El Campeonato Sudamericano de 1916: el otro centenario
El contraste entre lo que sucedía en uno y otro margen del Océano Atlántico se constituía tan perfecto como cruel. Mientras el Viejo Continente se debatía en el horror de un enfrentamiento bélico generalizado, una de los naciones más australes de América del Sur se aprestaba a celebrar el centenario de la proclamación de su independencia. Promediaba en Europa la Primera Guerra Mundial cuando en Argentina se anunciaba la organización de las más variopintas festividades en conmemoración de la gesta patria del martes 9 de julio de 1816. Entre ellas, la instauración del Campeonato Sudamericano de Selecciones, que en virtud de la edición de 1975 adoptaría su denominación actual: Copa América. Es
ésta, a excepción de los Juegos Olímpicos (París 1900), el más longevo certamen en disputa entre seleccionados desde que en 1984 se jugara por última vez el British Home Championship
Concedido a nuestro país en aras del cumplimiento del trascendental aniversario de su emancipación de la corona española, no fue, en realidad, el Campeonato Sudamericano el primer torneo del que ya había largamente dejado de ser el "deporte de los ingleses locos"-al decir de los criollos de antaño- en el que el representativo nacional oficiara de local. Además de las Copas Lipton y Newton, en la que el equipo argentino confrontaba mano a mano con su similar de Uruguay, ese honor corresponde a la Copa Centenario Revolución de Mayo (1), la primera competencia futbolística de América del Sur en la que
participaran más de dos selecciones, obtenida por el team albiceleste luego de arrollar, respectivamente, a Chile (4-1) y al propio combinado celeste (5-1), en el Estadio del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA).
La inmejorable aceptación de la que gozó la celebración del triangular, sumada a la encomiable performance del cuadro nacional, motivó que el 15 de de octubre de 1913 confluyera en las instalaciones de la Asociación Argentina de Football (AAF) -antecesora de AFA (2)- una junta de notables, de los que sobresalió en su intervención el exjugador y entonces dirigente de Estudiantes de Buenos Aires, José Susan.
En su exposición, a modo de presentación de su novedosa propuesta, Susan destacó: "La AAF resuelve realizar anualmente un concurso de football, instituyéndose al efecto la Copa América (3). Serán invitadas a adherirse a este proyecto las ligas uruguaya, chilena y brasileña, debiendo enviar en caso afirmativo un equipo para disputar la Copa. Este torneo se efectuará en Buenos Aires, en fecha que con prudente anticipación fijará el Consejo (Directivo)". Acto seguido, recalcó: "Este trofeo no podrá ser obtenido definitivamente, pero si alguna de las representaciones que lo disputen vencen tres años seguidos o cinco alternados, serán acreedores a una copa estímulo. El equipo triunfador y referee que actúen en los matches serán premiados con medallas de oro; los demás, con una medalla de plata que consignará la clasificación obtenida".
Aun pese a la unánime aprobación de su moción, que virtualmente sentaría las bases del Campeonato Sudamericano, en lugar del antiguo referente del Pincha de Caseros, se reconoce como autor intelectual de lo que hoy es la Copa América al periodista y político Héctor Rivadavia Gómez, titular de la Asociación Uruguaya de Fútbol entre 1907 y 1912, quien en pleno desarrollo de la edición inaugural del certamen atendería a la enorme repercusión que el mismo lograra desde su comienzo. Por ello, convocó a los mandos superiores de las federaciones de Argentina, Chile y Brasil -equipos que, amén del conjunto cisplatino, conformaban el torneo cuadrangular original- a una sesión extraordinaria, a realizarse en la Ciudad de Buenos Aires en una fecha emblemática: el 9 de julio de 1916, en el centenario exacto de la autonomía patria, en la que Rivadavia Gómez estableció los lineamientos preliminares de lo que en la subsiguiente reunión, llevada a cabo el 15 de diciembre de aquel año en Montevideo, derivaría en la concepción de la Confederación Sudamericana de Fútbol, actual CONMEBOL (4).
Indudablemente, José Susán resultó relegado en su consideración merced a un conjunto de factores: la avivada de Rivadavia Gómez, quien no sólo captó el indisimulable beneplácito con que fue recibido el flamante torneo que el exmandamás de Estudiantes de Caseros había gestado, sino que a instancias del éxito cosechado se apresuró a proponer en una jornada solemne como es el 9 de julio en nuestro país, la fundación de un organismo rector del fútbol sudamericano, que contó con la anuencia total e inmediata de sus pares; así como el relativo delay -tres años- que transcurrió entre el anuncio de la idea madre de Susan y la consumación de su obra.
