El Superclásico más importante de
la historia fue para Boca...hasta hoy
Una de las características más salientes de la eterna rivalidad que mantienen Boca y River reside en las considerables oportunidades en que las dos instituciones más populares de nuestro país se enfrentaron en instancias decisivas, especialmente en eliminaciones directas de carácter oficial, tanto por torneos internacionales como en el ámbito local.
En el primero de los casos, el cuadro xeneize dominó en principio ampliamente el historial merced a los sucesivos triunfos obtenidos ante su máximo adversario, como el que se produjo en virtud del desarrollo de los cuartos de final de la Supercopa 1994, en el que -tras igualar en un tanto en La Bombonera- el equipo local se impuso por penales (5-4), previo empate sin goles en Núñez.
Seis años más tarde, los de la Ribera se rehabilitaron de la derrota sufrida en el Monumental en el partido de ida (1-2) y se despacharon con un 3-0 de antología, el del inolvidable muletazo de Martín Palermo, quien retornó aquella noche a la práctica activa después de padecer la rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha (1), con lo que se deshicieron del conjunto millonario en octavos de final para a la postre adjudicarse la Copa Libertadores ante Palmeiras después de 22 largas temporadas.
Ya en la edición 2004 de la más trascendente competición continental, la escuadra auriazul eliminó a la banda sangre en semifinales al cabo de dos candentes cotejos en los que abundaron los encontronazos entre los futbolistas, expulsiones y fallos polémicos, no solo en los 90 ' iniciales -en los que Boca ganó por 1 a 0- sino asimismo en el 2 a 1 a favor de River que derivó en una nueva definición desde los doce pasos favorable a la visita (5-4), que enmudeció a un Estadio Antonio Vespucio Liberti abigarrado por más de 70.000 fanáticos del elenco anfitrión (2).
La holgada ventaja de que otrora gozaran los boquenses en la faz internacional, no obstante, se redujo ostensiblemente producto de las (dos) lacerantes caídas que le propició su archirrival en solo seis meses, en las que tampoco faltaron la controversia, el -excesivo- juego brusco y los tumultos entre los protagonistas; ni siquiera la suspensión de uno de los duelos.
Seguidamente de la encendida paridad (0-0) en el escenario rebautizado en 2000 como Alberto J. Armando (3), River despidió a Boca en semifinales de la Copa Sudamericana 2014 al batirlo por 1 a 0, la antesala de la victoria ante Atlético Nacional de Medellín (1-1 y 2-0, respectivamente) que le significó a la entidad milllonaria acreditarse ese trofeo por primera vez en su historia.
En 2015, los acérrimos oponentes volvieron a cruzarse en octavos de final de la Copa Libertadores. Allí, el Millo -jugando nuevamente a lo Boca- triunfó como local por 1 a 0 antes de afrontar la revancha de apenas 45' de duración, habida cuenta del affaire gas pimienta que decretó el prematuro epílogo del Superclásico cuando los equipos empataban en cero. De ahí el dictamen de la CONMEBOL que le concedió el acceso a River a la fase inmediatamente posterior -en la que doblegó a Cruzeiro, su otra bestia negra copera - y, sucesivamente, a Libertad de Paraguay y Tigres (México), con lo que se adueñó del torneo continental más importante de Sudamérica que esquivo le resultara desde 1986.
A diferencia de la supremacía usufructuada por el club azul y oro en llaves eliminatorias internacionales, su tradicional antagonista lo supera en el ámbito doméstico en lo que a desafíos a suerte y verdad concierne. De hecho, el team millonario prevaleció en la inaugural instancia mano a mano que en su haber registra el Superclásico.
En ocasión del desarrollo de la ronda inicial de la Copa Competencia de Primera División de 1915 (4), River se estrenó en el torneo igualando 1 a 1 con su par xeneize en condición de visitante, en un encuentro cuya paridad no pudo romperse ni siquiera al ordenarse la disputa de cuatro tiempos suplementarios de 15 minutos cada uno. El referee recién discontinuó el match -en rigor, el más largo de la historia del derby por antonomasia del fútbol argentino- cuando se le vino la noche. La ausencia de iluminación natural -recién en 1935 se jugaría el primer cotejo con luz artificial, en la goleada de Vélez como local ante Platense por 4 a 2- motivó que se pautara un desempate una semana más tarde, en el que el actual cuadro de Núñez - entonces aún de La Boca- eliminó a los auriazules del certamen al vencerlos cómodamente por 4 a 2, en cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA).
Tan solo tres temporadas después, idéntico trofeo originó un nuevo cruce entre los enconados contrincantes. Allí, River volvió a oficiar de verdugo al imponerse en partido único por la mínima diferencia en el estadio de Racing, en un enfrentamiento correspondiente a octavos de final de la Copa Competencia 1918, de la que River se coronó subcampeón al caer en el cotejo decisivo ante Porteño por 2 a 1.
Puesto que ambos equipos compartieron el liderazgo de la primera rueda del Campeonato de Liga AFA de 1937 -que a posteriori obtuvo River-, el ente rector del fútbol argentino dispuso se disputara un desempate -premiado- entre millonarios y xeneizes, aunque con notorio delay... El clásico, dirimido recién en ¡¡¡1939!!! en el Viejo Gasómetro de San Lorenzo, fue -una vez más- para el conjunto riverplatense, que batió a su rival por 5 a 3. Aunque el abultado score no modificó las posiciones finales del torneo, sí es considerado extraordinariamente oficial.
