La ceremonia inaugural de la Copa del Mundo de Gales, programada para el viernes 1 de octubre de 1999 en el Millennium Stadium de Cardiff, construido especialmente para la ocasión, satisfizo hasta al más exigente de los paladares.
El acto conmemorativo, encomendado a la compañía artística Tony Ball Asociation, se inició con un atractivo despliegue de imágenes por pantalla gigante de los más bellos paisajes del país británico a lo que prosiguió una coreografía compuesta por un millar y medio de jóvenes que simbolizaron la silueta del dragón, que identifica no solo a la insignia galesa sino también a la Selección local.
En cuanto a la variada temática musical, el número sobresaliente fue el del dueto integrado por la cantante Shirley Bassey y el barítono Bryn Teyfel, quienes ofrecieron una exquisita versión de World in Union, tema oficial del certamen mundialista a partir de la edición de Inglaterra 1991.
Después del versátil show exhibido por el equipo acrobático The Red Arrows, el Príncipe Carlos emitió el discurso oficial que coronó la solemne apertura. Fue entonces cuando, a la vez que se retiraban las estridentes fanfarrias afectadas a la festiva jornada, emergieron de los vestuarios los conjuntos actuantes para alinearse en el centro del field. Allí, los jugadores de Los Pumas se fundieron en un solo abrazo en virtud de asistir a la ejecución del himno patrio, por el que los más de 70.000 simpatizantes galeses que abarrotaron el escenario de techo retráctil -entre quienes se mimetizaron alrededor de 400 aficionados albicelestes- guardaron un respetuoso silencio.
Efectuado el sorteo de rigor, el apertura argentino, Gonzalo Quesada -actual entrenador de Jaguares-, fue el encargado del kick-off de un encuentro en cuyo comienzo una serie de desacoples del pack argentino en el scrum derivaron en la sanción del penal que el récordman Neil Jenkins -top scorer histórico los Dragones Rojos, con 1049 puntos, y uno de los escasos rugbiers que registra un haber de más de 1000 tantos anotados- dilapidó a los dos minutos de juego.
Superado el predominio territorial de los galeses en el primer tramo del cotejo, posible en parte por la tendencia argentina de patear al fondo, a espaldas de los tres cuartos europeos para que así el juego se desarrollara lejos de las 25 yardas albicelestes, sobrevino el segmento más ríspido del duelo. Luego de que Lisandro Arbizu -capitán del combinado nacional- quedara momentáneamente groggy como consecuencia de la embestida que sufriera a manos del centro Scott Gibbs en su tentativa de tackle, un intercambio de golpes de puño en un ruck en mitad de cancha, protagonizado por el pilar Roberto Grau y el wing-forward del team anfitrión, Colin Charvis, sobre los 13', ameritó no solo que a ambos les fuera enseñada la tarjeta amarilla -según el reglamento de entonces, la sanción equivalía a un apercibimiento de precaución que pese a ello permitía al infractor permanecer en cancha a diferencia de la doble amonestación, que significaba la automática expulsión-, sino también que a posteriori los involucrados en el episodio pugilístico fueran suspendidos de oficio. Al respecto, se ordenó una sanción de tres semanas de inactividad para el pilar mendocino, quien recién regresó a la titularidad en la última presentación de la campaña de su equipo.
Poco después, a los 16', el octavo de Gales, Scott Quinnell, se levantó de un scrum, soportó tres intentos de tackle y, casi cayéndose, tomó la marca de Arbizu para ceder a Shane Howarth. Sin embargo, antes de que el fullback vulnerara el ingoal visitante buscando la bandera derecha del ataque del equipo rojo, la conjunta defensa del wing Diego Albanese y el tercera línea Santiago Phelan- evitó el inminente try sacando al adversario del campo de juego.
Sobre los 19', una infracción por off-side de los locales propició la inaugural de las patadas efectivas de la labor consagratoria de Quesada, quien situado en las 10 yardas del terreno de Gales estableció el 3-0 favorable a la escuadra dirigida por Alex Wyllie. También de penal, el medio apertura de Hindú amplió el score a los 24', al no soltar Charvis el balón estando en el suelo a causa de un ruck.
No obstante, los penales por knock-on intencional de Octavio Bartolucci, y el off-side en la marca de Eduardo Simone en las cinco argentinas, a los 26' y 30', respectivamente, se tradujeron en la igualdad transitoria de los de casaja roja (6-6), a instancias del asimismo prestigioso shoteador Neil Jenkins.
Argentina retomó parcialmente la supremacía del tanteador a los 39', posteriormente a que los delanteros galeses derrumbaran un scrum. Fue así que, como consecuencia de su kick distante a 50 metros de los palos defendidos por el seleccionado local, Los Pumas volvieron a sumar de a tres.