No faltará, seguramente, quien esgrima, en lo tocante a la nacionalidad de procedencia del ideólogo de la Copa América, un nuevo capítulo de la eterna disputa que mantienen Argentina y Uruguay, por el país de origen de Carlos Gardel o por la invención del dulce de leche. Lejos está de la intención del periodista generar una estéril polémica. Es sólo una cuestión de reivindicación -también de minuciosa investigación- a un visionario nacido de este lado del Río de la Plata al que la historia lo confinó injustamente al anonimato. Idéntica mención le cabría si aquél hubiera nacido en el pago oriental.
El puntapié inicial
Poco le importó al dicharachero público que se congregó en el estadio de GEBA que no fuera la Selección Argentina uno de los protagonistas estelares del partido inaugural del Campeonato Sudamericano de 1916. Hasta allí se habían llegado, no obstante la onerosa suma que debieron abonar por su localidad -$ 3 el acceso a la cabecera oficial; $ 1, las entradas generales-, para presenciar el desafío entre los combinados de Uruguay y Chile del 2 de julio, a las 14.30.
Con 10 minutos de retraso, luego de la finalización del encuentro que sostuvieron las Quintas Divisiones de Banfield y Germinal, apareció en el campo de juego la delegación trasandina, que se dispuso a desfilar encabezada por Carlos Fanta -no sólo se desempeñaría como árbitro en representación de su país natal sino asimismo como entrenador del primer equipo-, quien enarbolaba la bandera de la Federación Sportiva Nacional de Chile; seguido del diputado santiaguino Héctor Arancibia Lazo y sus subordinados, portadores éstos de la insignia chilena; mientras que en última instancia se apreciaba a los actores principales de la comitiva: los futbolistas que integraban la alineación titular y sus suplentes.
Seguidamente, envuelto en vítores y aplausos al igual que su contrincante, surgió en el field la escuadra uruguaya. Sin dilación, los orientales se encaminaron hacia el palco oficial, en el que, en ausencia del presidente de la Nación, Victorino de la Plaza, se hallaba el titular de la AAF, doctor Adolfo Orma, para proceder a una suerte de ritual que cada seleccionado repetiría en la inminencia del resto de los cotejos del torneo: ofrendar sus hurras tanto al anfitrión como al noble oponente de ocasión, que fue emulado posteriormente por elenco chileno.
Si bien la supremacía del conjunto celeste se tornó incontrastable desde el arranque, la valla de la Selección de Chile recién resultó vulnerada a los 44' de la etapa inicial, después de que el multicampeón Angel Romano ensayara un remate bajo que Manuel Guerrero, arquero trasandino, alcanzara a rechazar con dificultad, antes de que la gloria del fútbol uruguayo, el Maestro José Piendibene, sacudiera las mallas.
Luego de haber intercalado ambos equipos situaciones de relativo peligro en el inicio del complemento, se produjo a los 10' el segundo gol del team cisplatino, producto de una estupenda maniobra urdida por Juan Delgado y Piendibene, que culminó con una volea al ángulo de Isabelino Gradín, autor a su vez de la tercera conquista sobre los 25', mediante un inapelable cabezazo cuya soberbia jugada previa había merecido la admiración de la totalidad de los espectadores.
La conquista que coronó la justificada goleada sobrevino a los 30', como consecuencia de un admirable arresto individual del Maestro Piendibene, quien luego de burlar a los backs rivales batió a Guerrero con un disparo cruzado que sentenció el score definitivo: Uruguay 4 - Chile 0 (5).
Nada peor para el vapuleado equipo trasandino que la imposibilidad de Brasil de arribar en término para el match que ambos seleccionados debían asumir el 6 de julio. De ese modo, fue la otra potencia rioplatense, anfitriona de la competencia, la que reemplazó al elenco Verde Amarelo, entonces notoriamente inferior tanto a Argentina como a Uruguay en la calidad de su juego.
El debut oficial del combinado albiceleste en el Campeonato Sudamericano de Selecciones no sedujo especialmente a los fanáticos del deporte del balompié. Muchos de ellos, espantados por los cifras siderales de las entradas, optaron por concurrir a los distintas ceremonias ofrecidas en la víspera del 9 de julio, como el acto conmemorativo en el Pabellón de los Lagos, a cargo de la Comisión Nacional del Centenario y presidida por el Ministro de Relaciones Exteriores, doctor José Luis Murature, en honor de miembros diplomáticos, embajadores y miembros de las misiones especiales extranjeras; o la acogida que le tributara el Jefe de Estado, Victorino de la Plaza, en solemne audiencia, al embajador de Paraguay José Montero, quien entregó una carta autógrafa de parte del presidente de ese país, Eduardo Schaerer, nominándolo Embajador Especial ante el gobierno que detentaba, para luego recibir a las misiones especiales acreditadas en virtud del centésimo aniversario de nuestra independencia, entre los que destacaban funcionarios oficiales de distintas naciones, como Dinamarca, Cuba, Austria-Hungría (6), Costa Rica y Ecuador. De allí que, pese a lo que se afirmase con el trascurso de los años, atestiguaran sólo 5.000 espectadores la presentación absoluta del equipo argentino.