Otra insólita modalidad de resolución de un encuentro en que confrontaron Boca y River se produjo en oportunidad de la celebración de la Copa Adrián C. Escobar 1942 (5). Tras igualar 0 a 0 en 40' -tal era la duración de los cotejos decretada por el reglamento del certamen-, River -local- avanzó a la final -en la que caería por 2 a 0 frente a Huracán- al superar a Boca por...mayor cantidad de tiros de esquina a su favor en el trascurso del (reducido) partido.
El cuadro de La Ribera no descontó sino el historial adverso -aunque más no fuera parcialmente- hasta obtener la Copa Competencia Británica George VI 1946 (6). En el match inmediatamente anterior al que le valiera el título ante San Lorenzo en cancha de River (3-1), los xeneizes -en formato de play-off- derrotaron al Millo por 2 a 0 en feudo azulgrana.
No obstante Boca culminó la temporada 1969 dando la vuelta olímpica en el mismísimo
Monumental, en un infartante duelo cuyo contexto semejó una cuasi final, fue River el que primó en el auténtico mano a mano disputado aquel año. Luego de haberse posicionado en la primera colocación de la Sección "A" del Campeonato Metropolitano junto con Chacarita -al que relegó a la condición de escolta por haber anotado mayor cantidad de goles- el club auriazul accedió las semifinales del torneo para chocar con la escuadra millonaria, segunda en la Zona "B". Pese al empate en cero derivado del gravitante desafío, fue la entidad de Núñez la que clasificó a la instancia culminante del certamen -en la que fue apabullado por el Funebrero por 4-1-, pues en su campaña en la ronda preliminar había marcado un tanto más que su tradicional oponente.
Previa indeleble cuan infartante victoria de River por 5 a 4 en el José Amalfitani, en el que el cuadro triunfante, después de ir ganando 2-0 remontó un adverso tanteador transitorio de 2-4 en tiempo de descuento, en la inauguración de los cruces interzonales del Torneo Nacional 1972, el elenco de la banda roja oblicua eliminó al de la franja oro horizontal al doblegarlo en el mismo escenario (3-2), en un encuentro válido por las semifinales de aquel certamen. Sin embargo, los de Núñez resignaron las chances de conquistar el título al caer ante San Lorenzo -bicampeón de la temporada- al caer por 1 a 0, en otro cotejo disputado en cancha de Vélez.
Técnico que debuta...pierde. La presentación absoluta de Carlos Daniel Aimar como director técnico de Boca coincidió con el duelo -los duelos, en rigor a la exactitud- que protagonizaron los clásicos adversarios durante la sexta fase del Torneo Clasificación, tal como se denominó a la ronda de perdedores de la Liguilla PreLibertadores 1989. En esa instancia, tras haber empatado 0 a 0 en La Bombonera y en el Antonio Vespucio Liberti -en ese orden- River ganó 2 a 1 en el estadio mundialista de Liniers, en una noche de torrencial lluvia en la que Daniel Alberto Passarella jugó el último partido de su excelsa trayectoria profesional, antes de conseguir el acceso al máximo certamen continental al imponerse a San Lorenzo al cabo de dos cotejos (1-0 y 0-0).
Por fin, la Copa Centenario 1993, torneo oficial no regular en conmemoración del centenario de la creación de AFA. Durante el trascurso de la rueda preliminar, Boca obró de anfitrión en una chata igualdad sin tantos. En la revancha, River se impuso por 1 a 0 en la modalidad conocida como muerte súbita o gol de oro, adicional al tiempo reglamentario, en la que se atribuía automáticamente la victoria el primer equipo en vulnerar la valla del rival de turno. Consumado su triunfo, sin embargo, el conjunto de Núñez -postrero subcampeón al ser derrotado en la final por Gimnasia por 3 a 1- no logró sentenciar la participación del xeneize en la competición pues aún aguardaba por este la ronda de perdedores, en la que fue eliminado al sucumbir ante Argentinos en el Estadio José Amalfitani (0-1), todo un estigma para la escuadra auriazul. Es que allí mismo había sido superada inicialmente por los millonarios, tal como sucediera en la práctica totalidad de las llaves definitorias en que intervino a lo largo de los años no solo cotejando con su eterno contendiente, sino asimismo enfrentando a contrincantes no tradicionales como Estudiantes, a cuya merced se inclinó en el desempate del Apertura 2006.
Con todo, pese a la calidad y cantidad de batallas libradas por las partes actuantes a manera de eliminación directa tanto en torneos internacionales como locales, la única final dirimida en partido único que registra el historial oficial entre los dos gigantes del fútbol argentino se produjo en el ámbito doméstico. En efecto, Boca y River, cuyas respectivas campañas en las dos últimas temporadas los habían encumbrado como los mejores equipos, fueron llamados a confrontar en el encuentro culminante del Torneo Nacional 1976 (7).
Respecto del elenco de Núñez, su auspiciosa labor en aquel certamen probó fehacientemente que a la conquista del bicampeonato de 1975, bajo la conducción de su máximo ídolo, Ángel Amadeo Labruna, con lo que quebrantara una racha adversa de 18 años de sequía -la más extensa de la existencia riverplatense-, no le siguió el supuesto aburguesamiento que suele endingárseles a los cuadros que alcanzan su objetivo más preciado. Tampoco lo disuadió su segundo intento trunco de adjudicarse la Copa Libertadores.