Lamentablemente, ya en tiempo adicionado una incursión ofensiva del hooker Garin Jenkins -quien pisó la línea de touch, lo que no fue advertido ni por el referee neozelandés Paddy O' Brien ni por los jueces asistentes- generó que a la salida de un maul el medio scrum y capitán de Gales, Rob Howley, abriera para la entrada franca de Scott Gibbs y este apoyara la guinda en el ingoal celeste y blanco franqueando la oposición de Longo y Nacho Fernández Lobbe, reemplazante este último del lesionado Pedro Sporleder. La conversión de N. Jenkins -que no tiene parentesco alguno con el primera línea de su equipo, de idéntico apellido- selló el resultado de la primera etapa: triunfo de los Dragones por 13 a 9.
Reanudado el encuentro, los anfitriones, comandados por Graham Henry, asesor técnico de Los Pumas en las temporadas 2012-13, justificaron la superioridad del comienzo del complemento a través de una maniobra de salteo que recayó en la posición de Daffydd James para que el wing se cortara en velocidad y habilitara a James, quien hizo lo propio con el insider Mark Taylor, autor a los 8' del try convertido por el número "10" de Gales.
Más allá de alguna progresión aislada, el equipo de Gales pareció, luego de un nuevo penal señalado a los 15' por N. Jenkins (23-9), resignarse al advenimiento del adversario.
En esa línea, la presión de sus tres cuartos comenzó a consustanciarse con la prevalencia de los forwards argentinos, ya fuese en las formaciones fijas - inclusive lines robados - o móviles. Tanto que, producto de las infracciones cometidas por la representación europea en tres rucks, el combinado albiceleste se puso a cinco puntos del oponente mediante los consecutivos kicks acertados de Quesada cuando restaban 8' para el epílogo del partido, por lo que la hasta entonces dicharachera multitud demudó súbitamente. Por fortuna -para ellos- la mejoría de la visita no alcanzó: Argentina cayó por 23 a 18 ante su par de Gales que, si bien había evidenciado algo de superioridad en ciertos pasajes del match, esencialmente en el primer período, nunca se había insinuado del todo imbatible.
De hecho, el consenso entre los players de Los Pumas era elocuente. La inmensa mayoría del plantel vaticinaba que el segundo encuentro resultaría mucho más laborioso que el del debut no solo por la naturaleza agresiva -cuando no beligerante- de la propuesta del inminente rival, que venía de derrotar holgadamente en su estreno en el certamen a Japón por 43-15, sino también porque se avecinaba la oportunidad histórica de quebrantar por fin la racha adversa ante un equipo que había sentenciado la participación argentina -en fase de grupos- en dos Mundiales consecutivos, por no mencionar que un eventual revés podía traducirse en la enésima eliminación prematura a instancias del mismo verdugo de siempre.
Tanto Liso Arbizu como el convaleciente Pedro Sporleder, integrantes del equipo nacional que cayera en las batallas libradas frente a Samoa Occidental en Inglaterra 1991 -en donde fuera expulsado el segunda línea- y Sudáfrica 1995, concebían el match como una cuestión de honor al igual que el resto de cuantos habían intervenido en uno u otro enfentamiento, tales los casos de José Cilley, el Yanqui Martin, Camardón y hasta el propio Fichín Pichot, fuera de que el medio scrum no sumara minutos en el field en el torneo que precediera al de Gales.
Por su parte, la conducción técnica albiceleste, lejos de la improvisación, pergeñó una pormenorizada estrategia tendiente a primar en el choque con el elenco del Pacífico Sur. De ahí que, a la vez que el entrenador Alex Wyllie ensayaba hasta el saciedad distintas variantes en el fijo y en el maul para arremeter con los gordos en el predio de la Universidad de Cardiff, su auxiliar en el entrenamiento de los tres cuartos, Francisco Albarracín, símbolo de La Plata Rugby Club que se había sumado sobre la marcha a ejercer ese rol, confeccionó -espionaje mediante- un detallado informe del funcionamiento global del elenco isleño así como de sus individualidades, con especial énfasis en una de sus figuras, el wing Va'aiga Tuigamala. La proyección de los últimos encuentros de los samoanos y el fulbito posterior a las prácticas -en lo sucesivo, la principal cábala puma- completaron la preparación argentina en la víspera del trascendente compromiso.
Sin embargo, aun pese a las precauciones largamente tomadas, la cuidadosa planificación asumida, las arduas sesiones de ejercitación previas y el puntilloso estudio del rival, el team celeste y blanco amenazó, en la mitad inicial del partido, con entregarse al recurrente maleficio de su tempranero adiós en lo que a toparse con Samoa por campeonatos mundiales atañe.