Efectuado el tradicional sorteo entre los capitanes, el conjunto local escogió campo. Antes de que el delantero chileno Enrique Gutiérrez cediese el balón a su compañero en el saque, su tentativa fue interceptada por Pedro Martínez, half izquierdo de Huracán, quien asistió al back de Tigre, Adolfo Heissinger, y éste, a Alberto Ohaco, aunque el máximo goleador de la historia de Racing rematara desviado.
A partir de la primera aproximación del combinado celeste y blanco, su predominio amenazaba con resultar abrumador tanto territorialmente como en el tanteador.
Ya a los 3', el forward de Tiro Federal de Rosario, Carlos Guidi, pasó el esférico a Juan Nelusco Perinetti -otro legendario artillero de la Academia de Avellaneda-, quien envió un centro preciso para la entrada de Ohaco, quien decretó la apertura del marcador a través de un shot rasante.
Sin embargo, la persistente sensación de goleada, al menos en el primer tiempo, acabó por diluirse tras el penal que dilapidara Gerónimo Badaracco, center half de San Isidro (7), que redundó en el empate parcial de la visita, a los 44', a instancias de un certero cabezazo de Telesforo Báez, en posición dudosa (offside).
Aun envalentonado por lo que hasta el momento podía calificarse de hazaña, la Selección de Chile fue obligada a replegarse en su propio campo durante el segundo período, producto de las sistemáticas incursiones del quintento de atacantes del team argentino; más aún, al producirse la lesión de Gutiérrez, el delantero más incisivo del cuadro trasandino.
Así las cosas, el representativo nacional volvió a prevalecer en el score tras el tiro libre servido a los 15' por el back izquierdo de Quilmes, Juan Domingo Brown, otrora baluarte del insuperable Alumni, autor asimismo de la anotación -desde el punto penal- con que apenas 2' después el equipo albiceleste se pondría 3-1.
Los repetidos desacoples de la defensa chilena propiciaron a los 22' el cuarto goal de la escuadra local, luego de una pared entre Perinetti y Guidi, que este último cedió en dirección de Ohaco. La descollante figura de Racing asistió a su compañero en el equipo de Avellaneda, Alberto Marcovecchio -otro que la mandaba a guardar tupido-, quien franqueó el arco custodiado por Guerrero con un colocado disparo al ángulo inferior izquierdo.
Fue a instancias de una nueva desinteligencia de la ya rendida retaguardia trasandina, que la alineación celeste y blanca sumó su quinta conquista. El garrafal error, al que se adosó la salida en falso del guardameta visitante, fue capitalizado por Ohaco, quien a los 75' no tuvo más que empujar el balón al fondo de la desguarnecida valla.
Por fin, el sexto y último tanto del impiadoso equipo albiceleste. A los 89', un desborde de Heissinger derivó en el golpe de cabeza con el que Marcovecchio selló el encomiable debut argentino en el campeonato, al imponerse holgadamente por ¡6 a 1!
Una vez hubieron igualado 1 a 1 los combinados de Brasil y Chile, el conjunto nacional se prestó a asumir su segundo compromiso, a dirimirse en GEBA, escenario de todos los encuentros que hasta entonces se habían disputado.
Aparentemente débil en comparación con el anfitrión, sobre todo, si se atiende a la opaca paridad obtenida ante un equipo que, amén de haber protagonizado tres cotejos en menos de una semana, había sido ampliamente superado en sus dos intervenciones inmediatamente anteriores -y recibido la friolera de 10 goles en contra-, el Scracht se había propuesto resarcirse del pálido rendimiento manifestado en su primer partido; tanto, que no lo disuadió el hecho de haberse apersonado en el field y que allí permaneciese realizando por largos minutos ejercicios de calentamiento sin que su adversario apareciese en el verde césped
Por increíble que resulte, la inesperada ausencia, con tintes de improvisación, respondía a que el atacante racinguista, Alberto Ohaco, impedido por motivos laborales, no habría de llegar a tiempo para acoplarse al once titular albiceleste, sin que en la vigilia del partido programado para el 10 de julio se hubiese encontrado su sustituto.