Eso sí, para conservar el protagonismo, los millonarios paliaron la partida de su figura indiscutida, Norberto Osvaldo Alonso, al Olympique de Marsella, con una combinación especialmente eficaz: la permanencia de la base del equipo (bi)campeón, de la que sobresalían Ubaldo Matildo Fillol, Roberto Alfredo Perfumo, Juan José López, Reinaldo Carlos Merlo y Oscar Mas, a quienes se agregaba la confirmación como titular de Daniel Alberto Passarella, algo postergado en el Metro '75; con incorporaciones de renombre como Victorio Nicolás Cocco -de ulterior paso por Boca- y Alberto Beltrán , integrantes del San Lorenzo que se consagró en 1972 y 1974; y Francisco Fatiga Russo, pieza fundamental del brillante Huracán que se acreditara el Metropolitano '73. De ese modo, los dirigidos por el Feo se hicieron con cierta comodidad de la Sección "A", esto es, la primera ronda del Nacional '76, que le reportó resultados históricos como la goleada ante San Telmo (7-1), y triunfos inapelables como el 4 a 2 frente a Racing. Posteriormente, el Millo se adentró en la rueda de eliminación directa, en la que derrotó en cuartos de final y semifinales, respectivamente, a dos difíciles adversarios: Quilmes (2-1) y Talleres -la revelación del certamen- por 1 a 0, en un controvertido cotejo jugado en La Bombonera.
Para Boca, el año no podía haber comenzado mejor. La consecución del Campeonato Metropolitano excedió el valor del logro en sí mismo (8). Es que en el lapso comprendido entre 1973 y 1975, el cuadro azul y oro -si bien constante candidato al título- se había caracterizado por aflojar constantemente en las instancias clave. Es cierto que los subordinados al entrenador Rogelio Antonio Domínguez, fiel cultor del lirismo, desplegaban en el terreno de juego un fútbol lujoso -aunque algo ajeno al paladar del adherente xeneize promedio-, con Osvaldo Rubén Potente como intérprete ineludible; pero como asegurara alguna vez Juan Carlos Lorenzo, técnico reemplazante del exarquero de Racing, River, Real Madrid y la Selección Nacional, aquel equipo "fallaba siempre en el sprint final".
El Toto, quien como jugador se había desempeñado en el club entre 1945 y 1947-y dirigido a River en 1967-, se juraba -a diferencia de Domínguez- un resultadista de pura cepa. No por nada, apenas asumido en sus funciones, acuñó una de sus máximas más conocidas: "Boca es Sportivo Ganar Siempre". Para fundamentar su postulado, Lorenzo, con la anuencia del presidente de la entidad, el inefable Alberto José Armando (5), selló adquisiciones del valor de los exfutbolistas de River, Hugo Orlando Gatti y Ernesto Mastrángelo, quienes estuvieron a sus órdenes en el revolucionario Unión de 1975 al igual que Rubén José Suñé, de regreso a la institución en la que debutó absolutamente una vez recompuesto su vínculo con el mandamás auriazul; así como los concursos del ex zaguero central millonario, Francisco Pedro Manuel Sá, procedente del multicampeón Independiente; Carlos José Veglio, campeón con Giancarlo como DT en San Lorenzo del Metro y Nacional de 1972; Jorge Daniel Ribolzi, que se destacó en Atlanta; y Juan Alberto Taverna, de Banfield, en el que le señaló SIETE goles a Huracán de Ingeniero White en la holgadísima victoria del Taladro por ¡¡¡13 a 1!!!, por el Nacional '75, récord de anotaciones de un jugador en un mismo partido en el Profesionalismo, aún imbatido. A ellos se acoplaban los referentes del plantel que había quedado, como Roberto Mouzo, Vicente Alberto Pernía, Alberto César Tarantini, Jorge José Benítez, Marcelo Antonio Trobbiani y Darío Luis Felman.
Inmediatamente después de concretar su meta inicial, al Equipo de viejos -tal como se había denominado al conjunto boquense por el promedio de edad de sus componentes- llegó para el segundo semestre como refuerzo más trascendente, Mario Nicasio Zanabria, estelar talento del Newell's que se coronó en el Metropolitano '74.
Aun pese a su encomiable arranque, en el que edificó un invicto de seis encuentros, al elenco de Lorenzo le costó más de lo esperado la clasificación a la fase posterior. Es más, cuando restaban dos jornadas para el cierre de la Sección "A" ocupaba la tercera ubicación, lo que atentaba inexorablemente contra sus ansias de repetir la exitosa campaña del Metro. No obstante sus triunfos ante Independiente (1-0) y (2-1), el Xeneize terminó compartiendo la cima de su Zona con Quilmes. Por ello, debió jugar un desempate con los cerveceros, a quienes se impuso por 2-1. Solo así pudo doblegar consecutivamente en la siguiente ronda a Banfield (2-1) y Huracán (1-0), para acceder a la finalísima ante su tradicional rival.
Clasificados para el cotejo que definiría al campeón del Torneo Nacional, los planteles de Boca y River dedicaron la vigilia a reponerse de la ajetreada segunda ronda, en la que habían disputado dos -y hasta tres partidos -tal el caso de los de La Ribera, contando el desempate vs Quilmes- en una semana, tras lo que debían confrontar solo tres días más tarde. No obstante, el reposo no fue todo lo reparador que los candidatos al título hubieran deseado.