En ausencia del tan pregonado agrupamiento de los delanteros y las constantes zozobras de los backs en el juego de manos -por caso, el knock-on de Albanese a escasos metros de zambullirse en el ingoal contrario-, el conjunto dirigido por Brian Williams -compatriota de Grizz Wyllie- inauguró el score a los tres minutos producto del penal convertido por Silao Leaega desde un ángulo cerrado, antes de que el mismo full-back convirtiera a los 24' el try del ala Junior Paramore que le daba el 10-0 parcial a la Selección de Oceanía.
Al acertado penal sancionado por el árbitro australiano luego de que los forwards rivales se tiraran de cabeza en un ruck, a través del cual Quesada señaló a los 29' los tres primeros puntos para la divisa albiceleste, le procedieron las anotaciones por idéntica vía de Leaega, a los 35' y 39'. De ese modo, la representación de Samoa culminó el primer tiempo imponiéndose por 16 a 3.
Si hubo un momento en toda la Copa del Mundo de Gales '99 en el que Alex Wylle expuso su vehemente carácter en todo su esplendor, ese fue el retorno de sus subordinados al vestuario del hoy desmontado Stradey Park de Llaneli. Según aseveraron testigos privilegiados de la charla que el coach mantuvo con los jugadores en el entretiempo, el neozelandés culminó su filípica en un spanglish -más español que inglés- con el que logró hacerse entender a la perfección: "Por las mismas boludeces de ustedes, Los Pumas perdieron en el '91 y en el '95. Si quieren ganar, déjense de joder y jueguen como lo planeamos".
Fue así que, no bien regresaron al campo de batalla, los rugbiers argentinos constataron que la verborrágica arenga de su entrenador había surtido efecto. Encabezó la reacción la afilada puntería de la patada de Quesada, quien además de rubricar a los 3' un estupendo drop desde mitad de cancha aportó tres penales desde distancias diversas, a los 2', 6' y 11', para que el conjunto nacional se situara en el marcador a solo un punto de los isleños (15-16), previo a que se consumara la rehabilitación del pack celeste y blanco para darle la anhelada ventaja a Los Pumas.
A ese respecto, la supremacía de la primera línea en los scrums -sobre todo, en el duelo aparte que el Gordo Reggiardo y el tenor Omar Hasan sostuvieron con los pilares adversarios-, el tino de Mario Ledesma arrojando la pelota en los lines, los incansables tackles de los wing forwards Martin y Phelan, a quienes se plegó la impecable labor del octavo Gonzalo Longo en la base y su eficacia para salir de punta en ofensiva, mereció su recompensa en el try señalado por el Turco Allub -de auspicioso papel en la hilera como el otro saltador argentino, Nacho Fernández Lobbe- a los 29'.
Como corolario del reivindicatorio partido, la última sucesión de kicks del Queso: al penal de los 26', se unieron los que marcó a los 36' y 42', con los que Los Pumas establecieron cifras inamovibles: 32-16, para deshacerse de tan pernicioso saldo negativo en los cotejos mundialistas con Samoa -que no fue capaz de anotarle siquiera un mísero tanto a los de Wyllie en el segundo período-, lograr una victoria en la RWC que no se le daba desde la edición inaugural de 1987 -25 a 16 sobre Italia- y -cómo no- ilusionarse con avanzar de ronda por primera vez en su campaña ecuménica.
Después de tamaña confrontación, el relax, aunque efímero bálsamo. Es que, tras la actividad natatoria y las partidas de golf de que disfrutaron los actores estelares de la Selección Argentina durante el día posterior al del resonante éxito frente a los isleños, se tornó una tarea ineludible aventurar cálculos acerca del resultado más conveniente para el equipo celeste y blanco en su participación de cierre en la fase de grupos.
Producido el sorpresivo triunfo de Samoa frente al local Gales (38-31), se analizaron todas las posibilidades, en orden de preferencia: 1) la más potable, probable, si se atiende a las expectativas triunfalistas de los propios jugadores, o sea, ocupar la tercera posición en la Zona para chocar en un hipotético repechaje con Irlanda -segundo del Grupo E- en escenario neutral (Stade Félix Bollaert de Lens, Francia); 2) en caso de finalizar escolta, se suscitaría un desfavorable encuentro como visitante ante Escocia en el Murryfield Stadium de Edinburgo; 3) el liderazgo absoluto, máxime redundante de una goleada, le valdría , más allá de que por fin se accedería directamente a los cuartos de final, un poco apetecible cotejo ante los Wallabies.