A ese respecto, un grupo de delegados de la AAF individualizó en las atestadas tribunas populares -a diferencia de lo acaecido en la primera actuación del cuadro local- a Ricardo Naón, mediocampista de Gimnasia y Esgrima La Plata, con objeto de proponerle integrar la alineación argentina.
Habida cuenta de que el valor del club mensana, visiblemente molesto porque hacía dos años no se requerían sus servicios en el representativo nacional, desestimó la proposición, los directivos encaminaron sus pasos hacia la figura de Huracán, José Laguna, quien asimismo había concurrido a alentar a su país, para ofrecerle ocupar el puesto vacante.
El Negro no lo dudó: saltó directamente al campo de juego...y lejos de amilanarse en su bautismo de fuego con la casaca celeste y blanca, rubricó a los 10' la conquista con la que se produjo la apertura del marcador, luego de que al portero brasileño Casemiro de Amaral se le escurriese entre sus manos un atajable remate de Adolfo Heissinger que Laguna sólo tuvo que empujar al arco rival.
Pese a la superioridad evidenciada por el team argentino durante el primer tramo de la mitad inicial, a
la progresiva falta de contundencia de sus delanteros -Laguna incluido- le siguió la zozobra insinuada por su línea defensiva, que provocó que los forwards verde amarelos arrimaran cierto peligro al arco defendido por el goalkeeper de Porteño, Juan José Rithner, hasta que a los 20', Manoel Alencar capitalizara en gol un rebote otorgado por el guardameta.
Visiblemente impactado por la igualdad brasileña, el conjunto albiceleste, apoyado en la fibra combativa y avasallante personalidad de su center half, Francisco Olazar, recién pareció esbozar una reacción a los 24' del complemento, tras una proyección de Guidi, que Marcovecchio resolvió equívocamente aun con el arco contrario a su merced.
La última chance certera de gol de la que dispuso Argentina se produjo a los 40', en ocasión de un centro del atacante de San Isidro, Claudio Bincaz (8), que devino en la infructuosa arremetida de Guidi, Olazar y Marcovecchio, previo al rechazo conjunto de Emmanuel Nery y Orlando Pereyra, tras lo que el balón volvió a ser dirigido al área, vía tiro de esquina. El remate de Olazar fue provindencialmente conjurado por Armando de Almeida y Sidney Pullen, grandes contribuyentes a que el match culminase empatado en un tanto, cuando se descontaba a priori que los albicelestes obtendrían la victoria con relativa facilidad.
Aunque ajustadamente, el que sí pudo doblegar a Brasil en el penúltimo encuentro del certamen fue Uruguay (2-1), con lo que, en la antesala de la jornada de cierre, se acreditaba el liderazgo absoluto con cuatro unidades, una más que su escolta, Argentina, su contricante en la instancia culminante.
De ese modo, la última fecha del inaugural Campeonato Sudamericano de Selecciones se constituyó en la primera de las innumerables finales en la que los combinados del Río de la Plata, considerados los dos mejores equipos del planeta, se enfrentarían, no sólo en distintas ediciones de la Copa América, sino a su vez por la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928 e incluso por el controvertido título mundial por el que pugnarían en Uruguay 1930. En otras palabras, eso que llaman un "partido aparte".
¡Uruguay, nomá'!
No cabía otra posibilidad: a diferencia de su oponente, la Selección Nacional necesitaba imperiosamente un triunfo, aun así fuese por la mínima, si el domingo 16 de julio de 1916 pretendía consagrarse campeón en su propia tierra.
De allí la creciente expectativa que empujó -nunca mejor empleado el término- a la bullanguera afición argentina a volcarse masivamente al estadio de GEBA desde las 12.30, dos horas antes del comienzo del cotejo, en procura de una entrada con la que deleitarse con el triunfo de su equipo.
Si bien la capacidad del recinto, de 20.000 espectadores, ya había sido largamente sobrepasada, el club continuó con el expendio de localidades incluso cuando el clásico rioplatense ya se había inciado, por lo que, luego de haberse colmado en su totalidad las tribunas, quienes pugnaban por un lugar resolvieron apostarse al pie de las gradas; otros, en derredor del campo de juego...y los más osados , sin más, optaron por emprenderla contra los controles situados en las puertas de acceso al estadio, a la par que arremetieron contra uno de los 11 policías -sí, ¡o-n-c-e!- afectados al dispotivo de seguridad, por lo que se requirió la presencia de refuerzos más persuasivos en el trato con los exaltados adictos.