Por el lado de los millonarios, quienes concentraron en el 725 Hotel Continental, emplazado en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, se desató un encono entre los referentes del primer equipo -entre ellos, Mostaza Merlo y J.J. López- y la Comisión Directiva, al diferir en el monto y el modo del premio que le correspondía a los futbolistas por haber arribado a la instancia culminante y por la cifra adicional que les sería entregada en caso de conseguir el título. Por lo demás, Labruna ya había decidido la alineación titular, a excepción de Pinino Mas, de quien se suponía se recuperaría óptimamente de la leve molestia que lo aquejaba.
Los de la Ribera, a su vez, establecieron su sitio de operaciones en La Candela, en la que se confirmó la ausencia por desgarro del Chino Benítez, a quien sustituirían Zanabria o Veglio. Asimismo, se ponía en duda la actuación del Héber Mastrángelo, aquejado por un traumatismo en uno de sus tobillos. Fue allí que Juan Carlos Lorenzo -quien concibiera la célebre frase "por cada gil que avivás, matás cuatro vivos"- montó una pantomima tendiente a desorientar a los trabajadores de prensa, pero más aún a su oponente de Núñez: delante de todo el mundo ordenó se vendase al convaleciente delantero en su tobillo derecho, el sano. Los periodistas compraron y se apresuraron en divulgar la novedad. Todo por si a Passarella -marcador de Mastrángelo- se le ocurría trabajar la humanidad del exatacante más de la cuenta.
Mientras tanto, el universo futbolístico, sin distinción alguna de camiseta, se aprestaba a disfrutar de un acontecimiento inédito, con visos de irrepetibilidad. Jamás volvería a reeditarse la final de un Superclásico de manera oficial...Hasta el día de la fecha. Sí, es hoy...
El xeneize saca Chapa de campeón
No había espacio para el más mínimo margen de error. Tampoco para una hipotética revancha. Del trascendental choque que afrontarían Boca y River, estipulado para la noche del miércoles 22 de diciembre de 1976, se proclamaría el campeón del Torneo Nacional, ya fuese en los 90 minutos reglamentarios, los 30' de alargue o, en su defecto, por penales.
La enorme expectativa generada en derredor del sexto Superclásico del año (9), a disputarse en el estadio de Racing, redundó en el rápido agotamiento de las 82.000 entradas originalmente disponibles -70.000 generales y 12.000 plateas-, por lo que se autorizó el expendio de 5.000 localidades adicionales para cada uno de los clubes, con lo que -colados incluidos- se estima que la concurrencia orilló las 100.000 personas.
Para los partícipes estelares resultaba prácticamente imposible evadirse del hervidero en que había devenido El Cilindro de Avellaneda. Fue allí que afloró la mano cooperadora del árbitro designado para el decisivo encuentro, Arturo Andrés Ithurralde, quien tuvo la deferencia de citar en su camarín a Rubén Suñé y Roberto Perfumo, capitanes de Boca y River, respectivamente, para efectuar el acostumbrado sorteo.
Previa conversación en la que el referee y los futbolistas ahondaron en cuestiones reglamentarias, el Mariscal eligió el saque, luego de lo que los representantes de ambos equipos se marcharon hacia los vestuarios puesto que ya se había retrasado ligeramente la iniciación del cotejo, fijado para las 21.
El primero en asomar por el túnel que conduce hacia el rectángulo de juego fue el conjunto de Núñez, para algarabía de los fanáticos quienes habían sido destinados a ocupar la totalidad del anillo inferior del Presidente Perón.
Tres minutos más tarde, sobre las 21.06, apareció el cuadro defensor del título, cuyos adherentes, que atestaron las tribunas superiores, inundaron el verde césped de papelitos y serpentinas. "Parece que está nevando en Avellaneda", describió la escena un maravillado Bernardino Veiga, legendario relator que durante décadas acompañara la campaña boquense
A instancias de la cesión de Leopoldo Jacinto Luque a J.J López, se inauguró el cotejo, con una demora de 12 minutos. Ya desde el principio, se insinuó lo que sería una constante a lo largo del desafío: la pugna por el dominio del mediocampo. En esa dirección, la fibra combativa de Suñé y el Ruso Ribolzi resultó vital para el apuntalamiento de una escapada de Mastrángelo por el extremo derecho, a los 2', que Pablo Agustín Comelles -otro que posteriormente luciría la casaca azul y oro- cedió al tiro de esquina. El servicio, soberbiamente ejecutado por Felman, requirió un esfuerzo considerable de Fillol por desviar parcialmente el balón que derivó nuevamente en el delantero xeneize, cuyo segundo remate fue conjurado atinadamente por Perfumo.
Sin embargo, solo 2' después, el voluntarioso Chapa -definitivamente reconvertido en volante central; nunca más volvió a su antigua función de marcador de punta derecho- recuperó casi en tres cuartos de cancha y procuró sorprender al arquero riverplatense con un potente shot que el Pato manoteó admirablemente sobre el ángulo izquierdo del arco que custodió en la primera etapa, lindante a la cabecera donde habitualmente se ubicaba la parcialidad visitante.
Superado el asedio del comienzo, River se propuso emparejar el trámite. Así, un pelotazo en profundidad de Merlo en búsqueda de Pedro Alexis González, a los 7', motivó la providencial intervención de Gatti, quien debió salir a atorar fuera de su área para evitar la caída de su valla. Acto seguido, la proyección de Comelles por el andarivel derecho pretendió habilitar a González, favorecido por el pifie de Pernía, lo que posibilitó que Mas, a contrapierna, se le dejara a un mejor posicionado Beltrán, pese a lo cual este último le pegó mordida para que, finalmente, la defensa xeneize despejara sin dificultades.