De la primera opción barajada se deduce que se estaba subestimando a un oponente que, si bien no podía equipararse al potencial de Los Pumas tanto por tradición como por lo realizado en las dos primera jornadas del torneo, ya había probado de sobra que podía someter a los argentinos tal como lo afirma el incontrastable triunfo de Japón por 44 a 29 - Ledesma, Martin, I. Fernández Lobbe, Allub y Simone, entre otros, intervinieron en el seleccionado nacional en aquella frustrante presentación-, correspondiente a la breve gira efectuada por el continente asiático de 1998, por mucho que el Gordo Reggiardo se empeñara en asegurar en la vigilia del encuentro que su equipo estaba 30 puntos por encima del combinado nipón.
No por nada, independientemente de la halagüena performance ofrendada ante Samoa, el técnico resolvió introducir algunas modificaciones en la conformación del XV titular luego de los entrenamientos realizados en la Universidad de Cardiff y en la ciudad inglesa de Bath, lejana a 100 kilómetros de la capital galesa. Entre ellas, la vuelta de Sporleder -cuyas contracturas en aductor izquierdo y gemelo derecho lo habían empujado a bajarse de los cotejos contra los Dragones Rojos y los del Pacífico Sur pese a la avidez de Wyllie por incluirlo aun maltrecho- en reemplazo de Longo, por lo que Fernández Lobbe pasaría a oficiar de octavo y el excapitán argentino de segunda linea, y el debutante absoluto en la Copa del Mundo, Ignacio Corleto -aunque disminuido por una molesta faringitis- y Camardón por Manuel Contepomi -inflamación en una de sus rodillas- y la Garza Bartolucci, respectivamente. El remate de la planificación preliminar lo constituyó la inteligencia ejercida por Pancho Albarracín, focalizada en la velocidad de los wines japoneses, especialmente la del intrépido Daisuke Ohata, quien garantizó en la víspera que los del Lejano Oriente ganarían con holgura.
Durante el preámbulo del significativo reto, se lo notó ciertamente atado al elenco albiceleste, como si le pesara el lastre de la oportunidad histórica de una producción superadora. Con todo, a los argentinos les bastó confiar en el imaginable predominio en el fijo -así como en rucks y mauls- a la vez que en el fértil botín derecho de Quesada para sacar ventajas en el score a instancias de los penales que el actual coach de Jaguares marcó a los 9' y 20'.
Tan solo 2' más tarde, el medio apertura japonés, Keiji Hirose, sumó por la misma vía en una etapa del encuentro en que Los Pumas comenzaban a perfilar su mayor poderío. Fue a los 26' que, a la salida de un ruck,, Agustín Pichot -hoy vicepresidente de la Rugby Board- amagó con ceder la guinda al Yanqui Martin para en cambio hacer un rulo y girar enfilando por el lado ciego y terminar apoyando el try sobre el extremo izquierdo del ingoal nipón. A continuación de los penales de Quesada, a los 22' y 38', el anotado por el nro. 10 del conjunto asiático, que decretó el 17-6 transitorio en favor de los de Grizz Wyllie previo al intervalo.
Reiniciado el match, la divisa nacional mantuvo su superioridad aunque con un ímpetu más elevado que el de los primeros 40'. Quesada, en una noche que orilló el 100 % de efectividad -salvo por la fallida conversión del try de Pichot- se erigió en el top scorer de la fase de grupos con 66 tantos al ejecutar con acierto tres penales al hilo, a los 5' 14' y 23', contra el único rubricado en el complemento por Japón, a los 9'.
Sobrepasados los 32', el wing albiceleste Diego Albanese se bancó de pie dos intentos de tackles consecutivos para concretar con lo justo -al límite lateral del campo de juego- el try con que la jornada del sábado 16 de octubre de 1999 el Millenium Stadium de Cardiff obró de escenario oficial de la primera vez que Los Pumas consiguieron superar el umbral de la ronda preliminar de la RWC. A la sombra del olvido habían quedado relegadas las funestas experiencias de 1987, 1991 y 1995.
Por lo pronto, los componentes del plantel se llegaron hasta las tribunas para saludar a los 300 argentinos que agitaban banderas, portaban vinchas y camisetas albicelestes y entonaban cánticos victoriosos. A partir de allí, la celebración modesta. La consigna era abstraerse de la atmósfera triunfalista que los rodeaba para focalizarse concienzudamente en la nada descabellada epopeya de acceder a los cuartos de final. Claro que antes había que eliminar a una de las máximas potencias del Hemisferio Norte, Irlanda, el más importante de los desafíos mundialistas que hasta entonces habría de afrontar la Selección Nacional de rugby.