Sin embargo, los temerarios adeptos decidieron desconocer la entidad de los efectivos de Infantería y Caballería. No sólo por haber copado la cabecera oficial, plagada de familias que habían asistido al espectáculo en son pacífico, y el palco en el que destacaban las principales representantes de las federaciones intervinientes en la competencia, sino que asimismo habían invadido el rectángulo de juego cuando, pasadas las 14.30, ambos teams, flanqueados por el árbitro chileno Carlos Fanta, aparecieron en escena por primera vez en la tarde.
Aunque en principio se creyera que el ingreso de los footballers en el field iría a sosegar los caldeados ánimos, la bienintencionada idea no prosperó. Por el contrario, los fanáticos resistieron estoicamente la orden emanada por los agentes policiales de posicionarse del otro lado del cerco perimetral, lo que obligó a a ambos equipos a retornar a sus respectivos camarines y permanecer allí por espacio de una hora.
Entretanto, con la finalidad de evitar un desborde ingobernable, los popes mayores de las asociaciones argentina y uruguaya, testigos involuntarios de la intrusión del público y de las peligrosas avalanchas producidas en las abarrotadas tribunas, determinaron que la jornada del 16/9 no consagraría al campeón del cuadrangular, sino que sólo se disputaría un partido de carácter amistoso.
Sólo así se consiguió que los players reaparecieran en escena, aunque fugazmente...Ni bien comenzado el match, luego de que el back izquierdo de Racing, Armando Reyes, contrarrestara un avance de los atacantes celestes y cediera el balón a Carlos Isola, arquero de River, quien acto seguido envió el balón hacia el lateral, los adictos argentinos ganaron definitivamente el campo de juego, por cuanto se decretó la suspensión definitiva del atractivo encuentro.
Al respecto, la turba se graduó en la táctica de tierra arrasada para exteriorizar su creciente iracundia. Ante la tenue resistencia opuesta por los efectivos de seguridad, los vándalos procedieron a incendiar las tribunas -de madera-, que en cuestión de minutos quedaron reducidas a cenizas, así como a incurrir en diversos hurtos. Los más impunes hasta se llevaron, cual trofeo de guerra, los arcos con sus redes.
Milagrosamente, según el parte emitido por la Comisaría número 41, con jurisdicción en la zona, no hubo que lamentar víctimas fatales entre las 40.000 personas -el doble de la capacidad del estadio de GEBA- que asistieron al clásico del Río de la Plata. Eso sí, una decena de heridos, de distinta consideración, fueron derivados al Hospital Fernández, así como se detuvo a cuatro personas por atentar contra la propiedad.
Diseminada en la República Oriental del Uruguay la noticia de los episodios acaecidos en Buenos Aires, los hinchas celestes, al tiempo que entonaban cánticos agraviantes hacia su vecino país, se dirigieron a la casa matriz de la AUF, emplazada en Montevideo, para conminar a sus directivos a que retirasen al equipo del campeonato.
Las manifestaciones recrudecieron por la noche, cuando trascendió la especie de que la AAF había determinado que los seleccionados confrontaran al día siguiente, en cancha de Racing. "¡¡¡Que no se juegue!!!", solicitaban con vehemencia los adherentes orientales, cuya visible molestia recién menguó cuando se los llamó a que concurrieran a recibir en la dársena del puerto montevideano al plantel uruguayo, independientemente del resultado que fuese a obtenerse.
Contrariamente a lo que ocurriera en el estadio de GEBA, puesto que se desplegó un operativo de seguridad de mayor proporción, a la vez que los espectadores presenciaron el desarrollo del cotejo sin promover incidente alguno, el cotejo arrancó puntualmente a las 14.30.
Resultó chato el trámite durante la primera etapa. El predominio, leve, se inclinó en favor de los uruguayos, pese a que sus intentos fueran, en su mayoría, atinadamente contrarrestados por la dupla Olazar-Reyes, salvo una brillante intervención de Isola sobre los 30', quien contuvo en dos tiempos los remates de José Tognola y Rodolfo Marán, respectivamente.
Recién al borde del intervalo enhebró Argentina dos maniobras certeras de gol. Por un lado, Pedro Martínez (Huracán) envió un centro al corazón del área uruguaya, conectado de cabeza por Olazar, que el arquero Cayetano Saporiti contuvo esforzadamente en pleno atosigamiento de Juan Hayes, forward de Rosario Central. Por otro, la situación de mayor riesgo: J.N. Perinetti, apareado por el portero uruguayo, cedió a Ohaco, mas su remate se estrelló en el poste derecho, tras lo que el balón se perdió por la línea de fondo.