Tras haber intercambiado sendas situaciones de cierto peligro -tiro libre desviado por parte de Passarella, cabezazo de Mastrángelo contenido por Fillol-, se produjo a los 21' una de los avances más claros del equipo dirigido por Labruna. Luque -en una de las contadísimas ocasiones en que pudo deshacerse de la implacable marca de Mouzo- recibió el rebote que había dado Gatti de un tiro libre realizado por el Negro López y, en una apilada a pura potencia en la que dejó en el suelo a Sá, se encaminó hacia el arco rival para tirarle la gambeta larga por fuera al guardavalla boquense, pero el intuitivo Loco le adivinó la intención, con lo que el atacante santafesino tropezó. "¡¡¡Penaaaaaaaaal!!!", reclamaron al unísono los partidarios riverplatenses, no obstante Ithurralde, en una acertada decisión, desconociera su ensordecedora protesta.
Sobre los 35', los millonarios estuvieron a punto de plasmar en el score la supremacía manifestada en el transitorio desarrollo del encuentro, a través de un ponzoñoso remate desde larga distancia de J.J. López, quien buscó adelantarse cinco años al soberano golazo que le anotara al mismo adversario, aunque no a Gatti, sino a Carlos Rodríguez, La Pantera, dos temporadas antes de calzarse la camiseta de Boca, lo que nunca le perdonaron del todo los millonarios más radicales, descenso como entrenador de River al margen. Cuando el disparo del volante millonario, efectuado con su empeine derecho, se aprestaba a ingresar por el palo opuesto al del Loco, este volvió sobre sus pasos y -arrojándose hacia atrás- la desvió con ambas manos, lo que fue "la mejor atajada de su vida", según sus propias palabras. Justo él, que recomendaba encarecidamente a los arqueros volar lo menos posible y, en su lugar, confiar en la ubicuidad, la capacidad de anticipo y el poder de la intuición.
En la cercanía del intervalo, la banda sangre continuó merodeando el área xeneize, aunque
mayoritariamente apoyado en arrestos individuales impulsados, fundamentalmente, por el temperamental Daniel Passarella, salvo un intento de Mas, neutralizado por Gatti en el umbral de la línea de gol del arco por él defendido.
Una vez reanudado el juego, fue Boca el que avanzó primero como consecuencia de una combinación entre Marito Zanabria -quien en el epílogo de los primeros 45' había suplido a Felman, lesionado al chocar con Comelles- y Ribolzi, disparo de este último apenas desviado.
La réplica de River se produjo 2' más tarde, mediante la precisa pared enhebrada por González y Luque, que derivó en una espléndida asistencia de taco del centrodelantero a Mas. Lamentablemente para los de Núñez, Pinino fue incapaz de resolver favorablemente, producto de la figura cada vez más patente de Gatti.
Si bien sólo se habían jugado 7' del complemento, los dirigidos por Lorenzo habían experimentado una sensible mejoría en todas sus líneas, en comparación con su discreta performance de la etapa inicial . No por nada Tarantini, lateral izquierdo boquense que entre 1980 y 1983 descollaría en el club de Núñez, ganó tal confianza que, tras trabar y primerear a su wing, el correntino González, se animó a pasar al ataque hasta llegar casi al área de Fillol y rematar a centímetros del segundo poste del Pato.
A su vez, la lucha del mediocampo, que comenzaba a inclinarse para el lado de la escuadra de la Ribera, obligó a Merlo a apelar sistemáticamente a la infracción -Suñé, uno de los que más lo sufrió-, lo que generó que Labruna determinase -vanamente- el ingreso de Cocco por Beltrán, para que el exazulgrana colaborara con Mostaza, su hombre más tenaz. Entretanto, el talento de los creadores de juego boquense, Zanabria y Veglio, comenzaba a ser progresivamente usufructuado por sus compañeros atacantes, el tándem Mastrángelo-Taverna.
Fue así que la última oportunidad que entrañó certero peligro para los dominios xeneizes ocurrió a los 16', al filtrar Luque otro taquito entre dos de sus oponentes, antes de que Pancho Sá intuyera la entrada en velocidad de un delantero riverplatense y rechazara al córner. De la reposición desde la izquierda, a cargo de González, la pelota le quedó a Comelles, cuyo colocado disparo originó otro sensacional vuelo de Gatti, que ratificaba su condición de excluyente figura del clásico de los clásicos.
De allí en más, una particular sensación envolvió a la muchedumbre: el gol de Boca era inminente. Vaya si acertaron... A los 27', Ribolzi pretendió edificar una pared a la altura de la medialuna del área grande rival con Veglio, quien mientras intentaba acomodarse para encontrar su mejor perfil fue tocado desde atrás por Passarella. Mientras Fillol se predisponía a armar la barrera con llamativa parsimonia, el Chapa Suñé no vaciló: se anticipó a los potenciales ejecutores del tiro libre y -sin aguardar la orden de Ithurralde- la clavó en el ángulo del palo más cercano al portero de River (ver "el gol invisible").
Consumada la apretada aunque justiciera ventaja parcial, cimentada en el gasto efectuado en el complemento, el conjunto azul y oro se abroqueló en defensa para partir de contraataque, sin que ello significara entregarle mansamente la iniciativa a su archirrival. Fue total la predisposición del once titular xeneize; incluso, la de aquellos futbolistas -en teoría- de escasa contracción al sacrificio, como el exquisito Marito Zanabria, quien ejerció eficientemente el rol de ventilador, lo que impidió la salida por derecha del club riverplatense.
