfono que posteriormente el cómico emplearía para recrear dos de sus máximos hits, Inmobiliara Massachussets y Estación de servicio.
                          
                         (9) En su niñez, Tangalanga vivía en una casa que tenía un largo patio y, en la parte de arriba, un departamento con dos habitaciones, que fue alquilado por un matrimonio (la mujer estaba embarazada). Fruto de tal unión, cuando el cómico tenía solo siete años, nació Nora. Tiempo después, los inquilinos se mudaron, no obstante visitaran el viejo pago con asiduidad producto de la buena relación que ambas familias habían sabido mantener. Eran épocas en las que el pequeño Julio le aseguraba a Norita que , cuando le llegara al hombro (en altura), se iba a convertir en su novia. Del amorío en primera instancia sobrevino el casamiento. De Rissio se sintió un "degenerado" cuando en el registro civil el juez instó a "que pase el padre de la menor", que bordeaba los 18 años. Tuvieron dos hijos.
 
 
     
   
     
   
   


   
    
   

1 comentario:

  1. Hola . Soy roberto fasano y vi tu hermosa nota. Me gustaria publicarla en la pagina oficial www.doctortangalanga.com y algun hablar con vos. Mi celu es 1562692017 y mi enail es roberfasa@hotnail.com . Si queres postear sobre el doctor va a ser un honor que nos visites en el facebook tangalangaoficial . Te mando un abrazo y ojsla me respondas

    ResponderBorrar