Ya en el segundo período, aun ávido de obsequiarle el título a su pujante público, el equipo argentino no hizo sino replegarse al primar la gravitación de la ofensiva oriental, tal como lo probara el tiro libre indirecto dentro del área argentina, servido por Delgado y rematado por Tognola, que fue conjurado por el sincronizado adelantamiento de la barrera, especialmente por el back central derecho Zenón Díaz (Rosario Central) y Martínez. Enseguida, una soberbia contención de Isola, cuyo rebote recayó en la posición de Pascual Somma, quien desvió el balón por encima del travesaño.
Faltaba más. A los 25', Manuel Varela ensayó una milimétrica ejecución que dio en el travesaño, previo a que la consiguiente tentativa de Alfredo Zibechi fuera abortada por una nueva atajada de Isola.
Cuando restaban 15' para la culminación del emotivo enfrentamiento, Olazar encabezó el primero de los avances albicelestes tendientes a romper de una vez la paridad, cuando su disparo de mediana distancia pasó a centímetros del palo derecho del marco de Saporiti.
Subsanado el peligro luego de un shot de Gradín que pegó en uno de los parantes custodiados por Isola, una acción conjunta de Heissinger y Perinetti derivó en una pared de los hermanos Ennis y Juan Hayes. Este último probó con un remate bajo los mejores reflejos del goalkeeper uruguayo, quien manoteó el balón al córner.
Enteramente lanzado al ataque, el conjunto celeste y blanco avasalló en el inminencia del epílogo a su par uruguayo, abocado a defender su posición imbuido de la consabida garra charrúa; sobre todo, Saporiti, figura indiscutida del match, quien repelió con ferocidad el embate final del conjunto local, cuya aproximación, si bien en bloque, resultó vana producto del arremolinamiento que se generó en el umbral de la valla visitante.
Vaya paradoja, la del representativo nacional: si bien terminó su campaña tan invicto como su contricante -y con el mismo goal average-, no hizo sino conformarse con la segunda colocación, pues a Uruguay le bastaba un empate para coronarse campeón del Campeonato Sudamericano de Selecciones 1916 (9).
En una fehaciente prueba de hidalguía deportiva, la algarabía de los 1000 hinchas celestes que habían cruzado el charco contó con el auspicio tanto de los jugadores como del público local, quienes le tributaron un cerrado aplauso y distintas manifestaciones de adherencia a los ganadores del caudrangular, en sentido diametralmente opuesto a lo que esperaban los uruguayos que atendían a las alternativas del certamen desde su país de residencia.
¿Cómo celebró la escuadra oriental la primera de las tres Copas América que conquistara en Argentina (10)? Luego de descender del vapor de la carrera que lo depositara en el puerto de Montevideo, la triunfante delegación fue recibida por 5000 compatriotas, que, jubilosos, escoltaron a los gestores de la hazaña hacia el establecimiento de la Asociación Uruguaya de Fútbol, al compás de los ejecuciones que en su honor brindaron las bandas municipales designadas para la protocolar ocasión.
Al día siguiente del fastuoso banquete ofrecido en el hotel capitalino Lanata, al que habían sido invitados los popes mayores de las cuatro asociaciones participantes del torneo, se organizó un partido amistoso entre el equipo charrúa y el brasileño -que había viajado junto con la comitiva celeste-, en el que se impuso la visita por 1 a 0, jugado en el Estadio Gran Parque Central ante 12.000 espectadores.
Respecto de la Selección Argentina, hoy, casi cien años después, realizará su presentación oficial ante el vigente campeón, Chile -que lo superara en la fase decisiva del último certamen-, en la Copa América Centenario 2016, albergada por Estados Unidos (11). A propósito, si bien no es ésta la mayor sequía a nivel títulos del cuadro albiceleste (12), ya han transcurrido 23 años desde su último logro, en Ecuador 1993, tras lo que se sucedieron una serie de frustraciones y finales perdidas, como en las que cayera consecutivamente ante Brasil en las ediciones de Perú 2004 y Venezuela 2007, amén de que el combinado chileno se consagrara en sus narices por primera vez en su historia. Aun con el actual mejor jugador del mundo, Lionel Messi, disminuido por lesión, ¿podrá el equipo albiceleste quebrar por fin el maleficio y alcanzar su décimo quinto título, que, por caso, jamás se acreditaron ni Maradona ni Pelé, con lo que igualaría a Uruguay, el máximo ganador del certamen?
La jornada está aquí
Uruguay (4): C. Saporiti; M.Castellino y J.Foglino; J. Pacheco, A. Delgado y M. Varela; P. Somma, A. Romano, J. Piendibene, I. Gradín y J. Bracchi.