Más aún, los de La Ribera pudieron haber rubricado su segunda conquista producto de un híbrido entre centro y remate al arco de Mastrángelo, que Taverna llegó a conectar de cabeza para enviarla a la red. Sin embargo, Juanchi estaba en offside, por lo que el juez invalidó acertadamente la maniobra.
Recién sobre el filo de los 45', River pareció transmitir un tímido esbozo de reacción. Tras su proyección ofensiva, Comelles centralizó el balón en procura de Cocco, cuyo cabezazo fue contrarrestado en parte por el cierre de Mouzo. El rebote le cayó al Negro López, quien pese a hallarse en una posición inmejorable para hacer gala de su milimétrica pegada, malogró inexplicablemente su tentativa. De ese modo, el cuadro de Núñez dilapidó la última chance con que contó para igualar el infartante Superclásico antes del pitazo final de Arturo Ithurralde. Así, Boca se consagró bicampeón por quinta vez en su historia (10).
En el círculo central, confluyeron los estamentos xeneizes en pleno: jugadores, cuerpo técnico y -cómo no-el presidente de la institución. Ninguno quiso permanecer al margen de la anhelada vuelta olímpica. Empero, la hostilidad con que los adictos riverplatenses canalizaron la hiriente derrota impidió en gran medida la usual celebración con la que suele saludar al público un equipo campeón. El Toto Lorenzo y el Puma Armando, por caso, apenas si pudieron fundirse en un estrecho previo a que el pope mayor -y también Roberto Mouzo- fueran alcanzados por sendos proyectiles. El baluarte de la retaguardia boquense, inclusive, tuvo que ser atendido en la enfermería de Racing Club. ¿Armando? Milagrosamente indemne de la trapera agresión, la emprendió a gruesos epítetos contra la caldeada parcialidad millonaria...
Para entonces, la inmensa mayoría de los extasiados simpatizantes auriazules -a excepción de los intrusos que habían logrado acceder al campo de juego- ya habían cruzado el Riachuelo que oficia de módico límite entre Avellaneda y La Boca. Niños, jóvenes y ancianos; todos se plegaron fervorosamente al festejo que -ahí nomás- se anticipó a las venideras Nochebuena y Navidad, así como al Año Nuevo. Aunque ellos no pudieran entenderlo, en ese momento, la fiesta no había hecho sino empezar. En las temporadas inmediatamente posteriores, el cuadrito de su amor obtendría por primera vez las Copas Libertadores e Intercontinental, entre 1977 y 1978. Era una época en que el típico carnaval del populoso barrio del sur de la capital porteña amenazaba con perpetuarse.
El gol invisible
Indudablemente, River no había aprendido la lección. La avivada de Rubén José Suñé había sido precedida por una maniobra casi calcada, en ocasión del Superclásico correspondiente a la trigésimo cuarta
fecha del Metropolitano 1975, jugado en El Monumental. Allí, sobre los 25' del segundo período,Patota Potente notó la tardanza de Fillol y de sus compañeros en coordinar la formación de la barrera y convirtió en gol el tiro libre con el que el ascendente Boca en la tabla de posiciones se impuso al tambaleante líder millonario, que solo pudo romper la maldita racha de los 18 años a instancias de la campaña que realizara en la rueda inicial ,del regreso de Norberto Osvaldo Alonso a la titularidad una vez caducada la suspensión de seis encuentros que el Beto debió purgar y del triunfo de los players de la cantera del conjunto de Núñez frente a Argentinos por 1 a 0 en el José Amalfitani, al estallar la huelga de profesionales en plena resolución del torneo.
Ya en el siguiente temporada, y luego de haberse enfrentado en cinco oportunidades con su máximo rival, el conjunto dirigido por Angelito Labruna persistía en repetir los mismos desacoples cuando le era sancionado un tiro libre en contra. Tal detalle, aparentemente insignificante para las huestes riverplatenses, no pasó desapercibido para uno de los entrenadores más estudiosos del rival que registre la historia del fútbol argentino.
Durante la víspera del encuentro que definiría al campeón del Nacional '76, el Toto se abocó casi en exclusivida a recordarles a los potenciales ejecutores la manifiesta debilidad enseñada por los dirigidos por Anyulín. Tanto machacó Giancarlo con sorprender a Fillol en plena formación de la barrera que, más que concientizar al Toti Veglio, encargado de rematar del centro hacia la izquierda; a Marito Zanabria, designado para entrarle al balón del medio hacia la derecha; o a Roberto Mouzo -simplemente, el elegido para fusilar al arquero-, llamó la atención del propio Chapa Suñé, quien no era ningún especialista en la materia, pero que estaba en todas por ser el capitán del equipo.
Por mucho que cueste creerlo, incluso Perfumo, en el sorteo previo, convino con Ithurralde y Suñé que, con objeto de agilizar la dinámica del cotejo, resultaría idóneo no aguardar la orden del referee para reanudar el juego, con lo que -sin quererlo, desde ya- contribuyó enormemente a que Boca se dedicara a uno de sus menesteres predilectos.
Sin embargo, ya en la jornada de la Superfinal, Lorenzo se había olvidado por completo de refrescarles la memoria a los shoteadores auriazules. ¿Recordarían, por ejemplo, Veglio o Zanabria la prédica de su técnico en caso de disponer de un tiro libre favorable a sus respectivos perfiles?