Chile (0): M. Guerrero; L. Cárdenas y M. Witke; E. Abello, E. Tenche y R. Unzaga; M. Geldes, R. Moreno, E. Gutiérrez, E. Fuentes y E. Salazar
Partido inaugural del Campeonato Sudamericano de Selecciones 1916, jugado el 2 de julio.
Cancha: GEBA.
Público: 3000.
Referee: Hugo Gronda (Argentina).
Goles: PT: 44', J. Piendibene (U). ST: 10' Y 25', I. Gradín (U); 30' J. Piendibene (U).
Incidencias: no hubo.
Argentina (6): C. Wilson; A. Reyes y J. D. Brown; P. Martínez, F. Olazar y G. Badaracco; J. Heissinger, A. Ohaco, A. Marcovecchio, C. Guidi y J.N. Perinetti.
Chile (1): M. Guerrero; E. Cárdenas y M. Witke; E. Abello, R. Unzaga y E. Tenche; T. Báez, A. Franco, E. Gutiérrez, D. Fuentes y M. Geldes.
Segundo partido del Campeonato Sudamericano de Selecciones 1916, jugado el 6 de julio
Cancha: GEBA
Público: 5000.
Referee: Sidney Pullen (Brasil).
Goles: PT: 3', A. Ohaco (A); 44', T. Báez (CH); ST: 15' y 17', J. D. Brown (A); 22' y 44', A. Marcovecchio (A); 30', A. Ohaco.
Incidencias: ST: se retiró lesionado E. Gutiérrez (CH).
Argentina (1): J.J. Rithner; A. Chiappe y J. D. Brown; P. Martínez, F. Olazar y G. Badaracco; A. Heissinger, J. Laguna, A. Marcovecchio, C. Guidi y C. Bincay.
Brasil (1): C. Amaral; E. Nery y O. Pereira; S. Lagrecca, S. Pullen y A. Almeida; L. Meneses, A. Friedereinch, E. Arnaldo, L. Monti y A. Silveira.
Cuarto partido del Campeonato Sudamericano de Selecciones 1916, jugado el 10 de julio.
Cancha: GEBA
Público: 16.000.
Referee: Carlos Fanta (Chile)
Goles: PT: 10', J. Laguna (A); 44', E. Arnaldo (B).
Incidencias: PT: Al presentar 10 jugadores la Selección Argentina en la inminencia del cotejo, se autorizó la participación del autor de la conquista albiceleste, J. Laguna, quien presenciaba el espectáculo desde las tribunas, para completar la alineación titular del anfitrión.
Argentina (0): C. Isola; Z. Díaz y A. Reyes; G. Badaracco, F. Olazar y P. Martínez; A. Heissinger, A. Ohaco, E. Hayes, J. Hayes y J. N. Perinetti.
Uruguay (0): C. Saporiti, A. Foglino y M. Benincasa; J. Zibecchi, J. Delgado y M. Varela; P. Somma, A. Tognola, J. Piendibene, I. Gradín y R. Marán.
Partido final del Campeonato Sudamericano de Selecciones 1916, jugado el 17 de julio.
Cancha: Racing
Público: 17.000
Referee: Carlos Fanta (Chile).
Goles: no hubo.
Incidencias: se jugaron 85', pues en el día anterior, en el estadio de GEBA, el partido se había suspendido a los 5' producto de la sistemática invasión del público al campo de juego, tras lo que se produjo un escándalo generalizado que, providencialmente, no devino en tragedia.
(1) El triangular, jugado entre el 29 de mayo y el 12 de junio, fue organizado en conmemoración del centenario de la Revolución de Mayo.
(2) Cuando se produjo en 1912 la escisión del ente rector del fútbol argentino, entre la Asociación Argentina de Football y Federación Argentina de Football, la FIFA sólo reconocía a la AAF.
(3) En ocasión de su discurso, José Susan aludió a la "Copa América" no como el nombre que adoptaría del torneo, sino como el trofeo que se adjudicaría su ganador, fabricado en una joyería de la Ciudad de Buenos Aires (Casa Escasany), por la friolera de 3000 francos suizos. Fue donado a la CONMEBOL por el Ministerio de Relaciones Exteriores.
(4) El resto de los actuales miembros de la CONMEBOL fueron adhiriendo al organismo en el siguiente orden cronológico: Asociación Paraguaya de Fútbol (AFP), en 1921; Federación Peruana de Fútbol (FPF), en 1925; Federación Boliviana de Fútbol (FBF), en 1926; Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), en 1927; Federación Colombiana de Fútbol (FCF), en 1936; Federación Venezolana de Fútbol, en 1952.
(5) Luego de la goleada del conjunto uruguayo sobre Chile se produjeron una serie de episodios, cuanto menos, curiosos. Por un lado, la federación trasandina acusó a los orientales de contar dos jugadores africanos -producto de su piel morena- en su plantel. En realidad, Isabelino Gradín, considerado el primer jugador mal llamado de color en integrar una Selección a la vez que el goleador del certamen (3), y Juan Delgado eran afrodescendientes. Por otro, había cruzado la cordillera de los Andes la especie que afirmaba que la delegación chilena había resultado segregada por sus pares celestes, lo que fue desmentido por el diputado Héctor Arancibia Lazo, titular de la comitiva chilena, quien lejos de cargar contra la representación charrúa aseguró que para los futbolistas de su equipo constituía un honor -y un aprendizaje- enfrentar a un seleccionado tan prestigioso. De allí que en medio de la competencia ambos elencos jugasen un partido amistoso, que nuevamente favoreció holgadamente a Uruguay (4-1), antes de que los chilenos vencieran a un Combinado de La Plata por 2 a 0. Otro hecho de índole racista involucró al que es considerado el máximo artillero de la historia verde amarela (sí, por encima de Pelé): Arthur Friedenreich, mulato hijo de padre alemán y madre brasileña, el único futbolista no blanco que integraba la plantilla del Scracht. Finalmente, el brillante futbolista resultó convocado al seleccionado del país, tal como lo prueba su actuación en el encuentro en que los brasileños empataran en un tanto con el cuadro local.
(6) Estado europeo originado en 1967, que concebía al Reino de Hungría como una entidad independiente dentro del Imperio austríaco, por lo que llevó las denominaciones Imperio austrohúngaro o Austría-Hungría hasta 1919, un año después de la finalización de la Primera Guerra Mundial.
(7) San Isidro, fue (es) el equipo que la causara a Boca la peor derrota a nivel oficial de su historia, al golearlo por ¡7 a 0! en el Campeonato de la Asociación Argentina de Football de 1915, del que se coronaría subcampeón al caer en la final de desempate ante Racing por 1 a 0; toda una hazaña si se repara en que era entonces el apogeo del cuadro de Avellaneda, bautizado como la Academia en virtud del heptacampeonato que lograra entre 1913 y 1919. Pese a haber abandonado la práctica del fútbol, en 1931, lo que en la actualidad se conoce como CASI continúa destacándose en otras disciplinas, como en rugby, en el que se lo conoce como.... la Academia. Con 33 títulos, es la institución más prolífica del Torneo de la URBA.
(8) Atleta integral que, además del fútbol, se desempeñó con éxito en el rugby y en la navegación.
(9) En principio, no fue reconocido como un Campeonato Sudamericano propiamente dicho, aunque con el trascurso de los años, la CONMEBOL la incluyera en la categoría de extra; esto es, cuando no está en disputa el trofeo.
(10) En la edición de 1987, Uruguay venció -y eliminó- en semifinales a Argentina, entonces vigente campeón mundial, por 1 a 0, con gol de Antonio Alzamendi, en cancha de River, previo a derrotar en la final a Chile por idéntico score, con tanto de Pablo Bengoechea. En 2011, los celestes se impusieron y despidieron del torneo al anfitrión al imponerse en la serie de penales (5-4), en cuartos de final, luego de empatar 1-1 en tiempo reglamentario. Diego Pérez había puesto en ventaja al conjunto visitante, mientras que Gonzalo Higuaín selló el empate que derivó en la tanda de tiros desde los doce pasos.
(11) Es la primera vez en la historia que la Copa América se celebra en un país que no es miembro de la CONMEBOL. Si bien fue la de México la primera Selección que participó en el torneo en carácter de invitado (Ecuador 1993, en el que cayó en la final ante Argentina por 2-1), Estados Unidos ya realizó su debut en el certamen sudamericano disputado en Uruguay 1995, en el que superó con holgura a un equipo alternativo -que no suplente- de Argentina por 3-0 en la fase de grupos, al subestimar el entonces entrenador del representativo albiceleste, Daniel Alberto Passarella, el potencial de los norteamericanos. Costa Rica, Jamaica y Honduras son otros de los equipos afiliados a la CONCACAF que intervinieron o intervienen en la que actualmente es la competencia más antigua del planeta. El más exótico de los seleccionados intervinientes hasta el momento es Japón, de opaca performance en Paraguay 1999.
(12) Luego de haber conquistado como local la edición de 1959, transcurrieron 32 años hasta que la Selección Nacional volviera a campeonar (Chile 1991).
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