Lo concreto es que a los 27' del segundo tiempo no fue ninguno de los de experta pegada los que le otorgaron a Boca el título de bicampeón de 1976, sino el mismísimo Suñé, quien luego de advertir el sempiterno retraso del Pato Fillol y compañía en la formación de la barrera, apartó de su camino a Mouzo -empujón mediante- y anotó el único gol de tiro libre de su prestigiosa trayectoria.
La del Chapa fue, es y ¿será? uno de los tantas conquistas históricas que sólo atestiguaron quienes concurrieron aquella noche al Estadio Presidente Perón y los millones de espectadores que observaron el clásico por televisión. Sabido es que la única final que enfrentó a Boca y River fue transmitida en vivo y en directo por la actual TV Pública ( entonces ATC) y sus repetidoras a lo largo y a lo ancho del país, batiendo récords de ráting. No obstante, los archivos fílmicos disponibles apenas si registran acciones del definitorio cotejo; no así la del gol de tiro libre, a la que ni siquiera pudieron acceder hasta el momento los más conspicuos coleccionistas.
Peor aún, el autor del significativo tanto ayuda poco y nada a develar el misterio. Por lo contrario, a lo largo de los años incurrió en llamativas contradicciones. En más de una oportunidad, el excapitán xeneize afirmó: "Por la velocidad de la jugada la transmisión no pudo captarlo (al gol)", para rematar: "Yo sé que el gol está, pero tengo códigos y no soy botón. Tendría que pedírselo a quien lo tiene. No se lo quiero robar."
Querido Chapa, este periodista se atreverá a erigirse fugazmente en la voz de la mayoría futbolera: no hace falta que siendo un tipazo como pocos, te conviertas en algo que no sos y le chorees nada a nadie. Eso sí, ¡convencé a ese fulano para que entregue la bendita filmación! Generaciones de amantes de la redonda -hinchas, periodistas y afines-, independientemente de los colores de la camiseta a la que profesamos devoción, te lo vamos a agradecer de corazón. Después de todo, tremendo golazo clavaste...
Acerca de segundas partes
Una vez más, la generosidad del fútbol nos demuestra que habíamos estado equivocados todos estos años. Si bien no vacilábamos en afirmar temerariamente que Boca y River jamás volverían a cruzarse en una Superfinal, los dos clubes de mayor predicamento de nuestro país se enfrentarán hoy a las 21.10 en el mundialista Estadio Malvinas Argentinas de Mendoza, en partido único, por la Supercopa Argentina 2018, televisado en vivo y en directo por TNT Sports y FOX Premium, bajo el arbitraje de Patricio Loustau.
Así como los dirigidos por Guillermo Barros Schelotto accedieron a la disputa del trofeo por haber conquistado el Campeonato de Primera División de la temporada 2016-17, el cuadro comandado por Marcelo Daniel Gallardo lo logró al acreditarse la Copa Argentina del pasado año.
La final, todo un trascendental desafío en sí mismo, lleva implícito el valor agregado de que ninguno de los irreconciliables antagonistas ostenta el trofeo en sus vitrinas. Tanto xeneizes comomillonarios resignaron su chance de obtener el título en dos oportunidades cada uno. Mientras que el conjunto de La Ribera cayó ante Arsenal (3-4 en definición por penales luego de haber empatado sin tantos en tiempo reglamentario), y San Lorenzo (0-4), en las ediciones de 2012 y 2016, respectivamente, los de Núñez fueron superados en 2015 y 2017, primero por Huracán (0-1) para luego hacer lo propio ante Lanús, aunque por un score más abultado (0-3).
De allí que este miércoles 14 de marzo se disponga a constituirse tan histórico como aquel ya lejano del 22 de diciembre de 1976. ¿Se desquitará por fin River esta noche? ¿Prolongará Boca su tendencia ganadora en lo que a finales oficiales ante su eterno rival refiere? Estamos a horas de saberlo.
La jornada esta aquí
Boca (1): Gatti; Pernía, Sá, Mouzo y Tarantini; Veglio, Suñé (C) y Ribolzi; Felman (PT: Zanabria); Mastrángelo, Taverna y Felman. Suplentes: Pistone, Oviedo, Tesare y Ovide. DT: J.C.Lorenzo.
River (0): Fillol; Comelles; Perfumo (C), Passarella y H. López; J.J.López, Merlo y Beltrán (ST: Cocco); González, Luque y Mas. Suplentes: Landaburu, Pena, Artico y Sabella. DT: A.A. Labruna.
Partido único válido por la final del Campeonato Nacional 1976, jugado el miércoles 22 de diciembre del mismo año.
Cancha: Racing.
Público: 100.000.
Total: $ 38.254.975.
Árbitro: Arturo Andrés Ithurralde.
Jueces de línea: Juan Carlos Loustau y Claudio Casadedio.
Incidencias: No hubo.
Gol: ST: 27' Rubén Suñé (B), de tiro libre.
.
(1) Incluso con tamaña lesión a cuestas, Palermo anotó su gol número 100 con la camiseta de Boca. Fue en un triunfo del Xeneize como visitante frente a Colón (2-1), por la 14ta jornada del Torneo Apertura 1999.
(2) Por estrictas razones de seguridad, las semifinales que enfrentaron a Boca y River en la Copa Libertadores 2004 se jugaron sin público visitante. Otro tanto ocurriría en ocasión de los Superclásicos disputados por la Sudamericana 2014 y Libertadores de este año.
(3) Desde el miércoles 27 de noviembre de 2000, el estadio boquense lleva su nombre. Hasta entonces, el escenario emblema del barrio de La Boca se denominaba Camilo Cichero, en honor al pope mayor que colocara la piedra fundamental para la construcción del escenario informalmente conocido como La Bombonera desde el sábado 25 de mayo de 1940.
(4) Certamen desarrollado entre 1907 y 1952 en simultáneo con el Campeonato de Liga de Primera División, organizado por los órganos rectores -oficiales y disidentes- de AFA, en el que participaban no solo equipos de la máxima categoría del fútbol local, sino asimismo clubes del ascenso y hasta uruguayos. Con estos últimos se jugaba la denominada "final internacional".
(5) El torneo en disputa (1939-49) se denominó de esa manera en agasajo a quien era el presidente de AFA en la edición inagural, Adrián César Escobar, quien donara el trofeo por el que durante una década pugnaran los siete cuadros mejor ubicados en las posiciones finales del Campeonato de Liga en vigencia.
(6) Solo se disputaron tres ediciones de esta competición, entre 1944 y 1946, sin contar la de 1948, discontinuada en la ronda inicial. En el mencionado torneo intervenían los clubes que entonces militaban en la División Superior, que se enfrentaban en partido único y/o eliminación directa, en terreno neutral.
(7) En el Campeonato Nacional 1976 participaron 34 equipos, divididos en cuatro Secciones (zonas), dos de las cuales estaban conformadas por ocho equipos (las A Y B, en la que intervenían Boca y River, respectivamente) y las dos restantes, integradas por nueve. La ronda inicial enfrentaba a los integrantes de cada Sección a dos ruedas -a la vez que se jugaban partidos interzonales entre A y B, Y C Y D), tras lo cual clasificaban a la segunda rueda los dos primeros de cada zona. A partir de allí, la eliminación se daba a partido único, en cancha neutral, hasta llegar a la final en la que se proclamaría el campeón de la temporada. Fue en este certamen, a su vez, que debutó oficialmente Diego Armando Maradona, para Argentinos Juniors, en el encuentro jugado el 20 de octubre de 1976, correspondiente a la octava fecha de la Sección
"D", en la que los de La Paternal cayeron como locales por 1 a 0 ante Talleres con gol de Luis Ludueña.
(8) El Torneo Metropolitano '76 estuvo integrado por 22 equipos, divididos a su vez en dos zonas de once cada una, en las que luego del trascurso de dos ruedas, los seis primeros de cada grupo disputaron un único certamen válido por el título, mientras que los diez conjuntos restantes se abocaron a la pugna por permanecer en la máxima categoría. En honor a la verdad, el sistema de clasificación resultó sumamente perverso para ciertos clubes. Tal fue el caso de Huracán, que pese a a haber aventajado a Boca, el postrero campeón, por 12 unidades en la Zona A, acabó por ocupar el segundo puesto en la ronda final, justamente detrás del cuadro de La Ribera, por tres puntos. Los memoriosos hinchas del Globito aún recuerdan aquel 0-1 ante los boquenses, en cancha de River, que -aseguran- las autoridades de la entidad de Parque Patricios tendrían que haberse negado a jugar, pues el lodazal en que se había convertido el campo de juego del Monumental favorecía netamente al equipo del Toto Lorenzo, especialista en esas lides.
(9) A lo largo de 1976, los acérrimos adversarios se enfrentaron en seis ocasiones. En el Metropolitano, el primer clásico resultó empatado sin goles (segunda fecha, partido interzonal, jugado en el estadio Antonio Vespucio Liberti). La revancha correspondió a River, que se impuso como visitante por 1 a 0, con gol de Perfumo de tiro libre. En la octava jornada de la ronda final, en cancha de Huracán, los contendientes igualaron 1 a 1, con tantos de Coudannes (R) y Felman (B).
Ya en el Nacional de ese año, Xeneizes y Millonarios empataron 1 a 1, en La Bombonera, con goles de Mastrángelo (B) y Passarella de penal (R), por el Interzonal de la tercera fecha. La primera victoria de los boquenses en la temporada ante su más enconado adversario se dio por el Interzonal de la undécima jornada, en la que, como visitantes, superaron a los de Núñez por 2 a 0, con las anotaciones -nuevamente- del Héber Mastrángelo y Felman, lo que constituyó la antesala de la mentadísima final.
(10) La obtención del bicampeonato de 1976 había sido precedida por las de los años 1919-20, 1923-
24, 1934-35 y 1964-65. Con el transcurrir de las décadas, Boca repetiría tales logros en virtud de las consecutivas conquistas de los Torneos Apertura '98 y Clausura '99 y de la temporada comprendida entre el Apertura 2005 y Clausura 2006. Se trae a colación únicamente los campeonatos de Liga AFA. Nunca en su historia el cuadro azul y oro pudo adjudicarse un tricampeonato.
(11) Como perdedor de la finalísima, River debió enfrentar a Huracán para acceder a la Copa Libertadores '77. Fue victoria para los millonarios por 4 a 1, en La Bombonera, con tres goles de Luque y otro de Mas, en su última actuación con la casaca banda sangre. ¿Premio consuelo?
(12) La apasionante historia del antes, durante y después del histórico cotejo en que Boca derrotó a River por 1 a 0, motivó la edición por parte del periodista Diego Estévez de un libro titulado La Final. Tras una investigación minuciosa, el autor de la obra pone a tono al lector sobre todo cuanto haya ocurrido en derredor del infartante desafío del miércoles 20 de diciembre de 1976.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario